inadaptat susial
Madmaxista
Artículo original en el diario argentino "Clarín":
Voces catalanas críticas de la independencia
¿Qué está pasando en Cataluña? El bichito nacionalista, populista e independentista está en proceso de infectar a un pueblo reconocido internacionalmente de país abierto, plural, culto, bilingüe, solidario y demócrata. Cualidades que los instauradores de regímenes extremistas desprecian y tratan de eliminar manipulando a la población, malversando arcas para finalmente, provocar limitación de libertades y violentos enfrentamientos. Como todo nacionalismo que se considera como tal, y en Europa, por desgracia, hemos sufrido trágicos ejemplos de estos líderes mesiánicos de tres al cuarto, el que tras*ita ahora por Cataluña tiene nombre y apellidos: los delirios de su actual Presidente Artur Mas con su órdago soberanista, sacándose de la manga una lista única por la independencia, realizando acciones continuadas en contra de la legalidad española, pública e internacionalmente expandidas por los medios, y pretendiendo con todo ello consumar antes del verano una declaración de independencia de España de la que se estima irá directa al fracaso (35 % de los votos. El Pais.).
Las actuaciones del gobierno de Mas superan todo atisbo de conducta democrática. “El sueño de una patria recuperada, libre de limitaciones impuestas por el Tratado de Versalles”, cito textualmente, que también se pretende aquí recuerda demasiado a la manera cómo Hitler asumió el poder y su consecuente dictadura de partido. Las recetas nacionalistas, querido Orwell, utilizadas por el actual dirigente catalán y que estamos padeciendo son las mismas llevadas a cabo en los Balcanes y en el resto de los nacionalismos del mundo: anteponer provincianismo a cosmopolitismo, patria a cultura, división a pluralismo, lengua a libertad, manipulación a verdad.
Desde que Cervantes llegó a Barcelona buscando la imprenta de sus sueños hasta hoy, cuando los grandes escritores del mundo han dejado de venir a visitarnos, mi país pequeño ha sido centro neurálgico de literatura mayor. Así pues, Barcelona, que fue capital de cultura de España encontrándose aquí lo mejor de las literaturas hispanas, donde venían autores de todo el mundo a compartir esta celebración entusiasta de las letras además de toda una procreación de autores y editores catalanes en castellano, garantía de buena y celebrada literatura, subsiste hoy en una especie de territorio comanche. Los escritores han dejado de venir a visitarnos. Sólo son bienvenidos el turismo masivo, por un lado, y por otro, el folklore patriótico asambleario que nos invade a diario con banderas, soflamas populistas y circo de identidad nacional que nos recuerdan otras tristes épocas.
Esta ciudad anfitriona de honor de las letras latinoamericanas e internacionales ha sido presa, gracias a sus dirigentes, de la chifladura separatista y separadora de voces distintas a las que dicta el imperio nacionalista del gobierno actual. Los escritores de fuera, con los que compartíamos vida, lenguas y literatura, dejaron también de vivir en casa. Estamos solos y abandonados. La lengua secuestrada. Nuestro bilingüismo, riqueza incuestionable de nuestro país pequeño, en proceso de ser aniquilado si nadie lo remedia. Es como si aquella mágica fraternidad de culturas y acentos hubiera desaparecido por completo y las voces literarias que admiraba el mundo por su riesgo literario e intelectual están siendo ocupadas-tapadas por un festival folklórico perpetuo de libros improvisados, pagados y publicados con todo el esplendor mediático territorial y nacionalista, y escritos muchas veces en un catalán que avergonzaría a los grandes maestros de la literatura catalana, de quienes los nacionalistas se sienten tan orgullosos de conservar como firmas sagradas de la patria ahora reconquistada. Pero ni Carles Riba, ni Salvador Espriu, ni Josep Pla serían hoy independentistas. Como tampoco lo fue el “Mestre” Josep María Castellet, fallecido recientemente, no sin haber avisado antes a una amiga común que la independencia de Cataluña era un disparate.
