PanzerMikel_borrado
Guest
No se cansan de trepanarnos el craneo desde la pseudoprensa para decirnos que debemos pensar sobre lo que pasa en Irán, pero ¿qué pasa en Irán?
¿Fechorías imperiales?
¿O pucherazo electoral?
Repasemos la historia...
Un "viejo en pijama"
El principal líder de la vertiente nacionalista iraní que en ese contexto de fines de los cuarenta y principios de los cincuenta se apoderó de la escena política del país fue Muhmmad Hedayat, más conocido como Mossadegh gracias a un título que la dinastía de los Qajar le habían concedido a su padre años antes. Nacido aproximadamente hacia 1882 en Teherán (no existían por ese entonces registros confiables en Persia) pertenecía a una familia aristocrática. Influenciado por su padre (quien llegó a ministro de Finanzas bajo el reinado de Naser al-Din) el joven Mossadegh se adentró tempranamente a la política. Electo diputado del primer Majlis (Parlamento) en 1906, emigró tres años más tarde hacia Francia y Suiza donde en 1913 culminó sus estudios de grado y postgrado en derecho. Legislador nuevamente en 1915, al poco tiempo pasó a ocupar la labor de secretario del ministro de finanzas desde donde se destacó por su lucha frontal contra la corrupción imperante. Designado en 1923 ministro de Exterior debió dimitir al no contar con el apoyo del Majlis, institución que no lo respaldaba en lo que era ya una constante prédica contraria a la influencia de las potencias externas en su país. Arrestado más tarde por la policía secreta del Sha Reza Khan fue obligado a exiliarse y abandonar la acción política. Liberado en 1943 luego del derrocamiento del citado Sha, Mossadegh fue nuevamente persuadido para retornar a la arena política. Otra vez legislador un año más tarde fue el autor del proyecto por el cual se le quitaba al Sha la potestad para la firma de de nuevas concesiones sin previa autorización legislativa. Opuesto tanto a británicos como soviéticos, constituyó en 1949 el partido Frente Nacional. Un año más tarde era, sin dudas, "el héroe del momento" como apuntaba el periodista egipcio Mohamed Heikal.
Poseedor de un estilo único y muy particular, Mossadegh (pese a sus aristocráticos orígenes) supo acuñar el republicanismo y movilizar a las masas en base a una prédica nacionalista hecha a la medida de lo que el público quería escuchar.
Condiciones complementadas fuertemente con elocuentes aspectos emotivos que lo tornaban, ante los ojos del público, en u político sensibilizador. Acumulaba, es cierto, grandes contradicciones. Modesto y excéntrico al mismo tiempo, solía recibir a las personalidades políticas o empresariales (nacionales o extranjeras) vestido con sus clásicos pijamas y mientras descansaba en la cama, lugar donde pasaba la mayor parte de su tiempo a causa, según decía, del vértigo que lo afectaba. Celosamente vigilado por el temor al asesinato (moneda corriente de su país en ese entonces) pasó también a la historia por sus oratorias populares. El citado Heikal, que le conoció y entrevistó, describió de esta manera su estilo: "empezaba hablando a los diputados sobre los sufrimientos del pueblo iraní, y su propia elocuencia le emocionaba tanto, que rompía a llorar. Las lágrimas se convertían en un ataque de tos y acababan una postración total. Los diputados corrían a ofrecerle vasos de agua, agua de colonia y sales aromáticas. Al cabo de un rato lograban que volviera a ponerse de pie, tras lo cual Mossadegh continuaba su discurso, sólo para ser nuevamente dominado por la emoción cinco minutos después". Centralizando su propuesta en torno a dos ejes esenciales (mantener su imagen y expulsar a los extranjeros) Daniel Yergin subrayó con acierto que Mossadegh demostraba "ser un genio al mezclar la teatralidad con la política", pues más allá de los continuos desmayos, llantos y gemidos había detrás una sabia construcción simbólica de su imagen. Así, y tras uno de sus clásicos desmayos en el Majlis en medio de un sentido y vibrante discurso, un parlamentario "médico, se levantó a prisa y pensando que el anciano podría estar en las últimas, tomó la muñeca de Mossadegh para comprobar su pulso. Y mientas los hacía, Mossadegh abrió un ojo y le hizo un pícaro guiño".
Nombrado por la prestigiosa Time "Hombre del año" en 1951, aquel "viejo en pijama", totalmente alopécico, de nariz larga, brillantes ojos y débil apariencia emprendía así una de las nacionalizaciones más discutidas de la historia.
