Mas trabaja en un nuevo escenario electoral ante el rechazo de la CUP

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En mangas de camisa en el Saló Verge de Montserrat del Palau de la Generalitat, móvil en mano y sumergido en montones de carpetas temáticas de información procedente de las conselleries.*Artur Masescribe y escribe con un bolígrafo Bic azul en cuartillas, descarta líneas con un rotulador rojo dibujando inquietantes zig zag, sumergido en un rocambolesco sistema de ordenación de ideas. Recorta párrafos, impone interlineados diferentes y dibuja infinitas sucesiones de asteriscos (hasta siete en línea)...

El*presidente de la Generalitat*lleva varios días trabajando a fondo en su*tercer discurso de investidura*y muchos más manteniéndose en un segundo plano político. Mañana se enfrenta a lo que en su círculo próximo han clasificado como la tercera modalidad de investidura, lo que incluye hasta debates en los que el president acabó siendo otro. Ese fue el caso en el 2003 y el 2006, cuando pese a que Mas ganó las elecciones, los tripartitos de izquierda dieron la presidencia a Pasqual Maragall y José Montilla, respectivamente. La segunda tipología registrada son las investiduras del 2010 y el 2012, con pactos en segunda votación con el PSC (abstención) y a la primera con ERC, que le llevaron al Palau de la Generalitat. Y la tercera¿ Pendiente de la CUP. "No es la más difícil pero sí la de resultado más incierto", aseguran. "Fue más duro lo del tripartito...".

Entonces, la condena fueron siete años de oposición, y ahora la alternativa son nuevas elecciones en marzo. Un escenario que cada vez ocupa más espacio sobre la mesa de Artur Mas y para el que ya existe un "plan B". Una estrategia "completa" que mantiene a buen recaudo para evitar fugas pero cuyo calendario viene impuesto por el Estatut y la ley de la Presidencia de la Generalitat y que determinará los pasos que ya están trazados en la mente del president, ahora en funciones.

Los cuarenta y tres días que han pasado desde las elecciones superan con creces el plazo que Mas había dibujado para poner en marcha un Govern y arrancar el proceso hacia la creación de un Estado independiente. Pero las urnas pusieron la investidura de Mas (62 diputados) en manos de la CUP (10 diputados) y un compromiso electoral irrenunciable: No a Artur Mas. "Estamos perdiendo el tiempo, el Govern podría estar nombrado hace dos semanas y trabajando", señalan desde Convergència. Por el contrario, consideran que se encuentra disminuido en sus funciones ordinarias, con la autoridad recortada, sin capacidad para desarrollar proyectos legislativos importantes y limitado en su legitimidad ante las instituciones internacionales.

Ni los avances en las negociaciones programáticas, con la declaración de ruptura que se votará mañana por la mañana en el Parlament, ni el contenido social del anexo han variado la posición de la izquierda anticapitalista. A pesar de que el conseller de Presidència, Francesc Homs, sostuviera ayer en RAC 1 que la votación de la resolución y de la investidura son "dos caras de la misma moneda" y alertara que la CUP bloqueará la ejecución del contenido del documento con su veto a Artur Mas. El efecto es que la negociación ha provocado tensiones dentro del Consell Executiu y un cierto divorcio emocional. A nadie se le escapa en Junts pel Sí que la resolución parlamentaria -"un pequeño Frankenstein semántico"- ha dado aire a Mariano Rajoy y desconcertado en las filas convergentes por no traer de la mano los votos necesarios para investir a Mas.

Tampoco logró doblegar a la CUP la cita que el president mantuvo el día 26 con algunos de sus representantes en un escenario que los protagonistas mantienen bajo secreto, como "algunos otros movimientos", sostienen fuentes de la negociación. El trato es cordial pero es "como martillear en hierro frío" sostienen desde Junts pel Sí. Mas sigue firme y aseguran que el veto y la "intransigencia" de los diputados cuperos no le incomoda personalmente. Mas no teme "ser expresidente" y así se lo hizo saber él mismo a la CUP. No obstante, la reflexión que ponen sobre la mesa es que la discusión "no es Mas sí o Mas no, sino CDC sí o CDC no". "Cuando señalan a Mas nos señalan a todos", ese es el "planteamiento diáfano" en la sala de máquinas convergente. De hecho, sostienen que aceptar el veto a un candidato con el apoyo de 62 diputados supone "desnaturalizar el proceso" y correr el riesgo de que "mucha gente se baje del tren".

Investir a Mas o ir a elecciones, esa es la fuerza de la CUP, a la que recuerdan que ahora juega en la "liga de los grandes". Incluso hay quien compara la situación de los diputados anticapitalistas con la del actual president en la negociación del Estatut en el 2005. Mas, jefe de la oposición, se fue en coche a Madrid y se encerró durante horas en la Moncloa para sellar un pacto con José Luis Rodríguez Zapatero. La apuesta "rotunda" por un nuevo Estado catalán deja sin margen de maniobra a Junts pel Sí más allá de la CUP, pero avisa que "una cosa es contar con ellos y otra cosa es que todo lo decida la CUP".

