Mónica Ferrer: "La sobreprotección es una forma de maltrato y hace mucho daño"

david53

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Mónica Ferrer trabajó durante más de 15 años en protección de menores y, desde hace más de tres, está al frente del llar de convivencia del Govern balear donde ingresan en régimen semiabierto menores que han agredido a sus padres. Desde 2017, 31 menores han pasado por este piso. Esta profesional alerta de lo difícil de detectar estas agresiones de hijos a padres. Como dato, el programa de Violencia Filioparental del Govern atendió a 125 familias en las Islas por este problema. Y los juzgados sentenciaron a un total de 72 menores por agredir a sus padres en 2019 en las Islas. Esta experta alerta del problema pero da esperanza: con educación y herramientas, puede reconducirse el problema. Y la clave, dice, está en la prevención. Experiencia no le falta.

Pregunta.- La Fiscalía de Baleares abrió 285 expedientes por violencia filio-parental en 2018. El año anterior, 280. ¿Aumenta este problema?

Respuesta.- Este tema se oculta porque avergüenza a las familias. Que un padre o una progenitora confiese que su hijo les pega, les hace sentir que han fallado como padres. No es agradable, piensan que no lo han sabido hacer bien. Los datos que manejamos se basan en las denuncias, pero hay mucho maltrato oculto. Las denuncias son la punta del iceberg. Algunos casos entran a través de los institutos, los servicios sociales, salud mental... es así cuando se detecta y podemos actual. Pero es un problema rodeado de un gran silencio.

P.-¿Qué activa la denuncia de un padre a su hijo?

R.-El estallido de la situación o una agresión muy fuerte. Otras veces, los vecinos oyen mucho ruido y llaman a la policía. Cuando acuden, encuentran la casas patas arriba, ellos mismos denuncian.

P.-¿Se trata de agresiones puntuales o continuadas?

R.-La violencia intrafamiliar no es puntual. No se trata de un empujón por desahogo. La tensión aumenta a través del tiempo. Se empieza incumpliendo horarios, saltándose la autoridad de los padres. Los primeros insultos, amenazas, hasta que se llegan a las manos. ¿Denunciar? Si unos padres denuncian a sus propios hijos normalmente se debe a que la situación explota. La denuncia te llega por un hecho puntual, pero cuando empiezas a trabajar con ellos entiendes que viene de lejos.

P.-¿Cómo lo viven los progenitores?

R.-Los padres se sienten frustrados, impotentes, deprimidos. Se cuestionan a sí mismos y no entienden cómo han podido acabar aquí. Además, suelen ser situaciones en la que los vecinos te suelen decir 'qué hijo mas encantador, qué maravilloso'. El niño es así fuera y en casa, te encuentras con el desastre. Funciona así en los inicios.

En general, son chicos con un buen grupo de amigos, buenos estudios... pero algo va fallando. Llega la adolescencia y viene el crack, cuando se da el cambio de niño a adolescente en una familia que no ha dado las pautas correctas. Puede que los padres se hayan confiado o hayan estado ausentes por trabajo. En la adolescencia, explota todo.

P.-¿Cómo se puede evitar esto?

R.-Si de pequeños, un niño de 4 o 5 años no ha escuchado un no, cuando llega a los adolescencia se complica corregirlo. No quiero generalizar, pero luego, de la rabieta se pasa al golpe en la mesa o a la patada a la puerta. Va en aumento. Porque la violencia no es sólo física: la psicológica es muy importante. Se detecta violencia económica, por ejemplo. Demandan más dinero, otro móvil. Si no se lo das, amenazan, pegan. Hay diferentes grados de violencia pero se denuncia cuando se agrava.

P.-¿Puede que durante años se haya padecido la violencia psicológica y sólo se denuncie con la agresión física?

R.-En algunos casos, sí. Los padres buscan soluciones, van al psicólogo, pero si no se siguen las recomendaciones, no se soluciona. En el llar de convivencia planteamos que el problema no es del niño sino de la familia. Algunos padres creen que le vamos a dar una pastilla mágica y el niño quedará perfecto, pero no funciona así. Porque cuando acabe el tiempo de medida judicial, si no se trabaja el entorno, el menor volverá a caer.

P.-¿Qué se hace entonces?

R.-Se trabaja de manera conjunta con la familia. Se le da pautas educativas a los padres. Nos llegan perdidos, con la autoestima baja, piensan que no sirven como padres. Debemos reforzarlos, motivarlos y lograr que entiendan que esto no funciona desde el primer día.

Con sólo ir a terapia, no todo va a funcionar de maravilla. Ocurre como con las adicciones, las recaídas existen. La relación filio-paternal se trabaja poco a poco. En el llar de convivencia el chico mantiene desde el primer día el contacto con los padres por teléfono, pero no podrá verlos durante 3 o 4 días hasta que la situación se relaje. Pero el hijo no es mal hijo, los padres no son malos padres.

P.-¿Qué cambios provocan el aumento de estos casos?

R.-Antes, los padres eran una figura marcada de autoridad. Ahora, los padres quieren ser colegas y eso no puede ser. Los padres deben dar cariño, proporcionar un ambiente adecuado y cierta autoridad. Un padre debe dialogar, pero no dar cien explicaciones. Hay un momento que se decir no y ya. Afecto, límite y rutina es autoridad. No actuar como un sargento, esto no funciona.