La nacionalización y la estrategia norteamericana
Basado en esta imagen, su prédica tenía un enemigo particular: la AIOC, "fuente de todas las desventuras de esta torturada nación" según repetía. Desencadenante de una intensa presión popular en su favor, acabó por ser nombrado a regañadientes, primer ministro. Desde allí, obligó al Sha a proclamar la nacionalización del petróleo el 1 de mayo de 1950.
Sin embargo, más allá de lo propagandístico en pro de su imagen, este episodio poseía varios significados: había que hacer frente a la principal empresa del país (70000 obreros) y administrar, en medio de las presiones externas e internas, la refinería de Abadán (la más grande del mundo) y la condición de ser el tercer país en cuanto a reservas comprobadas de petróleo.
Afectada en lo más íntimo pero consciente de su debilidad, Gran Bretaña demostró que ya no podía manejar aquella situación. Tras reiteradas amenazas de intervención militar para proteger la compañía, fue finalmente persuadida de que debía abandonar la zona. Con los norteamericanos convencidos de que una intervención británica podía significar "una invitación abierta para los soviéticos", decidieron, en primera instancia, mediar en el diferendo.
Más allá del significado que el acto en sí mismo poseía en el marco de la Guerra Fría, el interés norteamericano por el país se había ya traslucido en varias ocasiones. El Secretario de Guerra James Byrnes había afirmado en 1945 que el mantenimiento de misiones militares norteamericanas en el Irán era un elemento de "interés nacional" puesto que la estabilización de ese país constituía una pieza fundamental para el "desarrollo de los intereses comerciales, petrolíferos y aéreos norteamericanos en Oriente Medio". Poco tiempo más tarde, la revista Time advirtió, comentando el célebre discurso de Harry Truman enunciando la doctrina de contención, que si bien las palabras presidenciales habían mencionado los casos de Turquía y Grecia, "las murmuraciones detrás de esas conversaciones se encuentran en el océano de petróleo que existe más al sur".
En concordancia con ello, tras la nacionalización decretada, los norteamericanos se ofrecieron para mediar en el diferendo entre las partes. Sometido al arbitraje internacional, Mossadegh viajó a Nueva York para defender la nacionalización en el seno de la ONU. Fue allí donde los norteamericanos (que lo rodearon en todo momento) evaluaron distintas fórmulas conciliatorias. Y fue también allí donde se percataron de que, contrariamente a lo que expresara el británico Anthony Eden, con Mossadegh se podía negociar. Persuadidos de que el nacionalismo y la aparente férrea posición de Mossy (así le llamaban) respondían más que a un convencimiento ideológico a condicionantes internas muy fuertes, intentaron acercar cifras. Entonces Mossadegh hizo llegar su respuesta: 50 millones de dólares de préstamo directo a cambio de flexibilizar la nacionalización. Los norteamericanos, sabiendo de que lo que Mossy no podía tolerar era participación británica directa (pues de ser así corría serio peligro su vida), persuadieron a éstos a aceptar el convenio que preveía la participación norteamericana y, detrás de una de derechasda, también la británica. Era fines de 1952 y todo parecía indicar que el acuerdo estaba cerrado cuando Mossy cambió de postura esperando obtener una mejor recompensa de la administración republicana ganadora de las elecciones con D. Eisenhower a su frente.
Sin embargo, Mossy había cometido un serio error pues el republicano llegaba a la Casa Blanca en estrecha relación con grupos poseedores de fuertes intereses petroleros. Oliver Nathan subrayó la obviedad: "la elección (…) había sido financiada por la industria petrolera norteamericana; y entre los amigos íntimos del presidente se contaban numerosos petroleros, inversores bancarios y otros titanes del mundo empresario". Presiones y vinculaciones advertidas en su mismo momento y desde dentro del Partido por el senador Tobey cuando en un artículo en el Providence Journal (1/3/53) declaró saber de "las presiones a qué estamos sujetos nosotros los republicanos, por parte de los intereses petroleros y del gas". En consonancia con ello, Eisenhower conformó un millonario gabinete de prominentes figuras del mundo del petróleo que, al decir del mismo presidente saliente, Truman, conformaban una verdadera "camarilla petrolera". Si a éstos elementos agregamos el creciente rol del petróleo de Oriente Medio (mientras durante la Segunda Guerra esta zona aportaba 100 millones de barriles anuales, en 1952 lo hacía con 762) puede echarse luz respecto de por qué una vez arribado Eisenhower a la Casa Blanca, Foster Dulles (Secretario de Estado) prohibió que los funcionarios del Departamento de Estado siguieran adelante buscando una negociación con Mossadegh. De allí en adelante, la construcción simbólica se abrió paso descontextualizando los hechos porfiadamente. Dulles entonces subrayó que veía con "honda preocupación" lo que entendía como "crecientes actividades" del Partido Comunista Tudeh, detrás del cual estaba el comunismo internacional rodeando a Mossadegh. Reunido el Consejo de Seguridad de EEUU para discutir la situación iraní, Dulles realizó el siguiente comentario: tras dar como seguro que se avecinaba un golpe de estado soviético en el país, declaró que con tal usurpación "no solamente el mundo libre se verá privado de los enormes activos que representan la producción y las reservas petrolíferas iraníes (…) sino que, además, los rusos obtendrán estos activos y por lo tanto se verán libres de la preocupación de sus recursos petrolíferos. Y aún peor, si Irán sucumbe (…) no habrá ninguna duda de que en breve plazo las otras zonas de Oriente Medio, con un sesenta por ciento de las reservas petrolíferas mundiales, quedarán bajo control comunista". Alarmado, el presidente norteamericano preguntó si acaso había alguna salida, fue respondido afirmativamente. Fue entonces cuando se barajó el naipe que faltaba, el de la CIA, instrumento ágil, discreto y económico para deshacerse de gobernantes molestos o poco proclives a aceptar los lineamientos de EEUU.
