Homer Jay
Madmaxista
- Desde
- 13 Jun 2012
- Mensajes
- 1.328
- Reputación
- 2.428
Miña terra farlopera. Noticias de Cultura
He aquí uno de esos ensayos cuyo anecdotario desafía la ley de la gravedad. De no ser porque Nacho Carretero (La Coruña, 1981) tiene fama de periodista riguroso, cabría pensar que se ha inventado la mitad de su ensayo histórico sobre el narcotráfico en Galicia, 'Fariña' (Libros del K.O.), cuya primera edición se ha vendido a la velocidad a la que Tony Montana esnifa rayas en 'El precio del poder'. Y lo merece: 'Fariña' es uno de los ensayos del año, Nuevo Periodismo a la española.
Que las cosas que cuenta Carretero suenen disparatadas, no quiere decir que no sean ciertas. Ocurre que ahora pinta disparatada una época -los cercanos años ochenta- en la que el tráfico de coca era una práctica tan gallega, popular y folclórica como la pesca de marisco... y a casi nadie (políticos, ciudadanos y líderes de opinión) pareciera extrañarle gran cosa. Como si el salto de traficar con tabaco (franquismo) a traficar con farlopa (democracia) no tuviera más repercusión que aumentar los márgenes de negocio. Hasta que todo saltó por los aires, claro.
Delirio aficionado a las líneas blancas
La culpa de que lo contado en 'Fariña' suene a delirio aficionado a las líneas blancas no la tiene Carretero, sino una larga lista de personajes reales: de los nombres históricos del narco gallego -de Sito Miñanco a Laureano Oubiña- a sus esbirros y sus polis a sueldo, pasando por unos capos políticos comarcales incapaces de entender qué había de malo en toda aquella nieve que estaba cubriendo de oro las Rías Baixas (donde quizá no había nada mejor que hacer entonces; al menos nada que generara tal nivel exprés de riqueza entre la chavalada).
"Todo viene de la herencia del contrabando", cuenta a este periódico Carretero, sentado en una terraza del barrio de Lavapiés. "Manuel Díaz González 'Ligero', miembro de Alianza Popular (AP) y alcalde de A Guarda (1987-1989), llegó a decir en una entrevista al 'Faro de Vigo' que los contrabandistas eran la 'gente más honrada que hay'. Lo dijo, sí, y se quedó tan ancho. La Galicia de posguerra estaba bastante abandonada y aislada. Los contrabandistas eran benefactores sociales: metían dinero y daban empleo a los jóvenes. La sociedad no condenaba a los contrabandistas, al revés, los toleraba e incluso los admiraba. Los contrabandistas de tabaco eran figuras respetadas socialmente que se codeaban con altos mandos de la Guardia Civil, alcaldes o políticos regionales, del mencionado Ligero a José Manuel Nené Barral, miembro de AP y alcalde de Ribadumia, pasando por Alfredo Bea Gondar, alcalde de O Grove (1983-1991)… y narcotraficante. La cosa estaba ya muy enquistada cuando se produjo el salto del tráfico de tabaco al tráfico de drojas", añade el escritor.
El negocio está en el vicio
Cuenta la leyenda que el día en que los contrabadistas gallegos cambiaron el tabaco por el hachís, y luego por la cocaína, había un 'hippy' en los alrededores. “El narcotráfico en Galicia no surgió cuando los contrabandistas entendieron que el hachís o la coca daban más dinero que el tabaco. Fueron los jóvenes gallegos los que empezaron a interesarse por las nuevas sustancias. Anécdota: la hija de uno de los capos del clan de los Charlines empezó a salir con un 'hippy' al que le gustaban las drojas. Pues bien: al poco tiempo los Charlines empezaron a traficar con hachís, antes de que la Guardia Civil supiera qué era aquello. '¿Qué es ese tabaco tan fuerte que fumáis?', preguntaban los agentes a los chavales que fumaban porros por la calle. Los narcos, por tanto, se dieron cuenta del nuevo negocio gracias a la chavalería. Por otro lado, la lógica comercial era aplastante: las drojas eran más fáciles de tras*portar que el tabaco, las penas eran las mismas y, para colmo, daban mucho más dinero", explica Carretero.
