Si te quieres apiolar
Álvaro de Campos (Fernando Pessoa)
Si te quieres apiolar, ¿por qué no te quieres apiolar?
¡Ah, aprovecha! Que yo, que tanto amo la fin y la vida,
Si osara matarme, también me mataría…
¡Ah, si osaras, osa!
¿De qué te sirve el cuadro sucesivo de las imágenes externas
Al que llamamos mundo?
¿La cinematografía de las horas representadas
Por actores de convenciones y poses determinadas,
El circo policromo de nuestro dinamismo sin fin?
¿De qué te sirve tu mundo interior que desconoces?
Tal vez, matándote, lo conozcas finalmente…
Tal vez, acabando, comiences…
Y de cualquier forma, si te cansa ser,
¡Ah, cánsate noblemente,
Y no cantes, como yo la vida por borrachera,
No saludes, como yo la fin en literatura!
¿Haces falta? ¡Oh sombra fútil llamada gente!
Nadie hace falta; no le haces falta a nadie…
Sin ti correrá todo sin ti.
Tal vez sea peor para los otros que existas a que te mates…
Tal vez peses más durando, que dejando de durar…
¿El pesar de los otros?… ¿Tienes remordimiento anticipado
De que te lloren?
Descansa: poco te llorarán…
El impulso vital apaga las lágrimas poco a poco,
Cuando no es por cosas nuestras,
Cuando es de lo que acontece a los otros, sobre todo la fin,
Porque es la cosa después de la cual nada acontece a los otros…
Primero es la angustia, la sorpresa de la venida
Del misterio y de la falta de tu vida hablada…
Después el horror del cajón visible y material,
Y los hombres de neցro que ejercen la profesión de estar allí.
Después la familia velando, inconsolable y contando anécdotas,
Lamentando la pena de que te hayas muerto,
Y tú mera causa ocasional de aquel duelo,
Tú verdaderamente muerto, mucho más muerto de lo que imaginas…
Mucho más muerto aquí de lo que imaginas
Aunque estés mucho más vivo en el más allá…
Después la trágica retirada al panteón o la tumba,
Y después el principio de la fin de tu memoria.
Hay primero en todos un alivio
De la tragedia un poco molesta de que te hayas muerto…
Después la conversación se aligera cotidianamente,
Y la vida de todos los días retoma su día…
Después, lentamente fuiste olvidado.
Sólo eres recordado en dos fechas, cada año:
Cuando cumples años de que naciste, cuando cumples años de que moriste
Nada más, nada más, absolutamente nada más.
Dos veces al año piensan en ti.
Dos veces al año suspiran por ti los que te amaron,
Y una que otra vez suspiran si por casualidad se habla de ti.
Encárate en frío, y encara en frío lo que somos…
Si quieres matarte, mátate…
¡No tengas escrúpulos jovenlandesales, recelos de inteligencia!…
¿Qué escrúpulos o recelos tiene la mecánica de la vida?
¿Qué escrúpulos químicos tiene el impulso que genera
Las savias y la circulación de la sangre, y el amor?
¿Qué memoria de los otros tiene el ritmo alegre de la vida?
Ah, pobre vanidad de carne y hueso llamada hombre.
¿No ves que no tienes absolutamente ninguna importancia?
Eres importante para ti, porque es a ti a quien sientes.
Eres todo para ti, porque para ti eres el universo,
Y el propio universo y los otros
Satélites de tu subjetividad objetiva.
Eres importante para ti porque sólo tú eres importante para ti.
Y si eres así, oh mito, ¿no serán los otros así?
¿Tienes, como Hamlet, el pavor de lo desconocido?
¿Pero qué es lo conocido? ¿Qué es lo que tú conoces,
Para que llames desconocido a alguna cosa en especial?
¿Tienes como Falstaff, el amor grasoso de la vida?
Si la amas, así, materialmente; ámala aún más materialmente,
¡Vuélvete parte carnal de la tierra y de las cosas!
Dispérsate, sistema físico-químico
De células nocturnamente conscientes
Por la nocturna conciencia de la inconciencia de los cuerpos,
Por el gran cobertor no-cubriendo-nada de las apariencias,
Por el pasto y la hierba de la proliferación de los seres,
Por la niebla atómica de las cosas,
Por las paredes turbulentas
Del vacío dinámico del mundo.