Nos llaman la generación de cristal y los frágiles son ellos

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Gallegos de entre 21 y 23 años: «Nos llaman la generación de cristal y los frágiles son ellos»
PAULA MAHÍA

De izquierda a derecha. Daniel (21 años), Antía (22 años), Alexandra (23 años), Chisco (21 años), León (22 años)

De izquierda a derecha. Daniel (21 años), Antía (22 años), Alexandra (23 años), Chisco (21 años), León (22 años) Sandra Alonso
Un grupo de estudiantes se reúnen para debatir acerca de los problemas que les preocupan. Dicen que tienen mucho de lo que quejarse. «No queremos que nos pisoteen», apuntan
21 jun 2023. Actualizado a las 05:00 h.
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Los grandes cambios a lo largo de la historia se han producido gracias a las movilizaciones que tuvieron que hacer nuestros abuelos para abrirnos camino. ¿Cómo se van a producir mejoras si no es mediante quejas? Hoy en día, las manifestaciones ya no se producen en las calles, si no en Twitter, Instagram o demás redes sociales. Los jóvenes toman el relevo y dan voz a las injusticias, a su manera. Ya no tienen que participar en un sindicato para manifestarse, lo pueden hacer de manera inmediata mediante un click. De ahí que los jóvenes no comprendan por qué los adultos los acusan de quejarse demasiado o de ofenderse con facilidad, cuando lo cierto es que están utilizando el arma de las tecnologías a favor de una mejora para la sociedad.
Una de las razones por las que la generación Z (entre 13 y 28 años) ha pasado a denominarse de forma metafórica generación de cristal es por la supuesta fragilidad a la hora de aceptar críticas u opiniones. Sin embargo, los jóvenes responden que los débiles no son ellos, sino aquellos que los acusan de serlo. Este grupo de entre 21 y 23 años, que cursan diferentes carreras, coinciden en que tienen muchas razones por las que quejarse, y no van a tolerar que les pisoteen. «Débiles son los que tienen una perspectiva de género tradicional y reaccionan negativamente ante una persona lgtb o tras*. Es decir, los que no reconocen que la sociedad cambia también son frágiles», apunta Dani, estudiante de Psicología. «Y ellos no son ni de cristal, son de aire, porque no tienen ni siquiera argumentos en los que apoyarse. Nosotros sí, y muchos», añade Chisco, que estudia Matemáticas. Alexandra, por otro lado, sí considera que vive en una sociedad contestataria. Esta alumna de Derecho utiliza sus redes sociales como instrumento para expresar su opinión. «Me entero de protestas que se dan en otras partes del mundo y las tras*mito a mi país. Por ejemplo, mucha gente no es consciente del racismo que hay porque no conoce ningún caso de cerca, pero, si en Instagram ves acosos hacia personas negras, obviamente reaccionas ante ello y te fijas en situaciones y comentarios que antes pasabas por alto», explica. Con esto, defienden que siempre han existido movilizaciones juveniles, pero con las redes sociales se tiene más conocimiento acerca de los problemas que preocupan al mundo, y no solo a ellos personalmente.
PRECARIEDAD LABORAL
«Es obvio que nuestros mayores nos allanaron el camino. De no ser por los cambios que promovieron en su día, hoy no tendríamos la libertad que tenemos ahora. Pero, eso no significa que nos dejaran un mundo perfecto, no podemos ignorar los problemas que hacen peligrar nuestro futuro», argumenta Dani. A esto, Antía, que estudia Medicina, reconoce que las preocupaciones que sufrieron sus padres son diferentes a las que invaden a su generación: «Antes con 25 años ya tenías trabajo y pensabas en casarte y tener hijos. Sin embargo, ahora, con esa edad, tu preocupación es encontrar un trabajo que te alcance para vivir».

"Son nuestros sueldos los que sostendrán unas pensiones dignas"
Para muchos adultos la situación que vivían ellos cuando eran jóvenes era mucho peor. «Ahí es cuando dicen que nos quejamos demasiado, cuando a pesar de encontrar un trabajo que nos de para vivir, nos negamos a aceptarlo, o bien porque no es de lo que nos hemos tirado seis años estudiando, o porque no nos pagan lo suficiente como para irnos a vivir solos», continúa León, futuro farmacéutico. Pasar de la vida joven a la vida adulta nunca ha resultado fácil, en eso están todos de acuerdo. Lo normal es que tengan que elegir entre ser becarios y cobrar alrededor de 300 euros al mes, o escoger un trabajo que no tenga que ver con la profesión para la que se han preparado, lo que supondría no tener experiencia de lo suyo para poder optar a un contrato en un futuro. Los que escogen la primera vía suelen depender de sus padres para vivir. Y en España la edad media de emancipación se sitúa en los casi 30 años. «Resulta muy frustrante salir adelante en un mundo que te pide autonomía, pero que a la vez te lo impide. Y lo cierto, es que son nuestras nóminas las que sostendrán unas pensiones merecedoras», opina Chisco. A su vez, para Dani existen dos posibles caminos: el rápido, en el que te conformas con un trabajo precario que quizás no te alcance para vivir tranquilo; o el lento, en el que, si tienes suerte, tus padres te pueden mantener, mientras aguantas contratos de prácticas hasta que por fin te contraten en una empresa con un sueldo digno.
SALUD MENTAL
«Los adultos echan la culpa de nuestra mentalidad individualista a la sobreprotección. Infravaloran nuestras quejas, cuando lo cierto es que la calidad del trabajo se asocia muchas veces a la calidad de vida, y eso es algo que nos afecta a todos», comenta Alexandra. Además, esto le hace pensar que ahora los jóvenes se valoran más. «No es quejarse, es comunicar tus límites. En nuestra generación se dio importancia a la salud mental y a la inteligencia emocional, es decir, nos respetamos más: tanto en cómo nos entendemos a nosotros mismos, así como la forma en la que queremos que se nos comuniquen las cosas», añade. Ahí es donde entra la polémica entre jóvenes y adultos, cuando los segundos dicen que estos no aceptan las críticas. Pero lo cierto es que aseguran sentirse presionados por la situación que tienen encima. «No tenemos la culpa de que el mercado laboral esté difícil. Agradecemos que los mayores nos hayan allanado el terreno, pero eso no significa que nos hayan dejado un camino de rosas», comenta Dani. Coinciden en que el problema no es la falta de trabajo, si no las malas condiciones. «Nos ofendemos porque no queremos que nos pisoteen. Los sensibles son los que nos llaman frágiles por no aceptar críticas que no son constructivas», remata Alexandra. Al fin y al cabo, es más fácil rebelarse contra algo cuando no tienes responsabilidades a tu cargo.

A todas las generaciones les marca un acontecimiento histórico. A la Z se le denominó así por nacer en la era digital. Así que, ¿por qué no llamarlos por su nombre?. «Somos jóvenes y queremos comernos el mundo, al igual que nuestros padres en su día», concluyen.


Llorar llorar y llorar. La gente toda la vida trabajo de lo que estudiaba, claro que si. Y les pagaban barbaridades nada mas entrar a currar, si claro. Generación de cristal y con razón.
 
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Pues van a flipar si trabajan en la empresa española típica. Y esto es de hace ya décadas. Lo único es que te podías cambiar cuando "había" trabajo. Y tampoco era tan fácil. Y no es por condiciones no... España es una fruta selva laboral desde hace mucho llena de fieras. Bueno y en todos lados. Yo recuerdo cosa desde que tengo conocimiento de entrar en la adultez, y hace ya unos años...
 
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