‘¿Qué es ese tabaco tan fuerte que fumáis?’, le preguntaban los Guardias Civiles a los chavales que fumaban porros por la calle
Ejemplo sacado del libro sobre el despiste oficial de la primera época. Años ochenta, la policía pincha el teléfono de un traficante de tabaco y capta una conversación con un colombiano. Lo que ahora sería "blanco y en botella, leche", entonces era un dato sin significado alguno. '¡shishi! ¿Qué hará este tipo hablando con un colombiano?', se preguntaron los agentes. Resulta que el colombiano era Matta Ballesteros, del cártel de Medellín, uno de los narcos más importantes del mundo... Las Rías Baixas se estaban llenando de perico sin que la policía se enterara de la misa la media. “Cuando se dio el salto en Galicia, allí nadie sabía nada… ni quería saberlo”, resume Carretero.
Sito Miñanco, preso político
El periodista recuerda en 'Fariña' un legendario 'hit underground' ('Teknotrafikante') del grupo coruñés Os Papaqueixos: "Sito Miñanco, preso político. ¡Aurrerá, aurrerá, aurrerá!", cantaba la banda en el año 2000. "No pretendían enaltecer la figura de Miñanco, sino parodiarlo", aclara Carretero. En efecto, Os Papaqueixos no hacían otra cosa que burlarse de lo que una vez fue cierto: el blindado estatus social de los narcos.
De la farlopa como (desquiciado) cohesionador social y del narcotraficante como (delirante) animador sociocultural dan fe algunos de los episodios protagonizados por Sito Miñanco. Atentos: Miñanco, nacido en 1955 en Cambados, se hizo con la presidencia del equipo del pueblo (13.399 habitantes en 2014) en pleno calentón narcótico. Poco que objetar a su gestión deportiva: Miñanco pilló al equipo en quinta división (regional preferente) en 1986 y en tres años el Club Juventud de Cambados estaba al borde de subir a Segunda. ¿El secreto de su éxito? El presi pagaba salarios a sus jugadores "superiores" a los del Dépor y el Celta. En tres palabras: a lo loco.
"Sito Miñanco traía las mejores orquestas búlgaras a las fiestas de Cambados. El Ayuntamiento no pagaba un duro. Tan agradecidos estaban que el 7 de mayo de 1989, el alcalde, Santiago Tirado (PP), nombró al capo hijo predilecto de Cambados y le otorgó una placa de honor. Ese día, Tirado se peleaba por salir en la foto", escribe Carretero. Pocos meses después de esta 'performance' folclórica, la DEA y la Interpol pondrían a Miñanco en búsqueda y captura, y Tirado pondría cara de yo a este tío no le he visto en mi vida.
Cientos de madres afectadas por la cocaína ante el pazo Baión en 1994. (EFE)
Cientos de madres afectadas por la cocaína ante el pazo Baión en 1994. (EFE)
"Los jefes de los clanes eran conocidos por frecuentar los mejores restaurantes. Se concedían mariscadas apabullantes, entre otras cosas porque casi todas las empresas mariscadoras eran suyas... También las fiestas eran constantes. 'Recuerdo que montaron varias con la Guardia Civil', rememora un veterano agente. Cuando uno de los capos organizaba un sarao, allí no faltaba nadie: ni agentes, ni autoridades, ni políticos", se lee en el libro.
Los narcos gallegos eran emprendedores de éxito, y como tal había que tratarles: "Las fiestas se llegaron a celebrar hasta en la Cámara de Comercio de Vilagarcía de Arousa. Era de película, pero así era", escribe Carretero.
Las fiestas de los narcos se llegaron a celebrar hasta en la Cámara de Comercio de Vilagarcía de Arousa. Era de película, pero así era
¿Cómo se supone que debemos tomarnos ahora los estrechos vínculos entre políticos y narcos en los ochenta?
Es indiscutible que la política gallega a nivel municipal o regional estuvo en connivencia tanto con el contrabando como con el narcotráfico primigenio. El debate llega al hablar de los altos cargos políticos gallegos. ¿Hasta qué punto sabían lo que pasaba? En el caso del contrabando de tabaco, está claro: Manuel Fraga era amigo personal de Vicento Otero 'Terito', el jefe de los tabaqueros, que tenía la insignia de oro y brillantes de AP. ¿Y en el caso del narcotráfico? Carmen Avendaño, presidenta de Madres contra la droja, cuenta en el libro la siguiente anécdota: Fraga la cita y ella le cuenta lo que está pasando en las Rías. Cuando terminó, Fraga se puso a llorar y le dijo: '¿De verdad está pasando todo esto?'".
