Elpaisdelasmaravillas
Madmaxista
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[“Lo peor del pícaro es que las picardías que inventa son jocosas, caen simpáticas y parecen perdonables.” Gregorio Marañón, médico y pensador español perteneciente a ‘la Generación de 1914’. ]
“Mira, mira cómo aparenta que tiene los brazos como caídos, sin fuerzas -dice el detective mirando la pantalla de su ordenador-. Parece como si uno sostuviera al otro en el abdomen. No lleva el gesto lógico al caminar, acompasando los brazos con las piernas. Pero luego verás… A veces es de risa”.
El hombre que aparece en la pantalla -pongamos que se llama Jesús- ronda los 55 años. Se le ve detener su caminar antes de salir por la puerta de la tasca en la que ha tomado café o una copa de coñac. Lleva un bolso de cuero cruzado en el pecho y viste camiseta verde de manga corta.
Receloso, Jesús mira a ambos lados de la calle y rebusca dentro de los coches a través de los cristales. Como parece que no ha visto nada ni nadie sospechoso, comienza a caminar por la acera. La grabación se produce en un pueblo cualquiera de la provincia de Cádiz a las cuatro y veinte de una tarde de principios del pasado junio.
Jesús es un falso inválido. Lleva meses de baja. Ahora busca que su mutua le indemnice con miles de euros y le conceda una pensión vitalicia por una incapacidad laboral absoluta. Ante los médicos de su mutua y ante el de la Seguridad Social, Jesús sostiene que, tras sufrir un accidente laboral, su brazo izquierdo le ha quedado casi inútil: no tiene apenas movilidad y no puede cargar peso.
La rehabilitación, pese a asistir cada día, tampoco da frutos. Al menos eso asegura él, que da gritos de dolor exagerados cada vez que le toca un fisoterapeuta. Pero esa tarde de 5 de junio de 2018 lo vigila desde hace horas un detective privado contratado por su mutua. En bases a las pruebas médicas a las que le ha sometido, sospecha que Jesús miente y que exagera su dolor.
Este jueves, un reportero y un fotógrafo de EL ESPAÑOL revisan esta y otras grabaciones donde se ve a Jesús. El detective que las realizó pertenece al despacho DETTEC, con sede en El Puerto de Santa María (Cádiz).
Jesús nunca vio al investigador escondido en el asiento trastero de un pequeño coche con las lunas tintadas. El detective le siguió el rastro durante un par de jornadas más. Hasta que desmontó su mentira: vio cómo subía con su brazo izquierdo la persiana metálica de un taller ilegal de coches. Jesús acudía allí cada tarde a trabajar reparando motores, cambiando ruedas y limpiando filtros de aceite. “Bingo”, dijo el investigador al confirmar que era un embustero.
Jesús fue cazado. La mutua se ahorró el pago en otro caso de incapacidad fingida. En Cádiz, aunque no existen cifras oficiales, se piensa que son cientos las personas que en las últimas décadas han logrado estafar a la sanidad y cobrar una paga por incapacidad laboral.
Convertida en la provincia con más paro de España desde hace décadas, no es descabellado pensar que la gente ha encontrado en este tipo de estafa una salida para salir adelante.
“Una paguita es como una aspiración vital en esta provincia", dice José Blas, presidente del Consejo de graduados sociales de Andalucía, cuya sede está en Cádiz. "En esta tierra hasta el más orate hace relojes. Y eso se extiende a todos los ámbitos de la vida. Por lo general, el gaditano es pícaro y buscavidas".
Una de cada cuatro nuevas pensiones (2008-18)
Abogados, mutuas y detectives piensan que los intentos de fraude se han disparado desde 2008, con la llegada de la crisis a España. “Muchos listos han encontrado una forma de conseguirse una paguita. Aquí no es algo nuevo, la verdad. En Cádiz siempre se ha dicho que hay sordos de los astilleros que escuchan muy bien”, dice otro detective que no quiere desvelar su identidad.
