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Usuario eliminado
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No he visto nada sobre este tema y aunque es de agosto, me gustaría conocer vuestras opiniones.
Una pregunta curiosa: si verdaderamente los yacimientos de petróleo de Ayoluengo y alrededores son ruinosos, pobres y producen cantidades nimias de hidrocarburos pésimos, ¿porqué se siguen explotando casi medio siglo después de su puerta en marcha? Otra más: ¿Por qué la titularidad de la licencia de explotación se ha vendido y comprado en varias ocasiones a lo largo de las dos últimas décadas, en lugar de echar el cierre a la decena de pozos que se mantienen operativos?
Traten de responder y observarán que algo de lo que sucede en los gélidos páramos de La Lora no cuadra. ‘El sueño frustrado’, ‘El Dorado que no fue’ o ‘Los gozos en los pozos’ son titulares que han ilustrado durante décadas los cientos de reportajes que se han escrito sobre el abortado anhelo de que España tuviera al menos un yacimiento petrolífero en tierra firme, objetivo que el régimen pretérito persiguió ofuscado en su intento por tratar de maquillar la realidad de un país anclado y dependiente.
Es evidente que esto no es Texas y, si se comparan las producciones de Ayoluengo con las de un yacimiento en toda la regla, la comparación no se sostendría ni con unos cimientos como los de la Zona Cero. A día de hoy, en la Lora se sacan 190 barriles diarios que se destinan a las fábricas que lo compran, en Burgos y el País Vasco, para quemarlo en sus hornos. Para comparar, basta decir que los yacimientos marítimos de Tarragona y Canarias producen conjuntamente más de 30.000 barriles diarios y que todos juntos no rentan ni siquiera el 1% de la demanda nacional, así que en los depósitos internacionales mejor no entrar.
Pero las máquinas siguen ahí, impertérritas frente al paso del tiempo, sumidas en un movimiento autómata que parece advertir que, así se caiga el mundo, los brazos seguirán sacando petróleo. Del malo, pero petróleo. Pero puede que la suerte que no fue llegue ahora y su futuro nada tenga que ver con los motivos que convirtieron los páramos en carne de No-Do, en un maná devenido en pan duro para una comarca cuya belleza natural radica, precisamente, en su austeridad.
Geocárceles para el CO2
El Gobierno acaba de presentar un anteproyecto de Ley que recoge las condiciones bajo las que se regulará la captura y almacenamiento subterráneo de CO2. Eso que suena tan futurista no es sino el primer paso para implementar al ordenamiento jurídico español la Directiva Europea que obliga a que todos los estados miembro desarrollen, antes del año 2014, una red de almacenes subterráneos que permitan capturar este gas, que es el principal causante del efecto invernadero y del calentamiento global, hasta que, en el futuro, la tras*ición energética sea llevada a buen puerto y se reduzcan de forma drástica las emisiones a la atmósfera. Cuando eso suceda, los gobiernos comenzarán a liberar, de forma controlada, el gas almacenado.
Lo que se conseguirá de esta forma es dilatar en el tiempo el proceso de calentamiento global y, sobre todo, tratar de no alcanzar límites intolerables por el planeta. Pero la UE ha ido más allá y, sabedora de que si no hay negocio no hay interés, ha planteado la captura de forma que, en un futuro inmediato, ésta sea lo suficientemente rentable como para ser viable.
Emitir CO2 a la atmósfera no es gratuito. Cada agente emisor tiene un cupo máximo anual y, si lo supera, tiene que comprar el excedente a otros que no lo hayan alcanzado. Aunque se trata de un mercado volátil y sujeto a infinidad de variables, el coste de ‘comprar’ el derecho a emitir una tonelada de CO2 de más es de unos 30 euros. Así, si una empresa sobrepasa su cupo en 100.000 toneladas, tendrá que pagar 3 millones de euros a otras que no hayan gastado su crédito para contaminar.
Pero si esas empresas pudieran capturar el CO2 en lugar de emitirlo y pagar por ello una cantidad inferior a la de emisión, quien esté en posesión de la licencia para almacenar CO2 en la corteza terrestre tendrá una mina. Y resulta que gracias a los condicionantes geológicos que requieren los suelos en los que definitivamente se implanten estos ‘sumideros’ (ver reportaje de las páginas siguientes a estas), La Lora es el lugar ideal para implantar esta tecnología. Y sus propietarios lo saben.
En negociación
En la actualidad, los yacimientos burgaleses pertenecen a la empresa inglesa Leni Gas & Oil, que los explota a través de la Compañía Petrolífera de Sedano. El director del campo, Ernesto Pozas, confirma a este periódico que «ya se han iniciado las negociaciones con el Ministerio» (de momento el desarrollo de esta tecnología está supervisada al alimón por Industria y Medio Ambiente) para implantar el sistema.