¿Eran lágrimas reales o de cocodrilo?
¿Hasta qué punto Fraga miraba hacia otro lado o no lo sabía? Es un debate que está abierto en Galicia y cuya brecha se hizo aún más profunda cuando [en 2013] se publicaron unas fotos antiguas de [Alberto Núñez] Feijóo, presidente de la Xunta, en el yate de Marcial Dorado. Feijóo alegó no saber a qué se dedicaba Dorado, pero toda Galicia lo sabía. Que Feijóo siga en el cargo significa que, si bien ya no hay la connivencia que había antes entre políticos y traficantes, sí existe una narcocultura heredada: en otras zonas de España no se tolerarían unas fotos del presidente de la comunidad con un capo.
¿Hasta qué punto Fraga miraba hacia otro lado o no lo sabía? Es un debate que está abierto en Galicia
De hecho, las primeras explicaciones de Feijóo, cuando dijo que había estado de vacaciones con Dorado en un lugar, ejem, con mucha 'nieve', generaron una espectacular tormenta cómica en Twitter…
Sí. A mí me llamó poderosamente la atención una de las justificaciones de Feijóo. Dijo que cuando él conoció a Dorado, hoy condenado por narcotráfico, solo era contrabandista. Y vale, no es lo mismo, pero que eso sirva de justificación da idea de cómo funcionan las cosas en Galicia. "Eh, que solo era contrabandista". Ah vale, pues tira… Esto explica bien por qué el contrabando se enquistó y fue tan fácil el salto al narcotráfico.
En el libro cuenta que Mariano Rajoy fue uno de los pocos altos cargos del PP gallego de la época que se tomaron en serio la lucha contra el narcotráfico. Según cuenta, lo pagó caro a nivel político…
Rajoy se oponía a que los contrabandistas estuvieran cerca del partido; bueno, cerca, o incluso dentro… Casualidad o no, tras levantar la voz, Rajoy se acabó marchando. Es cuando dicen que Fraga le soltó aquello de: "Mariano, vete a Madrid, aprende gallego, cásate y ten hijos"… El gallego lo dejó pendiente, por cierto… El que se enfrentaba, quedaba apartado, eso seguro.
Policía nacional intercepta 600 kilos de cocaína en Galicia. (EFE)
Policía nacional intercepta 600 kilos de cocaína en Galicia. (EFE)
La hora del astracán
Como buen negocio trucho español, el narco degeneró rápidamente en sainete. Carretero recuerda la siguiente anécdota de Laureano Oubiña: en su mayor momento de gloria, a finales de los ochenta, el narco no tenía ninguna empresa a su nombre: "La organización estaba acorazada por el que tal vez fue el entramado más espeso que Hacienda haya conocido en Galicia. Era una obra de ingeniería fiscal llevada a cabo por una 'all star' de abogados panameños pagados a precio de oro". Oubiña, enfrascado en su papel de paria sin oficio ni beneficio, acudió en 1989 al INEM de Cambrados a pedir el paro... "Se lo denegaron y el capo les denunció. Fijaron la vista para el 11 de junio del año siguiente, 1990, víspera de la operación Nécora. Oubiña no apareció por el juzgado", escribe Carretero.
Los narcos organizaban fiestas en el casino, tenían a las autoridades en el bolsillo, conseguían votos para los partidos… campaban a sus anchas
El negocio quizá no, pero el cachondeo estaba a punto de acabarse: la operación Nécora fue el primer intento serio del Estado por parar los pies a los narcos gallegos. El despertar vino liderado por un movimiento social que hizo época: los colectivos de Madres contra la droja, cuyos escraches a los narcos quebraron la parálisis social. Por la puerta que abrieron las madres, entraron los jueces en tromba. “Nécora fue el primer gran movimiento del Estado contra el narcotráfico gallego. Hizo que los capos comprendieran que no eran intocables. Hasta entonces se paseaban por Galicia como si tal cosa: vivían en pazos, viajaban en descapotables, organizaban fiestas en el casino, tenían a las autoridades en el bolsillo, conseguían votos para los partidos… campaban a sus anchas. Hasta que sus caras aparecieron en el telediario. Los narcos históricos seguirían operando hasta entrado el siglo XXI, pero la percepción había cambiado: marca la línea de separación entre la sociedad y el narcotráfico. Eso se lo debemos a la operación Nécora, aunque judicialmente fuera una decepción por la falta de condenas", razona Carretero.
