MOLÓN SAN
Madmaxista
NO HABRÁ MEJORA
Vendrán cosas peores: 3 razones y 1 solución - El American
Vendrán cosas peores, a menos que Biden apueste por la reconciliación y no ceda a los caprichos de la izquierda radical ni a la arrogancia de las élites
La mañana del jueves 7 de enero, conforme la noticia de que Trump reconoció, finalmente, que Joe Biden entrará a la Casa Blanca, un suspiro de tranquilidad recorrió los pasillos de Washington, no solo entre los demócratas, sino entre muchos republicanos que confían en que las cosas regresarán a la “normalidad” tras la salida de Donald Trump. Están equivocados.
Si los últimos meses han sido desafiantes y amargos para las instituciones y para la vida política de los Estados Unidos, lo que viene podría ser incluso más grave. Sí, vendrán cosas peores, mucho peores; a menos que se avance en la dirección correcta.
He aquí 3 razones para el pesimismo y 1 indispensable solución:
Razón 1: Trump no es una anomalía
A 4 años de la victoria de Donald Trump en 2016, buena parte de la clase política sigue sin entender qué pasó. Creen que Trump fue una anomalía, un “glitch” que no se repetirá y que tras quitarlo del poder podrían regresar al antiguo consenso y a las viejas prácticas.
No es así, Trump efectivamente es un personaje singular, pero lo que tras*formó su candidatura de un proyecto de vanidad a una idea viable fue la profundización de la brecha entre las élites de izquierda (y sus bloques de votos en las zonas urbanas) y los norteamericanos conservadores. Este proceso se aceleró a partir del año 2000 y movió al consenso del Partido Demócrata cada vez más hacia la izquierda, rompiendo los consensos básicos respecto a las instituciones y a la identidad del país.
Como resultado, casi la mitad de los americanos se sienten cada vez más despreciados por parte de las élites. Esos votantes fueron los que respaldaron a Donald Trump y no van a desaparecer una vez que Biden sea presidente. Los agravios y las exigencias que impulsaron al candidato republicano seguirán presentes, e incluso se incrementarán si el nuevo gobierno demócrata opta por un camino de arrogancia y radicalización. Si los “liberals” creen que Trump fue malo, prepárense para cosas peores.
Razón 2: los demócratas están generando monopolios
Hollywood es un terreno minado para los conservadores, eso está más que documentado y explicado. El problema es que a la tierra de las estrellas se están sumando otros espacios donde los conservadores no son bienvenidos. Otro caso es la drástica radicalización ideológica de las universidades: actualmente hay en promedio 6 profesores “liberales” (de izquierda, pues) por cada maestro conservador (y en las universidades de mayor prestigio esa proporción puede llegar a 40 o 50 a 1).
Una diferencia de ese tamaño sólo se puede explicar por la censura y por la discriminación. A pesar de todo su supuesto respaldo a la diversidad, la izquierda ha tras*formado la academia en un desfile donde varían los colores y las preferencias, siempre y cuando todos piensen exactamente igual.
La radicalización subsecuente afecta ya no sólo a los conservadores (a quienes se les obliga a mantenerse con un bajo perfil o se les niega el acceso a la carrera universitaria) sino incluso a los liberales que en algún momento se atreven a mencionar algo que vaya en contra de la ortodoxia de la izquierda radical. Casos como el de Brett Weinstein o Lawrence Summersson sólo la punta del iceberg a la cual se suma la violenta censura ejercida por grupos de supuestos estudiantes en contra de conferencistas relacionados con el Partido Republicano y los alumnos conservadores.
También en las industrias de alta tecnología y especialmente en las redes sociales, los reportes de donaciones políticas otorgadas por empleados de los gigantes tecnológicos muestran abrumadores porcentajes de apoyo a los demócratas: 97 % en Facebook, 98.4 % en Twitter. Eso no es normal. Eso es un politburó de Corea del Norte. Y a la uniformidad le siguen los despidos, como el de James Damore, liquidado de Google por atreverse a plantear internamente argumentos distintos al discurso hegemónico respecto a la igualdad de género.
Hay más casos en otros sectores, incluyendo el boicot a Goya Foods por el “pecado” de que su CEO se tomó una foto con Donald Trump. Como resultado, millones de americanos están recibiendo un mensaje muy claro de parte de la izquierda: ser conservador o de derecha te vuelve malvado e indigno.
