Ya voy por el sexto año y cada día me parece más insoportable.
Llegué para unas prácticas, casi que con una mano delante y otra detrás. Al principio todo era divertido, una ciudad bulliciosa y llena de cosas que hacer, yo que venía del pueblo y luego de capital de provincias flipaba en colores con cualquier cosa, hasta coger el Metro me parecía entretenido. Compartiendo piso destartalado con 4 o 5, sin un puñetero duro, haciendo planes baratos, saliendo a lo ratufo, no amando nada, midiendo las compras al céntimo. Pero qué shishi, todo era conocer gente, conocer sitios, conocer cosas.
Ahora tengo una carrera profesional más o menos estable, con buena proyección y buen sueldo, contactos para que no me falte el trabajo en España o el extranjero. Tengo un piso decentito para mí solo el 90% de los días, puedo permitirme hacer planes sin mirar mucho la cartera, conozco a media ciudad (aunque pase fuerte de su ojo ciego) y me conozco la ciudad de querida progenitora. Llegué con obesidad tipo 2 y ahora soy un tipo bastante atlético. Si me ciño a los últimos 4 años, considero que he tenido una vida sensual más o menos satisfactoria, al menos en el sentido de haber amado bastante más que en los anteriores 10 años (aprox.) de madurez sensual.
A todas luces parece el momento ideal para echar raíces en la capital. Pero es que es una vida jodidamente antinatural. Ya ni siquiera es porque sea Madrid, que es una ciudad con la que tengo una relación de amor-repruebo, es la vida urbana, en particular la vida de la gran capital. Voy a describir algunos de los motivos de mi hartazgo:
-Tiempo perdido en tras*porte: aunque no vivo especialmente lejos del curro, ya es horita y media diaria diaria que se va a la cosa por este motivo. Hora y media de tensión, aglomeración, vigilar tus pertenencias. Y como quieras hacer vida social lo mismo, a quedar con la gente con una antelación que suena casi a burocracia.
-Ruido constante: sales de casa y festival del claxon. En el puñetero Metro el murmullo constante, a veces interrumpido por un hominido con altavoz o un mendigo vociferante. Llegas al curro y ni teniendo despachito te libras de la cháchara de las charos, fotocopiadoras que suenan, gente llamándote para insensateces. Sales del curro y otra vez lo mismo en el metro, llegas a casa y con las pilinguis colmenas de hormigón te comes el ruido de medio vecindario. Te vas al gimnasio y tienen una cosa maquinera que te tienes que poner la música a explotar para no tener que aguantarla. Vuelves a casa y de nuevo tienes casa x minutos el típico portazo, arrastre de mueble, persianazo, borrachuzo gritando en la calle, ambulancia, en fin, te tienes que poner un podcast o algo para dormir porque de otro modo los sobresaltos te lo impiden.
-Aglomeraciones: en todos lados, a todas horas. Vale, yendo al curro o en el propio curro se puede entender, pero es que tampoco te escapas en el tiempo libre si no te encierras en casa. Ya no es solo la experiencia física, sino el agobio visual de ver tanta gente, tanto coche, tanta lucecita y cartel por todos lados. Es vivir constantemente sobreestimulado.
-Falta de contacto con la tierra: en mi minúsculo balcón caben 4 tiestos contados. Yo necesito hacer crecer cosas, respirar aire fresco mientras trabajo en el huerto, olvidarme del puñetero mundo. Y no veo más que árboles de sombra roñosos, césped menso gastando agua para nada, jardines Paco de cosa con las mismas cuatro plantas.
-Flipadas de la gente: no sé si Madrid es un foco de atracción de iluso, o es que la gente se vuelve iluso aquí. Pero al final hay una cantidad de flipados y flipadas inmensa. Todos super únicos y especiales, los más cultos, los más sibaritas, los más al día de las tendencias, los que tienen la verdad absoluta en cuestiones políticas. Da igual que sean de la Soria profunda, en 2 días están todos hechos con el mismo molde cosmopaleto de idiocia y postureo barato.
En cuanto pueda me piro al pueblo y ahí os quedáis. Aunque claro, también ese plan tiene sus costes y desventajas. Quizás os lo cuenta en otro hilo, que estoy hasta los huevones de progretontos hablando de la "España vaciada" como su nuevo fetiche, desde una óptica acrítica, exotizante y que en el fondo no es otra cosa que condescendencia.
