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Auge de Ciudadanos
14/01/2018
Ciudadanos rompió el 21 de diciembre los moldes electorales catalanes, convirtiéndose en el partido más votado. Ahora, el sondeo de opinión elaborado por Metroscopia para este periódico señala a la formación de Albert Rivera en importante ascenso, con capacidad de superar en votos a los dos partidos hegemónicos a escala nacional. Se trata de una foto coyuntural del estado de ánimo de los votantes sin traslación a unas elecciones generales que, por otra parte, no se perciben próximas, pero que constata el potencial de este joven partido para atraerse tanto a los votantes del PP desencantados con la parálisis política forzada del Gobierno de Mariano Rajoy como con los bandazos e inconsistencias del PSOE y el fracaso de la fórmula Podemos.
Al igual que ha ocurrido en Cataluña, el principal damnificado del empuje de Ciudadanos es el partido gubernamental. La ausencia de impulso político e ideas innovadoras que atenaza al PP es, seguramente, la razón principal del desánimo que se extiende en buena parte de su electorado. El partido de Rajoy, acorralado por la corrupción y ensimismado en la crisis catalana, solo logra pactos puntuales por intereses partidistas, incumple en ocasiones los alcanzados y se muestra —y esto es lo más importante— incapaz de presentar a la sociedad española un proyecto de futuro capaz de ilusionar.
Desatendiendo a la exigencia de renovación y reformas, el PP está dejando el campo libre por el centro, lo que se suma a la incomparecencia de un Partido Socialista víctima de un liderazgo inconsistente y de la falta de un posicionamiento claro y convincente, bien respecto al nacionalismo periférico, al modelo de Estado o a las reformas necesarias para la sostenibilidad del Estado de bienestar. La izquierda pierde fuerza en España, con un PSOE desdibujado y un Podemos que prefiere navegar las aguas del populismo y el radicalismo que las del progresismo. Sus veleidades nacionalistas, su división interna y la ausencia de una estrategia sólida de oposición ha convertido a Unidos-Podemos en una fuerza irrelevante castigada en las urnas en Cataluña y perdedora de apoyos a escala nacional en los sondeos.
Pero sería injusto achacar el éxito creciente de Ciudadanos solo a la torpeza de las formaciones rivales. El partido de Rivera, nacido hace poco más de una década, ha sabido conquistar las simpatías políticas del electorado urbano, educado, nutrido de las clases medias acomodadas y digitales y, sobre todo, sin aversión a los cambios. Según el sondeo de Metroscopia, el partido está siendo capaz, además, de ensanchar su electorado tras*versalmente con líderes bien valorados que no producen rechazo entre los electores de PP o de PSOE.
Gracias a su talante pactista y pragmático y aupado por la crisis catalana y su firme defensa de la España constitucional, Ciudadanos ha conseguido representar a una España centrista, reformista y dinámica. Su principal escollo es su falta de experiencia de gobierno, lo que lastra la credibilidad de su proyecto y, llegada la hora de las urnas, puede hacer dudar a sus potenciales votantes. Despejar esas dudas, lograr esa experiencia, comprometiéndose a gobernar allá donde pueda, y mantener los apoyos logrados es ahora su principal reto.
Podemos, año IV: del asalto a los cielos a las purgas, traiciones y derrumbe electoral
14/01/2018
Era viernes. Un 17 de enero de 2014 frío en Lavapiés. En su teatro de Barrio lo que iba a ser una rueda de prensa, devino en acto público. El joven Pablo Iglesias (que gritaba que iba a asaltar los cielos) recogía el «sí se puede» del 15-M y sentenciaba: «Nosotros decimos hoy que podemos». Nacía Podemos. Su líder, ataviado con vaqueros y camisa gris, se desgañitaba. Era un tertuliano de «Las Mañanas de Cuatro», programa del que se había despedido el 24 de diciembre anterior haciendo una parodia del discurso del Rey. En Lavapiés apareció rodeado por Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa… y un nutrido grupo de politólogos que, al cabo de cuatro años, ya no salen en la foto. Por moverse. Realmente, en la foto de Podemos solo sale Iglesias, y cada vez menos. Entonces, la marca y su cara visible eran un activo; hoy casi un lastre, según aseguran sus críticos. Sus intervenciones en las últimas semanas se cuentan por tuits. El descalabro de su franquicia en Cataluña, donde se ha dejado tres escaños, es tributaria de su deriva filoseparatista. Lo acaba de decir su socio y amigo Alberto Garzón, que exige más autocrítica. Entre las elecciones de diciembre de 2015 y las de junio de 2016, incluso con la suma de IU, el partido se dejó un millón de votos; los más optimistas creen que otro tanto se ha quedado hoy por el camino. El CIS frena sus expectativas por debajo del 20%, frontera entre un partido con posibilidades de formar mayorías o una mera bisagra. Si antes tenía un enemigo, el PSOE, hoy suma otro, Ciudadanos, que según las encuestas le habría dado ya el sorpaso. Su Consejo Ciudadano se acaba de reunir para analizar un futuro con inquietantes sombras, sintetizadas en seis.
