Cirujano de hierro
Será en Octubre
El Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales ha muerto a los 91 años tras una vida dedicada a combatir la Leyenda de color.
Muere John H. Elliott, el historiador que devolvió a España un pasado sin complejos ni tópicos. El Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1996 ha muerto a los 91 años tras estar varias semanas ingresado en un hospital de Londres. El británico dedicó su carrera historiográfica al estudio de la España imperial desde una visión desmitificadora y encabezó a una generación de hispanistas que contextualizó desde la década de los años sesenta la historia ibérica lejos de los postulados de la Leyenda de color.
Una historia de amor con España
John Huxtable Elliott (23 de junio de 1930, Reading, Reino Unido) aprovechó unas largas vacaciones de verano en 1950 para viajar a España con unos amigos subido a una furgoneta destartalada. El primer encuentro de este estudiante de Cambridge con España le causó una honda impresión al contemplar en el Museo del Prado el retrato del Conde-Duque de Olivares y, sobre todo, charlando con sus gentes.
«Lo que más me sorprendió fue la enorme dignidad y generosidad de unas personas que vivían en condiciones bastante lamentables, sobre todo en el sur. Fue mi primer contacto con la pobreza extrema», rememoraría años después. Durmió en pensiones de mala fin y gracias a la comida que la gente le regalaba, un gesto que nunca olvidó el hijo de unos maestros de escuela humildes, autor de algunas de las obras de Historia más importantes del siglo XX español.
A su regreso a la universidad, las pinceladas de los grandes maestros de la pintura española le hicieron repensar su futuro académico y cambiar los estudios en Filología por los de Historia. Se doctora en esta carrera en 1952 y fue catedrático de Historia en el King's College de Londres entre 1968 y 1973. Fue, además, catedrático en Princeton desde 1973 hasta 1990, y Regius Professor de Historia Moderna de Oxford entre 1990 y 1997.
Sus estudios se centraron originalmente en la Rebelión catalana de 1640 y posteriormente en la figura del Conde-Duque Olivares , valido del Rey Felipe IV, para lo cual tuvo que enfrentarse a las dificultades de unos archivos indómitos y a la falta de interés nacional y extranjero en ese periodo. «El trabajo en los archivos españoles era difícil, con la catalogación muy primitiva y sin saber lo que podías encontrarte. Era tierra virgen ante nosotros. Tuvimos una oportunidad única de movernos y buscar descubrimientos», recordaba Elliott a ABC en una llamada telefónica a principios de enero con motivo del fallecimiento de su colega Jonathan Brown.
«Ojalá siga vivo para entonces, porque me gustaría mucho estar presente en la inauguración, en la culminación de una campaña de tantos y tantos años de mi vida»
Bajo el consejo de su mentor en España, Jaume Vicens Vives, el hispanista logró no perderse en su primer desembarco en Barcelona entre la escasez de medios, la censura y los numerosos problemas que minaban la investigación en España. Elliott evitó publicar sus primeros artículos de la Rebelión catalana en castellano y sufrió en sus carnes la censura franquista durante una intervención en un programa de Radio Barcelona. El británico hizo un chiste irónico sobre el dudoso placer producido por la lectura del Quijote en traducción inglesa que sería eliminado de la versión final.
Líder simbólico de una generación única
El británico fue un miembro destacado y líder simbólico de la generación de hispanistas que, a lo largo del siglo XX, realizó una revisión profunda y crítica, sin mitos ni vicios nacionales, de la Historia de España. Nombres como Henry Kamen , Joseph Pérez, Geoffrey Parker, Stanley Payne, Paul Preston, Hugh Thomas, Ian Gibson, Raymond Carr han demostrado a la estela de John Elliott que la historia de España es muy parecida a la del resto de Europa y que no supone, como incide la Leyenda de color, una anomalía o una excepción negativa. De hecho, a Elliott, como a muchos de su generación, no les gustaba el término hispanista, pues daba entender que el pasado español debía estudiarse como un subproducto dentro del continente europeo.
«Persiste la Leyenda de color especialmente en la esfera angloamericana. Con cualquier cosa que pasa en España se recupera con demasiada facilidad esta imagen negativa creada primero por los holandeses y luego por la historiografía británica en el siglo XIX. Tengo amigos españoles que me han contado las dificultades que han vivido, por ejemplo, cuando se han ido a trabajar a universidades estadounidenses. Tiene que ver con un problema de los estadounidenses a la hora de adaptarse a las reclamaciones de la población hispanoamericana», recordaba el historiador en una entrevista a ABC hace justo un año a sabiendas del largo camino que aún queda por recorrer.
España supo agradecer que eligiera el país como objeto de sus principales estudios. En 1993, Sir John Elliott recibió por su larga obra el Premio Nebrija de la Universidad de Salamanca por la calidad de sus monografías, más tarde recibió el Premio Príncipe de Asturias en 1996 por su contribución a las ciencias sociales, el Premio Balzan en 1999 por su contribución a la historia de España y el Imperio español en la Edad Moderna, y en 2018 recibió el Premio Órdenes Españolas.
