Muchos españoles se sienten estafados por el poder

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Madmaxista
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Muchos españoles se sienten estafados por el poder

Muchos españoles se sienten estafados por el poder
El 30 aniversario de la Constitución y el final del 2008 han sorprendido a España en un momento especialmente difícil de su historia, inmersa en un grave proceso de deterioro democrático y de desmoralización de la sociedad, donde los ciudadanos desconfían en sus dirigentes y de un sistema cada día más sospechoso de corrupción y de estar sustentado en la mentira y el engaño.

Los políticos españoles no son conscientes del peligro que están asumiendo ni de la gravedad que encierra el que los ciudadanos estén dejando de confiar en el poder. La confianza es la base de la política y de la economía y sin confianza sólo queda espacio para el caos y la degradación. En España, el rearme jovenlandesal y la reforma del liderazgo son ya tan urgentes como la recuperación de la economía.

Lo más grave de la actual crisis económica es que ha disparado la desconfianza y el recelo de los ciudadanos frente al poder. El avance de la pobreza ha provocado que los ciudadanos pierdan la escasa confianza que tenían en sus dirigentes. El espectáculo de la corrupción política, la inflación de mentiras y engaños que se lanzan sobre la sociedad desde el gobierno y los partidos políticos y el fracaso general en la conducción de una España, antes próspera y pujante, que avanza ahora, con paso firme, hacia la pobreza, han convertido al español medio en un ser políticamente frustrado, preso de la desilusión y descontento con el liderazgo que soporta y padece.

Ese ciudadano, inmerso en un acelerado proceso de divorcio con sus líderes, ya apenas cree en sus políticos, ni en las grandes instituciones del Estado, ni en la Justicia, ni el sistema, al que ya em¡pieza a percibir como cualquier cosa menos una democracia.

En España ya sólo creen en los políticos los que viven de la política o los que reciben favores y privilegios del poder. Los demás, cuanto más cultos e informados, más alejados nos sentimos del aquelarre político, del despilfarro generalizado, del hedor a corrupción y de la imparable degradación de la democracia que impera en el país.

Los medios de comunicación bombardean al ciudadano diariamente con dramas y tragedias que revelan el alto grado de degradación de unas clases dirigentes que conducen al país hacia la pobreza y el fracaso, mientras que ellos, los políticos, convertidos en los nuevos amos, se aferran a sus privilegios y demuestran, constantemente y con insólita desfachatez, que ellos están blindados frente a la crisis.

Sus coches de lujo, sus subidas de sueldos, trampas, trucos, mentirasy engaños, unidos a la adopción de medidas dramáticas que hipotecan el futuro de la comunidad y que nunca surten efecto, minando la confianza de los españoles en sus líderes, causan decepción y desasosiego en una ciudadanía que se siente marginada y tratada como un rebaño torpe y molesto.

El ejemplo de los combustibles para automoción es paradigmático: mientras que el precio del crudo en el mercado ha desdendido de casi 150 euros el barril, el pasado verano, a los menos de 40 euros actuales, las gasolinas y gasoleos ni siquiera han bajado un 35 por ciento. La gente se pregunta ¿por qué los precios no bajan en la misma cuantía ni a la misma velocidad que subieron y también se interroga sobre quien se está quedando con todo ese dinero.

La gente, en sus conversaciones diarias, refleja su decepción y desencanto, admitiendo que la corrupción lo ha invadido casi todo y que ni siquiera las grandes instituciones del Estado se libran de esa lacra.

Los ciudadanos hasta han dejado de sentir satisfacción al pagar sus impuestos y solo entregan ya su dinero al Estado porque temen los castigos previstos por la ley. El grueso de la ciudadanía teme que sus aportaciones no se empleen, como antes creía, en construir carreteras, en ayudar a los más necesitados o en financiar el costoso sistema sanitario, sino en financiar corruptelas, coches de lujo y dinero para pagar la legión de parásitos al servicio de los políticos.

Como reconoció el rey Juan Carlos en su mensaje de Navidad, lo más urgente en la actual España en crisis es recuperar la confianza perdida.

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