Vendrán cosas peores, porque las personas están tomando nota, incluso subconscientemente. Y esa humillación eventualmente alimenta miedo, desconfianza, y enojo. La surrealista toma del Capitolio es un reflejo de este sentimiento, y la clase política americana cometería un grave error sí no entiende que detrás de la torpeza de esos manifestantes hay un sentimiento de desvinculación e indignación que comparte casi la mitad del país.
Los académicos y la prensa industrializada dicen que el enojo de los simpatizantes de Trump se debe a que son racistas, clasistas y demás, pero cuando las élites emiten ese veredicto están haciendo eco de sus propios prejuicios
El coraje y la desesperanza de los simpatizantes de Trump no viene del racismo, sino del hecho de que han sido sistemáticamente agredidos y humillados durante décadas. A veces de manera directa (como en el linchamiento mediático contra de los estudiantes de Covington Catholic High School) y muchas otras en comentarios pasajeros y aparentemente intrascendentes, lo mismo en The View que The Simpsons, y que al sumarse acaban generando un clima de rechazo y de “doble estándar” que no pasa desapercibido, que genera rencor y que alimenta las condiciones para el radicalismo.
Razón 3: la violencia política ha sido legitimada
2020 pasó a la historia como el año en que la violencia política se convirtió en una arma “legítima” dentro de la democracia norteamericana. Eso es muy grave, y si no se corrige habrá cosas peores en el futuro cercano.
Tras los disturbios en el Capitolio, los republicanos condenaron de manera inmediata, contundente y absoluta los hechos de violencia. Así debió hacerlo la izquierda, pero en lugar de ello, cuando sus turbas destrozaron barrios enteros con en el pretexto de la violencia policial, el Partido Demócrata y su maquinaria cultural convirtieron a los violentos en “justicieros”, literalmente se hincaron ante sus demandas y pagaron las fianzas para sacarlos de la guandoca.
El mensaje quedó claro: la violencia se alaba cuando viene desde la izquierda, y eso alimenta incluso más la sensación de que los dados están cargados a favor de esta, lo que envalentona a los radicales de ambos bandos (los izquierdistas, porque saben que podrán destruir con el apoyo de la prensa; los de derecha porque reciben pretextos para justificar su rechazo a las vías políticas). Actualmente, más de un tercio de los simpatizantes de ambos partidos políticos considera que la violencia eso una manera legítima de obtener ventajas políticas, una señal de que los disturbios y otras cosas peores serán algo a lo que acostumbrarse. A menos que se opte la solución.
Para prevenir cosas peores, es momento de recordar que la vocación simbolizada por el “E pluribus unum” (Flickr)La solución es la reconciliación
Durante las últimas semanas, Biden ha enfatizado la unidad. Esto es un error: A estas alturas, a la mitad del país el mensaje de unidad de Biden le suena más a una amenaza que a diálogo, pues la “unidad” que le hemos visto practicar a la izquierda es la unidad del monopolio ideológico, donde todos asuman, por las buenas o por las malas, los mandamientos del movimiento progresivo.
¿Cuál es el camino entonces?
El camino de la reconciliación, que debe iniciar en el bando demócrata, porque ellos controlan la maquinaria cultural. Las instituciones académicas, la prensa industrializada y las élites deben entender y reconocer que la otra mitad de los Estados Unidos también existe, también aporta y también tiene derecho a un lugar en la mesa. La denigración y la arrogancia deben ser reemplazadas por el diálogo y por la auténtica diversidad: la de las ideas.
Joe Biden y el Partido Demócrata tendrán una oportunidad clave para salvar a la república. Si logran contener a los radicales en su bando y recuperar los consensos indispensables, también desactivarán el radicalismo de la derecha y los loquitos de cada bando volverán a ser la pequeñísima minoría, como eran antes.
Al final del día, los radicales florecen en las turbulencias, pero se marchitan en la paz. Y esa paz sólo será posible en la reconciliación, en el fortalecimiento de la identidad compartida y el consenso. Entonces sí, como segundo paso, será posible la unidad.