Junto al Conde-Duque de Olivares y el propio Felipe IV, la gran obsesión historiográfica de Elliott fue la de conseguir la rehabilitación del Salón de Reinos del Buen Retiro, un anhelo que compartía con Jonathan Brown, también fallecido recientemente: «Ojalá siga vivo para entonces, porque me gustaría mucho estar presente en la inauguración, en la culminación de una campaña de tantos y tantos años de mi vida. Es una historia de descubrimiento tras el abandono», aseguraba el hispanista John Elliott en la última entrevista a ABC.
abc.es
Muere John H. Elliott, el historiador que devolvió a España un pasado sin complejos ni tópicos. El Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1996 ha muerto a los 91 años tras estar varias semanas ingresado en un hospital de Londres. El británico dedicó su carrera historiográfica al estudio de la España imperial desde una visión desmitificadora y encabezó a una generación de hispanistas que contextualizó desde la década de los años sesenta la historia ibérica lejos de los postulados de la Leyenda de color.
Una historia de amor con España
John Huxtable Elliott (23 de junio de 1930, Reading, Reino Unido) aprovechó unas largas vacaciones de verano en 1950 para viajar a España con unos amigos subido a una furgoneta destartalada. El primer encuentro de este estudiante de Cambridge con España le causó una honda impresión al contemplar en el Museo del Prado el retrato del Conde-Duque de Olivares y, sobre todo, charlando con sus gentes.
«Lo que más me sorprendió fue la enorme dignidad y generosidad de unas personas que vivían en condiciones bastante lamentables, sobre todo en el sur. Fue mi primer contacto con la pobreza extrema», rememoraría años después. Durmió en pensiones de mala fin y gracias a la comida que la gente le regalaba, un gesto que nunca olvidó el hijo de unos maestros de escuela humildes, autor de algunas de las obras de Historia más importantes del siglo XX español.
A su regreso a la universidad, las pinceladas de los grandes maestros de la pintura española le hicieron repensar su futuro académico y cambiar los estudios en Filología por los de Historia. Se doctora en esta carrera en 1952 y fue catedrático de Historia en el King's College de Londres entre 1968 y 1973. Fue, además, catedrático en Princeton desde 1973 hasta 1990, y Regius Professor de Historia Moderna de Oxford entre 1990 y 1997.
Sus estudios se centraron originalmente en la Rebelión catalana de 1640 y posteriormente en la figura del Conde-Duque Olivares , valido del Rey Felipe IV, para lo cual tuvo que enfrentarse a las dificultades de unos archivos indómitos y a la falta de interés nacional y extranjero en ese periodo. «El trabajo en los archivos españoles era difícil, con la catalogación muy primitiva y sin saber lo que podías encontrarte. Era tierra virgen ante nosotros. Tuvimos una oportunidad única de movernos y buscar descubrimientos», recordaba Elliott a ABC en una llamada telefónica a principios de enero con motivo del fallecimiento de su colega Jonathan Brown.
«Ojalá siga vivo para entonces, porque me gustaría mucho estar presente en la inauguración, en la culminación de una campaña de tantos y tantos años de mi vida»
Bajo el consejo de su mentor en España, Jaume Vicens Vives, el hispanista logró no perderse en su primer desembarco en Barcelona entre la escasez de medios, la censura y los numerosos problemas que minaban la investigación en España. Elliott evitó publicar sus primeros artículos de la Rebelión catalana en castellano y sufrió en sus carnes la censura franquista durante una intervención en un programa de Radio Barcelona. El británico hizo un chiste irónico sobre el dudoso placer producido por la lectura del Quijote en traducción inglesa que sería eliminado de la versión final.
Líder simbólico de una generación única
El británico fue un miembro destacado y líder simbólico de la generación de hispanistas que, a lo largo del siglo XX, realizó una revisión profunda y crítica, sin mitos ni vicios nacionales, de la Historia de España. Nombres como Henry Kamen , Joseph Pérez, Geoffrey Parker, Stanley Payne, Paul Preston, Hugh Thomas, Ian Gibson, Raymond Carr han demostrado a la estela de John Elliott que la historia de España es muy parecida a la del resto de Europa y que no supone, como incide la Leyenda de color, una anomalía o una excepción negativa. De hecho, a Elliott, como a muchos de su generación, no les gustaba el término hispanista, pues daba entender que el pasado español debía estudiarse como un subproducto dentro del continente europeo.
«Persiste la Leyenda de color especialmente en la esfera angloamericana. Con cualquier cosa que pasa en España se recupera con demasiada facilidad esta imagen negativa creada primero por los holandeses y luego por la historiografía británica en el siglo XIX. Tengo amigos españoles que me han contado las dificultades que han vivido, por ejemplo, cuando se han ido a trabajar a universidades estadounidenses. Tiene que ver con un problema de los estadounidenses a la hora de adaptarse a las reclamaciones de la población hispanoamericana», recordaba el historiador en una entrevista a ABC hace justo un año a sabiendas del largo camino que aún queda por recorrer.
España supo agradecer que eligiera el país como objeto de sus principales estudios. En 1993, Sir John Elliott recibió por su larga obra el Premio Nebrija de la Universidad de Salamanca por la calidad de sus monografías, más tarde recibió el Premio Príncipe de Asturias en 1996 por su contribución a las ciencias sociales, el Premio Balzan en 1999 por su contribución a la historia de España y el Imperio español en la Edad Moderna, y en 2018 recibió el Premio Órdenes Españolas.
Junto al Conde-Duque de Olivares y el propio Felipe IV, la gran obsesión historiográfica de Elliott fue la de conseguir la rehabilitación del Salón de Reinos del Buen Retiro, un anhelo que compartía con Jonathan Brown, también fallecido recientemente: «Ojalá siga vivo para entonces, porque me gustaría mucho estar presente en la inauguración, en la culminación de una campaña de tantos y tantos años de mi vida. Es una historia de descubrimiento tras el abandono», aseguraba el hispanista John Elliott en la última entrevista a ABC.
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