Pero no es con la verdad como vende el producto un nacionalista, según ha dicho usted, querido George Orwell, en tantas ocasiones. Por eso va a ser difícil callarme; ni cuando el dictador estaba dando sus últimos coletazos de represión fascista dejé de pertenecer a movimientos clandestinos antinacionalistas como lo fue la Asamblea de Cataluña (no la actual: la que amenaza con parar la economía del país y fundar un ejercito de guerrillas), sino la resistente, unificadora de los movimientos antifranquistas; ni tampoco ahora, pasada la espléndida década de la tras*ición democrática española, cuando el bichito nacionalista catalán ha infectado nuestra cultura, pienso seguir callando. bichito imparable el independentista porque, además, un gobierno de derecha anestesiada gobierna la actual España y con su prepotencia absoluta, nacionalista a su vez, y su falta de sensibilidad en el desarrollo de sus leyes, muchas dirigidas a excitar el bichito nacionalista separatista catalán, se ha sumado a intoxicar la concordia de los ciudadanos del país pequeño creando los de aquí una situación que haría escandalizar a usted mismo querido Orwell, con quien por lo menos tengo la suerte de comentar algunas noches el contrasentido de que su Homenaje a Cataluña, antes libro de cabecera de todo catalán que se preciara, haya sido destronado por unas consignas retrógradas de los nacionalistas catalanes que a usted le sublevarían y le harían exclamar como a mi ahora, de qué han servido el millón de muertos de la Guerra Civil donde llegó a dar su vida para luchar contra el fascismo. Ni usted, referente universal de la defensa de las libertades, ni sus imprescindibles “Notas sobre el nacionalismo”, convencerán a un nacionalista independentista catalán que deje de serlo, pues de un tiempo a esta parte los sentimientos irracionales de amor por su patria lo llevan a condenar todo lo que en su país o fuera de él no abrace el canto y seña independentista recién estrenado. Y usted, querido George Orwell, como todos los que pensamos distinto a la película nacionalista, (ojo: el porcentaje a favor es solo de un 35 % de electores), somos atacados de traidores y otras falsas acusaciones que darían para una enciclopedia de mentiras y agravios. Una moda escapar de España, se escudan algunos. Una tendencia festiva y obligatoria quedarse encerrados en la pequeña finca particular, como quien se va de camping una temporadita, cuando usted como yo sabemos la gravedad de toda ideología populista que lleva “al nacionalista no solo a desaprobar las barbaridades cometidas en su propio lado sino que tiene una extraordinaria capacidad para ni siquiera oir hablar de ellas”.
Por eso aquí ya no escuchan sus gloriosas palabras. Todo el amor que le tenían se ha esfumado por completo como también ha desaparecido el entusiasmo creador de país culto y abierto que nos caracterizaba. Los nacionalistas separatistas han dejado de leerle a usted, Sr. Orwell, a la vez que rechazan libros de valor intelectual o estético alejados de su emoción patriótica y de opinión opuesta a sus tejemanejes nacionales. Como si los nacionalistas catalanes hubieran leído su Homenaje a Cataluña al revés, aprendiendo, precisamente, de lo que a todas luces resulta pernicioso y pestífero en su texto, querido Orwell. Usted vuelve a dar en el clavo cuando dice: “Todo nacionalista se obsesiona con alterar el pasado. Se pasa parte de su tiempo en un mundo de fantasía en el que las cosas ocurren como deberían –en que, por ejemplo, la Armada Española fue todo un éxito o la Revolución Rusa fue aplastada en 1918- y tras*ferirá fragmentos de este mundo de fantasía a los libros de historia cada vez que pueda. Hechos importantes son suprimidos, fechas alteradas, citas removidas de sus contextos además de manipuladas para cambiar su significado”.