La república americana proclama “E pluribus unum”. Es momento de recordar que no sólo el “unum”, sino también los “pluribus” tienen derecho a existir. Ahí empezará la reconciliación. Así se evitará enfrentar cosas peores.
Vendrán cosas peores: 3 razones y 1 solución - El American
Vendrán cosas peores, a menos que Biden apueste por la reconciliación y no ceda a los caprichos de la izquierda radical ni a la arrogancia de las élites
La mañana del jueves 7 de enero, conforme la noticia de que Trump reconoció, finalmente, que Joe Biden entrará a la Casa Blanca, un suspiro de tranquilidad recorrió los pasillos de Washington, no solo entre los demócratas, sino entre muchos republicanos que confían en que las cosas regresarán a la “normalidad” tras la salida de Donald Trump. Están equivocados.
Si los últimos meses han sido desafiantes y amargos para las instituciones y para la vida política de los Estados Unidos, lo que viene podría ser incluso más grave. Sí, vendrán cosas peores, mucho peores; a menos que se avance en la dirección correcta.
He aquí 3 razones para el pesimismo y 1 indispensable solución:
Razón 1: Trump no es una anomalía
A 4 años de la victoria de Donald Trump en 2016, buena parte de la clase política sigue sin entender qué pasó. Creen que Trump fue una anomalía, un “glitch” que no se repetirá y que tras quitarlo del poder podrían regresar al antiguo consenso y a las viejas prácticas.
No es así, Trump efectivamente es un personaje singular, pero lo que tras*formó su candidatura de un proyecto de vanidad a una idea viable fue la profundización de la brecha entre las élites de izquierda (y sus bloques de votos en las zonas urbanas) y los norteamericanos conservadores. Este proceso se aceleró a partir del año 2000 y movió al consenso del Partido Demócrata cada vez más hacia la izquierda, rompiendo los consensos básicos respecto a las instituciones y a la identidad del país.
Como resultado, casi la mitad de los americanos se sienten cada vez más despreciados por parte de las élites. Esos votantes fueron los que respaldaron a Donald Trump y no van a desaparecer una vez que Biden sea presidente. Los agravios y las exigencias que impulsaron al candidato republicano seguirán presentes, e incluso se incrementarán si el nuevo gobierno demócrata opta por un camino de arrogancia y radicalización. Si los “liberals” creen que Trump fue malo, prepárense para cosas peores.
Razón 2: los demócratas están generando monopolios
Hollywood es un terreno minado para los conservadores, eso está más que documentado y explicado. El problema es que a la tierra de las estrellas se están sumando otros espacios donde los conservadores no son bienvenidos. Otro caso es la drástica radicalización ideológica de las universidades: actualmente hay en promedio 6 profesores “liberales” (de izquierda, pues) por cada maestro conservador (y en las universidades de mayor prestigio esa proporción puede llegar a 40 o 50 a 1).
Una diferencia de ese tamaño sólo se puede explicar por la censura y por la discriminación. A pesar de todo su supuesto respaldo a la diversidad, la izquierda ha tras*formado la academia en un desfile donde varían los colores y las preferencias, siempre y cuando todos piensen exactamente igual.
La radicalización subsecuente afecta ya no sólo a los conservadores (a quienes se les obliga a mantenerse con un bajo perfil o se les niega el acceso a la carrera universitaria) sino incluso a los liberales que en algún momento se atreven a mencionar algo que vaya en contra de la ortodoxia de la izquierda radical. Casos como el de Brett Weinstein o Lawrence Summersson sólo la punta del iceberg a la cual se suma la violenta censura ejercida por grupos de supuestos estudiantes en contra de conferencistas relacionados con el Partido Republicano y los alumnos conservadores.
También en las industrias de alta tecnología y especialmente en las redes sociales, los reportes de donaciones políticas otorgadas por empleados de los gigantes tecnológicos muestran abrumadores porcentajes de apoyo a los demócratas: 97 % en Facebook, 98.4 % en Twitter. Eso no es normal. Eso es un politburó de Corea del Norte. Y a la uniformidad le siguen los despidos, como el de James Damore, liquidado de Google por atreverse a plantear internamente argumentos distintos al discurso hegemónico respecto a la igualdad de género.
Hay más casos en otros sectores, incluyendo el boicot a Goya Foods por el “pecado” de que su CEO se tomó una foto con Donald Trump. Como resultado, millones de americanos están recibiendo un mensaje muy claro de parte de la izquierda: ser conservador o de derecha te vuelve malvado e indigno.