Desde 2008, año de la irrupción de la crisis en España, hasta el 1 enero de 2018, Cádiz es la provincia española donde más pensiones por incapacidades absolutas se han concedido de todo el país. En la última década, según el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS), una de cada cuatro personas que han empezado a recibir una paga vitalicia por no poder trabajar era gaditana. Representa un 25 por ciento del total, pese a que los 1,24 millones de gaditanos suponen sólo un 2,66% entre los 46,56 millones de españoles.
Los casos descubiertos en la última década dan la razón a los detectives y a las mutuas: albañiles que llegan a la obra con muletas; pilotos de avión que acuden a diario al gimnasio pero aseguran que no tienen fuerzas en los brazos para manejar los mandos de la aeronave; pacientes que cuentan que no pueden mover las muñecas y se les ve conduciendo una moto; cojos que venden cupones de la ONCE por las calles de su pueblo, y alguno que asegura que no puede mover el hombro izquierdo pero cada mañana practica mountain bike y cierra el maletero de su coche -precisamente- con el brazo de ese lado del cuerpo.
Las mutuas contratan los servicios de detectives privados cuando sospechan que algunos de sus pacientes les mienten y las pruebas médicas son contrarias a lo que ellos alegan.
Pero, ¿será mera casualidad o interviene la picaresca, como señalaba José Blas Fernández? Las cifras señalan a lo segundo. En dicho período de diez años, España ha pasado de tener 916.291 incapacitados laborales a contar con 949.857. Son 33.566 más.
En la misma franja temporal, Cádiz, que no ha bajado del 25% de paro (2008) y ha sufrido picos de hasta el 34,8% (2013), ha visto cómo se incrementaba el número de incapacitados permanentes en 8.421 personas. Son datos del registro del INSS.
En 2008, Cádiz sumaba 30.863 incapacitados laborales. El pasado 1 de enero eran 39.284. De media, cada uno de ellos cobran 961,18 euros. Si no se llega a taponar el coladero, al menos en parte, podrían haber sido muchos más.
EL ESPAÑOL, de la mano de un puñado de detectives, cuenta cómo es el gran timo de los falsos lisiados de Cádiz.
Cámaras en bolsos, aerosoles o relojes
Raquel Menacho reside en la provincia de Cádiz. Lleva una década trabajando como detective, su “verdadera pasión”. Su vida laboral, basada en la discreción, impide que se le retrate. No tiene redes sociales y cambia su aspecto con relativa frecuencia. Tan sólo permite que se le tome una fotografía manejando una de las cámaras que utiliza durante sus seguimientos.
La mujer, progenitora de una niña, llega a la cita con el reportero tras pasar por los juzgados de El Puerto de Santa María, donde ha tenido que presentar el informe de un falso inválido al que logró desmontar su mentira. Desde hace años, en torno a un 15% de los casos que le llegan a su despacho proceden de mutuas que sospechan que sus pacientes les mienten.
“Las mutuas nos llaman cuando la gente alarga la baja en busca de pasar por un tribunal médico. Piensa que, por ejemplo, si alguien se rompe las dos rodillas trabajando en la obra y consigue que le concedan una invalidez absoluta, la mutua debe indemnizarle con 100.000, 200.000 o los euros que sea. A eso se le suma una pensión vitalicia. Cuando piensan que alguien puede estafarles, hacen números y nos llaman”.
Con cada nuevo caso, a Raquel le entregan un pequeño informe y una foto del paciente. Le piden que se centre en comprobar “si, por ejemplo, camina sin muletas por la calle o no”, cuando él asegura que apenas sale de casa porque le es imposible dar unos cuantos pasos.
El trabajo de Raquel requiere paciencia, formación específica en materias como seguimientos, y herramientas de trabajo como cámaras ocultas en bolsos, camufladas en relojes o en aerosoles.
