TorquemadaQuijote
Cuñado nija
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MINUTOS DE SILENCIO
(11 DE MARZO)
Hace ya tiempo que nuestra cultura postmoderna nos tiene acostumbrados a los minutos de silencio. Desgraciadamente mas habituales de lo corriente, quiere el pensamiento dominante expresar con ellos el dolor, la repulsa, el testimonio de solidaridad y la cercanía frente a las víctimas de desgracias de distinta naturaleza. Quizá nunca nos hemos parado a pensar en el significado de esos minutos, pero hoy me propongo hacerlo desde esta fecha que marcó a España en lo más profundo de su dolor.
Yo crecí en una cultura donde la oración era el testimonio más claro y rotundo frente al mal y el dolor. Se rezaba por los muertos, los asesinados, se asistía a una misa por ellos y, en definitiva, se testimoniaba por la palabra hecha oración nuestro dolor compartido con el sufriente. Nuestra cultura cristiana expresaba de este modo su solidaridad más íntima y metafísica, pues a través de la voz compartiendo una misma expresión sagrada, el amor se expresaba de una manera activa, aunque fuese en la repetición mecánica de una misma oración.
Frente a esto, ¿Qué es en realidad un minuto de silencio? Si lo pensamos bien, la más exacta expresión del vacío de trascendencia que acompaña al hombre postmoderno, ese hombre aparentemente autosuficiente y aupado en la autocomplacencia de una razón técnica, pero que esconde en realidad la agonía de su propio existir. El minuto de silencio es la más depurada expresión del laicismo bienpensante, la más exacta representación de la liturgia laica. Cada vez que oficiamos esa ceremonia, representamos teatralmente la realidad de nuestra cultura cotidiana, una cultura de hombres silenciosos los unos con los otros, incomunicados en medio de la barahúnda de las calles, solos en medio de la multitud, insolidarios a pesar de tantos mensajes de solidaridad.
Y es que los minutos de silencio, no son sino el grito de una cultura que ha arrojado a Dios de su habitat jovenlandesal. Frente a ellos, yo alzo hoy mi oración por las víctimas, como ayer, como hoy y como siempre.
Enrique V. de jovenlandesa Quirós.
Prof. Fil. Dcho Universidad de Cádiz.
(11 DE MARZO)
Hace ya tiempo que nuestra cultura postmoderna nos tiene acostumbrados a los minutos de silencio. Desgraciadamente mas habituales de lo corriente, quiere el pensamiento dominante expresar con ellos el dolor, la repulsa, el testimonio de solidaridad y la cercanía frente a las víctimas de desgracias de distinta naturaleza. Quizá nunca nos hemos parado a pensar en el significado de esos minutos, pero hoy me propongo hacerlo desde esta fecha que marcó a España en lo más profundo de su dolor.
Yo crecí en una cultura donde la oración era el testimonio más claro y rotundo frente al mal y el dolor. Se rezaba por los muertos, los asesinados, se asistía a una misa por ellos y, en definitiva, se testimoniaba por la palabra hecha oración nuestro dolor compartido con el sufriente. Nuestra cultura cristiana expresaba de este modo su solidaridad más íntima y metafísica, pues a través de la voz compartiendo una misma expresión sagrada, el amor se expresaba de una manera activa, aunque fuese en la repetición mecánica de una misma oración.
Frente a esto, ¿Qué es en realidad un minuto de silencio? Si lo pensamos bien, la más exacta expresión del vacío de trascendencia que acompaña al hombre postmoderno, ese hombre aparentemente autosuficiente y aupado en la autocomplacencia de una razón técnica, pero que esconde en realidad la agonía de su propio existir. El minuto de silencio es la más depurada expresión del laicismo bienpensante, la más exacta representación de la liturgia laica. Cada vez que oficiamos esa ceremonia, representamos teatralmente la realidad de nuestra cultura cotidiana, una cultura de hombres silenciosos los unos con los otros, incomunicados en medio de la barahúnda de las calles, solos en medio de la multitud, insolidarios a pesar de tantos mensajes de solidaridad.
Y es que los minutos de silencio, no son sino el grito de una cultura que ha arrojado a Dios de su habitat jovenlandesal. Frente a ellos, yo alzo hoy mi oración por las víctimas, como ayer, como hoy y como siempre.
Enrique V. de jovenlandesa Quirós.
Prof. Fil. Dcho Universidad de Cádiz.