1. Sin discurso para España
El discurso de Iglesias, apostando por el derecho a decidir que solo contempla actualmente la Constitución de Etiopía, y a favor del referéndum ilegal en Cataluña, ha sido letal para Podemos. Secundar el golpe de Estado de los independentistas catalanes en nombre de un partido que se dice de izquierdas ha roto las costuras internas del populismo. Desde los fundadores de la formación jovenlandesada, Carolina Bescansa e Íñigo Errejón, hasta sus bases en Comunidades ofendidas por los secesionistas catalanes, como Extremadura o Andalucía, han aumentado las voces que se sienten traicionadas por la estrategia de Iglesias, marcada por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Las últimas encuestas arrojan unos datos dramáticos para el líder de Podemos: su rechazo por parte de los electores es abrumador y solo le supera en esa pésima valoración popular Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. Además, la demoscopia le augura la pérdida de un tercio de su voto (del 21% a un 15%), caída especialmente grave en las regiones que votan tradicionalmente a opciones de izquierda. Gran parte de su electorado no perdona que su líder se haya inclinado por opciones excluyentes e insolidarias en contra del teórico ideario de izquierda defensor de los individuos frente a los territorios.
2. Purgas a los discrepantes
Los modos autoritarios del líder populista también empiezan a ser mal encajados. Algunos cercanos le acusan de nepotismo, tras haber colocado a Irene Montero, con la que ha mantenido una relación personal, primero como portavoz parlamentaria tras fulminar a Errejón y después como vocal de la Comisión Constituyente, tras defenestrar a Bescansa. Y todo solo unas semanas después de que los representantes de 11 de las 16 comisiones de garantías autonómicas de los populistas firmaran una declaración conjunta para denunciar los nuevos estatutos de Iglesias por su falta de tras*parencia -tras reclamarla a los viejos partidos- y para exigir que se revocara los expedientes disciplinarios dictados por Iglesias.
3. Sin estructuras locales
Muchos de sus socios municipales no quieren repetir alianza con la marca Podemos y el propio Iglesias está abiertamente enfrentado con las direcciones de Galicia, País Vasco y Cataluña, cuyo líder Dante Fachín abandonó hace unos meses la formación. Crecen las voces internas que ven peligrar el poder territorial que cosecharon en las últimas elecciones, especialmente los Ayuntamiento de Madrid, Cádiz o Zaragoza. La capital es un avispero: Garzón reclama garantías de que Carmena no volverá a cesar a sus concejales. E Iglesias ha rescatado un reglamento interno que otorga todo el poder a la dirección y desmantela las estructuras locales, por ejemplo, la andaluza, con el sector anticapitalista al frente, uno de los más críticos con Iglesias. Frente a la cacareada descentralización, este reglamento elaborado por Pablo Echenique, supone un claro endurecimiento de las condiciones para constituir órganos municipales. La criba hará pasar de 770 direcciones municipales constituidas hasta ahora a 100, dado que solo se pueden formar ejecutivas en municipios con más de 50 militantes.