Sin ir más lejos, entre otros muchos falseamientos selectivos de la historia llevados a cabo en su querida Cataluña, maestro Orwell, el más reciente y al que han dedicado monumentos, congresos, libros y museos, ha convertido la guerra de Sucesión dinástica de la corona española de 1714, desatada entre Borbones y Austrias, en guerra civil de victimización de catalanes, como si Cataluña hubiera perdido una guerra cuando en realidad no hubo vencedores ni vencidos por razones de país sino por dar apoyo a uno de los dos reyes en palestra. Alteración histórica como otras numerosas del separatismo catalán, destinadas a favorecer una división entre buenos y malos catalanes y con la que hoy, Sr Orwell, nos miden el grado de catalanidad que poseemos con baremos tan infantiles, por nos llamarlos racistas, como el nivel de catalán de sus ciudadanos, el partido al que pertenecen, la bandera que cuelgan en su balcón, los libros que compran y su sentimiento de independencia.
De todo cuanto le digo, querido Sr. Orwell, lo que me sacude el ánimo hasta un extremo doloroso es la división entre buenos y malos catalanes según sea nuestro grado de simpatía o antipatía por el independentismo de las narices, de manera tal que una frontera divisoria nunca vista desde la dictadura nos ha separado de amigos, familiares y conocidos, de ilusiones y de proyectos comunes, de nuestro futuro inmediato, de nuestra literatura célebre por su entidad y riqueza formal exclusiva, de nuestros trabajos literarios y universitarios de los que también nos han ido apartando como insectos molestos y peligrosos a los que usted hace referencia en sus notas antinacionalistas. Sin violencia física, como les gusta justificar a viva voz. Con intimidación sólo psicológica, pero violencia al fin. Y vuelvo a cederle la palabra en este dialogo: “Cuando digo «nacionalismo» me refiero antes que nada al hábito de pensar que los seres humanos pueden clasificarse como si fueran insectos y que masas enteras integradas por millones o decenas de millones de personas pueden confiadamente etiquetarse como «buenas» o «malas»”.
Si bien es sabido que el bichito nacionalista se contagia con una rapidez asombrosa no debe achacarse su infección catalana solamente al programa actual del gobierno de la derecha española que con sus procesos corruptos y la reforma da repelúsnte de las leyes perjudica a las clase media y beneficia a las altas. También la política nacionalista de aquí ha tenido sus ladrones de guante blanco. El colmo es descubrir ahora que la lucha patriótica y soberanista propulsada por Jordi Pujol, Presidente de la Generalitat durante treinta años, ha sido utilizada por el propio Pujol para beneficio económico personal y el de su familia. Al estilo de los caciques de república bananera robando y preparando el país para que su hijo pudiera heredarlo. De ahí que, el rebrote del bichito separatista encontrara campo abonado cuando determinada doctrina oficial del gobierno catalán pujolista y maragallista se dedicó a cambiar y tergiversar los acuerdos que fueron promulgados y aceptados después de treinta años de dictadura gracias a tres grandes políticos que desde entonces ha tenido España: Josep Tarradellas, Adolfo Suarez y Felipe González. Ya en 1997, Mario Vargas Llosa acudió al corazón de Barcelona, el Palau de la Virreina, y tocó donde más duele a la marca catalanista.
Acusó a la ciudad de ser más "provinciana y menos universal", por efecto del nacionalismo, que a principios de los años setenta, cuando él y su familia se instalaron en el barrio de Sarriá, donde vivieron cinco años. Desde entonces, casi veinte años después, el escritor peruano, ganador de un Nobel, no es bien recibido por las fuerzas políticas en la ciudad, tan importante en su biografía y en un país, cuya lengua, el catalán no ha sido mejor valorada internacionalmente como bajo las palabras y los libros sobre Tirant Lo Blanc que el autor le ha dedicado.