El "Plan Ajax"
Decidido que Mossy "tenía que irse", según Allen Dulles (director de la CIA y hermano del secretario de Estado) el plan entró en su "fase activa".
Destruido de forma deliberada el grueso de la documentación relativa a la operación encubierta durante los 60 (elemento importante, pues parece reflejar cuanto tenía la CIA por esconder), poseemos igualmente los detalles de la misma gracias al libro que publicara en 1981 Kermit Roossevelt (Contercoup: The Struggle for the control of Iran). Pese a no ser la visión de un historiador neutral sino la del agente que la dirigió, es igualmente reveladora en muchos de los aspectos concernientes al detalle mismo, e importante por cuanto sirvió de modelo a la operación que un año más tarde depuso a Jacobo Arbenz de la presidencia de Guatemala (BRECHA, 25/10/02).
A la sombra de una constante prédica de Foster Dulles, fiel a su visión bipolar y maniquea según la cual todo se reducía a la lucha del bien (EEUU) contra el mal (URSS), la estrategia consistió en hacer aparecer a Mossadegh estrechamente ligado al comunismo y su país, cada vez más de prisa deslizándose hacia la línea de Moscú.
Sin embargo, tal visión contrariaba abiertamente los informes de los analistas de la misma CIA en el lugar de los hechos. Dos de ellos, hoy desclasificados, son claros respecto a que el "Partido Comunista Tudeh no es probable que consiga la fuerza suficiente para derrocar al Frente Nacional mediante medios constitucionales o por la fuerza". Más allá de que según el analista, el Tudeh continuaría "beneficiándose del actual deterioro económico" y posiblemente intentando "instigar a los provocadores y a los desórdenes de los campesinos y los trabajadores urbanos", parecía claro que no "tendrá garantizado el status legal durante 1953 y no desarrollará la suficiente fuerza para ganar el poder por medios parlamentarios o por la fuerza". Todo ello complementado con la definición de las relaciones bilaterales entre Irán y la URSS como "frías y cerradas".
Sin considerar tales circunstancias, la retórica diaria de Dulles era apocalíptica: Mossadegh constituía un peligro pues daba pie a la acción del comunismo internacional y por ello se plasmaba como un hecho que de no actuar, el país caería en manos soviéticas. Todo ello servía de base para una intervención urgente de EEUU en pro de su derrocamiento y a nombre de contener el "avance comunista". Decididos a que la forma fuese encubierta (pues el gobierno norteamericano no estaba dispuesto a correr con los costos de una intervención militar, ni tampoco la situación lo ameritaba, como en efecto lo sabían) se programaron los detalles de la operación bautizada con la clave secreta de "Ajax".
Kermit Roosevelt, nieto del ex presidente norteamericano y calificado agente de la CIA en Oriente Medio fue designado como jefe. Este, relató en su libro que la CIA seguía los episodios iraníes muy de cerca desde su misma creación y que, en 1950 él había incluso viajado a Irán para contactar allí a elementos de la oposición al Frente Nacional cuando Mossadegh era sólo un político prometedor. De ahí en más, diariamente informado sobre lo que acontecía en el país, Roosevelt revela que fue en el correr de 1952 cuando fue abordado (en oportunidad de una visita a Londres) por directivos de la petrolera AIOC ansiosos de "deshacerse" del nacionalista iraní.
Con la operación en marcha, Roosevelt (ya conocedor de la realidad persa) elevó su estrategia convencido: en el caso de una "confrontación entre el Sha y Mossadegh, el ejército y el pueblo iraní apoyarán al Sha", pues "si se decía al pueblo y a las fuerzas armadas que Mossadegh les obligaba a elegir entre su monarca y una figura revolucionaria respaldada por la Unión Soviética, la elección sería unánime" a favor del Sha.