«Sabemos que La Lora es uno de los dos mejores lugares que hay en toda España para almacenar CO2. Este subsuelo ha demostrado que durante decenas de miles de años ha retenido petróleo y gas y eso es la prueba más firme de que los compartimentos son estancos y garantizan que no habrá fugas del dióxido de carbono, que es un gas contaminante», añade Pozas. Pero las conversaciones con los ministerios, de quienes la compañía espera una respuesta «en octubre o noviembre» y con los que se reunirá en cuanto termine el verano, van todavía más allá. O al menos lo pretenden.
Leni Gas & Oil pondrá también encima de la mesa otra posibilidad: «almacenar gas natural como reserva nacional». La cuestión es simple: al suelo de la Lora se le han arrebatado a lo largo de cinco décadas más de 17 millones de barriles de petróleo. El espacio que deja el líquido elemento permitiría inyectar en él otros elementos, como el gas natural. «Se puede crear una reserva de gas. Así podríamos meterlo en abril, y sacarlo en noviembre, por ejemplo», explica Pozas.
De esta forma, se crearía una reserva extra que permitiría cortar la dependencia de las importaciones durante unas semanas en el caso, probable, de que conforme se vayan extinguiendo las reservas de hidrocarburos y el mercado vaya siendo gravado, se produzcan situaciones de inestabilidad en los mercados internacionales. «No es mucho, pero sí puede ser una solución a problemas puntuales que, como ya hemos visto, existen», añade el director de la explotación.
Disparar la producción
Cualquiera de estas dos alternativas tendría, además, un efecto positivo sobre los costes de explotación del ‘petróleo burgalés’ que da la respuesta a la pregunta con la que se abrían estas líneas. Es cierto que el petróleo que se obtiene en Ayoluengo es de mala calidad y que no se ha explotado intensivamente porque destrozaba las refinerías en el proceso de purificación.
Pero también lo es, y eso no lo cuestiona nadie, que los 17 millones de barriles de petróleo extraídos hasta la fecha no representan más que el 15% de las reservas que hay en los yacimientos, calculadas en no menos de 130 millones de barriles. En declaraciones recientes al rotativo Expansión, el director de operaciones de la compañía propietaria, Fraser Pritchard, advirtió que, lejos de abandonar Ayoluengo, su compañía, que pagó dos millones de euros por los yacimientos, pretende incrementar el ritmo de extracción hasta los 2.500 barriles diarios.
«En la actualidad, el coste de extracción de cada barril en Ayoluengo es de 25 dólares, pero si se incrementara la explotación, a partir del barril número 1.000 el coste bajaría a los cinco dólares», explicó Pritchard al diario económico. Con esa producción, y al precio actual de 60 dólares el barril, Leni Gas & Oil alcanzaría una facturación en Ayoluengo superior a los 50 millones de dólares, unos 38 millones de euros, y se convertiría así en una de las 50 mayores industrias de la provincia por volumen de facturación.
Además, la tecnología para refinar el crudo ya ha avanzado de tal forma que incluso la mala calidad del petróleo de La Lora dejaría de ser un problema. Pritchard aseguró a Expansión que la empresa tiene firmado un contrato con la refinería de Petronor que Repsol tiene en Vizcaya para enviar allí la producción.
Si esa predicción se cumple, el camino para almacenar dióxido de carbono, o gas natural, quedaría todavía más allanado. Como es sabido, el petróleo se obtiene inyectando agua en los depósitos naturales que retienen cautivo al petróleo forzando al hidrocarburo a salir a la superficie. Pero el agua inyectada se puede sustituir por otros elementos, como el CO2 líquido o el gas, permitiendo una mayor optimización del rendimiento de la producción que aportaría «unos cinco millones de barriles adicionales».
Cabe recordar que Leni Gas & Oil es una empresa especializada en sacar rentabilidad a yacimientos de hidrocarburos que se consideran agotados o poco rentables y con este planteamiento demuestra que a La Lora, quién lo diría, le queda mucho recorrido y puede convertirse en un negocio muy rentable al que otros no le vieron salida. Sacaría más crudo, lo pondría en el mercado obteniendo una rentabilidad considerable y, al tiempo, almacenaría CO2 y cobraría por hacerlo. Y para demostrar que van en serio, Pritchard ya ha hecho público un preacuerdo con el Ministerio de Industria para desarrollar esta tecnología.
