Más allá de la picardía: inventores españoles

david53

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Es parte de la idiosincrasia de toda nación el sentirse mejor o superior al vecino y los pertenecientes a grupos diferentes al propio. El español, como colectivo, cumple con eficiencia esta regla, salvo en una excepción que la confirma.

Inventores españoles 01

Recuerdo que cuando era un niño, en la década de los ochenta, escuchaba decir que España acumulaba un retraso de veinte años con respecto a Estados Unidos, referente tecnológico. Confirmábase, una vez más, esta regla no escrita en mi conciencia infantil al visionar en las series televisivas de moda prodigios asombrosos como hornos microondas, coches deportivos con puertas que abrían como alas de gaviota, rascacielos inmensos con ascensores acristalados, cámaras videograbadoras de uso familiar o televisores en tonalidad. Sensacionales innovaciones todas ellas que veía a través de un viejo Telefunken en blanco y neցro con capacidad para emitir cinco canales.

Contemplaba estos prodigios las tardes de lluvia, sentado en el suelo a los pies del tresillo de la salita de mi abuela, mientras con un palo con una goma Milán en la punta (mando a distancia casero del que me sentía muy orgulloso) cambiaba constantemente de canal. La uno, luego la dos, la uno, otra vez la dos…

Creo que es también un sentimiento hondamente asentado ese por el que, con falsa humildad, aceptamos que lo americano, alemán o nipón es mejor que lo nacional, y admitimos así indirectamente que estos otros son y han sido mejores inventores, ingenieros y emprendedores. Gente, en definitiva, más avispada que nosotros.

Sepa pues que en España no solo hemos sido expertos en empalar objetos (el absorbe-chups, la fregona y el futbolín) y en desarrollar continentes para darle mejor al vicio, como la bota, el botijo y el porrón. Grandes investigadores patrios como Ramón y Cajal o Severo Ochoa compartieron nacionalidad con ingenieros e inventores como Juan De La Cierva, Isaac Peral o Manuel Jalón, que desarrollaron el autogiro, el submarino y la jeringuilla desechable. Pero probablemente el mayor inventor español de todos los tiempos haya sido Leonardo Torres Quevedo, en cuyos logros nos fijaremos pero no sin antes hacer justicia a otros ilustres genios de la inventiva que le precedieron.

Inventores españoles 02 - Martin Cortes de Albacar

Las exigencias de un mundo nuevo

El Siglo de Oro español, que en realidad abarca más de cien años (desde la publicación de la Gramática castellana de Nebrija en 1492 hasta la fin de Calderón de la Barca en 1681), fue un periodo de prodigiosos descubrimientos. Con la llegada a las Indias, además del beneficio económico por la explotación de las riquezas coloniales, los campos de la botánica, la antropología y la lingüística sufrieron una revolución sin precedentes. Además, la unión dinástica de los Reyes Católicos y la conquista de Granada habían conformado un estado que, por primera vez en siglos, tenía paz para recrearse en las artes. El resultado fue el comienzo de un apogeo cultural que daría prestigio a la monarquía española en toda Europa. El saber que comenzaba a acumularse en las universidades de Salamanca y Alcalá de Henares y las soluciones que exigía (en el campo de la agronomía, la navegación y defensa) la conquista del Nuevo Mundo propiciaron grandes avances, descubrimientos y, cómo no, inventos.

Martín Cortés de Albacar, nacido en Zaragoza en 1510, se trasladó a Cádiz con veinte años para formarse en la Escuela de Pilotos, donde aprendió cartografía y navegación. Fue el primer investigador en desvincular los polos geográficos de los magnéticos, que hasta el momento se creían una misma cosa. Inventó la carta esférica marina, fundamentada en la separación progresiva de los paralelos, y publicó estos estudios en su obra Breve compendio de la Sphera y de la arte de navegar en el año 1551, una fecha en la que muchos aún cuestionaban que la tierra fuera redonda, a pesar de las evidencias que lo demostraban. Introducía el propósito de su escrito con las siguientes palabras: «Considerando el peligro de los que allá van a descubrir el nuevo mundo (…) he querido sacar a la luz mis vigilias y manifestar en público este nuevo compendio poniendo principios infalibles (…), dando regla verdadera a los marineros, mostrando camino veraz a los pilotos, haciendo este instrumento para saber tomar la altura del sol, ordenándoles cartas y brúxulas». También perfeccionó el nocturlabio, un reloj de estrellas fundamental para el cálculo preciso de mareas y la navegación en alta mar. Lo había inventado, por cierto, el mallorquín Ramón Llull hacia el 1300.