Sobre esta base la CIA (apoyada por el servicio secreto británico), envió a "Kim" Roosevelt y Norman Schwarzopf (el organizador de la policía secreta del Sha) por carretera desde Irak a mediados de julio de 1953. Ya en Teherán, la tarea consistía en convencer al Sha y al general Zahedi (el elegido para sucesor de Mossy) de la viabilidad del plan. Para ello, Kim, sigiloso y no menos discreto, consiguió adentrarse en el mismo palacio del Sha (de madrugada y tapado con una manta en la parte trasera de un automóvil) donde reunido con este, lo logró convencer de la efectividad de su fórmula. Realizado esto, los agentes de la CIA comenzaron a buscar y pagar ("gastando dinero como si no tuvieran que dar cuenta de ello -como no tenían que hacerlo-", señalaba el historiador norteamericano Ambrose) a los agitadores que habrían de cercar la casa de Mossy para obligarlo a dimitir. Así, la fase final comenzó a mediados de agosto de 1953 tras sortear una infidencia que casi lo arruina todo: alertado Mossadegh de que algo se tramaba destituyó a importantes generales y, asustado, el Sha se exilió fuera del país. En vistas de lo citado, la madrugada del 18 de agosto de 1953 Roosevelt (que dirigió la operación desde un sótano sin parar de entonar WLucke be a lady tonight", en ese entonces un clásico de Broadway) telegrafió a su país que lo proyectado había fracasado. Sin embargo, y durante el tras*curso de aquella madrugada de aparente derrota, los hechos tomaron un giro sorprendente cuando finalmente las frenéticas turbas pagas por la CIA atemorizaron y forzaron a Mossadegh a dar un paso al costado. Kennett Love, un periodista del New York Times que cubría los sucesos desde el frente de la residencia de Mossadegh, en medio de la confusión que reinaba aquella noche y tras escapar a las balas disparadas desde dicha casa (a la que los manifestantes se proponían entrar por la fuerza) se refugió (sin quererlo) en una estación de radio donde también se encontraban opositores a Mossadegh. tras*mitiendo en vivo y por esa onda (única que había pues las demás habían sido cortadas por Mossadegh) los sucesos, el general al mando de las fuerzas contrarias al líder atrincherado (que había dado por fracasada la operación) acudió al lugar para colaborar en el esfuerzo opositor. Una vez allí y reforzada la oposición, la presión incesante surtió efecto: Mossadegh, pese a lograr escapar, renunció.
Enterado Zahedi (y de acuerdo con la planificación de la CIA) convocó para la mañana siguiente a una conferencia en la que anunciaría formalmente la dimisión del primer ministro saliente y se presentaría como sucesor tras el llamado del Sha. No obstante esto, y también según la estrategia de la CIA, una manifestación de apoyo al exiliado Sha y rechazo a Mossadegh comenzó a ganar las calles de Teherán hasta alcanzar a ser una gran multitud. Convertidas las calles en centro de violencia y confusión, las fuerzas policiales y el ejército actuaron en la disuasión de los seguidores del depuesto Mossadegh. Silenciados éstos y enterado el Sha ("sabían que me querían" se limitó a decir desde Roma) la operación encubierta había sido un éxito.
Terminado el contragolpe, el Sha retornó a su trono y Mossadegh vio la prisión acusado de "conspiración" tras ásperos debates en un Tribunal al que acudió vistiendo sus clásicos pijamas. Liberado en 1956 de allí en más se dedicó a su familia hasta morir el 5 de marzo de 1967.
Instalado Zahedi (moderado simpatizante del nazismo) en el gobierno, la inestabilidad política siguió siendo la característica esencial a nivel interno, amén del presuroso reconocimiento y los 45 millones de dólares otorgados con rapidez.
Independientemente de esto, el desarrollo posterior de los acontecimientos dentro del Irán resultó revelador de qué se escondía detrás de la estrategia norteamericana ("gran dragón", para tomar la expresión de Mossadegh): un nuevo acuerdo petrolero y el desplazamiento de Gran Bretaña de la que hasta ese momento había sido una privilegiada posición. Así, y a un año de los acontecimientos, un nuevo consorcio internacional se hizo cargo de la extracción del petróleo iraní, y en él, los empresarios norteamericanos pasaron a controlar un 40% del preciado "gran dragón".
Se torcía entonces, el moderado nacionalismo de una nación desgarrada por la miseria. Y tal vez más importante, demostraba su eficacia una vía encubierta que de allí y hasta hoy mismo, es moneda corriente de la política exterior norteamericana.