Negocian almacenar CO2en la Lora y revitalizar sus explotaciones de petróleo - Diario de Burgos Digital
Una pregunta curiosa: si verdaderamente los yacimientos de petróleo de Ayoluengo y alrededores son ruinosos, pobres y producen cantidades nimias de hidrocarburos pésimos, ¿porqué se siguen explotando casi medio siglo después de su puerta en marcha? Otra más: ¿Por qué la titularidad de la licencia de explotación se ha vendido y comprado en varias ocasiones a lo largo de las dos últimas décadas, en lugar de echar el cierre a la decena de pozos que se mantienen operativos?
Traten de responder y observarán que algo de lo que sucede en los gélidos páramos de La Lora no cuadra. ‘El sueño frustrado’, ‘El Dorado que no fue’ o ‘Los gozos en los pozos’ son titulares que han ilustrado durante décadas los cientos de reportajes que se han escrito sobre el abortado anhelo de que España tuviera al menos un yacimiento petrolífero en tierra firme, objetivo que el régimen pretérito persiguió ofuscado en su intento por tratar de maquillar la realidad de un país anclado y dependiente.
Es evidente que esto no es Texas y, si se comparan las producciones de Ayoluengo con las de un yacimiento en toda la regla, la comparación no se sostendría ni con unos cimientos como los de la Zona Cero. A día de hoy, en la Lora se sacan 190 barriles diarios que se destinan a las fábricas que lo compran, en Burgos y el País Vasco, para quemarlo en sus hornos. Para comparar, basta decir que los yacimientos marítimos de Tarragona y Canarias producen conjuntamente más de 30.000 barriles diarios y que todos juntos no rentan ni siquiera el 1% de la demanda nacional, así que en los depósitos internacionales mejor no entrar.
Pero las máquinas siguen ahí, impertérritas frente al paso del tiempo, sumidas en un movimiento autómata que parece advertir que, así se caiga el mundo, los brazos seguirán sacando petróleo. Del malo, pero petróleo. Pero puede que la suerte que no fue llegue ahora y su futuro nada tenga que ver con los motivos que convirtieron los páramos en carne de No-Do, en un maná devenido en pan duro para una comarca cuya belleza natural radica, precisamente, en su austeridad.
Geocárceles para el CO2
El Gobierno acaba de presentar un anteproyecto de Ley que recoge las condiciones bajo las que se regulará la captura y almacenamiento subterráneo de CO2. Eso que suena tan futurista no es sino el primer paso para implementar al ordenamiento jurídico español la Directiva Europea que obliga a que todos los estados miembro desarrollen, antes del año 2014, una red de almacenes subterráneos que permitan capturar este gas, que es el principal causante del efecto invernadero y del calentamiento global, hasta que, en el futuro, la tras*ición energética sea llevada a buen puerto y se reduzcan de forma drástica las emisiones a la atmósfera. Cuando eso suceda, los gobiernos comenzarán a liberar, de forma controlada, el gas almacenado.
Lo que se conseguirá de esta forma es dilatar en el tiempo el proceso de calentamiento global y, sobre todo, tratar de no alcanzar límites intolerables por el planeta. Pero la UE ha ido más allá y, sabedora de que si no hay negocio no hay interés, ha planteado la captura de forma que, en un futuro inmediato, ésta sea lo suficientemente rentable como para ser viable.
Emitir CO2 a la atmósfera no es gratuito. Cada agente emisor tiene un cupo máximo anual y, si lo supera, tiene que comprar el excedente a otros que no lo hayan alcanzado. Aunque se trata de un mercado volátil y sujeto a infinidad de variables, el coste de ‘comprar’ el derecho a emitir una tonelada de CO2 de más es de unos 30 euros. Así, si una empresa sobrepasa su cupo en 100.000 toneladas, tendrá que pagar 3 millones de euros a otras que no hayan gastado su crédito para contaminar.
Pero si esas empresas pudieran capturar el CO2 en lugar de emitirlo y pagar por ello una cantidad inferior a la de emisión, quien esté en posesión de la licencia para almacenar CO2 en la corteza terrestre tendrá una mina. Y resulta que gracias a los condicionantes geológicos que requieren los suelos en los que definitivamente se implanten estos ‘sumideros’ (ver reportaje de las páginas siguientes a estas), La Lora es el lugar ideal para implantar esta tecnología. Y sus propietarios lo saben.
En negociación
En la actualidad, los yacimientos burgaleses pertenecen a la empresa inglesa Leni Gas & Oil, que los explota a través de la Compañía Petrolífera de Sedano. El director del campo, Ernesto Pozas, confirma a este periódico que «ya se han iniciado las negociaciones con el Ministerio» (de momento el desarrollo de esta tecnología está supervisada al alimón por Industria y Medio Ambiente) para implantar el sistema.