Hasta que aparece en escena Artur Más, Presidente de la Generalitat, con su embrollo de órdago independentista en el que se ha metido alegremente y con él ha enredado a todos los catalanes, siempre bien avenidos, ahora divididos en un país que muchos califican de enfermo. Así, es como se empezó a fabricar el actual nacionalismo catalán. Si se había definido que era catalán todo aquel que trabajaba y vivía en Cataluña, el gobierno de Convergencia añade un concepto ideológico: “Y de aquellos que tienen voluntad de serlo”. Esta añadidura significó el comienzo de un proyecto nacionalista exclusivo en muchos sentidos y origen de la situación actual legitimada para dar patentes de catalanidad a quienes trabajen para merecerlo. Más de 500 catalanes, intelectuales, escritores y de profesiones diversas firmamos, en su momento, un manifiesto para expresar nuestra discrepancia con las exigencias nacionalistas impuestas por el gobierno, defendiendo un federalismo local y europeo y, frente al fundamentalismo lingüístico, reclamando restituir una de nuestras riquezas culturales: el equilibrio de la política bilingüe que siempre nos ha caracterizado y amenazado de extinción por la división separatista.
A partir de entonces, los escritores catalanes que escribimos en castellano. junto con los que también haciéndolo en catalán, son críticos con el nacionalismo, pasamos a convertirnos en traidores. Anticatalanes. Apátridas. Enemigos del pueblo. En los malos de la película nacionalista. Usted sabe mejor que yo Sr. Orwell lo que trato de explicarle, cuando sobre el peligro de todo nacionalismo subraya: “Esto es mucho más importante—, me refiero al hábito de identificarse con una única nación o entidad, situando a esta por encima del bien y del mal y negando que exista cualquier otro deber que no sea favorecer sus intereses”.
Una parte significativa de la literatura más representativa de Cataluña ha escrito siempre en castellano. Detalle, “éxito literario”, que molesta al nacionalista separatista entregado a negar por activa y por pasiva otra literatura que no favorezca sus intereses, o sea: escritura militante de Estado propio, de “libros de exaltación a la tierra, lecciones de patriotismo nacionalista, una doctrina de andar por casa y conquistar el cielo local que nos tienen a todos prometido si nos portamos bien con los chamanes de la patria”. Los últimos veinte años están repletos de batallitas represivas del poder nacionalista con sus ciudadanos escritores. Han ido cambiando de tono y estrategia. Inverosímiles, muchas. Grotescas, otras. Pero cada vez son más ocultas y afiladas. Se recordará el año en que Cataluña fue el país invitado de honor a la Feria del Libro de Frankfurt y el mandato del Gobierno catalán de no invitar a todo escritor catalán que escribiera en castellano. No se presentó ninguno. Vergüenza sonada y publicada. Imagínese por un momento Sr. Orwell que la Republica Checa hubiera sido el país invitado y ella negase rotundamente la presencia de Franz Kafka en la Feria del Libro por escribir alemán en lugar de checo. Por lo que parece, en esta Feria de Goteburgo se ha cambiado de estrategia. Y bajo el título “Las Voces de Cataluña” resulta que hasta escribimos en francés. No se engañen.
A los escritores contrarios al nacionalismo nos apartan sigilosamente de la prensa escrita, los medios públicos, las universidades y todo aquello que pueda representar ventana de nuestra existencia. El poder político catalán incide directamente en la distribución de puestos de trabajo además de financiar con dinero público empresas culturales, universidades y periódicos. El afán del gobierno independentista por conseguir sus porciones de pastel en todas las casillas del país pequeño nos tiene saturados. Políticos y tertulianos separatistas, siempre los mismos, jalean de forma mesiánica a los ciudadanos. Tienen comprada los medios de comunicación del país, la Universidad, las instituciones de cultura. ¿Qué más puedo decirle Sr. Orwell que usted no sepa? Los residuos de regímenes dictatoriales dejan abono de ideologías nacionalistas, las mismas que en su día desataron dos guerras mundiales. Esperemos que jamás ocurra. ¿Y, mientras tanto? ¡Cuánta literatura perdida!
:Aplauso::Aplauso::Aplauso::Aplauso:
Recordemos que Núria Amat ha sido premi Ramon Llull de les Lletres Catalanes; aún así, seguro que se asoma algún HDLGP fascista a llamarle "lerrouxista" (como poco y como insulto más suave) igual que hicieron con la igualmente valiente y lúcida comunista Marina Pibernat.