Doy un ejemplo: un centro comercial, el pasillo de ropa de chicas y una niña de 2 o 3 años. La progenitora le pregunta «¿Qué vestido quieres?» Eso no puedo ser, el vestido debe ser el que yo le doy. O como mucho, le daré a escoger entre dos. Si no lo haces de pequeños, cuando llegue a la adolescencia, no quieras poner límites porque el chico no va a saber aceptarlo.

Muchos casos también son de hijos de padres separados o con nuevas parejas. Las separaciones o los problemas entre progenitores desdibujan las normas. Si los padres no están unidos, el chico lo aprovecha. Pero insisto, cuidado con las generalizaciones.

P.-¿Cómo funciona este llar de convivencia?

R.-Es un piso de justicia juvenil pero sin restricción de libertad, no se trata de Es Pinaret o Mussol. No se interna a los chicos, que van al colegio o trabajan. Mantenemos su vida normalizada, su círculo de amistades.

P.-¿Cómo llegan aquí los chicos?

R.-El juez decide que el chico debe separarse de la familia en régimen medio abierto porque conviene la separación temporal de la familia. Los chicos mantienen los móviles porque buscamos potenciar el vínculo familiar que, a veces, viene dañado. Algunos padres, en momentos de enfado, te dicen 'ya no quiero a mi hijo'. Esto no es real: han pasado por el miedo, la vergüenza, están tan cansados que reaccionan así. El hecho de separar al niño, destensa.

El menor tendrá un educador las 24 horas del día. También, toma consciencia del mundo real, que no consisten en una progenitora esclava o un padre que me tenga que dar dinero.

tras*curridos unos días, si los contactos telefónicos van bien, el chico y la familia quedan para visita corta. Días después se repite. Si funciona bien, se aumenta frecuencia de manera gradual. Se trata de recomponer el vínculo. También, toda la familia acude al terapeuta del Programa de Violencia Intrafamiliar del Govern. Además, se entrevistan conmigo y con educadores. El trabajo es triple.

P.-¿En qué consiste el Programa de Violencia Intrafamiliar?

R.-Una familia con este problema puede acudir a los servicios sociales o atención primaria y allí se les derivarán a terapeutas especializados. No implica medida judicial: un padre que no sepa que hacer que vaya al centro de salud o servicios sociales y se le ayudará. Con medida judicial, también será obligatoria la asistencia del menor. Se trabaja para reeducar a los chavales. En el llar, se piden cosas tan básicas como recoger la habitación. Que sepan que tienen derechos y deberes.

Se dan situaciones muy curiosas. Un chico, tras dos semanas en el piso, va a casa. Luego los padres te dicen 'puso la mesa o ha dicho buenos días', cosas básicas que no hacían antes. En el llar se reeduca: no hay rejas ni seguridad.

P.-¿Cuántas plazas tiene el piso y qué edades abundan?

R.-Tiene 8 plazas y es mixto, aunque con precauciones. Si llega una chica con 7 varones, no entra. No disponen de ningún servicio, ellos cocinan y limpian. Cuando llega la sentencia judicial, me reúno con la familia y les entrego un dossier con toda la información y el compromiso educativo con el menor.

Queremos que distingan entre derechos y deberes. Que aprendan las normas básicas de convivencia o que no pueden hablar igual a sus padres que a sus colegas. Deben aprender a aceptar la autoridad e, insisto, no significa ser sargento. Los padres deben dar afecto.

Nos llegan chavales de entre 14 y 18 años. También alguno más mayor que cometió la falta antes de cumplir la mayoría de edad. Nosotros consideramos que 9 meses es el tiempo mínimo para que sea efectiva la estancia. Alguno ha llegado a estar 20 meses.

P.-¿Cuáles son los objetivos finales?

R.-Por ejemplo, les enseñamos autonomía. Tu progenitora no puede despertarte a las 17 años para ir al instituto. Te tienes que poner el despertador y levantarte. Claro que los educadores les van a echar una mano, no van a permitir que falten a la escuela, pero ellos tienen que ser autónomos. ¿Qué es eso de que te traiga y te lleve mamá? A partir de aquí, los chicos se vuelven responsables y entienden el trabajo que los padres hacen los padres por ellos. Tu progenitora no tiene que prepararte un café con 17 años.

P.- ¿Lo de que todo gire alrededor de la crianza de los hijos es bueno?

R.-La sobreprotección es una forma de maltrato, hace mucho daño. Estamos creando pequeños monstruos. Llegan a la vida adulta no saben hacer nada. Nos llegan chicos que no han puesto la mesa en su vida, ni han lavado un vaso.

P.-¿Cómo afecta a los comportamientos de los chavales las redes sociales y la tecnología?

R.-Hemos tratado varios casos agravados por la tecnología. No había ninguna violencia previa pero los chicos se encerraban en su cuarto con los videojuegos y los móviles. Cuando los padres pretendieron parar eso, el chico explota. Surge esa violencia de una manera grave y acaba en medida judicial.


P.-¿La mayoría de los casos se reconducen?

R.-De todos los casos tratados en los dos últimos años y medio, en sólo un caso la familia ha vuelto a denunciar. Claro que hay esperanza si se trata. La semana pasada me crucé a una progenitora en Avenidas y me contó toda orgullosa que su hijo de 21 años trabajaba y estudiaba. De todas formas, para mí, lo más importante es la prevención. Con la prevención se pueden detectar situaciones antes de que estallen.


 
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Rebaja de la edad penal a los 16.

Ingreso en prisión tambien cuando las penas sean menos de dos años.

¿existe algún otro pais del mundo donde te condenen a un año y once meses de carcel y no vayas a la carcel?
 
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