Esta detective explica que hay algunos defraudadores que, aconsejados por sus propios servicios jurídicos o por otros familiares que “ya han conseguido su paguita”, apenas salen de casa. Pero que cuando lo hacen, “les es imposible fingir cada segundo una dolencia que no tienen”.
- ¿A qué se refiere?- pregunta el reportero.
- Es sencillo. Hay veces que un señor que va con muleta porque tiene la pierna derecha lesionada se detiene y carga el peso sobre la otra durante unos metros. O el otro que dice que tiene un problema de cervicales que le impide mover bien el cuello y hacer esfuerzos pero le ves agachándose para coger las bolsas de la compra. Además, hay gestos y movimientos que hacemos sin pensar y que son imposibles con algunos problemas. Nadie puede ser un actor durante las 24 horas del día.
- ¿Los suele descubrir entonces?
- Sí. Pero no es sencillo. También hay otros que aseguran que han caído en depresión durante la baja. O que sufren dolores que una prueba médica no puede rebatir. Son los más difíciles, por no decir casi imposibles, a la hora de desmontarles la mentira. Por mucho que digan los informes clínicos.
- ¿Usted cobra por desmontar a farsantes?
- No, cobro por trabajo. No pretendo arruinarle la vida a nadie. Si el paciente no miente, se dice y punto. Pero no gano más si digo que aquella persona está fingiendo.
Franco, en el origen
José Blas Fernández es el presidente del Consejo de graduados sociales de Andalucía y reside en Cádiz. Tras 50 años de profesión y de entrar en contacto con muchas personas de baja laboral, dice conocer "muy bien la idiosincrasia" de la ciudad y de la provincia.
"Quizás, la frase que más haya escuchado en mi despacho es: ¿Y cómo ve mi caso para una paguita? Suelen ser personas de más de 50 años, sin trabajo, que buscan tener una buena calidad de vida cuando aún le queda un tiempo para jubilarse", explica.
Fernández asegura que en Cádiz se generó "una cultura de la paga del Estado" con el cambio hacia la democracia. Fernández explica que durante el Franquismo se fomentó la intervención pública del Estado en la provincia, potenciando los astilleros, la antigua tabacalera y llenando la ciudad de funcionarios.
"Con la posterior integración en la UE, se limitó mucho lo público y se empezó a eliminar puestos de trabajo y empresas que iban de la mano del Estado. Para que no hubiese un trauma social -incide el presidente del Consejo de graduados sociales de Andalucía- se buscó la fórmula de jubilar a la gente de una manera encubierta. Se optó por concederles una invalidez permanente absoluta, que no cotiza ni da cuentas a Hacienda, a diferencia de la pensión de jubilación".
A juicio de José Blas Fernández, "todo ello ha generado una cultura de la paga en la provincia". "El gaditano, y no hablo solo del de la capital, sino del de la sierra o de otras localidades costeras, lleva inoculado en la sangre ese, digamos, veneno. En mi despacho, yo he llegado a tramitar un invalidez absoluta por una cervicoartrosis. Hace ya muchos años, pero hoy sería imposible. Lo tendría cualquiera que trabajara delante de un ordenador muchas horas al día. Pese a todo, la gente de aquí busca otros métodos".
En moto sin poder mover la muñecas
"Desmontar las mentiras de los falsos inválidos es un negocio pujante en Cádiz", dice uno de los dos socios del despacho de detectives DETTEC. "Cada mes, nos llegan cuatro o cinco peticiones de la mutua".
Estos dos investigadores privados recuerdan algunos casos llamativos. Dicen que una vez tuvieron que meterse en una clase de spinning de un gimnasio para poder grabar a un piloto de avión que decía que no tenía fuerzas para mover los mandos de la máquina. "Pero él bien que se ponía de pie en la bici y sostenía su peso con ellos", explican.
"Lo más complicado de todo es pillar a la gente de los pueblos pequeños, como son lo de la sierra de Cádiz (El Bosque, Grazalema, Benamahoma...). Barbate, donde hay mucho paro, tampoco es sencillo. Allí todo el mundo se conoce las caras y los coches. Si por la ventana ven a alguien raro o algún vehículo que no conocen, simplemente no salen a la calle".