Roberto García
(Depto. De Historia Americana, Udelar, Montevideo, Uruguay)
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Un "viejo en pijama"
El principal líder de la vertiente nacionalista iraní que en ese contexto de fines de los cuarenta y principios de los cincuenta se apoderó de la escena política del país fue Muhmmad Hedayat, más conocido como Mossadegh gracias a un título que la dinastía de los Qajar le habían concedido a su padre años antes. Nacido aproximadamente hacia 1882 en Teherán (no existían por ese entonces registros confiables en Persia) pertenecía a una familia aristocrática. Influenciado por su padre (quien llegó a ministro de Finanzas bajo el reinado de Naser al-Din) el joven Mossadegh se adentró tempranamente a la política. Electo diputado del primer Majlis (Parlamento) en 1906, emigró tres años más tarde hacia Francia y Suiza donde en 1913 culminó sus estudios de grado y postgrado en derecho. Legislador nuevamente en 1915, al poco tiempo pasó a ocupar la labor de secretario del ministro de finanzas desde donde se destacó por su lucha frontal contra la corrupción imperante. Designado en 1923 ministro de Exterior debió dimitir al no contar con el apoyo del Majlis, institución que no lo respaldaba en lo que era ya una constante prédica contraria a la influencia de las potencias externas en su país. Arrestado más tarde por la policía secreta del Sha Reza Khan fue obligado a exiliarse y abandonar la acción política. Liberado en 1943 luego del derrocamiento del citado Sha, Mossadegh fue nuevamente persuadido para retornar a la arena política. Otra vez legislador un año más tarde fue el autor del proyecto por el cual se le quitaba al Sha la potestad para la firma de de nuevas concesiones sin previa autorización legislativa. Opuesto tanto a británicos como soviéticos, constituyó en 1949 el partido Frente Nacional. Un año más tarde era, sin dudas, "el héroe del momento" como apuntaba el periodista egipcio Mohamed Heikal.
Poseedor de un estilo único y muy particular, Mossadegh (pese a sus aristocráticos orígenes) supo acuñar el republicanismo y movilizar a las masas en base a una prédica nacionalista hecha a la medida de lo que el público quería escuchar.
Condiciones complementadas fuertemente con elocuentes aspectos emotivos que lo tornaban, ante los ojos del público, en u político sensibilizador. Acumulaba, es cierto, grandes contradicciones. Modesto y excéntrico al mismo tiempo, solía recibir a las personalidades políticas o empresariales (nacionales o extranjeras) vestido con sus clásicos pijamas y mientras descansaba en la cama, lugar donde pasaba la mayor parte de su tiempo a causa, según decía, del vértigo que lo afectaba. Celosamente vigilado por el temor al asesinato (moneda corriente de su país en ese entonces) pasó también a la historia por sus oratorias populares. El citado Heikal, que le conoció y entrevistó, describió de esta manera su estilo: "empezaba hablando a los diputados sobre los sufrimientos del pueblo iraní, y su propia elocuencia le emocionaba tanto, que rompía a llorar. Las lágrimas se convertían en un ataque de tos y acababan una postración total. Los diputados corrían a ofrecerle vasos de agua, agua de colonia y sales aromáticas. Al cabo de un rato lograban que volviera a ponerse de pie, tras lo cual Mossadegh continuaba su discurso, sólo para ser nuevamente dominado por la emoción cinco minutos después". Centralizando su propuesta en torno a dos ejes esenciales (mantener su imagen y expulsar a los extranjeros) Daniel Yergin subrayó con acierto que Mossadegh demostraba "ser un genio al mezclar la teatralidad con la política", pues más allá de los continuos desmayos, llantos y gemidos había detrás una sabia construcción simbólica de su imagen. Así, y tras uno de sus clásicos desmayos en el Majlis en medio de un sentido y vibrante discurso, un parlamentario "médico, se levantó a prisa y pensando que el anciano podría estar en las últimas, tomó la muñeca de Mossadegh para comprobar su pulso. Y mientas los hacía, Mossadegh abrió un ojo y le hizo un pícaro guiño".
Nombrado por la prestigiosa Time "Hombre del año" en 1951, aquel "viejo en pijama", totalmente alopécico, de nariz larga, brillantes ojos y débil apariencia emprendía así una de las nacionalizaciones más discutidas de la historia.
La nacionalización y la estrategia norteamericana
Basado en esta imagen, su prédica tenía un enemigo particular: la AIOC, "fuente de todas las desventuras de esta torturada nación" según repetía. Desencadenante de una intensa presión popular en su favor, acabó por ser nombrado a regañadientes, primer ministro. Desde allí, obligó al Sha a proclamar la nacionalización del petróleo el 1 de mayo de 1950.