Voces catalanas críticas de la independencia
¿Qué está pasando en Cataluña? El bichito nacionalista, populista e independentista está en proceso de infectar a un pueblo reconocido internacionalmente de país abierto, plural, culto, bilingüe, solidario y demócrata. Cualidades que los instauradores de regímenes extremistas desprecian y tratan de eliminar manipulando a la población, malversando arcas para finalmente, provocar limitación de libertades y violentos enfrentamientos. Como todo nacionalismo que se considera como tal, y en Europa, por desgracia, hemos sufrido trágicos ejemplos de estos líderes mesiánicos de tres al cuarto, el que tras*ita ahora por Cataluña tiene nombre y apellidos: los delirios de su actual Presidente Artur Mas con su órdago soberanista, sacándose de la manga una lista única por la independencia, realizando acciones continuadas en contra de la legalidad española, pública e internacionalmente expandidas por los medios, y pretendiendo con todo ello consumar antes del verano una declaración de independencia de España de la que se estima irá directa al fracaso (35 % de los votos. El Pais.).
Las actuaciones del gobierno de Mas superan todo atisbo de conducta democrática. “El sueño de una patria recuperada, libre de limitaciones impuestas por el Tratado de Versalles”, cito textualmente, que también se pretende aquí recuerda demasiado a la manera cómo Hitler asumió el poder y su consecuente dictadura de partido. Las recetas nacionalistas, querido Orwell, utilizadas por el actual dirigente catalán y que estamos padeciendo son las mismas llevadas a cabo en los Balcanes y en el resto de los nacionalismos del mundo: anteponer provincianismo a cosmopolitismo, patria a cultura, división a pluralismo, lengua a libertad, manipulación a verdad.
Desde que Cervantes llegó a Barcelona buscando la imprenta de sus sueños hasta hoy, cuando los grandes escritores del mundo han dejado de venir a visitarnos, mi país pequeño ha sido centro neurálgico de literatura mayor. Así pues, Barcelona, que fue capital de cultura de España encontrándose aquí lo mejor de las literaturas hispanas, donde venían autores de todo el mundo a compartir esta celebración entusiasta de las letras además de toda una procreación de autores y editores catalanes en castellano, garantía de buena y celebrada literatura, subsiste hoy en una especie de territorio comanche. Los escritores han dejado de venir a visitarnos. Sólo son bienvenidos el turismo masivo, por un lado, y por otro, el folklore patriótico asambleario que nos invade a diario con banderas, soflamas populistas y circo de identidad nacional que nos recuerdan otras tristes épocas.
Esta ciudad anfitriona de honor de las letras latinoamericanas e internacionales ha sido presa, gracias a sus dirigentes, de la chifladura separatista y separadora de voces distintas a las que dicta el imperio nacionalista del gobierno actual. Los escritores de fuera, con los que compartíamos vida, lenguas y literatura, dejaron también de vivir en casa. Estamos solos y abandonados. La lengua secuestrada. Nuestro bilingüismo, riqueza incuestionable de nuestro país pequeño, en proceso de ser aniquilado si nadie lo remedia. Es como si aquella mágica fraternidad de culturas y acentos hubiera desaparecido por completo y las voces literarias que admiraba el mundo por su riesgo literario e intelectual están siendo ocupadas-tapadas por un festival folklórico perpetuo de libros improvisados, pagados y publicados con todo el esplendor mediático territorial y nacionalista, y escritos muchas veces en un catalán que avergonzaría a los grandes maestros de la literatura catalana, de quienes los nacionalistas se sienten tan orgullosos de conservar como firmas sagradas de la patria ahora reconquistada. Pero ni Carles Riba, ni Salvador Espriu, ni Josep Pla serían hoy independentistas. Como tampoco lo fue el “Mestre” Josep María Castellet, fallecido recientemente, no sin haber avisado antes a una amiga común que la independencia de Cataluña era un disparate.