4. El apoyo televisivo se diluye
El fin de las emisiones de «La Tuerka», programa financiado por la dictadura de Irán, con el que tanto Iglesias como Juan Carlos Monedero se dieron a conocer, anticipa el declive de la proyección mediática de esta fuerza. De hecho, gran parte del éxito de esta opción política se debe a su continua presencia en los platós. Primero como presentador del canal La Tuerka y después en el programa Fort Apache. Luego vendría su paseo por las TDT y especialmente por Intereconomía, donde el hoy diputado echó los dientes. Durante la crisis económica y cuando arreciaban los casos de corrupción del PP, participó asiduamente en cadenas como La Sexta o Cuatro, donde ventiló su discurso antisistema y contra el régimen democrático de 1978. Hoy, exprimida ya la angustia de los españoles por la crisis económica y sin poder explicar sus contradicciones respecto al desafío independentista, parece haberse acabado la luna de miel mediática que disfrutaba desde 2014. De su relación con los medios, solo quedan los ataques que dedica a los periodistas y las presiones contra los medios no afines. Sus mensajes pretendidamente éticos chocaron con las controvertidas becas de Errejón, la venta de un piso oficial por parte de Espinar o el ventajismo fiscal de Monedero.
5. De Irán a Otegi y Maduro: sus compañías peligrosas
Lejos de defender un mensaje constitucionalista el líder de la formación jovenlandesada se esfuerza por acercarse a las posiciones más antidemocráticas, empezando por la dictadura iraní, origen financiero de sus inicios televisivos. Además, sus fotografías con Arnaldo Otegi le han granjeado protestas entre sus propios afines. También su cercanía al dictador venezolano, Nicolás Maduro, de cuyo régimen es ideólogo y cuyos petrodólares financiaron los albores de Podemos, han desgastado su imagen ante las Cancillerías europeas, que lo encuadran dentro del populismo, no muy lejos del que encarna la extrema-derecha de Marine Le Pen.
6. El sorpaso de Rivera
Ni siquiera sus ataques al PSOE, rival al que quiso liquidar para ser la alternativa al PP, tiene ya fuerza, toda vez que Pedro Sánchez ha optado por el perfil de Estado. Además, la censura de los suyos fue abierta cuando se conoció que el líder socialista había conseguido de Rajoy el compromiso de una reforma constitucional, todavía en el aire. Otro traspié para Iglesias, que depositó en la reforma de la Carta Magna uno de sus compromisos fundacionales. Pero los problemas no acaban ahí, ya que el último CIS revela que el otro partido emergente, que nació para rejuvenecer la política, Cs, sí ha calado en el electorado y ya le ha quitado el tercer puesto. Como cataplasma, Iglesias hizo el sábado autocrítica en Cataluña y prometió volver a la calle.
Impresionante...
14/01/2018
Ciudadanos rompió el 21 de diciembre los moldes electorales catalanes, convirtiéndose en el partido más votado. Ahora, el sondeo de opinión elaborado por Metroscopia para este periódico señala a la formación de Albert Rivera en importante ascenso, con capacidad de superar en votos a los dos partidos hegemónicos a escala nacional. Se trata de una foto coyuntural del estado de ánimo de los votantes sin traslación a unas elecciones generales que, por otra parte, no se perciben próximas, pero que constata el potencial de este joven partido para atraerse tanto a los votantes del PP desencantados con la parálisis política forzada del Gobierno de Mariano Rajoy como con los bandazos e inconsistencias del PSOE y el fracaso de la fórmula Podemos.
Al igual que ha ocurrido en Cataluña, el principal damnificado del empuje de Ciudadanos es el partido gubernamental. La ausencia de impulso político e ideas innovadoras que atenaza al PP es, seguramente, la razón principal del desánimo que se extiende en buena parte de su electorado. El partido de Rajoy, acorralado por la corrupción y ensimismado en la crisis catalana, solo logra pactos puntuales por intereses partidistas, incumple en ocasiones los alcanzados y se muestra —y esto es lo más importante— incapaz de presentar a la sociedad española un proyecto de futuro capaz de ilusionar.
Desatendiendo a la exigencia de renovación y reformas, el PP está dejando el campo libre por el centro, lo que se suma a la incomparecencia de un Partido Socialista víctima de un liderazgo inconsistente y de la falta de un posicionamiento claro y convincente, bien respecto al nacionalismo periférico, al modelo de Estado o a las reformas necesarias para la sostenibilidad del Estado de bienestar. La izquierda pierde fuerza en España, con un PSOE desdibujado y un Podemos que prefiere navegar las aguas del populismo y el radicalismo que las del progresismo. Sus veleidades nacionalistas, su división interna y la ausencia de una estrategia sólida de oposición ha convertido a Unidos-Podemos en una fuerza irrelevante castigada en las urnas en Cataluña y perdedora de apoyos a escala nacional en los sondeos.