Sin embargo, más allá de lo propagandístico en pro de su imagen, este episodio poseía varios significados: había que hacer frente a la principal empresa del país (70000 obreros) y administrar, en medio de las presiones externas e internas, la refinería de Abadán (la más grande del mundo) y la condición de ser el tercer país en cuanto a reservas comprobadas de petróleo.
Afectada en lo más íntimo pero consciente de su debilidad, Gran Bretaña demostró que ya no podía manejar aquella situación. Tras reiteradas amenazas de intervención militar para proteger la compañía, fue finalmente persuadida de que debía abandonar la zona. Con los norteamericanos convencidos de que una intervención británica podía significar "una invitación abierta para los soviéticos", decidieron, en primera instancia, mediar en el diferendo.
Más allá del significado que el acto en sí mismo poseía en el marco de la Guerra Fría, el interés norteamericano por el país se había ya traslucido en varias ocasiones. El Secretario de Guerra James Byrnes había afirmado en 1945 que el mantenimiento de misiones militares norteamericanas en el Irán era un elemento de "interés nacional" puesto que la estabilización de ese país constituía una pieza fundamental para el "desarrollo de los intereses comerciales, petrolíferos y aéreos norteamericanos en Oriente Medio". Poco tiempo más tarde, la revista Time advirtió, comentando el célebre discurso de Harry Truman enunciando la doctrina de contención, que si bien las palabras presidenciales habían mencionado los casos de Turquía y Grecia, "las murmuraciones detrás de esas conversaciones se encuentran en el océano de petróleo que existe más al sur".
En concordancia con ello, tras la nacionalización decretada, los norteamericanos se ofrecieron para mediar en el diferendo entre las partes. Sometido al arbitraje internacional, Mossadegh viajó a Nueva York para defender la nacionalización en el seno de la ONU. Fue allí donde los norteamericanos (que lo rodearon en todo momento) evaluaron distintas fórmulas conciliatorias. Y fue también allí donde se percataron de que, contrariamente a lo que expresara el británico Anthony Eden, con Mossadegh se podía negociar. Persuadidos de que el nacionalismo y la aparente férrea posición de Mossy (así le llamaban) respondían más que a un convencimiento ideológico a condicionantes internas muy fuertes, intentaron acercar cifras. Entonces Mossadegh hizo llegar su respuesta: 50 millones de dólares de préstamo directo a cambio de flexibilizar la nacionalización. Los norteamericanos, sabiendo de que lo que Mossy no podía tolerar era participación británica directa (pues de ser así corría serio peligro su vida), persuadieron a éstos a aceptar el convenio que preveía la participación norteamericana y, detrás de una de derechasda, también la británica. Era fines de 1952 y todo parecía indicar que el acuerdo estaba cerrado cuando Mossy cambió de postura esperando obtener una mejor recompensa de la administración republicana ganadora de las elecciones con D. Eisenhower a su frente.
Sin embargo, Mossy había cometido un serio error pues el republicano llegaba a la Casa Blanca en estrecha relación con grupos poseedores de fuertes intereses petroleros. Oliver Nathan subrayó la obviedad: "la elección (…) había sido financiada por la industria petrolera norteamericana; y entre los amigos íntimos del presidente se contaban numerosos petroleros, inversores bancarios y otros titanes del mundo empresario". Presiones y vinculaciones advertidas en su mismo momento y desde dentro del Partido por el senador Tobey cuando en un artículo en el Providence Journal (1/3/53) declaró saber de "las presiones a qué estamos sujetos nosotros los republicanos, por parte de los intereses petroleros y del gas". En consonancia con ello, Eisenhower conformó un millonario gabinete de prominentes figuras del mundo del petróleo que, al decir del mismo presidente saliente, Truman, conformaban una verdadera "camarilla petrolera". Si a éstos elementos agregamos el creciente rol del petróleo de Oriente Medio (mientras durante la Segunda Guerra esta zona aportaba 100 millones de barriles anuales, en 1952 lo hacía con 762) puede echarse luz respecto de por qué una vez arribado Eisenhower a la Casa Blanca, Foster Dulles (Secretario de Estado) prohibió que los funcionarios del Departamento de Estado siguieran adelante buscando una negociación con Mossadegh. De allí en adelante, la construcción simbólica se abrió paso descontextualizando los hechos porfiadamente. Dulles entonces subrayó que veía con "honda preocupación" lo que entendía como "crecientes actividades" del Partido Comunista Tudeh, detrás del cual estaba el comunismo internacional rodeando a Mossadegh. Reunido el Consejo de Seguridad de EEUU para discutir la situación iraní, Dulles realizó el siguiente comentario: tras dar como seguro que se avecinaba un golpe de estado soviético en el país, declaró que con tal usurpación "no solamente el mundo libre se verá privado de los enormes activos que representan la producción y las reservas petrolíferas iraníes (…) sino que, además, los rusos obtendrán estos activos y por lo tanto se verán libres de la preocupación de sus recursos petrolíferos. Y aún peor, si Irán sucumbe (…) no habrá ninguna duda de que en breve plazo las otras zonas de Oriente Medio, con un sesenta por ciento de las reservas petrolíferas mundiales, quedarán bajo control comunista". Alarmado, el presidente norteamericano preguntó si acaso había alguna salida, fue respondido afirmativamente. Fue entonces cuando se barajó el naipe que faltaba, el de la CIA, instrumento ágil, discreto y económico para deshacerse de gobernantes molestos o poco proclives a aceptar los lineamientos de EEUU.