Pero no es con la verdad como vende el producto un nacionalista, según ha dicho usted, querido George Orwell, en tantas ocasiones. Por eso va a ser difícil callarme; ni cuando el dictador estaba dando sus últimos coletazos de represión fascista dejé de pertenecer a movimientos clandestinos antinacionalistas como lo fue la Asamblea de Cataluña (no la actual: la que amenaza con parar la economía del país y fundar un ejercito de guerrillas), sino la resistente, unificadora de los movimientos antifranquistas; ni tampoco ahora, pasada la espléndida década de la tras*ición democrática española, cuando el bichito nacionalista catalán ha infectado nuestra cultura, pienso seguir callando. bichito imparable el independentista porque, además, un gobierno de derecha anestesiada gobierna la actual España y con su prepotencia absoluta, nacionalista a su vez, y su falta de sensibilidad en el desarrollo de sus leyes, muchas dirigidas a excitar el bichito nacionalista separatista catalán, se ha sumado a intoxicar la concordia de los ciudadanos del país pequeño creando los de aquí una situación que haría escandalizar a usted mismo querido Orwell, con quien por lo menos tengo la suerte de comentar algunas noches el contrasentido de que su Homenaje a Cataluña, antes libro de cabecera de todo catalán que se preciara, haya sido destronado por unas consignas retrógradas de los nacionalistas catalanes que a usted le sublevarían y le harían exclamar como a mi ahora, de qué han servido el millón de muertos de la Guerra Civil donde llegó a dar su vida para luchar contra el fascismo. Ni usted, referente universal de la defensa de las libertades, ni sus imprescindibles “Notas sobre el nacionalismo”, convencerán a un nacionalista independentista catalán que deje de serlo, pues de un tiempo a esta parte los sentimientos irracionales de amor por su patria lo llevan a condenar todo lo que en su país o fuera de él no abrace el canto y seña independentista recién estrenado. Y usted, querido George Orwell, como todos los que pensamos distinto a la película nacionalista, (ojo: el porcentaje a favor es solo de un 35 % de electores), somos atacados de traidores y otras falsas acusaciones que darían para una enciclopedia de mentiras y agravios. Una moda escapar de España, se escudan algunos. Una tendencia festiva y obligatoria quedarse encerrados en la pequeña finca particular, como quien se va de camping una temporadita, cuando usted como yo sabemos la gravedad de toda ideología populista que lleva “al nacionalista no solo a desaprobar las barbaridades cometidas en su propio lado sino que tiene una extraordinaria capacidad para ni siquiera oir hablar de ellas”.
Por eso aquí ya no escuchan sus gloriosas palabras. Todo el amor que le tenían se ha esfumado por completo como también ha desaparecido el entusiasmo creador de país culto y abierto que nos caracterizaba. Los nacionalistas separatistas han dejado de leerle a usted, Sr. Orwell, a la vez que rechazan libros de valor intelectual o estético alejados de su emoción patriótica y de opinión opuesta a sus tejemanejes nacionales. Como si los nacionalistas catalanes hubieran leído su Homenaje a Cataluña al revés, aprendiendo, precisamente, de lo que a todas luces resulta pernicioso y pestífero en su texto, querido Orwell. Usted vuelve a dar en el clavo cuando dice: “Todo nacionalista se obsesiona con alterar el pasado. Se pasa parte de su tiempo en un mundo de fantasía en el que las cosas ocurren como deberían –en que, por ejemplo, la Armada Española fue todo un éxito o la Revolución Rusa fue aplastada en 1918- y tras*ferirá fragmentos de este mundo de fantasía a los libros de historia cada vez que pueda. Hechos importantes son suprimidos, fechas alteradas, citas removidas de sus contextos además de manipuladas para cambiar su significado”.