Vendrán cosas peores, porque las personas están tomando nota, incluso subconscientemente. Y esa humillación eventualmente alimenta miedo, desconfianza, y enojo. La surrealista toma del Capitolio es un reflejo de este sentimiento, y la clase política americana cometería un grave error sí no entiende que detrás de la torpeza de esos manifestantes hay un sentimiento de desvinculación e indignación que comparte casi la mitad del país.
Los académicos y la prensa industrializada dicen que el enojo de los simpatizantes de Trump se debe a que son racistas, clasistas y demás, pero cuando las élites emiten ese veredicto están haciendo eco de sus propios prejuicios
El coraje y la desesperanza de los simpatizantes de Trump no viene del racismo, sino del hecho de que han sido sistemáticamente agredidos y humillados durante décadas. A veces de manera directa (como en el linchamiento mediático contra de los estudiantes de Covington Catholic High School) y muchas otras en comentarios pasajeros y aparentemente intrascendentes, lo mismo en The View que The Simpsons, y que al sumarse acaban generando un clima de rechazo y de “doble estándar” que no pasa desapercibido, que genera rencor y que alimenta las condiciones para el radicalismo.
Razón 3: la violencia política ha sido legitimada
2020 pasó a la historia como el año en que la violencia política se convirtió en una arma “legítima” dentro de la democracia norteamericana. Eso es muy grave, y si no se corrige habrá cosas peores en el futuro cercano.
Tras los disturbios en el Capitolio, los republicanos condenaron de manera inmediata, contundente y absoluta los hechos de violencia. Así debió hacerlo la izquierda, pero en lugar de ello, cuando sus turbas destrozaron barrios enteros con en el pretexto de la violencia policial, el Partido Demócrata y su maquinaria cultural convirtieron a los violentos en “justicieros”, literalmente se hincaron ante sus demandas y pagaron las fianzas para sacarlos de la guandoca.
El mensaje quedó claro: la violencia se alaba cuando viene desde la izquierda, y eso alimenta incluso más la sensación de que los dados están cargados a favor de esta, lo que envalentona a los radicales de ambos bandos (los izquierdistas, porque saben que podrán destruir con el apoyo de la prensa; los de derecha porque reciben pretextos para justificar su rechazo a las vías políticas). Actualmente, más de un tercio de los simpatizantes de ambos partidos políticos considera que la violencia eso una manera legítima de obtener ventajas políticas, una señal de que los disturbios y otras cosas peores serán algo a lo que acostumbrarse. A menos que se opte la solución.
Durante las últimas semanas, Biden ha enfatizado la unidad. Esto es un error: A estas alturas, a la mitad del país el mensaje de unidad de Biden le suena más a una amenaza que a diálogo, pues la “unidad” que le hemos visto practicar a la izquierda es la unidad del monopolio ideológico, donde todos asuman, por las buenas o por las malas, los mandamientos del movimiento progresivo.
¿Cuál es el camino entonces?
El camino de la reconciliación, que debe iniciar en el bando demócrata, porque ellos controlan la maquinaria cultural. Las instituciones académicas, la prensa industrializada y las élites deben entender y reconocer que la otra mitad de los Estados Unidos también existe, también aporta y también tiene derecho a un lugar en la mesa. La denigración y la arrogancia deben ser reemplazadas por el diálogo y por la auténtica diversidad: la de las ideas.
Joe Biden y el Partido Demócrata tendrán una oportunidad clave para salvar a la república. Si logran contener a los radicales en su bando y recuperar los consensos indispensables, también desactivarán el radicalismo de la derecha y los loquitos de cada bando volverán a ser la pequeñísima minoría, como eran antes.
Al final del día, los radicales florecen en las turbulencias, pero se marchitan en la paz. Y esa paz sólo será posible en la reconciliación, en el fortalecimiento de la identidad compartida y el consenso. Entonces sí, como segundo paso, será posible la unidad.
La república americana proclama “E pluribus unum”. Es momento de recordar que no sólo el “unum”, sino también los “pluribus” tienen derecho a existir. Ahí empezará la reconciliación. Así se evitará enfrentar cosas peores.