«Sabemos que La Lora es uno de los dos mejores lugares que hay en toda España para almacenar CO2. Este subsuelo ha demostrado que durante decenas de miles de años ha retenido petróleo y gas y eso es la prueba más firme de que los compartimentos son estancos y garantizan que no habrá fugas del dióxido de carbono, que es un gas contaminante», añade Pozas. Pero las conversaciones con los ministerios, de quienes la compañía espera una respuesta «en octubre o noviembre» y con los que se reunirá en cuanto termine el verano, van todavía más allá. O al menos lo pretenden.
Leni Gas & Oil pondrá también encima de la mesa otra posibilidad: «almacenar gas natural como reserva nacional». La cuestión es simple: al suelo de la Lora se le han arrebatado a lo largo de cinco décadas más de 17 millones de barriles de petróleo. El espacio que deja el líquido elemento permitiría inyectar en él otros elementos, como el gas natural. «Se puede crear una reserva de gas. Así podríamos meterlo en abril, y sacarlo en noviembre, por ejemplo», explica Pozas.
De esta forma, se crearía una reserva extra que permitiría cortar la dependencia de las importaciones durante unas semanas en el caso, probable, de que conforme se vayan extinguiendo las reservas de hidrocarburos y el mercado vaya siendo gravado, se produzcan situaciones de inestabilidad en los mercados internacionales. «No es mucho, pero sí puede ser una solución a problemas puntuales que, como ya hemos visto, existen», añade el director de la explotación.
Disparar la producción
Cualquiera de estas dos alternativas tendría, además, un efecto positivo sobre los costes de explotación del ‘petróleo burgalés’ que da la respuesta a la pregunta con la que se abrían estas líneas. Es cierto que el petróleo que se obtiene en Ayoluengo es de mala calidad y que no se ha explotado intensivamente porque destrozaba las refinerías en el proceso de purificación.
Pero también lo es, y eso no lo cuestiona nadie, que los 17 millones de barriles de petróleo extraídos hasta la fecha no representan más que el 15% de las reservas que hay en los yacimientos, calculadas en no menos de 130 millones de barriles. En declaraciones recientes al rotativo Expansión, el director de operaciones de la compañía propietaria, Fraser Pritchard, advirtió que, lejos de abandonar Ayoluengo, su compañía, que pagó dos millones de euros por los yacimientos, pretende incrementar el ritmo de extracción hasta los 2.500 barriles diarios.
«En la actualidad, el coste de extracción de cada barril en Ayoluengo es de 25 dólares, pero si se incrementara la explotación, a partir del barril número 1.000 el coste bajaría a los cinco dólares», explicó Pritchard al diario económico. Con esa producción, y al precio actual de 60 dólares el barril, Leni Gas & Oil alcanzaría una facturación en Ayoluengo superior a los 50 millones de dólares, unos 38 millones de euros, y se convertiría así en una de las 50 mayores industrias de la provincia por volumen de facturación.
Además, la tecnología para refinar el crudo ya ha avanzado de tal forma que incluso la mala calidad del petróleo de La Lora dejaría de ser un problema. Pritchard aseguró a Expansión que la empresa tiene firmado un contrato con la refinería de Petronor que Repsol tiene en Vizcaya para enviar allí la producción.
Si esa predicción se cumple, el camino para almacenar dióxido de carbono, o gas natural, quedaría todavía más allanado. Como es sabido, el petróleo se obtiene inyectando agua en los depósitos naturales que retienen cautivo al petróleo forzando al hidrocarburo a salir a la superficie. Pero el agua inyectada se puede sustituir por otros elementos, como el CO2 líquido o el gas, permitiendo una mayor optimización del rendimiento de la producción que aportaría «unos cinco millones de barriles adicionales».
Cabe recordar que Leni Gas & Oil es una empresa especializada en sacar rentabilidad a yacimientos de hidrocarburos que se consideran agotados o poco rentables y con este planteamiento demuestra que a La Lora, quién lo diría, le queda mucho recorrido y puede convertirse en un negocio muy rentable al que otros no le vieron salida. Sacaría más crudo, lo pondría en el mercado obteniendo una rentabilidad considerable y, al tiempo, almacenaría CO2 y cobraría por hacerlo. Y para demostrar que van en serio, Pritchard ya ha hecho público un preacuerdo con el Ministerio de Industria para desarrollar esta tecnología.
Negocian almacenar CO2en la Lora y revitalizar sus explotaciones de petróleo - Diario de Burgos Digital