La nieta de Jean-Marie Le Pen y sobrina de Marine se traslada a Madrid para abrir en España una escuela de formación de élites
Marion Maréchal, nieta de Jean Marie Le Pen, en un momento de la entrevista con EL MUNDO, en Madrid. ANTONIO HEREDIA
En los últimos meses, Marion Maréchal (30 años) se ha convertido en un referente ideológico allende las fronteras de Francia. En un artículo publicado en la revista New York Review of Books el pasado diciembre, Mark Lilla la erigió como líder indiscutible de una nueva derecha europea que toma como marco cultural las raíces cristianas de Europa. Desconcierta la sorpresa del intelectual progresista. Cualquiera que la haya escuchado o leído tiene la certeza de que algún día será presidenta de Francia. Y no precisamente porque se esté de acuerdo con su ideario.
Marion, nieta de Jean-Marie Le Pen, ya deslumbró con su discurso en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) de 2018 y en los últimos meses ha sido definida como "gauloise sans filtre -una suerte de francesa sin complejos-" por Causeur, la revista del intelectual francés Alain Finkielkraut.
El pasado 27 de enero Maréchal estuvo en Madrid para constituir una fundación que le servirá para abrir en España una sucursal de su Institut des sciences sociales, économiques et politiques (ISSEP), una escuela de formación de élites "no desconectadas de la realidad" social.
En sus propias palabras: "Se trata de armar a los estudiantes para que puedan evolucionar en sus carreras -tanto en el ámbito privado como en el público- desde un verdadero pluralismo intelectual frente al sectarismo presente en la mayoría de centros de enseñanza en donde se ignora a los autores conservadores y en la que todo está orientado, sobre todo en Ciencias Políticas, hacia lo políticamente correcto. Y es precisamente en estos ámbitos en los que la libertad de expresión está más en peligro. Nosotros no discriminamos a los autores de izquierdas porque queremos desarrollar espíritus críticos a través de la confrontación de ideas", comenta en una conversación con EL MUNDO.
En la citada fundación figuran dos nombres asociados con Vox, Kiko Méndez-Monasterio y Gabriel Ariza, dos de las personas de confianza de Santiago Abascal.
Fuentes de la fundación niegan que el ISSEP español sea la Faes de Vox. "Nuestro objetivo es formar líderes, independientemente de si militan en un partido -ya sea el PP o Vox- o no; porque lo que necesitamos son liderazgos que inspiren, no solo que manden, tanto en el ámbito político, como en el social y el económico", explica Ariza, cicerone de la francesa en la capital de España.
Unas cuantas pinceladas para que los profanos puedan entender el personaje. Marion Maréchal dejó atrás el apellido Le Pen en 2017 cuando decidió retirarse de la política activa. Tenía sólo 27 años y no sólo había logrado ser la diputada más joven de Francia, sino que para muchos empezaba a consolidarse como la gran líder de la derecha.
Es bien sabido que entonces la relación con su tía Marine, que ese mismo año logró un excelente resultado con el Frente Nacional -hoy Reagrupación Nacional-, pero insuficiente para vencer a Emmanuel Macron, no era buena. En parte se debía al viraje secularizante de la formación y a sus desencuentros con Florian Philippot, al que en 2014 la revista Closer sacó del armario y a quien muchos responsabilizan de la parálisis del Frente Nacional ante la aprobación de la Ley del Matrimonio gays, germen de las movilizaciones masivas de la Manif Pour Tous, el nombre bajo el que se agruparon las diferentes organizaciones católicas que protestaron contra la iniciativa.
Precisamente, este éxito, además de los éxitos del superventas Éric Zemmour, bestia de color de los defensores del globalismo multicultural, prueban que más allá del discurso oficialista de la corrección política y de la mundialización existe una Francia identitaria que no se resigna a claudicar.
En persona, Maréchal parece más madura de lo que permiten adivinar sus 30 años. Es inteligente para ser político -usted no se puede imaginar a qué nos enfrentamos los periodistas- y aunque dice que ha abandonado toda la actividad relacionada con su partido, ha elaborado un discurso que conecta bien con el sentir de muchos franceses devastados a derecha e izquierda por la falta de empatía de Macron.
-¿Está sorprendida por el éxito de Vox, ya tercera fuerza?