Pero sería injusto achacar el éxito creciente de Ciudadanos solo a la torpeza de las formaciones rivales. El partido de Rivera, nacido hace poco más de una década, ha sabido conquistar las simpatías políticas del electorado urbano, educado, nutrido de las clases medias acomodadas y digitales y, sobre todo, sin aversión a los cambios. Según el sondeo de Metroscopia, el partido está siendo capaz, además, de ensanchar su electorado tras*versalmente con líderes bien valorados que no producen rechazo entre los electores de PP o de PSOE.
Gracias a su talante pactista y pragmático y aupado por la crisis catalana y su firme defensa de la España constitucional, Ciudadanos ha conseguido representar a una España centrista, reformista y dinámica. Su principal escollo es su falta de experiencia de gobierno, lo que lastra la credibilidad de su proyecto y, llegada la hora de las urnas, puede hacer dudar a sus potenciales votantes. Despejar esas dudas, lograr esa experiencia, comprometiéndose a gobernar allá donde pueda, y mantener los apoyos logrados es ahora su principal reto.
Podemos, año IV: del asalto a los cielos a las purgas, traiciones y derrumbe electoral
14/01/2018
Era viernes. Un 17 de enero de 2014 frío en Lavapiés. En su teatro de Barrio lo que iba a ser una rueda de prensa, devino en acto público. El joven Pablo Iglesias (que gritaba que iba a asaltar los cielos) recogía el «sí se puede» del 15-M y sentenciaba: «Nosotros decimos hoy que podemos». Nacía Podemos. Su líder, ataviado con vaqueros y camisa gris, se desgañitaba. Era un tertuliano de «Las Mañanas de Cuatro», programa del que se había despedido el 24 de diciembre anterior haciendo una parodia del discurso del Rey. En Lavapiés apareció rodeado por Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa… y un nutrido grupo de politólogos que, al cabo de cuatro años, ya no salen en la foto. Por moverse. Realmente, en la foto de Podemos solo sale Iglesias, y cada vez menos. Entonces, la marca y su cara visible eran un activo; hoy casi un lastre, según aseguran sus críticos. Sus intervenciones en las últimas semanas se cuentan por tuits. El descalabro de su franquicia en Cataluña, donde se ha dejado tres escaños, es tributaria de su deriva filoseparatista. Lo acaba de decir su socio y amigo Alberto Garzón, que exige más autocrítica. Entre las elecciones de diciembre de 2015 y las de junio de 2016, incluso con la suma de IU, el partido se dejó un millón de votos; los más optimistas creen que otro tanto se ha quedado hoy por el camino. El CIS frena sus expectativas por debajo del 20%, frontera entre un partido con posibilidades de formar mayorías o una mera bisagra. Si antes tenía un enemigo, el PSOE, hoy suma otro, Ciudadanos, que según las encuestas le habría dado ya el sorpaso. Su Consejo Ciudadano se acaba de reunir para analizar un futuro con inquietantes sombras, sintetizadas en seis.
1. Sin discurso para España
El discurso de Iglesias, apostando por el derecho a decidir que solo contempla actualmente la Constitución de Etiopía, y a favor del referéndum ilegal en Cataluña, ha sido letal para Podemos. Secundar el golpe de Estado de los independentistas catalanes en nombre de un partido que se dice de izquierdas ha roto las costuras internas del populismo. Desde los fundadores de la formación jovenlandesada, Carolina Bescansa e Íñigo Errejón, hasta sus bases en Comunidades ofendidas por los secesionistas catalanes, como Extremadura o Andalucía, han aumentado las voces que se sienten traicionadas por la estrategia de Iglesias, marcada por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Las últimas encuestas arrojan unos datos dramáticos para el líder de Podemos: su rechazo por parte de los electores es abrumador y solo le supera en esa pésima valoración popular Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. Además, la demoscopia le augura la pérdida de un tercio de su voto (del 21% a un 15%), caída especialmente grave en las regiones que votan tradicionalmente a opciones de izquierda. Gran parte de su electorado no perdona que su líder se haya inclinado por opciones excluyentes e insolidarias en contra del teórico ideario de izquierda defensor de los individuos frente a los territorios.