Más allá de los muertos por sobredosis, llama la atención que el número de asesinatos vinculados al narco gallego fue relativamente bajo en comparación con el mismo negocio en otras latitudes. En el libro baraja usted algunas hipótesis…
Sí, es llamativo para un movimiento criminal de este calibre. Fueron 35 o 40 los muertos relacionados directamente con el negocio (ajustes de cuentas y demás) en dos o tres décadas. Pocos si los comparamos con mafias similares. La policía no lo tenía claro del todo, pero pensaban que se debía a que los narcos nunca declararon la guerra al Estado. Prefirieron mantener el patio en calma para trabajar.
Los narcos nunca declararon la guerra al Estado. Prefirieron mantener el patio en calma para trabajar
Eso es de listos, ¿no?
De listos, sí, pero también de otras cosas: había negocio para todos. Galicia, pequeña y sin demasiada población, albergaba las mayores organizaciones de traficantes de Europa. La cantidad de cocaína y dinero que entraba por allí era tan bestial que los narcos podían convivir sin problemas. Esa explicación encaja por lo siguiente: cuando las grandes organizaciones históricas comienzan a desintegrarse al principio del siglo XXI y entran en juego clanes más pequeños, jóvenes y numerosos… la violencia se recrudece. Entre 2004 y 2010 proliferan los ajustes de cuentas, los cadáveres carbonizados y esas cosas.
Fútbol es fútbol
Para acabar la función en lo más alto, he aquí la anécdota favorita de este reportero. El inspector de Hacienda Luis Manuel Rubí fue de los administradores judiciales de las empresas de los narcos procesados. Rubí sería luego administrador concursal del Atlético de Madrid. ¿Diferencias entre ambos negociados? Cuando se las explicó a Carretero, el inspector de Hacienda no se anduvo con medias tintas:
“Años más tarde me tocaría administrar el Atlético de Madrid y, créeme, eso sí que fue difícil. Recibí amenazas de todo tipo, también mi familia. Con el pazo y los narcos no tuve ningún problema. Dame los narcos antes que el fútbol, sin ninguna duda”. En dos palabras: 'celtiberia show'.
He aquí uno de esos ensayos cuyo anecdotario desafía la ley de la gravedad. De no ser porque Nacho Carretero (La Coruña, 1981) tiene fama de periodista riguroso, cabría pensar que se ha inventado la mitad de su ensayo histórico sobre el narcotráfico en Galicia, 'Fariña' (Libros del K.O.), cuya primera edición se ha vendido a la velocidad a la que Tony Montana esnifa rayas en 'El precio del poder'. Y lo merece: 'Fariña' es uno de los ensayos del año, Nuevo Periodismo a la española.
Que las cosas que cuenta Carretero suenen disparatadas, no quiere decir que no sean ciertas. Ocurre que ahora pinta disparatada una época -los cercanos años ochenta- en la que el tráfico de coca era una práctica tan gallega, popular y folclórica como la pesca de marisco... y a casi nadie (políticos, ciudadanos y líderes de opinión) pareciera extrañarle gran cosa. Como si el salto de traficar con tabaco (franquismo) a traficar con farlopa (democracia) no tuviera más repercusión que aumentar los márgenes de negocio. Hasta que todo saltó por los aires, claro.
Delirio aficionado a las líneas blancas
La culpa de que lo contado en 'Fariña' suene a delirio aficionado a las líneas blancas no la tiene Carretero, sino una larga lista de personajes reales: de los nombres históricos del narco gallego -de Sito Miñanco a Laureano Oubiña- a sus esbirros y sus polis a sueldo, pasando por unos capos políticos comarcales incapaces de entender qué había de malo en toda aquella nieve que estaba cubriendo de oro las Rías Baixas (donde quizá no había nada mejor que hacer entonces; al menos nada que generara tal nivel exprés de riqueza entre la chavalada).