Sin ir más lejos, entre otros muchos falseamientos selectivos de la historia llevados a cabo en su querida Cataluña, maestro Orwell, el más reciente y al que han dedicado monumentos, congresos, libros y museos, ha convertido la guerra de Sucesión dinástica de la corona española de 1714, desatada entre Borbones y Austrias, en guerra civil de victimización de catalanes, como si Cataluña hubiera perdido una guerra cuando en realidad no hubo vencedores ni vencidos por razones de país sino por dar apoyo a uno de los dos reyes en palestra. Alteración histórica como otras numerosas del separatismo catalán, destinadas a favorecer una división entre buenos y malos catalanes y con la que hoy, Sr Orwell, nos miden el grado de catalanidad que poseemos con baremos tan infantiles, por nos llamarlos racistas, como el nivel de catalán de sus ciudadanos, el partido al que pertenecen, la bandera que cuelgan en su balcón, los libros que compran y su sentimiento de independencia.
De todo cuanto le digo, querido Sr. Orwell, lo que me sacude el ánimo hasta un extremo doloroso es la división entre buenos y malos catalanes según sea nuestro grado de simpatía o antipatía por el independentismo de las narices, de manera tal que una frontera divisoria nunca vista desde la dictadura nos ha separado de amigos, familiares y conocidos, de ilusiones y de proyectos comunes, de nuestro futuro inmediato, de nuestra literatura célebre por su entidad y riqueza formal exclusiva, de nuestros trabajos literarios y universitarios de los que también nos han ido apartando como insectos molestos y peligrosos a los que usted hace referencia en sus notas antinacionalistas. Sin violencia física, como les gusta justificar a viva voz. Con intimidación sólo psicológica, pero violencia al fin. Y vuelvo a cederle la palabra en este dialogo: “Cuando digo «nacionalismo» me refiero antes que nada al hábito de pensar que los seres humanos pueden clasificarse como si fueran insectos y que masas enteras integradas por millones o decenas de millones de personas pueden confiadamente etiquetarse como «buenas» o «malas»”.
Si bien es sabido que el bichito nacionalista se contagia con una rapidez asombrosa no debe achacarse su infección catalana solamente al programa actual del gobierno de la derecha española que con sus procesos corruptos y la reforma da repelúsnte de las leyes perjudica a las clase media y beneficia a las altas. También la política nacionalista de aquí ha tenido sus ladrones de guante blanco. El colmo es descubrir ahora que la lucha patriótica y soberanista propulsada por Jordi Pujol, Presidente de la Generalitat durante treinta años, ha sido utilizada por el propio Pujol para beneficio económico personal y el de su familia. Al estilo de los caciques de república bananera robando y preparando el país para que su hijo pudiera heredarlo. De ahí que, el rebrote del bichito separatista encontrara campo abonado cuando determinada doctrina oficial del gobierno catalán pujolista y maragallista se dedicó a cambiar y tergiversar los acuerdos que fueron promulgados y aceptados después de treinta años de dictadura gracias a tres grandes políticos que desde entonces ha tenido España: Josep Tarradellas, Adolfo Suarez y Felipe González. Ya en 1997, Mario Vargas Llosa acudió al corazón de Barcelona, el Palau de la Virreina, y tocó donde más duele a la marca catalanista.
Acusó a la ciudad de ser más "provinciana y menos universal", por efecto del nacionalismo, que a principios de los años setenta, cuando él y su familia se instalaron en el barrio de Sarriá, donde vivieron cinco años. Desde entonces, casi veinte años después, el escritor peruano, ganador de un Nobel, no es bien recibido por las fuerzas políticas en la ciudad, tan importante en su biografía y en un país, cuya lengua, el catalán no ha sido mejor valorada internacionalmente como bajo las palabras y los libros sobre Tirant Lo Blanc que el autor le ha dedicado.