Mañana Mas desplegará su discurso y el martes, "si no pasa nada sorprendente", admiten, los diputados cuperos votarán en contra de la investidura junto a Ciudadanos, PSC, Catalunya Sí que es Pot y el PP. La votación del jueves está previsto que sea un calco de la primera, a pesar de que Mas sólo requiere de dos votos. "No irá todo lo bien que debería ir" y "entramos en terreno desconocido", adelantan los negociadores. El plan de la CUP no es otro que proponer un nombre alternativo al de Artur Mas entre los diputados de Junts pel Sí para "desencallar el proceso", según acordaron ayer en el consejo político que celebraron en Perpiñán. En el caso que se aceptara la propuesta, los cuperos someterían a asamblea abierta la posibilidad de votar a favor. En las filas convergentes, la propuesta cayó en el mismo saco que la de presidencia rotatoria, coral y la proliferación de vicepresidencias... "Tienen que encontrar la manera de salir del callejón". Aunque el "espíritu positivo" no se pierde, sí se admite que haya "perplejidad" y "hasta enfado" entre los 1,9 millones de votantes independentistas.

A partir de la votación del martes comienzan a correr los dos meses de plazo que establece el Estatut y la ley de la Presidència para la investidura. Y el escenario vuelve a abrirse. No sólo por las elecciones generales del 20 de diciembre, que pueden condicionar el escenario catalán, sino porque la convocatoria de otra votación antes del 10 de enero es más que incierta. De hecho, son muchos los que dan por hecho que "puede no haber más votaciones".

La tesis es que Mas no puede salir del Palau de la Generalitat por la puerta de atrás, por lo que su candidatura no se retirará, y si la CUP mantiene su veto no está previsto que la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, convoque otro pleno de investidura. Otra cosa es que no se renuncie formalmente a seguir negociando, ya que la ley impone el plazo de dos meses para la disolución automática del Parlament y la nueva convocatoria de elecciones, que podrían celebrarse la primera semana de marzo. "Entre cerrar la puerta y no ganar nada y mantener la puerta abierta, por si acaso, se mantendrá abierta", admiten fuentes nacionalistas. "Mientras haya un pequeño resquicio se buscará el acuerdo, pero la conclusión es que habremos perdido dos meses".

Tiempo perdido en la construcción de un Estado catalán, pero no en las filas de CDC ni de ERC. El plan B de Mas pasa por avanzar durante estas semanas en la voladura de la Convergència de Pujol y el renacimiento del partido de estructuras más ágiles y participativas, que abandone la imagen y hasta la denominación actual. Para ello necesita que la candidatura Democràcia i Llibertat, que encabeza Francesc Homs, obtenga un buen resultado el 20-D, con el mensaje de que se acude a las Cortes a negociar la independencia, y que los liderazgos del nuevo partido se definan, preferiblemente en torno a Jordi Turull. El calendario situaba la refundación en febrero pero ahora está condicionada a las vicisitudes de la investidura. Si Artur Mas sería el candidato de esta apuesta política en las nuevas elecciones es harina de otro costal, pero se da por hecho, al igual que el impulso de otros nombres llamados a ocupar papeles destacados, como el caso de la vicepresidenta en funciones, Neus Munté. También está clara la determinación de dotar a la lista electoral de contenido social cediendo protagonismo a independientes por encima de los cuadros del partido y que la alianza con ERC difícilmente se repetiría.

Los republicanos, con Oriol Junqueras al frente dieron un paso atrás público durante las negociaciones, pero no por ello están paralizados. El acuerdo en Junts pel Sí en torno a Artur Mas se mantiene indemne, al tiempo que la apuesta por el tándem Gabriel Rufián-Joan Tardà en las generales constituye la confirmación de que el partido de Junqueras sigue abriendo sus puertas a nuevos agentes hacia el independentismo tras poner el foco en los socialistas desencantados. Y en su relato se impone que ERC ha hecho todo lo que estaba en su mano para que el proceso diera el gran salto, lo que sitúa la responsabilidad de lo que pase la próxima semana en manos de CDC y/o la CUP.

Mas trabaja en un nuevo escenario electoral ante el rechazo de la CUP
 
Igual se llega a la paradoja que Rajoy y Mas se necesitan para que ni la Cup, ni Ciudadanos les exijan cortarse la cabeza para que sus partidos gobiernen.
 
Ciu esta arruinado, necesitan crear un partido nuevo donde puedan seguir robando con nuevos metodos de extorision a empresairos.
 
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