De Diego Ribero se desconoce el lugar y la fecha de su nacimiento. Se sabe que fue marino mercante al servicio de un armador portugués hasta que en 1518 entró al servicio de Carlos I de España. Participó en la elaboración de las cartas llevadas en la expedición de Magallanes y Elcano, la primera que circunnavegaría la tierra. En 1523 fue nombrado Cosmógrafo Real después de inventar la bomba de achique metálica, un ingenio de bronce que permitía evacuar de los barcos diez veces más agua que los rudimentarios instrumentos de madera usados hasta el momento. En 1527 presentó ante la corte del rey el Padrón real, primer planisferio basado en observaciones empíricas de latitud, gracias a las mediciones recopiladas en el viaje de Magallanes y la exploración de Norteamérica que Esteban Gómez había realizado en 1525.

Inventores españoles 02 - El ingenio de toledoJuanelo Turriano, nacido en el Milanesado español hacia 1501, era relojero de la corte e inventó, por encargo del rey, el Cristalino, un reloj astronómico que indicaba la posición de los astros en todo momento. Sin embargo, el artefacto que le daría fama y reconocimiento en vida sería el llamado Ingenio de Toledo, una máquina hidráulica que, mediante poleas, palas y engranajes, era capaz de desviar cien metros el torrente de agua desde el río Tajo hasta el Alcázar de Toledo.

Blasco de Garay fue capitán de la Armada Española. Al igual que en el caso de Diego Ribero, desconocemos su origen. En 1539 presentó al emperador un proyecto con el que pretendía mover los navíos prescindiendo de remos y velas. Su máquina para propulsar naos constaba de una caja de desmultiplicación, un eje rotor y dos ruedas de paletas. De construcción económica y susceptible de ser fabricado en serie, pretendía equipar las embarcaciones con varias máquinas a la vez, incrementando la tracción de las naves y eliminando los remos de las galeras. El objetivo era sustituirlos por tan solo cuatro hombres que, mediante un sistema de engranajes, lograrían multiplicar su fuerza bruta. El principal inconveniente del invento era que, si bien en las maniobras en puerto la máquina resultaba útil, pasado cierto tiempo los hombres eran incapaces de sostener esa carga de trabajo, precisando relevos. Por este motivo se descartó la idea al no existir, a la larga, ahorro en personal.

Benito de jovenlandesales, sevillano, llegó a la corte en 1570. Ingeniero y arquitecto, construyó innovadores molinos y batanes, y se ocupó de las obras de ingeniería hidráulica en el Palacio de Aranjuez. En 1572 terminó de construir lo que llamó la máquina de agua clara, la primera depuradora de agua existente, con la que descenagó las aguas estancadas de la comarca, permitiendo su utilización para regadío. En 1584, valiéndose del mismo ingenio, propició el primer abastecimiento público de agua potable en Valladolid.

Muchos otros pusieron sus conocimientos al servicio de la armada y desarrollaron numerosas novedades en los campos de la artificiería y la construcción naval: Juan de Bracamonte, Francisco de Nieva, Benedicto Pelliter, Juan de Herrera o Bautista de Toledo figuraron entre la larga lista de ingenieros bélicos de la época, que cerraría Jerónimo de Ayanz y Beaumont. Este navarro, nacido en 1553, fue, además de militar, un auténtico humanista: pintor, músico, arquitecto, fue reconocido héroe en la Batalla de San Quintín, desmanteló la conjura francesa para asesinar al rey Felipe II en Lisboa, prestó un enorme servicio a la corona combatiendo en Flandes.