Estoy impresionada por la fuerza con la que sus ideas han penetrado en la sociedad española. Es verdad que España había permanecido al margen del auge de los partidos conservadores en el resto de Europa. Pero es la tendencia. Vox ayudará a preservar España de todo lo que ya sufrimos en Francia por la cuestión migratoria -el 18% de los niños que nacen tienen un nombre árabe-, que nos ha convertido en una sociedad rota, violenta e islamizada. Acaba de salir un informe que refleja que hay 150 ciudades que ya controlan los islamistas. En España eso puede pasar en 15 años.
Cuenta la propia Maréchal que decidió apostar por España para su nuevo ISSEP cuando Gabriel Ariza se puso en contacto con ella. "Coincidíamos generacionalmente y comprendí que las necesidades de España a nivel de formación de élites coinciden mucho con nuestro proyecto educativo. Las élites no entienden lo que está pasado, están ancladas en un modelo pasado".
Se refiere, dice, al modelo "globalista, de desregularización y comercialización excesiva. Hasta del ser humano". También tiene una visión crítica del "multiculturalismo y de este modelo fracasado de la UE en el que las naciones diluyen su soberanía e identidad".
-¿Quiénes son esas élites de las que usted habla?
Una parte importante de los medios de comunicación, los grandes grupos económicos, las multinacionales, los interesados en que triunfe el multiculturalismo, la globalización con la consecuente bajada salarios y del nivel de vida de muchos...
-¿Cómo debería ser la UE?
Para mi gusto, Francia, España, Portugal e Italia deberían formar un eje mediterráneo frente al poder de Alemania que, evidentemente, es un país exportador y tiene unos intereses diferentes a los nuestros.
-¿Una suerte de Visegrado del sur?
Exactamente. Los estados nación pervivirán como prueba EEUU, que cada vez se asienta más sobre la conciencia de soberanía de la nación. El mito económico-político-social de Europa es precisamente la anomalía, porque Europa ha dejado de lado sus raíces y los ciudadanos se sienten lejanos del poder. Esa es una de las fuerzas del ISSEP: el aprendizaje y la conciencia de que somos parte de una civilización (****ocristiana) es finalmente emancipatorio. No queremos formar ciudadanos del mundo, esas élites internacionales sin raíces, mundializadas, que son las que ahora mandan en Bruselas y se han probado ineficaces. Nosotros formamos personas conscientes de dónde han nacido. Se trata de aclarar el presente a través del pasado. El problema de la UE es que no existe un poder legítimo porque no existe un pueblo europeo, sino muchos pueblos. La democracia funciona cuando se expresa en un marco afectivo que es lo que se da en los estados nación. No me refiero a que renunciemos a la mundialización, porque es inevitable. De lo que se trata es de cómo adaptamos la nación para que sobreviva a este proceso sin perder soberanía.
- Pero evidentemente avanzamos hacia la Europa de las regiones, incluso de las ciudades. Muchos analistas señalan que los Estados-Nación tienen sus días contados.
El regionalismo es una estrategia para disolver las naciones y están impulsado desde la propia UE para debilitar a los estados. Lo que pasa es que provoca la aparición de nuevos intentos de nación como ha pasado con Escocia o Cataluña. Al final, lo único que paradójicamente ha conseguido ese intento europeo de acabar con las identidades nacionales ha sido que surjan otras nuevas. En Francia no tenemos nada comparable a lo que pasa en España, pese a que las identidades locales también son muy fuertes. Y Córcega... Es una región que no es tan rica como Cataluña, que claramente se quiere independizar por motivos económicos. Porque no quiere compartir su riqueza.
España vacía: "En Francia tenemos el mismo problema"
Lilla también encuadró a Marion en una derecha ecológica. Ella se queja de que el discurso del cambio climático haya confiscado el discurso medioambiental. "El cuidado del medio ambiente es vital. Con lo que no estoy de acuerdo es con esas decisiones que se toman en los grandes foros y que tienen como primera víctima el bienestar de las clases populares".
Tampoco es ajena al concepto de la España vacía. "En Francia tenemos el mismo problema. Hay una serie de metrópolis -París, Lyon, en donde el precio del alquiler absorbe el 50% del sueldo de los trabajadores- que se han visto beneficiadas por la cuarta revolución industrial en detrimento de otras zonas rurales. Lo que hay que hacer es incentivar la actividad e invertir en ciudades de pequeño y mediano tamaño porque ¿quién se va a instalar en un pueblo si no tiene ni una panadería?. Una redistribución territorial así acabaría con los desequilibrios y la desconexión entre los habitantes de la metrópoli y el resto".