En unas horas, estos dos detectives tienen que hacer juntos un trabajo. Antes, muestran las imágenes de un seguimiento a un hombre que decía que padecía unos dolores "insufribles" en las muñecas.
Lo siguieron, vieron dónde vivía, estudiaron sus hábitos. La sorpresa les llegó cuando lo vieron quitarle el caballete a una moto scooter, arrancarla y acelerar con fuerza. "Otro timador", dice uno de los dos detectives. "Un inválido menos cobrando en la provincia".
Mecánicos mancos, albañiles tullidos...: el gran timo de los falsos inválidos con pensión de Cádiz
La paguita en Cádiz es un clásico, que le den a uno la invalidez es un rango y la gente le da una palmadita en la espalda cuando lo consiguen.
Pero hay que entender que es una ciudad abandonada por los partidos políticos, donde el truco de la división social lleva funcionando desde hace décadas, ya saben, echamos cosa en la ciudad o no hacemos nada por ella, y no importa quién haya sido o por qué, la mitad de la gente se pelea contra la otra mitad porque 'la culpa es del pp' o 'la culpa es del psoe' y los culpables reales de turno (unos u otros) siempre salen de rositas.
En ese clima, con un 40% de desempleo endémico desde hace 40 años, la gente se busca la vida como puede, y solo hay tres opciones para sobrevivir: poner tu propio negocio, hacerte funcionario o hacerte con una paguita. La cuarta opción es estar en el paro y/o buscarte algo en neցro o irte a asuntos sociales.
Luego el gobierno (el de turno), invierte en la ciudad miles de millones en soterramientos de la vía del tren y un super-puente que ya quisieran en Tokio, como el que no tiene qué comer y el ayuntamiento viene a alicatarte gratis la cocina y a llevarte un frigorífico de lujo que luego no vas a poder rellenar, y la gente se encoje de hombros y piensan que les están haciendo un favor con el super-puente y la paguita. Es algo arraigado en la cultura local.
“Mira, mira cómo aparenta que tiene los brazos como caídos, sin fuerzas -dice el detective mirando la pantalla de su ordenador-. Parece como si uno sostuviera al otro en el abdomen. No lleva el gesto lógico al caminar, acompasando los brazos con las piernas. Pero luego verás… A veces es de risa”.
El hombre que aparece en la pantalla -pongamos que se llama Jesús- ronda los 55 años. Se le ve detener su caminar antes de salir por la puerta de la tasca en la que ha tomado café o una copa de coñac. Lleva un bolso de cuero cruzado en el pecho y viste camiseta verde de manga corta.
Receloso, Jesús mira a ambos lados de la calle y rebusca dentro de los coches a través de los cristales. Como parece que no ha visto nada ni nadie sospechoso, comienza a caminar por la acera. La grabación se produce en un pueblo cualquiera de la provincia de Cádiz a las cuatro y veinte de una tarde de principios del pasado junio.
Jesús es un falso inválido. Lleva meses de baja. Ahora busca que su mutua le indemnice con miles de euros y le conceda una pensión vitalicia por una incapacidad laboral absoluta. Ante los médicos de su mutua y ante el de la Seguridad Social, Jesús sostiene que, tras sufrir un accidente laboral, su brazo izquierdo le ha quedado casi inútil: no tiene apenas movilidad y no puede cargar peso.
La rehabilitación, pese a asistir cada día, tampoco da frutos. Al menos eso asegura él, que da gritos de dolor exagerados cada vez que le toca un fisoterapeuta. Pero esa tarde de 5 de junio de 2018 lo vigila desde hace horas un detective privado contratado por su mutua. En bases a las pruebas médicas a las que le ha sometido, sospecha que Jesús miente y que exagera su dolor.
