Los millonarios no gustan de repartir, gustan de amasar, por lo que cuando tienen que repartir parte del pastel son más de escabullirse que de trocear. Por ello los millonarios venezolanos evadieron hace una década cuantos capitales pudieron para obtener el máximo rendimiento económico y, de paso, sabotear a su propio país siguiendo la lógica de 'cuanto peor, mejor'. Una caída venezolana y un empobrecimiento generalizado se convirtieron en el sueño de incontables familias millonarias. Personas pasando hambre, el país en bancarrota y el desastre de millones sería una oportunidad inmejorable para ellos de derrocar el gobierno. Todo lo que fuera y sea necesario para erosionar, y hasta dinamitar, cualquier régimen que impida que cada día sean más ricos de lo que ya son. Son millonarios que abrazan públicamente la bandera del país, como la familia Capriles, mientras invierten cientos de millones de euros en Madrid. Antes lo hicieron en Miami, la otra capital del patriotismo latinoamericano. Y a los venezolanos se le han unido los mexicanos, que entran con fuerza en el mercado inmobiliario elitista de Madrid.
La empresa de la familia Capriles, Grupo San Roque –igual que otros grupos, como Lemon Prime, controlada por los venezolanos Manuel y Federico González Weil–, tiene casi una decena de proyectos inmobiliarios de lujo en la capital de España, principalmente en los elitistas barrios de Salamanca y Chamberí, donde el precio del metro cuadrado se sitúa sobre los 10.000 euros –unos 9.000 euros tras el descenso por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo– y el precio total de las viviendas oscila entre uno y diez millones de euros.
El negocio es muy sencillo, si tiene usted varios millones de euros de ahorro mientras sus conciudadanos las pasan canutas y su dinero local no vale ni para encender un brasero en un bidón de combustible, pues consiste en la compra de viviendas por debajo de su precio de mercado debido a la antigüedad –el barrio de Salamanca fue proyectado como un ensanche en Madrid a mitad del siglo XIX por el Marqués de Salamanca– y su posterior venta una vez rehabilitado el edificio. Es un negocio muy seguro en el que se compra por unos 5.000 euros el metro cuadrado y se vende por el doble o incluso por encima.
En Madrid se frotan las manos. Quienes llegan no son esos 'Sudamericanos' a los que se explota todo lo se puede y después se les expulsa de una forma 'elegante', sino aquellos que vienen con los millones arrebatados a los que malviven en Latinoamérica y después tendrán que emigrar para ganarse la vida.
Pero no solo de Capriles vive Madrid, al que se le recibe con gran reverencia en la Capital, que para algo paga, sino que se trata de un fenómeno extendido entre la élite latinoamericana, incluyendo a colombianos y peruanos. Y en los últimos meses, los mexicanos. Que huyen despavoridos ante la inestabilidad política del país. Porque México ahora, gobernado por Andrés Manuel López Obrador, es un país inestable para las élites. No lo era cuando los gobiernos practicaban de la corrupción y el crimen organizado, cuando los estudiantes desaparecían para ser torturados y ejecutados o cuando los periodistas aparecían tiroteados. Pero sí lo es ahora, que se pretende un modelo de mayor redistribución de rentas. La sensación de inestabilidad de los millonarios es casi tan singular como la fortuna que atesoran.
Y en Madrid se frotan las manos. Porque esos que vienen con millones y que hasta cierran negocios por videoconferencia, sin ni siquiera viajar, no sea que se les puedan arrebatar el chollo en el último instante, no son esos Sudamericanos a los que se explota todo lo se puede y después se les expulsa de una forma elegante, e incluso se les criminaliza y se les responsabiliza de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo –Isabel Díaz Ayuso acusó a los latinoamericanos de ser la causa de los altos índices de contagios en el sur de Madrid por su forma de vida–. No son esos Sudamericanos que vienen con la intención de arrebatar las ayudas a los españoles y aprovecharse de su sistema sanitario –cuando en realidad lo que están haciendo es pagar las pensiones de millones de españoles con trabajos míseros en interminables jornadas laborales–. No, esos que vienen con los millones arrebatados a los que malviven en Latinoamérica y después tendrán que emigrar para ganarse la vida –a Madrid, por ejemplo–, son elegantes y distinguidos señores y señoras latinoamericanos. Y señoritos y señoritas, claro está.