-¿Un conservador puede ser al mismo tiempo liberal?
Bueno, en Francia, la doctrina conservadora establecida como en otros países no existe. El conservadurismo murió como tal en la III República y esta corriente intelectual ha tomado formas diferentes en Francia: monarquismo, legitimismo católico social, gaullismo... Cuando digo que soy conservadora se trata más bien de una disposición de espíritu que de una doctrina política como tal. Es decir, frente a este culto al progreso, a pensar que las nuevas generaciones mejoran a las anteriores que proponen los progresistas, a mí me gusta aprender y tras*mitir nuestro poso cultural. Respecto al liberalismo, ¿a qué se refiere?. Si hablamos de liberalismo a la Montesquieu o de Tocqueville, soy liberal. Sin embargo, si nos referimos a la abolición de fronteras, desregulación, privatización de los servicios públicos, mercantilización del ser humano -como es el caso de, por ejemplo, los vientres de alquiler, la reproducción por catálogo, la eutanasia-... entonces, no soy liberal.
Habla con vehemencia, tranquila, es terriblemente educada y mide al milímetro su discurso estudiadísimo. Prosigue: "Hay que devolver a la sociedad civil el protagonismo que ha perdido. Una cosa es estar a favor de la economía de mercado y otra cosa muy distinta es la sociedad de mercado"(...).
(...)
Para mí, el principio que ha de regir la sociedad es el respeto al prójimo. La preservación del ser humano de toda mercantilización es una de las grandezas de la identidad europea. Por eso fracasa la UE, porque sólo ha sido concebida como un gran mercado sin raíces. El discurso parece contradecir la laicidad de la que se vanagloria Francia. Y yo misma la defiendo pese a ser católica siempre que la laicidad no sea el caballo de troya del islamismo y de los que quieren atacar cualquier expresión del catolicismo.
-¿Se considera populista?
El populismo es un etiqueta que algunos utilizan para desprestigiar a los que no estamos de acuerdo con sus ideas.
Se acaba el tiempo y Marion Maréchal tiene más citas que atender. A partir de ahora la veremos a menudo en España.
Marion Maréchal, la nieta de Le Pen: "Las élites españolas no están conectadas con la realidad"
En los últimos meses, Marion Maréchal (30 años) se ha convertido en un referente ideológico allende las fronteras de Francia. En un artículo publicado en la revista New York Review of Books el pasado diciembre, Mark Lilla la erigió como líder indiscutible de una nueva derecha europea que toma como marco cultural las raíces cristianas de Europa. Desconcierta la sorpresa del intelectual progresista. Cualquiera que la haya escuchado o leído tiene la certeza de que algún día será presidenta de Francia. Y no precisamente porque se esté de acuerdo con su ideario.
Marion, nieta de Jean-Marie Le Pen, ya deslumbró con su discurso en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) de 2018 y en los últimos meses ha sido definida como "gauloise sans filtre -una suerte de francesa sin complejos-" por Causeur, la revista del intelectual francés Alain Finkielkraut.
El pasado 27 de enero Maréchal estuvo en Madrid para constituir una fundación que le servirá para abrir en España una sucursal de su Institut des sciences sociales, économiques et politiques (ISSEP), una escuela de formación de élites "no desconectadas de la realidad" social.
En sus propias palabras: "Se trata de armar a los estudiantes para que puedan evolucionar en sus carreras -tanto en el ámbito privado como en el público- desde un verdadero pluralismo intelectual frente al sectarismo presente en la mayoría de centros de enseñanza en donde se ignora a los autores conservadores y en la que todo está orientado, sobre todo en Ciencias Políticas, hacia lo políticamente correcto. Y es precisamente en estos ámbitos en los que la libertad de expresión está más en peligro. Nosotros no discriminamos a los autores de izquierdas porque queremos desarrollar espíritus críticos a través de la confrontación de ideas", comenta en una conversación con EL MUNDO.
En la citada fundación figuran dos nombres asociados con Vox, Kiko Méndez-Monasterio y Gabriel Ariza, dos de las personas de confianza de Santiago Abascal.