Este jueves, un reportero y un fotógrafo de EL ESPAÑOL revisan esta y otras grabaciones donde se ve a Jesús. El detective que las realizó pertenece al despacho DETTEC, con sede en El Puerto de Santa María (Cádiz).
Jesús nunca vio al investigador escondido en el asiento trastero de un pequeño coche con las lunas tintadas. El detective le siguió el rastro durante un par de jornadas más. Hasta que desmontó su mentira: vio cómo subía con su brazo izquierdo la persiana metálica de un taller ilegal de coches. Jesús acudía allí cada tarde a trabajar reparando motores, cambiando ruedas y limpiando filtros de aceite. “Bingo”, dijo el investigador al confirmar que era un embustero.
Jesús fue cazado. La mutua se ahorró el pago en otro caso de incapacidad fingida. En Cádiz, aunque no existen cifras oficiales, se piensa que son cientos las personas que en las últimas décadas han logrado estafar a la sanidad y cobrar una paga por incapacidad laboral.
Convertida en la provincia con más paro de España desde hace décadas, no es descabellado pensar que la gente ha encontrado en este tipo de estafa una salida para salir adelante.
“Una paguita es como una aspiración vital en esta provincia", dice José Blas, presidente del Consejo de graduados sociales de Andalucía, cuya sede está en Cádiz. "En esta tierra hasta el más orate hace relojes. Y eso se extiende a todos los ámbitos de la vida. Por lo general, el gaditano es pícaro y buscavidas".
Una de cada cuatro nuevas pensiones (2008-18)
Abogados, mutuas y detectives piensan que los intentos de fraude se han disparado desde 2008, con la llegada de la crisis a España. “Muchos listos han encontrado una forma de conseguirse una paguita. Aquí no es algo nuevo, la verdad. En Cádiz siempre se ha dicho que hay sordos de los astilleros que escuchan muy bien”, dice otro detective que no quiere desvelar su identidad.
Desde 2008, año de la irrupción de la crisis en España, hasta el 1 enero de 2018, Cádiz es la provincia española donde más pensiones por incapacidades absolutas se han concedido de todo el país. En la última década, según el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS), una de cada cuatro personas que han empezado a recibir una paga vitalicia por no poder trabajar era gaditana. Representa un 25 por ciento del total, pese a que los 1,24 millones de gaditanos suponen sólo un 2,66% entre los 46,56 millones de españoles.
Los casos descubiertos en la última década dan la razón a los detectives y a las mutuas: albañiles que llegan a la obra con muletas; pilotos de avión que acuden a diario al gimnasio pero aseguran que no tienen fuerzas en los brazos para manejar los mandos de la aeronave; pacientes que cuentan que no pueden mover las muñecas y se les ve conduciendo una moto; cojos que venden cupones de la ONCE por las calles de su pueblo, y alguno que asegura que no puede mover el hombro izquierdo pero cada mañana practica mountain bike y cierra el maletero de su coche -precisamente- con el brazo de ese lado del cuerpo.
Las mutuas contratan los servicios de detectives privados cuando sospechan que algunos de sus pacientes les mienten y las pruebas médicas son contrarias a lo que ellos alegan.
Pero, ¿será mera casualidad o interviene la picaresca, como señalaba José Blas Fernández? Las cifras señalan a lo segundo. En dicho período de diez años, España ha pasado de tener 916.291 incapacitados laborales a contar con 949.857. Son 33.566 más.
En la misma franja temporal, Cádiz, que no ha bajado del 25% de paro (2008) y ha sufrido picos de hasta el 34,8% (2013), ha visto cómo se incrementaba el número de incapacitados permanentes en 8.421 personas. Son datos del registro del INSS.
En 2008, Cádiz sumaba 30.863 incapacitados laborales. El pasado 1 de enero eran 39.284. De media, cada uno de ellos cobran 961,18 euros. Si no se llega a taponar el coladero, al menos en parte, podrían haber sido muchos más.
EL ESPAÑOL, de la mano de un puñado de detectives, cuenta cómo es el gran timo de los falsos lisiados de Cádiz.