En 1587 ostentó el honor de ser nombrado Administrador General de Minas del Reino, puesto idóneo para su alma de inventor y que le llevó a patentar numerosos prodigios. Uno de los más relevantes fue un sistema de desagüe y purificación de aire para las galerías más profundas de los yacimientos (quizá el primer aire acondicionado de la historia) que introducía, mediante un sifón con un intercambiador, aire limpio en la tierra; aprovechando la presión atmosférica, hacía ascender el agua estancada y la expulsaba al exterior aplicando el primer principio de la termodinámica dos siglos antes de que fuera definido. Desarrollando esta idea, Ayanz inventó también un horno para destilar agua marina a bordo de los barcos, diversas bombas de riego y achique, el primer molino de rodillos metálicos, la piedra cónica de moler y un traje de buceo cuya efectividad mostró en el río Pisuerga ante el rey Felipe II. Falleció en 1613 y sus restos fueron enterrados con honores en la catedral de Murcia.

Inventores españoles 04 - Locomovil de Valentin Silvestre

Luces en mitad de la noche

A principios del siglo XX, en el tras*curso de una discusión da las muchas que mantenía con Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno acuñó la célebre frase «que inventen ellos». Y es que con el final del Siglo de Oro, España entró en la penumbra de una larga etapa de decadencia, crisis económica y corrupción política que ensombrecerían su ciencia hasta hacer olvidar los logros de todos estos ilustres hombres.

Durante doscientos cincuenta años no encontraremos inventores o descubridores merecedores de reseñar: esta tarea fue legada a los prohombres de los imperios francés e inglés, que tomaron el relevo de España como potencias mundiales. Tanto fue así que, tras mucho debatir si europeizar España o españolizar Europa, no les quedaba duda de que el pueblo español era negado para la ciencia. Pero la verdad era otra: sí había científicos, ingenieros e investigadores patrios; la mayoría, eso sí, estaba exiliada.

Aquella larga noche que duraba casi tres siglos había provocado una masiva fuga de cerebros que buscaban financiación, laboratorios y talleres acondicionados (o simplemente una oportunidad) en los países más desarrollados de Europa y América. Castradas por la indiferencia y el dogmatismo católico, mentes brillantes se vieron obligadas a salir de la península, en muchos casos, sencillamente para escapar de la miseria.

Inventores españoles 05 - cupula Fortuny

Luis F. Álvarez
, nacido en Salas (Asturias) en 1853, ejemplificó esta situación. Quedó huérfano a los siete años y emigró primero a Cuba y más tarde a Estados Unidos. Con treinta y cuatro años se graduó en medicina en la Stanford University y aceptó un trabajo en la leprosería de la hawaiana isla de Oahu. Allí inventó un nuevo método de diagnóstico que, en la actualidad, sigue siendo el básico de detección de la lepra. Uno de sus nietos, Luis Walter Álvarez, fue premio Nobel de física en 1968 y fue también el primer científico que propuso la teoría del meteorito como causa de la extinción de los dinosaurios.

También Fernando Casablancas, catalán nacido en 1874, abuelo de Julián Casablancas (cantante de The Strokes), patentó un mecanismo para conseguir grandes estirajes en hilaturas que se popularizó en todo el mundo tras su exilio durante la Guerra Civil. Julio Cervera Babiera, ingeniero militar, trabajó con Marconi tras la guerra hispano-americana y patentó lo que llamó la telegrafía sin hilos, creando el primer sistema eléctrico de radiofrecuencia. Si bien Marconi desarrolló antes la telegrafía sin hilos para tras*mitir señales, Cervera tras*mitió la voz humana once años antes que él.

Mariano Fortuny y Madrazo, exiliado en Venecia, inventó la iluminación escénica indirecta, es decir, la aún hoy utilizada Cúpula Fortuny. Manuel García, barítono y profesor de canto madrileño, inventó el laringoscopio en 1855 y fue maestro en la Royal Academy of Music de Londres, ciudad que nunca abandonaría. Por último, Ramón Verea, un gallego nacido en 1833 que emigró a Nueva York, patentó allí la primera calculadora mecánica capaz de realizar las cuatro operaciones básicas (sumar, restar, multiplicar y dividir) en 1878. Después de fundar varios periódicos en español en la ciudad estadounidense falleció en Buenos Aires, en 1899.
 
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Luego llegó la segunda guerra mundial, lo avances científicos y cuando entraron a patear al apalizado, dieron la oportunidad a los científicos de emigrar a EEUU. Operación Paper Clip.
 
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