Fuentes de la fundación niegan que el ISSEP español sea la Faes de Vox. "Nuestro objetivo es formar líderes, independientemente de si militan en un partido -ya sea el PP o Vox- o no; porque lo que necesitamos son liderazgos que inspiren, no solo que manden, tanto en el ámbito político, como en el social y el económico", explica Ariza, cicerone de la francesa en la capital de España.
Unas cuantas pinceladas para que los profanos puedan entender el personaje. Marion Maréchal dejó atrás el apellido Le Pen en 2017 cuando decidió retirarse de la política activa. Tenía sólo 27 años y no sólo había logrado ser la diputada más joven de Francia, sino que para muchos empezaba a consolidarse como la gran líder de la derecha.
Es bien sabido que entonces la relación con su tía Marine, que ese mismo año logró un excelente resultado con el Frente Nacional -hoy Reagrupación Nacional-, pero insuficiente para vencer a Emmanuel Macron, no era buena. En parte se debía al viraje secularizante de la formación y a sus desencuentros con Florian Philippot, al que en 2014 la revista Closer sacó del armario y a quien muchos responsabilizan de la parálisis del Frente Nacional ante la aprobación de la Ley del Matrimonio gays, germen de las movilizaciones masivas de la Manif Pour Tous, el nombre bajo el que se agruparon las diferentes organizaciones católicas que protestaron contra la iniciativa.
Precisamente, este éxito, además de los éxitos del superventas Éric Zemmour, bestia de color de los defensores del globalismo multicultural, prueban que más allá del discurso oficialista de la corrección política y de la mundialización existe una Francia identitaria que no se resigna a claudicar.
En persona, Maréchal parece más madura de lo que permiten adivinar sus 30 años. Es inteligente para ser político -usted no se puede imaginar a qué nos enfrentamos los periodistas- y aunque dice que ha abandonado toda la actividad relacionada con su partido, ha elaborado un discurso que conecta bien con el sentir de muchos franceses devastados a derecha e izquierda por la falta de empatía de Macron.
-¿Está sorprendida por el éxito de Vox, ya tercera fuerza?
Estoy impresionada por la fuerza con la que sus ideas han penetrado en la sociedad española. Es verdad que España había permanecido al margen del auge de los partidos conservadores en el resto de Europa. Pero es la tendencia. Vox ayudará a preservar España de todo lo que ya sufrimos en Francia por la cuestión migratoria -el 18% de los niños que nacen tienen un nombre árabe-, que nos ha convertido en una sociedad rota, violenta e islamizada. Acaba de salir un informe que refleja que hay 150 ciudades que ya controlan los islamistas. En España eso puede pasar en 15 años.
Cuenta la propia Maréchal que decidió apostar por España para su nuevo ISSEP cuando Gabriel Ariza se puso en contacto con ella. "Coincidíamos generacionalmente y comprendí que las necesidades de España a nivel de formación de élites coinciden mucho con nuestro proyecto educativo. Las élites no entienden lo que está pasado, están ancladas en un modelo pasado".
Se refiere, dice, al modelo "globalista, de desregularización y comercialización excesiva. Hasta del ser humano". También tiene una visión crítica del "multiculturalismo y de este modelo fracasado de la UE en el que las naciones diluyen su soberanía e identidad".
-¿Quiénes son esas élites de las que usted habla?
Una parte importante de los medios de comunicación, los grandes grupos económicos, las multinacionales, los interesados en que triunfe el multiculturalismo, la globalización con la consecuente bajada salarios y del nivel de vida de muchos...
-¿Cómo debería ser la UE?
Para mi gusto, Francia, España, Portugal e Italia deberían formar un eje mediterráneo frente al poder de Alemania que, evidentemente, es un país exportador y tiene unos intereses diferentes a los nuestros.
-¿Una suerte de Visegrado del sur?
Exactamente. Los estados nación pervivirán como prueba EEUU, que cada vez se asienta más sobre la conciencia de soberanía de la nación. El mito económico-político-social de Europa es precisamente la anomalía, porque Europa ha dejado de lado sus raíces y los ciudadanos se sienten lejanos del poder. Esa es una de las fuerzas del ISSEP: el aprendizaje y la conciencia de que somos parte de una civilización (****ocristiana) es finalmente emancipatorio. No queremos formar ciudadanos del mundo, esas élites internacionales sin raíces, mundializadas, que son las que ahora mandan en Bruselas y se han probado ineficaces. Nosotros formamos personas conscientes de dónde han nacido. Se trata de aclarar el presente a través del pasado. El problema de la UE es que no existe un poder legítimo porque no existe un pueblo europeo, sino muchos pueblos. La democracia funciona cuando se expresa en un marco afectivo que es lo que se da en los estados nación. No me refiero a que renunciemos a la mundialización, porque es inevitable. De lo que se trata es de cómo adaptamos la nación para que sobreviva a este proceso sin perder soberanía.