Cámaras en bolsos, aerosoles o relojes
Raquel Menacho reside en la provincia de Cádiz. Lleva una década trabajando como detective, su “verdadera pasión”. Su vida laboral, basada en la discreción, impide que se le retrate. No tiene redes sociales y cambia su aspecto con relativa frecuencia. Tan sólo permite que se le tome una fotografía manejando una de las cámaras que utiliza durante sus seguimientos.
La mujer, progenitora de una niña, llega a la cita con el reportero tras pasar por los juzgados de El Puerto de Santa María, donde ha tenido que presentar el informe de un falso inválido al que logró desmontar su mentira. Desde hace años, en torno a un 15% de los casos que le llegan a su despacho proceden de mutuas que sospechan que sus pacientes les mienten.
“Las mutuas nos llaman cuando la gente alarga la baja en busca de pasar por un tribunal médico. Piensa que, por ejemplo, si alguien se rompe las dos rodillas trabajando en la obra y consigue que le concedan una invalidez absoluta, la mutua debe indemnizarle con 100.000, 200.000 o los euros que sea. A eso se le suma una pensión vitalicia. Cuando piensan que alguien puede estafarles, hacen números y nos llaman”.
Con cada nuevo caso, a Raquel le entregan un pequeño informe y una foto del paciente. Le piden que se centre en comprobar “si, por ejemplo, camina sin muletas por la calle o no”, cuando él asegura que apenas sale de casa porque le es imposible dar unos cuantos pasos.
El trabajo de Raquel requiere paciencia, formación específica en materias como seguimientos, y herramientas de trabajo como cámaras ocultas en bolsos, camufladas en relojes o en aerosoles.
Esta detective explica que hay algunos defraudadores que, aconsejados por sus propios servicios jurídicos o por otros familiares que “ya han conseguido su paguita”, apenas salen de casa. Pero que cuando lo hacen, “les es imposible fingir cada segundo una dolencia que no tienen”.
- ¿A qué se refiere?- pregunta el reportero.
- Es sencillo. Hay veces que un señor que va con muleta porque tiene la pierna derecha lesionada se detiene y carga el peso sobre la otra durante unos metros. O el otro que dice que tiene un problema de cervicales que le impide mover bien el cuello y hacer esfuerzos pero le ves agachándose para coger las bolsas de la compra. Además, hay gestos y movimientos que hacemos sin pensar y que son imposibles con algunos problemas. Nadie puede ser un actor durante las 24 horas del día.
- ¿Los suele descubrir entonces?
- Sí. Pero no es sencillo. También hay otros que aseguran que han caído en depresión durante la baja. O que sufren dolores que una prueba médica no puede rebatir. Son los más difíciles, por no decir casi imposibles, a la hora de desmontarles la mentira. Por mucho que digan los informes clínicos.
- ¿Usted cobra por desmontar a farsantes?
- No, cobro por trabajo. No pretendo arruinarle la vida a nadie. Si el paciente no miente, se dice y punto. Pero no gano más si digo que aquella persona está fingiendo.
Franco, en el origen
José Blas Fernández es el presidente del Consejo de graduados sociales de Andalucía y reside en Cádiz. Tras 50 años de profesión y de entrar en contacto con muchas personas de baja laboral, dice conocer "muy bien la idiosincrasia" de la ciudad y de la provincia.
"Quizás, la frase que más haya escuchado en mi despacho es: ¿Y cómo ve mi caso para una paguita? Suelen ser personas de más de 50 años, sin trabajo, que buscan tener una buena calidad de vida cuando aún le queda un tiempo para jubilarse", explica.
Fernández asegura que en Cádiz se generó "una cultura de la paga del Estado" con el cambio hacia la democracia. Fernández explica que durante el Franquismo se fomentó la intervención pública del Estado en la provincia, potenciando los astilleros, la antigua tabacalera y llenando la ciudad de funcionarios.