Hasta que aparece en escena Artur Más, Presidente de la Generalitat, con su embrollo de órdago independentista en el que se ha metido alegremente y con él ha enredado a todos los catalanes, siempre bien avenidos, ahora divididos en un país que muchos califican de enfermo. Así, es como se empezó a fabricar el actual nacionalismo catalán. Si se había definido que era catalán todo aquel que trabajaba y vivía en Cataluña, el gobierno de Convergencia añade un concepto ideológico: “Y de aquellos que tienen voluntad de serlo”. Esta añadidura significó el comienzo de un proyecto nacionalista exclusivo en muchos sentidos y origen de la situación actual legitimada para dar patentes de catalanidad a quienes trabajen para merecerlo. Más de 500 catalanes, intelectuales, escritores y de profesiones diversas firmamos, en su momento, un manifiesto para expresar nuestra discrepancia con las exigencias nacionalistas impuestas por el gobierno, defendiendo un federalismo local y europeo y, frente al fundamentalismo lingüístico, reclamando restituir una de nuestras riquezas culturales: el equilibrio de la política bilingüe que siempre nos ha caracterizado y amenazado de extinción por la división separatista.
A partir de entonces, los escritores catalanes que escribimos en castellano. junto con los que también haciéndolo en catalán, son críticos con el nacionalismo, pasamos a convertirnos en traidores. Anticatalanes. Apátridas. Enemigos del pueblo. En los malos de la película nacionalista. Usted sabe mejor que yo Sr. Orwell lo que trato de explicarle, cuando sobre el peligro de todo nacionalismo subraya: “Esto es mucho más importante—, me refiero al hábito de identificarse con una única nación o entidad, situando a esta por encima del bien y del mal y negando que exista cualquier otro deber que no sea favorecer sus intereses”.
Una parte significativa de la literatura más representativa de Cataluña ha escrito siempre en castellano. Detalle, “éxito literario”, que molesta al nacionalista separatista entregado a negar por activa y por pasiva otra literatura que no favorezca sus intereses, o sea: escritura militante de Estado propio, de “libros de exaltación a la tierra, lecciones de patriotismo nacionalista, una doctrina de andar por casa y conquistar el cielo local que nos tienen a todos prometido si nos portamos bien con los chamanes de la patria”. Los últimos veinte años están repletos de batallitas represivas del poder nacionalista con sus ciudadanos escritores. Han ido cambiando de tono y estrategia. Inverosímiles, muchas. Grotescas, otras. Pero cada vez son más ocultas y afiladas. Se recordará el año en que Cataluña fue el país invitado de honor a la Feria del Libro de Frankfurt y el mandato del Gobierno catalán de no invitar a todo escritor catalán que escribiera en castellano. No se presentó ninguno. Vergüenza sonada y publicada. Imagínese por un momento Sr. Orwell que la Republica Checa hubiera sido el país invitado y ella negase rotundamente la presencia de Franz Kafka en la Feria del Libro por escribir alemán en lugar de checo. Por lo que parece, en esta Feria de Goteburgo se ha cambiado de estrategia. Y bajo el título “Las Voces de Cataluña” resulta que hasta escribimos en francés. No se engañen.
A los escritores contrarios al nacionalismo nos apartan sigilosamente de la prensa escrita, los medios públicos, las universidades y todo aquello que pueda representar ventana de nuestra existencia. El poder político catalán incide directamente en la distribución de puestos de trabajo además de financiar con dinero público empresas culturales, universidades y periódicos. El afán del gobierno independentista por conseguir sus porciones de pastel en todas las casillas del país pequeño nos tiene saturados. Políticos y tertulianos separatistas, siempre los mismos, jalean de forma mesiánica a los ciudadanos. Tienen comprada los medios de comunicación del país, la Universidad, las instituciones de cultura. ¿Qué más puedo decirle Sr. Orwell que usted no sepa? Los residuos de regímenes dictatoriales dejan abono de ideologías nacionalistas, las mismas que en su día desataron dos guerras mundiales. Esperemos que jamás ocurra. ¿Y, mientras tanto? ¡Cuánta literatura perdida!
:Aplauso::Aplauso::Aplauso::Aplauso:
Recordemos que Núria Amat ha sido premi Ramon Llull de les Lletres Catalanes; aún así, seguro que se asoma algún HDLGP fascista a llamarle "lerrouxista" (como poco y como insulto más suave) igual que hicieron con la igualmente valiente y lúcida comunista Marina Pibernat.