"Todo viene de la herencia del contrabando", cuenta a este periódico Carretero, sentado en una terraza del barrio de Lavapiés. "Manuel Díaz González 'Ligero', miembro de Alianza Popular (AP) y alcalde de A Guarda (1987-1989), llegó a decir en una entrevista al 'Faro de Vigo' que los contrabandistas eran la 'gente más honrada que hay'. Lo dijo, sí, y se quedó tan ancho. La Galicia de posguerra estaba bastante abandonada y aislada. Los contrabandistas eran benefactores sociales: metían dinero y daban empleo a los jóvenes. La sociedad no condenaba a los contrabandistas, al revés, los toleraba e incluso los admiraba. Los contrabandistas de tabaco eran figuras respetadas socialmente que se codeaban con altos mandos de la Guardia Civil, alcaldes o políticos regionales, del mencionado Ligero a José Manuel Nené Barral, miembro de AP y alcalde de Ribadumia, pasando por Alfredo Bea Gondar, alcalde de O Grove (1983-1991)… y narcotraficante. La cosa estaba ya muy enquistada cuando se produjo el salto del tráfico de tabaco al tráfico de drojas", añade el escritor.
El negocio está en el vicio
Cuenta la leyenda que el día en que los contrabadistas gallegos cambiaron el tabaco por el hachís, y luego por la cocaína, había un 'hippy' en los alrededores. “El narcotráfico en Galicia no surgió cuando los contrabandistas entendieron que el hachís o la coca daban más dinero que el tabaco. Fueron los jóvenes gallegos los que empezaron a interesarse por las nuevas sustancias. Anécdota: la hija de uno de los capos del clan de los Charlines empezó a salir con un 'hippy' al que le gustaban las drojas. Pues bien: al poco tiempo los Charlines empezaron a traficar con hachís, antes de que la Guardia Civil supiera qué era aquello. '¿Qué es ese tabaco tan fuerte que fumáis?', preguntaban los agentes a los chavales que fumaban porros por la calle. Los narcos, por tanto, se dieron cuenta del nuevo negocio gracias a la chavalería. Por otro lado, la lógica comercial era aplastante: las drojas eran más fáciles de tras*portar que el tabaco, las penas eran las mismas y, para colmo, daban mucho más dinero", explica Carretero.
‘¿Qué es ese tabaco tan fuerte que fumáis?’, le preguntaban los Guardias Civiles a los chavales que fumaban porros por la calle
Ejemplo sacado del libro sobre el despiste oficial de la primera época. Años ochenta, la policía pincha el teléfono de un traficante de tabaco y capta una conversación con un colombiano. Lo que ahora sería "blanco y en botella, leche", entonces era un dato sin significado alguno. '¡shishi! ¿Qué hará este tipo hablando con un colombiano?', se preguntaron los agentes. Resulta que el colombiano era Matta Ballesteros, del cártel de Medellín, uno de los narcos más importantes del mundo... Las Rías Baixas se estaban llenando de perico sin que la policía se enterara de la misa la media. “Cuando se dio el salto en Galicia, allí nadie sabía nada… ni quería saberlo”, resume Carretero.
Sito Miñanco, preso político
El periodista recuerda en 'Fariña' un legendario 'hit underground' ('Teknotrafikante') del grupo coruñés Os Papaqueixos: "Sito Miñanco, preso político. ¡Aurrerá, aurrerá, aurrerá!", cantaba la banda en el año 2000. "No pretendían enaltecer la figura de Miñanco, sino parodiarlo", aclara Carretero. En efecto, Os Papaqueixos no hacían otra cosa que burlarse de lo que una vez fue cierto: el blindado estatus social de los narcos.
De la farlopa como (desquiciado) cohesionador social y del narcotraficante como (delirante) animador sociocultural dan fe algunos de los episodios protagonizados por Sito Miñanco. Atentos: Miñanco, nacido en 1955 en Cambados, se hizo con la presidencia del equipo del pueblo (13.399 habitantes en 2014) en pleno calentón narcótico. Poco que objetar a su gestión deportiva: Miñanco pilló al equipo en quinta división (regional preferente) en 1986 y en tres años el Club Juventud de Cambados estaba al borde de subir a Segunda. ¿El secreto de su éxito? El presi pagaba salarios a sus jugadores "superiores" a los del Dépor y el Celta. En tres palabras: a lo loco.
"Sito Miñanco traía las mejores orquestas búlgaras a las fiestas de Cambados. El Ayuntamiento no pagaba un duro. Tan agradecidos estaban que el 7 de mayo de 1989, el alcalde, Santiago Tirado (PP), nombró al capo hijo predilecto de Cambados y le otorgó una placa de honor. Ese día, Tirado se peleaba por salir en la foto", escribe Carretero. Pocos meses después de esta 'performance' folclórica, la DEA y la Interpol pondrían a Miñanco en búsqueda y captura, y Tirado pondría cara de yo a este tío no le he visto en mi vida.