"Con la posterior integración en la UE, se limitó mucho lo público y se empezó a eliminar puestos de trabajo y empresas que iban de la mano del Estado. Para que no hubiese un trauma social -incide el presidente del Consejo de graduados sociales de Andalucía- se buscó la fórmula de jubilar a la gente de una manera encubierta. Se optó por concederles una invalidez permanente absoluta, que no cotiza ni da cuentas a Hacienda, a diferencia de la pensión de jubilación".
A juicio de José Blas Fernández, "todo ello ha generado una cultura de la paga en la provincia". "El gaditano, y no hablo solo del de la capital, sino del de la sierra o de otras localidades costeras, lleva inoculado en la sangre ese, digamos, veneno. En mi despacho, yo he llegado a tramitar un invalidez absoluta por una cervicoartrosis. Hace ya muchos años, pero hoy sería imposible. Lo tendría cualquiera que trabajara delante de un ordenador muchas horas al día. Pese a todo, la gente de aquí busca otros métodos".
En moto sin poder mover la muñecas
"Desmontar las mentiras de los falsos inválidos es un negocio pujante en Cádiz", dice uno de los dos socios del despacho de detectives DETTEC. "Cada mes, nos llegan cuatro o cinco peticiones de la mutua".
Estos dos investigadores privados recuerdan algunos casos llamativos. Dicen que una vez tuvieron que meterse en una clase de spinning de un gimnasio para poder grabar a un piloto de avión que decía que no tenía fuerzas para mover los mandos de la máquina. "Pero él bien que se ponía de pie en la bici y sostenía su peso con ellos", explican.
"Lo más complicado de todo es pillar a la gente de los pueblos pequeños, como son lo de la sierra de Cádiz (El Bosque, Grazalema, Benamahoma...). Barbate, donde hay mucho paro, tampoco es sencillo. Allí todo el mundo se conoce las caras y los coches. Si por la ventana ven a alguien raro o algún vehículo que no conocen, simplemente no salen a la calle".
En unas horas, estos dos detectives tienen que hacer juntos un trabajo. Antes, muestran las imágenes de un seguimiento a un hombre que decía que padecía unos dolores "insufribles" en las muñecas.
Lo siguieron, vieron dónde vivía, estudiaron sus hábitos. La sorpresa les llegó cuando lo vieron quitarle el caballete a una moto scooter, arrancarla y acelerar con fuerza. "Otro timador", dice uno de los dos detectives. "Un inválido menos cobrando en la provincia".
Mecánicos mancos, albañiles tullidos...: el gran timo de los falsos inválidos con pensión de Cádiz
La paguita en Cádiz es un clásico, que le den a uno la invalidez es un rango y la gente le da una palmadita en la espalda cuando lo consiguen.
Pero hay que entender que es una ciudad abandonada por los partidos políticos, donde el truco de la división social lleva funcionando desde hace décadas, ya saben, echamos cosa en la ciudad o no hacemos nada por ella, y no importa quién haya sido o por qué, la mitad de la gente se pelea contra la otra mitad porque 'la culpa es del pp' o 'la culpa es del psoe' y los culpables reales de turno (unos u otros) siempre salen de rositas.
En ese clima, con un 40% de desempleo endémico desde hace 40 años, la gente se busca la vida como puede, y solo hay tres opciones para sobrevivir: poner tu propio negocio, hacerte funcionario o hacerte con una paguita. La cuarta opción es estar en el paro y/o buscarte algo en neցro o irte a asuntos sociales.
Luego el gobierno (el de turno), invierte en la ciudad miles de millones en soterramientos de la vía del tren y un super-puente que ya quisieran en Tokio, como el que no tiene qué comer y el ayuntamiento viene a alicatarte gratis la cocina y a llevarte un frigorífico de lujo que luego no vas a poder rellenar, y la gente se encoje de hombros y piensan que les están haciendo un favor con el super-puente y la paguita. Es algo arraigado en la cultura local.