- Pero evidentemente avanzamos hacia la Europa de las regiones, incluso de las ciudades. Muchos analistas señalan que los Estados-Nación tienen sus días contados.
El regionalismo es una estrategia para disolver las naciones y están impulsado desde la propia UE para debilitar a los estados. Lo que pasa es que provoca la aparición de nuevos intentos de nación como ha pasado con Escocia o Cataluña. Al final, lo único que paradójicamente ha conseguido ese intento europeo de acabar con las identidades nacionales ha sido que surjan otras nuevas. En Francia no tenemos nada comparable a lo que pasa en España, pese a que las identidades locales también son muy fuertes. Y Córcega... Es una región que no es tan rica como Cataluña, que claramente se quiere independizar por motivos económicos. Porque no quiere compartir su riqueza.
España vacía: "En Francia tenemos el mismo problema"
Lilla también encuadró a Marion en una derecha ecológica. Ella se queja de que el discurso del cambio climático haya confiscado el discurso medioambiental. "El cuidado del medio ambiente es vital. Con lo que no estoy de acuerdo es con esas decisiones que se toman en los grandes foros y que tienen como primera víctima el bienestar de las clases populares".
Tampoco es ajena al concepto de la España vacía. "En Francia tenemos el mismo problema. Hay una serie de metrópolis -París, Lyon, en donde el precio del alquiler absorbe el 50% del sueldo de los trabajadores- que se han visto beneficiadas por la cuarta revolución industrial en detrimento de otras zonas rurales. Lo que hay que hacer es incentivar la actividad e invertir en ciudades de pequeño y mediano tamaño porque ¿quién se va a instalar en un pueblo si no tiene ni una panadería?. Una redistribución territorial así acabaría con los desequilibrios y la desconexión entre los habitantes de la metrópoli y el resto".
-¿Un conservador puede ser al mismo tiempo liberal?
Bueno, en Francia, la doctrina conservadora establecida como en otros países no existe. El conservadurismo murió como tal en la III República y esta corriente intelectual ha tomado formas diferentes en Francia: monarquismo, legitimismo católico social, gaullismo... Cuando digo que soy conservadora se trata más bien de una disposición de espíritu que de una doctrina política como tal. Es decir, frente a este culto al progreso, a pensar que las nuevas generaciones mejoran a las anteriores que proponen los progresistas, a mí me gusta aprender y tras*mitir nuestro poso cultural. Respecto al liberalismo, ¿a qué se refiere?. Si hablamos de liberalismo a la Montesquieu o de Tocqueville, soy liberal. Sin embargo, si nos referimos a la abolición de fronteras, desregulación, privatización de los servicios públicos, mercantilización del ser humano -como es el caso de, por ejemplo, los vientres de alquiler, la reproducción por catálogo, la eutanasia-... entonces, no soy liberal.
Habla con vehemencia, tranquila, es terriblemente educada y mide al milímetro su discurso estudiadísimo. Prosigue: "Hay que devolver a la sociedad civil el protagonismo que ha perdido. Una cosa es estar a favor de la economía de mercado y otra cosa muy distinta es la sociedad de mercado"(...).
(...)
Para mí, el principio que ha de regir la sociedad es el respeto al prójimo. La preservación del ser humano de toda mercantilización es una de las grandezas de la identidad europea. Por eso fracasa la UE, porque sólo ha sido concebida como un gran mercado sin raíces. El discurso parece contradecir la laicidad de la que se vanagloria Francia. Y yo misma la defiendo pese a ser católica siempre que la laicidad no sea el caballo de troya del islamismo y de los que quieren atacar cualquier expresión del catolicismo.
-¿Se considera populista?
El populismo es un etiqueta que algunos utilizan para desprestigiar a los que no estamos de acuerdo con sus ideas.
Se acaba el tiempo y Marion Maréchal tiene más citas que atender. A partir de ahora la veremos a menudo en España.
Marion Maréchal, la nieta de Le Pen: "Las élites españolas no están conectadas con la realidad"
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