Cientos de madres afectadas por la cocaína ante el pazo Baión en 1994. (EFE)
Cientos de madres afectadas por la cocaína ante el pazo Baión en 1994. (EFE)
"Los jefes de los clanes eran conocidos por frecuentar los mejores restaurantes. Se concedían mariscadas apabullantes, entre otras cosas porque casi todas las empresas mariscadoras eran suyas... También las fiestas eran constantes. 'Recuerdo que montaron varias con la Guardia Civil', rememora un veterano agente. Cuando uno de los capos organizaba un sarao, allí no faltaba nadie: ni agentes, ni autoridades, ni políticos", se lee en el libro.
Los narcos gallegos eran emprendedores de éxito, y como tal había que tratarles: "Las fiestas se llegaron a celebrar hasta en la Cámara de Comercio de Vilagarcía de Arousa. Era de película, pero así era", escribe Carretero.
Las fiestas de los narcos se llegaron a celebrar hasta en la Cámara de Comercio de Vilagarcía de Arousa. Era de película, pero así era
¿Cómo se supone que debemos tomarnos ahora los estrechos vínculos entre políticos y narcos en los ochenta?
Es indiscutible que la política gallega a nivel municipal o regional estuvo en connivencia tanto con el contrabando como con el narcotráfico primigenio. El debate llega al hablar de los altos cargos políticos gallegos. ¿Hasta qué punto sabían lo que pasaba? En el caso del contrabando de tabaco, está claro: Manuel Fraga era amigo personal de Vicento Otero 'Terito', el jefe de los tabaqueros, que tenía la insignia de oro y brillantes de AP. ¿Y en el caso del narcotráfico? Carmen Avendaño, presidenta de Madres contra la droja, cuenta en el libro la siguiente anécdota: Fraga la cita y ella le cuenta lo que está pasando en las Rías. Cuando terminó, Fraga se puso a llorar y le dijo: '¿De verdad está pasando todo esto?'".
¿Eran lágrimas reales o de cocodrilo?
¿Hasta qué punto Fraga miraba hacia otro lado o no lo sabía? Es un debate que está abierto en Galicia y cuya brecha se hizo aún más profunda cuando [en 2013] se publicaron unas fotos antiguas de [Alberto Núñez] Feijóo, presidente de la Xunta, en el yate de Marcial Dorado. Feijóo alegó no saber a qué se dedicaba Dorado, pero toda Galicia lo sabía. Que Feijóo siga en el cargo significa que, si bien ya no hay la connivencia que había antes entre políticos y traficantes, sí existe una narcocultura heredada: en otras zonas de España no se tolerarían unas fotos del presidente de la comunidad con un capo.
¿Hasta qué punto Fraga miraba hacia otro lado o no lo sabía? Es un debate que está abierto en Galicia
De hecho, las primeras explicaciones de Feijóo, cuando dijo que había estado de vacaciones con Dorado en un lugar, ejem, con mucha 'nieve', generaron una espectacular tormenta cómica en Twitter…
Sí. A mí me llamó poderosamente la atención una de las justificaciones de Feijóo. Dijo que cuando él conoció a Dorado, hoy condenado por narcotráfico, solo era contrabandista. Y vale, no es lo mismo, pero que eso sirva de justificación da idea de cómo funcionan las cosas en Galicia. "Eh, que solo era contrabandista". Ah vale, pues tira… Esto explica bien por qué el contrabando se enquistó y fue tan fácil el salto al narcotráfico.
En el libro cuenta que Mariano Rajoy fue uno de los pocos altos cargos del PP gallego de la época que se tomaron en serio la lucha contra el narcotráfico. Según cuenta, lo pagó caro a nivel político…
Rajoy se oponía a que los contrabandistas estuvieran cerca del partido; bueno, cerca, o incluso dentro… Casualidad o no, tras levantar la voz, Rajoy se acabó marchando. Es cuando dicen que Fraga le soltó aquello de: "Mariano, vete a Madrid, aprende gallego, cásate y ten hijos"… El gallego lo dejó pendiente, por cierto… El que se enfrentaba, quedaba apartado, eso seguro.