El "Plan Ajax"
Decidido que Mossy "tenía que irse", según Allen Dulles (director de la CIA y hermano del secretario de Estado) el plan entró en su "fase activa".
Destruido de forma deliberada el grueso de la documentación relativa a la operación encubierta durante los 60 (elemento importante, pues parece reflejar cuanto tenía la CIA por esconder), poseemos igualmente los detalles de la misma gracias al libro que publicara en 1981 Kermit Roossevelt (Contercoup: The Struggle for the control of Iran). Pese a no ser la visión de un historiador neutral sino la del agente que la dirigió, es igualmente reveladora en muchos de los aspectos concernientes al detalle mismo, e importante por cuanto sirvió de modelo a la operación que un año más tarde depuso a Jacobo Arbenz de la presidencia de Guatemala (BRECHA, 25/10/02).
A la sombra de una constante prédica de Foster Dulles, fiel a su visión bipolar y maniquea según la cual todo se reducía a la lucha del bien (EEUU) contra el mal (URSS), la estrategia consistió en hacer aparecer a Mossadegh estrechamente ligado al comunismo y su país, cada vez más de prisa deslizándose hacia la línea de Moscú.
Sin embargo, tal visión contrariaba abiertamente los informes de los analistas de la misma CIA en el lugar de los hechos. Dos de ellos, hoy desclasificados, son claros respecto a que el "Partido Comunista Tudeh no es probable que consiga la fuerza suficiente para derrocar al Frente Nacional mediante medios constitucionales o por la fuerza". Más allá de que según el analista, el Tudeh continuaría "beneficiándose del actual deterioro económico" y posiblemente intentando "instigar a los provocadores y a los desórdenes de los campesinos y los trabajadores urbanos", parecía claro que no "tendrá garantizado el status legal durante 1953 y no desarrollará la suficiente fuerza para ganar el poder por medios parlamentarios o por la fuerza". Todo ello complementado con la definición de las relaciones bilaterales entre Irán y la URSS como "frías y cerradas".
Sin considerar tales circunstancias, la retórica diaria de Dulles era apocalíptica: Mossadegh constituía un peligro pues daba pie a la acción del comunismo internacional y por ello se plasmaba como un hecho que de no actuar, el país caería en manos soviéticas. Todo ello servía de base para una intervención urgente de EEUU en pro de su derrocamiento y a nombre de contener el "avance comunista". Decididos a que la forma fuese encubierta (pues el gobierno norteamericano no estaba dispuesto a correr con los costos de una intervención militar, ni tampoco la situación lo ameritaba, como en efecto lo sabían) se programaron los detalles de la operación bautizada con la clave secreta de "Ajax".
Kermit Roosevelt, nieto del ex presidente norteamericano y calificado agente de la CIA en Oriente Medio fue designado como jefe. Este, relató en su libro que la CIA seguía los episodios iraníes muy de cerca desde su misma creación y que, en 1950 él había incluso viajado a Irán para contactar allí a elementos de la oposición al Frente Nacional cuando Mossadegh era sólo un político prometedor. De ahí en más, diariamente informado sobre lo que acontecía en el país, Roosevelt revela que fue en el correr de 1952 cuando fue abordado (en oportunidad de una visita a Londres) por directivos de la petrolera AIOC ansiosos de "deshacerse" del nacionalista iraní.
Con la operación en marcha, Roosevelt (ya conocedor de la realidad persa) elevó su estrategia convencido: en el caso de una "confrontación entre el Sha y Mossadegh, el ejército y el pueblo iraní apoyarán al Sha", pues "si se decía al pueblo y a las fuerzas armadas que Mossadegh les obligaba a elegir entre su monarca y una figura revolucionaria respaldada por la Unión Soviética, la elección sería unánime" a favor del Sha.