Estos distinguidos latinoamericanos se juntan con lo más granado de Madrid. Con lo más racista de Madrid. Con esos que detestan a los latinoamericanos y los tachan de Sudamericanos, vagos, criminales o garrapatas. Con los que insultan a sus propios conciudadanos y les responsabilizan de la expansión de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo por su forma de vida. Eso es lo que lleva haciendo años el grupo inversor de la familia de Henrique Capriles –liderado por Axel y Miguel Ángel Capriles–, que en 2017 facturó más de 50 millones de euros con sus inversiones en España y Portugal tras constituir Cadena Capriles Corp. en 2014. Justo un año después de perder las elecciones –entre 2011 y 2017 la familia Capriles tuvo una sociedad en Panamá, faltaría más–. Obviamente, hay muchos Capriles en España, como lo demuestra que el también venezolano Juan Carlos balcónt controle el grupo bancario Abanca.
Los millonarios latinoamericanos harían bien en invertir en sus propios países para, generando empleo y dinamizando la economía, seguir obteniendo beneficios. Pero entonces las cosas irían mejor para todos. Y mejor para todos es peor para ellos.
Así, los latinoamericanos adquieren más del 70% de las viviendas de obra nueva en el barrio de Salamanca, lo que se prevé que suponga una inversión de cientos de millones de euros, pues en los últimos siete años se estima que se invirtieron más de 500 millones de euros en los barrios elitistas de Madrid. Más de 500 millones de euros salieron de América Latina, la misma que hoy agoniza ante un devastado sistema sanitario, para beneficio de unas pocas familias. Y es que el liberalismo no es nada más que la libertad de hacerse rico a costa del padecimiento, la enfermedad y el sufrimiento de los vecinos. Si a los vecinos les explotan en Madrid, les insultan y les desprecian, qué más da si podemos hacernos ricos y aumentar nuestra fortuna. Este es el patriotismo de las élites venezolana, colombiana o mexicana. Es el patriotismo de Capriles, que llama al pueblo a levantarse en armas. A coger las armas, que ellos ya cogen los millones.
Los grupos mexicanos que se encuentran tras las nuevas inversiones son la familia Díaz Estrada, María Asunción Aramburuzabala, la mexicana más rica en 2019 según Forbes, que lidera el grupo Abilia, y el grupo Lasuto. Los Díaz-Estrada, por ejemplo, pusieron a la venta en 2019, pocos meses después del triunfo de AMLO, el emblemático edificio de la Puerta del Sol –centro histórico de Madrid– en el que se encuentra en régimen de alquiler la tienda más importante de Apple en España. Su precio de salida: 150 millones de euros. No es casualidad, por tanto, que cuando la cadena hotelera Hyatt decidió abrir un hotel en Madrid lo hiciera en un edificio propiedad de la familia Díaz Estrada.
Los millonarios latinoamericanos harían bien en invertir en sus propios países para, generando empleo y dinamizando la economía, seguir obteniendo beneficios. Lo que siempre es posible y en situación de crisis, más todavía. Pero entonces las cosas irían mejor para todos. Y mejor para todos es peor para ellos.
La empresa de la familia Capriles, Grupo San Roque –igual que otros grupos, como Lemon Prime, controlada por los venezolanos Manuel y Federico González Weil–, tiene casi una decena de proyectos inmobiliarios de lujo en la capital de España, principalmente en los elitistas barrios de Salamanca y Chamberí, donde el precio del metro cuadrado se sitúa sobre los 10.000 euros –unos 9.000 euros tras el descenso por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo– y el precio total de las viviendas oscila entre uno y diez millones de euros.
El negocio es muy sencillo, si tiene usted varios millones de euros de ahorro mientras sus conciudadanos las pasan canutas y su dinero local no vale ni para encender un brasero en un bidón de combustible, pues consiste en la compra de viviendas por debajo de su precio de mercado debido a la antigüedad –el barrio de Salamanca fue proyectado como un ensanche en Madrid a mitad del siglo XIX por el Marqués de Salamanca– y su posterior venta una vez rehabilitado el edificio. Es un negocio muy seguro en el que se compra por unos 5.000 euros el metro cuadrado y se vende por el doble o incluso por encima.
En Madrid se frotan las manos. Quienes llegan no son esos 'Sudamericanos' a los que se explota todo lo se puede y después se les expulsa de una forma 'elegante', sino aquellos que vienen con los millones arrebatados a los que malviven en Latinoamérica y después tendrán que emigrar para ganarse la vida.
Pero no solo de Capriles vive Madrid, al que se le recibe con gran reverencia en la Capital, que para algo paga, sino que se trata de un fenómeno extendido entre la élite latinoamericana, incluyendo a colombianos y peruanos. Y en los últimos meses, los mexicanos. Que huyen despavoridos ante la inestabilidad política del país. Porque México ahora, gobernado por Andrés Manuel López Obrador, es un país inestable para las élites. No lo era cuando los gobiernos practicaban de la corrupción y el crimen organizado, cuando los estudiantes desaparecían para ser torturados y ejecutados o cuando los periodistas aparecían tiroteados. Pero sí lo es ahora, que se pretende un modelo de mayor redistribución de rentas. La sensación de inestabilidad de los millonarios es casi tan singular como la fortuna que atesoran.