Policía nacional intercepta 600 kilos de cocaína en Galicia. (EFE)
Policía nacional intercepta 600 kilos de cocaína en Galicia. (EFE)
La hora del astracán
Como buen negocio trucho español, el narco degeneró rápidamente en sainete. Carretero recuerda la siguiente anécdota de Laureano Oubiña: en su mayor momento de gloria, a finales de los ochenta, el narco no tenía ninguna empresa a su nombre: "La organización estaba acorazada por el que tal vez fue el entramado más espeso que Hacienda haya conocido en Galicia. Era una obra de ingeniería fiscal llevada a cabo por una 'all star' de abogados panameños pagados a precio de oro". Oubiña, enfrascado en su papel de paria sin oficio ni beneficio, acudió en 1989 al INEM de Cambrados a pedir el paro... "Se lo denegaron y el capo les denunció. Fijaron la vista para el 11 de junio del año siguiente, 1990, víspera de la operación Nécora. Oubiña no apareció por el juzgado", escribe Carretero.
Los narcos organizaban fiestas en el casino, tenían a las autoridades en el bolsillo, conseguían votos para los partidos… campaban a sus anchas
El negocio quizá no, pero el cachondeo estaba a punto de acabarse: la operación Nécora fue el primer intento serio del Estado por parar los pies a los narcos gallegos. El despertar vino liderado por un movimiento social que hizo época: los colectivos de Madres contra la droja, cuyos escraches a los narcos quebraron la parálisis social. Por la puerta que abrieron las madres, entraron los jueces en tromba. “Nécora fue el primer gran movimiento del Estado contra el narcotráfico gallego. Hizo que los capos comprendieran que no eran intocables. Hasta entonces se paseaban por Galicia como si tal cosa: vivían en pazos, viajaban en descapotables, organizaban fiestas en el casino, tenían a las autoridades en el bolsillo, conseguían votos para los partidos… campaban a sus anchas. Hasta que sus caras aparecieron en el telediario. Los narcos históricos seguirían operando hasta entrado el siglo XXI, pero la percepción había cambiado: marca la línea de separación entre la sociedad y el narcotráfico. Eso se lo debemos a la operación Nécora, aunque judicialmente fuera una decepción por la falta de condenas", razona Carretero.
Más allá de los muertos por sobredosis, llama la atención que el número de asesinatos vinculados al narco gallego fue relativamente bajo en comparación con el mismo negocio en otras latitudes. En el libro baraja usted algunas hipótesis…
Sí, es llamativo para un movimiento criminal de este calibre. Fueron 35 o 40 los muertos relacionados directamente con el negocio (ajustes de cuentas y demás) en dos o tres décadas. Pocos si los comparamos con mafias similares. La policía no lo tenía claro del todo, pero pensaban que se debía a que los narcos nunca declararon la guerra al Estado. Prefirieron mantener el patio en calma para trabajar.
Los narcos nunca declararon la guerra al Estado. Prefirieron mantener el patio en calma para trabajar
Eso es de listos, ¿no?
De listos, sí, pero también de otras cosas: había negocio para todos. Galicia, pequeña y sin demasiada población, albergaba las mayores organizaciones de traficantes de Europa. La cantidad de cocaína y dinero que entraba por allí era tan bestial que los narcos podían convivir sin problemas. Esa explicación encaja por lo siguiente: cuando las grandes organizaciones históricas comienzan a desintegrarse al principio del siglo XXI y entran en juego clanes más pequeños, jóvenes y numerosos… la violencia se recrudece. Entre 2004 y 2010 proliferan los ajustes de cuentas, los cadáveres carbonizados y esas cosas.
Fútbol es fútbol
Para acabar la función en lo más alto, he aquí la anécdota favorita de este reportero. El inspector de Hacienda Luis Manuel Rubí fue de los administradores judiciales de las empresas de los narcos procesados. Rubí sería luego administrador concursal del Atlético de Madrid. ¿Diferencias entre ambos negociados? Cuando se las explicó a Carretero, el inspector de Hacienda no se anduvo con medias tintas:
“Años más tarde me tocaría administrar el Atlético de Madrid y, créeme, eso sí que fue difícil. Recibí amenazas de todo tipo, también mi familia. Con el pazo y los narcos no tuve ningún problema. Dame los narcos antes que el fútbol, sin ninguna duda”. En dos palabras: 'celtiberia show'.