TYRELL
Madmaxista
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Mundo de cosa: Gaza en el olvido
La prensa sólo habla de Obama, la gran esperanza del futuro para resolver los problemas del presente; no hay duda de que es una promesa que ilusiona, pero por ahora es sólo eso, una promesa, que debe convertirse en realidad y demostrar que puede cumplir lo que promete. Lo que sí es una lamentable realidad de muy difícil solución es el estado en el que ha quedado Gaza, después de un genocidio cometido por Israel y consentido por todos; pero ha dejado de ser noticia y ya se ha convertido en un pasado que muy pronto quedará en el olvido.
Mientras hace unas horas Obama pronunciaba su primer discurso como presidente de los EEUU y desfilaba en su nuevo vehículo blindado camino de la Casa Blanca, los habitantes de Gaza retiraban de las ruinas sus últimos cadáveres, convirtiendo el 1.414 en la fatídica cifra de número de muertes; y más de 5.500 palestinos heridos confiaban en no perder la vida en los hospitales semidestruidos de Gaza, carentes de todo lo necesario para recibir una atención médica adecuada. Se calcula que más de 50.000 palestinos han perdido su hogar, deambulan por las calles, y se refugian durante las noches en las ruinas de las casas destruidas por la mano del hombre; pero en el fondo son unos privilegiados al haber conseguido salvarse de ser huéspedes de las tumbas colectivas que ocupan quienes no han tenido tanta suerte.
Ayer dos niños perdieron la vida cuando jugaban con una bomba israelí, pero la noticia ha pasado a ocupar un segundo plano, ya que el mundo "desarrollado" quiere olvidarse cuanto antes del sufrimiento de los palestinos. Y ahora los mandatarios de las grandes potencias sólo piensan en cómo construir lo que ellos mismos consintieron que se destruyese, y más de uno hará negocio de las ayudas prometidas, que en muchos casos se quedarán en el olvido.
Lo más lamentable es que lo ocurrido en Gaza ha sido minuciosamente programado: Israel, con el consentimiento y complicidad de los EEUU de Bush, aprovechando las navidades y los tiempos muertos que se generan ante un cambio de presidente, invade Gaza, llena sus calles de muertos y heridos, destruye sus casas, y atenta contra la dignidad de sus habitantes; mientras todo esto ocurre Europa mira para otro lado o pide un tímido alto el fuego, y sus dirigentes sólo se movilizan reuniéndose en un lujoso balneario a pocos días de la toma de posesión de Obama, a quien colocan la alfombra roja "convenciendo" de la necesidad de una tregua a Israel, la que se apresura a desalojar el terreno invadido, pocas horas antes de que el nuevo mandatario jure su cargo. Parece un guión de una película, muy bien desarrollado e interpretado.
Obama podía haber cambiado la historia, pero ha preferido convertirse en el salvador del desastre, sin importarle las irremediables consecuencias de la oleada turística de Gaza. No es un mal comienzo para quien se pretende convertir en la solución de todos los males que asolan nuestro mundo.
¿Mereció la pena sacrificar la vida de más de 400 niños palestinos? Vivimos en un mundo de cosa, y estamos mentalmente ciegos para darnos cuenta.
La prensa sólo habla de Obama, la gran esperanza del futuro para resolver los problemas del presente; no hay duda de que es una promesa que ilusiona, pero por ahora es sólo eso, una promesa, que debe convertirse en realidad y demostrar que puede cumplir lo que promete. Lo que sí es una lamentable realidad de muy difícil solución es el estado en el que ha quedado Gaza, después de un genocidio cometido por Israel y consentido por todos; pero ha dejado de ser noticia y ya se ha convertido en un pasado que muy pronto quedará en el olvido.
Mientras hace unas horas Obama pronunciaba su primer discurso como presidente de los EEUU y desfilaba en su nuevo vehículo blindado camino de la Casa Blanca, los habitantes de Gaza retiraban de las ruinas sus últimos cadáveres, convirtiendo el 1.414 en la fatídica cifra de número de muertes; y más de 5.500 palestinos heridos confiaban en no perder la vida en los hospitales semidestruidos de Gaza, carentes de todo lo necesario para recibir una atención médica adecuada. Se calcula que más de 50.000 palestinos han perdido su hogar, deambulan por las calles, y se refugian durante las noches en las ruinas de las casas destruidas por la mano del hombre; pero en el fondo son unos privilegiados al haber conseguido salvarse de ser huéspedes de las tumbas colectivas que ocupan quienes no han tenido tanta suerte.
Ayer dos niños perdieron la vida cuando jugaban con una bomba israelí, pero la noticia ha pasado a ocupar un segundo plano, ya que el mundo "desarrollado" quiere olvidarse cuanto antes del sufrimiento de los palestinos. Y ahora los mandatarios de las grandes potencias sólo piensan en cómo construir lo que ellos mismos consintieron que se destruyese, y más de uno hará negocio de las ayudas prometidas, que en muchos casos se quedarán en el olvido.
Lo más lamentable es que lo ocurrido en Gaza ha sido minuciosamente programado: Israel, con el consentimiento y complicidad de los EEUU de Bush, aprovechando las navidades y los tiempos muertos que se generan ante un cambio de presidente, invade Gaza, llena sus calles de muertos y heridos, destruye sus casas, y atenta contra la dignidad de sus habitantes; mientras todo esto ocurre Europa mira para otro lado o pide un tímido alto el fuego, y sus dirigentes sólo se movilizan reuniéndose en un lujoso balneario a pocos días de la toma de posesión de Obama, a quien colocan la alfombra roja "convenciendo" de la necesidad de una tregua a Israel, la que se apresura a desalojar el terreno invadido, pocas horas antes de que el nuevo mandatario jure su cargo. Parece un guión de una película, muy bien desarrollado e interpretado.
Obama podía haber cambiado la historia, pero ha preferido convertirse en el salvador del desastre, sin importarle las irremediables consecuencias de la oleada turística de Gaza. No es un mal comienzo para quien se pretende convertir en la solución de todos los males que asolan nuestro mundo.
¿Mereció la pena sacrificar la vida de más de 400 niños palestinos? Vivimos en un mundo de cosa, y estamos mentalmente ciegos para darnos cuenta.