2. Purgas a los discrepantes
Los modos autoritarios del líder populista también empiezan a ser mal encajados. Algunos cercanos le acusan de nepotismo, tras haber colocado a Irene Montero, con la que ha mantenido una relación personal, primero como portavoz parlamentaria tras fulminar a Errejón y después como vocal de la Comisión Constituyente, tras defenestrar a Bescansa. Y todo solo unas semanas después de que los representantes de 11 de las 16 comisiones de garantías autonómicas de los populistas firmaran una declaración conjunta para denunciar los nuevos estatutos de Iglesias por su falta de tras*parencia -tras reclamarla a los viejos partidos- y para exigir que se revocara los expedientes disciplinarios dictados por Iglesias.
3. Sin estructuras locales
Muchos de sus socios municipales no quieren repetir alianza con la marca Podemos y el propio Iglesias está abiertamente enfrentado con las direcciones de Galicia, País Vasco y Cataluña, cuyo líder Dante Fachín abandonó hace unos meses la formación. Crecen las voces internas que ven peligrar el poder territorial que cosecharon en las últimas elecciones, especialmente los Ayuntamiento de Madrid, Cádiz o Zaragoza. La capital es un avispero: Garzón reclama garantías de que Carmena no volverá a cesar a sus concejales. E Iglesias ha rescatado un reglamento interno que otorga todo el poder a la dirección y desmantela las estructuras locales, por ejemplo, la andaluza, con el sector anticapitalista al frente, uno de los más críticos con Iglesias. Frente a la cacareada descentralización, este reglamento elaborado por Pablo Echenique, supone un claro endurecimiento de las condiciones para constituir órganos municipales. La criba hará pasar de 770 direcciones municipales constituidas hasta ahora a 100, dado que solo se pueden formar ejecutivas en municipios con más de 50 militantes.
4. El apoyo televisivo se diluye
El fin de las emisiones de «La Tuerka», programa financiado por la dictadura de Irán, con el que tanto Iglesias como Juan Carlos Monedero se dieron a conocer, anticipa el declive de la proyección mediática de esta fuerza. De hecho, gran parte del éxito de esta opción política se debe a su continua presencia en los platós. Primero como presentador del canal La Tuerka y después en el programa Fort Apache. Luego vendría su paseo por las TDT y especialmente por Intereconomía, donde el hoy diputado echó los dientes. Durante la crisis económica y cuando arreciaban los casos de corrupción del PP, participó asiduamente en cadenas como La Sexta o Cuatro, donde ventiló su discurso antisistema y contra el régimen democrático de 1978. Hoy, exprimida ya la angustia de los españoles por la crisis económica y sin poder explicar sus contradicciones respecto al desafío independentista, parece haberse acabado la luna de miel mediática que disfrutaba desde 2014. De su relación con los medios, solo quedan los ataques que dedica a los periodistas y las presiones contra los medios no afines. Sus mensajes pretendidamente éticos chocaron con las controvertidas becas de Errejón, la venta de un piso oficial por parte de Espinar o el ventajismo fiscal de Monedero.
5. De Irán a Otegi y Maduro: sus compañías peligrosas
Lejos de defender un mensaje constitucionalista el líder de la formación jovenlandesada se esfuerza por acercarse a las posiciones más antidemocráticas, empezando por la dictadura iraní, origen financiero de sus inicios televisivos. Además, sus fotografías con Arnaldo Otegi le han granjeado protestas entre sus propios afines. También su cercanía al dictador venezolano, Nicolás Maduro, de cuyo régimen es ideólogo y cuyos petrodólares financiaron los albores de Podemos, han desgastado su imagen ante las Cancillerías europeas, que lo encuadran dentro del populismo, no muy lejos del que encarna la extrema-derecha de Marine Le Pen.
6. El sorpaso de Rivera
Ni siquiera sus ataques al PSOE, rival al que quiso liquidar para ser la alternativa al PP, tiene ya fuerza, toda vez que Pedro Sánchez ha optado por el perfil de Estado. Además, la censura de los suyos fue abierta cuando se conoció que el líder socialista había conseguido de Rajoy el compromiso de una reforma constitucional, todavía en el aire. Otro traspié para Iglesias, que depositó en la reforma de la Carta Magna uno de sus compromisos fundacionales. Pero los problemas no acaban ahí, ya que el último CIS revela que el otro partido emergente, que nació para rejuvenecer la política, Cs, sí ha calado en el electorado y ya le ha quitado el tercer puesto. Como cataplasma, Iglesias hizo el sábado autocrítica en Cataluña y prometió volver a la calle.
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