Y en Madrid se frotan las manos. Porque esos que vienen con millones y que hasta cierran negocios por videoconferencia, sin ni siquiera viajar, no sea que se les puedan arrebatar el chollo en el último instante, no son esos Sudamericanos a los que se explota todo lo se puede y después se les expulsa de una forma elegante, e incluso se les criminaliza y se les responsabiliza de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo –Isabel Díaz Ayuso acusó a los latinoamericanos de ser la causa de los altos índices de contagios en el sur de Madrid por su forma de vida–. No son esos Sudamericanos que vienen con la intención de arrebatar las ayudas a los españoles y aprovecharse de su sistema sanitario –cuando en realidad lo que están haciendo es pagar las pensiones de millones de españoles con trabajos míseros en interminables jornadas laborales–. No, esos que vienen con los millones arrebatados a los que malviven en Latinoamérica y después tendrán que emigrar para ganarse la vida –a Madrid, por ejemplo–, son elegantes y distinguidos señores y señoras latinoamericanos. Y señoritos y señoritas, claro está.
Estos distinguidos latinoamericanos se juntan con lo más granado de Madrid. Con lo más racista de Madrid. Con esos que detestan a los latinoamericanos y los tachan de Sudamericanos, vagos, criminales o garrapatas. Con los que insultan a sus propios conciudadanos y les responsabilizan de la expansión de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo por su forma de vida. Eso es lo que lleva haciendo años el grupo inversor de la familia de Henrique Capriles –liderado por Axel y Miguel Ángel Capriles–, que en 2017 facturó más de 50 millones de euros con sus inversiones en España y Portugal tras constituir Cadena Capriles Corp. en 2014. Justo un año después de perder las elecciones –entre 2011 y 2017 la familia Capriles tuvo una sociedad en Panamá, faltaría más–. Obviamente, hay muchos Capriles en España, como lo demuestra que el también venezolano Juan Carlos balcónt controle el grupo bancario Abanca.
Los millonarios latinoamericanos harían bien en invertir en sus propios países para, generando empleo y dinamizando la economía, seguir obteniendo beneficios. Pero entonces las cosas irían mejor para todos. Y mejor para todos es peor para ellos.
Así, los latinoamericanos adquieren más del 70% de las viviendas de obra nueva en el barrio de Salamanca, lo que se prevé que suponga una inversión de cientos de millones de euros, pues en los últimos siete años se estima que se invirtieron más de 500 millones de euros en los barrios elitistas de Madrid. Más de 500 millones de euros salieron de América Latina, la misma que hoy agoniza ante un devastado sistema sanitario, para beneficio de unas pocas familias. Y es que el liberalismo no es nada más que la libertad de hacerse rico a costa del padecimiento, la enfermedad y el sufrimiento de los vecinos. Si a los vecinos les explotan en Madrid, les insultan y les desprecian, qué más da si podemos hacernos ricos y aumentar nuestra fortuna. Este es el patriotismo de las élites venezolana, colombiana o mexicana. Es el patriotismo de Capriles, que llama al pueblo a levantarse en armas. A coger las armas, que ellos ya cogen los millones.
Los grupos mexicanos que se encuentran tras las nuevas inversiones son la familia Díaz Estrada, María Asunción Aramburuzabala, la mexicana más rica en 2019 según Forbes, que lidera el grupo Abilia, y el grupo Lasuto. Los Díaz-Estrada, por ejemplo, pusieron a la venta en 2019, pocos meses después del triunfo de AMLO, el emblemático edificio de la Puerta del Sol –centro histórico de Madrid– en el que se encuentra en régimen de alquiler la tienda más importante de Apple en España. Su precio de salida: 150 millones de euros. No es casualidad, por tanto, que cuando la cadena hotelera Hyatt decidió abrir un hotel en Madrid lo hiciera en un edificio propiedad de la familia Díaz Estrada.
Los millonarios latinoamericanos harían bien en invertir en sus propios países para, generando empleo y dinamizando la economía, seguir obteniendo beneficios. Lo que siempre es posible y en situación de crisis, más todavía. Pero entonces las cosas irían mejor para todos. Y mejor para todos es peor para ellos.
Millonarios latinoamericanos, a la compra de casas de lujo en Madrid
No solo de Henrique Capriles vive la capital de España, al que se le recibe con gran reverencia en la ciudad, que para algo paga, sino que se trata de un fenómeno extendido entre la élite latinoamericana, incluyendo a colombianos y peruanos. Y en los últimos meses, los mexicanos.
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