Sobre esta base la CIA (apoyada por el servicio secreto británico), envió a "Kim" Roosevelt y Norman Schwarzopf (el organizador de la policía secreta del Sha) por carretera desde Irak a mediados de julio de 1953. Ya en Teherán, la tarea consistía en convencer al Sha y al general Zahedi (el elegido para sucesor de Mossy) de la viabilidad del plan. Para ello, Kim, sigiloso y no menos discreto, consiguió adentrarse en el mismo palacio del Sha (de madrugada y tapado con una manta en la parte trasera de un automóvil) donde reunido con este, lo logró convencer de la efectividad de su fórmula. Realizado esto, los agentes de la CIA comenzaron a buscar y pagar ("gastando dinero como si no tuvieran que dar cuenta de ello -como no tenían que hacerlo-", señalaba el historiador norteamericano Ambrose) a los agitadores que habrían de cercar la casa de Mossy para obligarlo a dimitir. Así, la fase final comenzó a mediados de agosto de 1953 tras sortear una infidencia que casi lo arruina todo: alertado Mossadegh de que algo se tramaba destituyó a importantes generales y, asustado, el Sha se exilió fuera del país. En vistas de lo citado, la madrugada del 18 de agosto de 1953 Roosevelt (que dirigió la operación desde un sótano sin parar de entonar WLucke be a lady tonight", en ese entonces un clásico de Broadway) telegrafió a su país que lo proyectado había fracasado. Sin embargo, y durante el tras*curso de aquella madrugada de aparente derrota, los hechos tomaron un giro sorprendente cuando finalmente las frenéticas turbas pagas por la CIA atemorizaron y forzaron a Mossadegh a dar un paso al costado. Kennett Love, un periodista del New York Times que cubría los sucesos desde el frente de la residencia de Mossadegh, en medio de la confusión que reinaba aquella noche y tras escapar a las balas disparadas desde dicha casa (a la que los manifestantes se proponían entrar por la fuerza) se refugió (sin quererlo) en una estación de radio donde también se encontraban opositores a Mossadegh. tras*mitiendo en vivo y por esa onda (única que había pues las demás habían sido cortadas por Mossadegh) los sucesos, el general al mando de las fuerzas contrarias al líder atrincherado (que había dado por fracasada la operación) acudió al lugar para colaborar en el esfuerzo opositor. Una vez allí y reforzada la oposición, la presión incesante surtió efecto: Mossadegh, pese a lograr escapar, renunció.
Enterado Zahedi (y de acuerdo con la planificación de la CIA) convocó para la mañana siguiente a una conferencia en la que anunciaría formalmente la dimisión del primer ministro saliente y se presentaría como sucesor tras el llamado del Sha. No obstante esto, y también según la estrategia de la CIA, una manifestación de apoyo al exiliado Sha y rechazo a Mossadegh comenzó a ganar las calles de Teherán hasta alcanzar a ser una gran multitud. Convertidas las calles en centro de violencia y confusión, las fuerzas policiales y el ejército actuaron en la disuasión de los seguidores del depuesto Mossadegh. Silenciados éstos y enterado el Sha ("sabían que me querían" se limitó a decir desde Roma) la operación encubierta había sido un éxito.
Terminado el contragolpe, el Sha retornó a su trono y Mossadegh vio la prisión acusado de "conspiración" tras ásperos debates en un Tribunal al que acudió vistiendo sus clásicos pijamas. Liberado en 1956 de allí en más se dedicó a su familia hasta morir el 5 de marzo de 1967.
Instalado Zahedi (moderado simpatizante del nazismo) en el gobierno, la inestabilidad política siguió siendo la característica esencial a nivel interno, amén del presuroso reconocimiento y los 45 millones de dólares otorgados con rapidez.
Independientemente de esto, el desarrollo posterior de los acontecimientos dentro del Irán resultó revelador de qué se escondía detrás de la estrategia norteamericana ("gran dragón", para tomar la expresión de Mossadegh): un nuevo acuerdo petrolero y el desplazamiento de Gran Bretaña de la que hasta ese momento había sido una privilegiada posición. Así, y a un año de los acontecimientos, un nuevo consorcio internacional se hizo cargo de la extracción del petróleo iraní, y en él, los empresarios norteamericanos pasaron a controlar un 40% del preciado "gran dragón".
Se torcía entonces, el moderado nacionalismo de una nación desgarrada por la miseria. Y tal vez más importante, demostraba su eficacia una vía encubierta que de allí y hasta hoy mismo, es moneda corriente de la política exterior norteamericana.
Roberto García
(Depto. De Historia Americana, Udelar, Montevideo, Uruguay)
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