Llegué para unas prácticas, casi que con una mano delante y otra detrás. Al principio todo era divertido, una ciudad bulliciosa y llena de cosas que hacer, yo que venía del pueblo y luego de capital de provincias flipaba en colores con cualquier cosa, hasta coger el Metro me parecía entretenido. Compartiendo piso destartalado con 4 o 5, sin un puñetero duro, haciendo planes baratos, saliendo a lo ratufo, no amando nada, midiendo las compras al céntimo. Pero qué shishi, todo era conocer gente, conocer sitios, conocer cosas.
Ahora tengo una carrera profesional más o menos estable, con buena proyección y buen sueldo, contactos para que no me falte el trabajo en España o el extranjero. Tengo un piso decentito para mí solo el 90% de los días, puedo permitirme hacer planes sin mirar mucho la cartera, conozco a media ciudad (aunque pase fuerte de su ojo ciego) y me conozco la ciudad de querida progenitora. Llegué con obesidad tipo 2 y ahora soy un tipo bastante atlético. Si me ciño a los últimos 4 años, considero que he tenido una vida sensual más o menos satisfactoria, al menos en el sentido de haber amado bastante más que en los anteriores 10 años (aprox.) de madurez sensual.
A todas luces parece el momento ideal para echar raíces en la capital. Pero es que es una vida jodidamente antinatural. Ya ni siquiera es porque sea Madrid, que es una ciudad con la que tengo una relación de amor-repruebo, es la vida urbana, en particular la vida de la gran capital. Voy a describir algunos de los motivos de mi hartazgo:
-Tiempo perdido en tras*porte: aunque no vivo especialmente lejos del curro, ya es horita y media diaria diaria que se va a la cosa por este motivo. Hora y media de tensión, aglomeración, vigilar tus pertenencias. Y como quieras hacer vida social lo mismo, a quedar con la gente con una antelación que suena casi a burocracia.
-Ruido constante: sales de casa y festival del claxon. En el puñetero Metro el murmullo constante, a veces interrumpido por un hominido con altavoz o un mendigo vociferante. Llegas al curro y ni teniendo despachito te libras de la cháchara de las charos, fotocopiadoras que suenan, gente llamándote para insensateces. Sales del curro y otra vez lo mismo en el metro, llegas a casa y con las pilinguis colmenas de hormigón te comes el ruido de medio vecindario. Te vas al gimnasio y tienen una cosa maquinera que te tienes que poner la música a explotar para no tener que aguantarla. Vuelves a casa y de nuevo tienes casa x minutos el típico portazo, arrastre de mueble, persianazo, borrachuzo gritando en la calle, ambulancia, en fin, te tienes que poner un podcast o algo para dormir porque de otro modo los sobresaltos te lo impiden.
-Aglomeraciones: en todos lados, a todas horas. Vale, yendo al curro o en el propio curro se puede entender, pero es que tampoco te escapas en el tiempo libre si no te encierras en casa. Ya no es solo la experiencia física, sino el agobio visual de ver tanta gente, tanto coche, tanta lucecita y cartel por todos lados. Es vivir constantemente sobreestimulado.
-Falta de contacto con la tierra: en mi minúsculo balcón caben 4 tiestos contados. Yo necesito hacer crecer cosas, respirar aire fresco mientras trabajo en el huerto, olvidarme del puñetero mundo. Y no veo más que árboles de sombra roñosos, césped menso gastando agua para nada, jardines Paco de cosa con las mismas cuatro plantas.
-Flipadas de la gente: no sé si Madrid es un foco de atracción de iluso, o es que la gente se vuelve iluso aquí. Pero al final hay una cantidad de flipados y flipadas inmensa. Todos super únicos y especiales, los más cultos, los más sibaritas, los más al día de las tendencias, los que tienen la verdad absoluta en cuestiones políticas. Da igual que sean de la Soria profunda, en 2 días están todos hechos con el mismo molde cosmopaleto de idiocia y postureo barato.
En cuanto pueda me piro al pueblo y ahí os quedáis. Aunque claro, también ese plan tiene sus costes y desventajas. Quizás os lo cuenta en otro hilo, que estoy hasta los huevones de progretontos hablando de la "España vaciada" como su nuevo fetiche, desde una óptica acrítica, exotizante y que en el fondo no es otra cosa que condescendencia.