Saturnin
Madmaxista
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Anteriormente a la revolución comunista de 1949, el Tíbet era una aislada región dominada por los monasterios y cuyos habitantes eran, en su gran mayoría, siervos y esclavos. Se omite deliberadamente que Tíbet forma parte de China desde el siglo XIII, con la dinastía Yuan, aunque la convulsa historia de la China imperial viese períodos de descontrol político sobre el territorio.
La lamasocracia, un régimen religioso articulado alrededor de una nobleza feudal y del poder de los monasterios, reinaba sobre una población de menos de tres millones de habitantes, y mantenía en la miseria a la gran mayoría, que eran siervos sin tierra, condenados a vivir sin escuelas ni condiciones de vida dignas. Los siervos podían ser vendidos y debían trabajar las tierras de los señores sin percibir ningún salario, y ni tan siquiera poseían la libertad personal para abandonar la tierra, como en la Edad Media europea. Nobles y monasterios tenían prisiones privadas y eran comunes castigos como arrancar los ojos de los condenados, cortarles las manos o la lengua. Era un régimen despótico, esclavista y racista, cuyos seguidores, todavía hoy, siguen prohibiendo los matrimonios mixtos entre tibetanos y miembros de otras etnias.
Lo que ocurre es que desde 1953 los lamas se pusieron al servicio de los Estados Unidos, a través de la CIA, para derrocar al sistema comunista chino. Por eso los medios de comunicación occidentales ocultan las barbaridades que hacían los lamas y su reaccionaria ideología teocrática.
Fuente: Extracto del artículo Tibet, maquinación y mentira
del profesor Higinio Polo, Licenciado en Geografía e Historia, y Doctor en Historia contemporánea por la Universidad de Barcelona.
La lamasocracia, un régimen religioso articulado alrededor de una nobleza feudal y del poder de los monasterios, reinaba sobre una población de menos de tres millones de habitantes, y mantenía en la miseria a la gran mayoría, que eran siervos sin tierra, condenados a vivir sin escuelas ni condiciones de vida dignas. Los siervos podían ser vendidos y debían trabajar las tierras de los señores sin percibir ningún salario, y ni tan siquiera poseían la libertad personal para abandonar la tierra, como en la Edad Media europea. Nobles y monasterios tenían prisiones privadas y eran comunes castigos como arrancar los ojos de los condenados, cortarles las manos o la lengua. Era un régimen despótico, esclavista y racista, cuyos seguidores, todavía hoy, siguen prohibiendo los matrimonios mixtos entre tibetanos y miembros de otras etnias.
Lo que ocurre es que desde 1953 los lamas se pusieron al servicio de los Estados Unidos, a través de la CIA, para derrocar al sistema comunista chino. Por eso los medios de comunicación occidentales ocultan las barbaridades que hacían los lamas y su reaccionaria ideología teocrática.
Fuente: Extracto del artículo Tibet, maquinación y mentira
del profesor Higinio Polo, Licenciado en Geografía e Historia, y Doctor en Historia contemporánea por la Universidad de Barcelona.