Marien, asistente sensual de minusválidos

krako

Madmaxista
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Muy interesante, pone los pelos de punta....

Cruza la calle con andar de gacela. Su casi metro ochenta. Sus cuarentaitantos años. Ella es Marien en su vida profesional y Montse cuando recupera su auténtico yo [y viceversa]. Su cuerpo es su negocio. Cruza y nos invita a visitar su refugio. Estamos en un pueblo de costa a 50 kilómetros de Vigo donde ella está de vacaciones. Se ve el Atlántico y la montaña desde la ventana de su apartamento. Ella es cortesana. Pero con una especialidad que la hace distinta. Única. Marien atiende a discapacitados. "Hombres con síndrome de Down, tetrapléjicos, quemados, gente que padece obesidad mórbida... Comencé hace 11 años...". En plena charla, las olas, la lluvia y el viento se cruzan formando un sonido ambiental extraño, de distorsión natural. Es Jueves de Pasión y, por momentos, el ruido se hace tenue. Permite escuchar mejor lo que dice Montse. Comenta, como si fuera un confidente, los inicios de Marien. Ella encontró su senda atendiendo a aquellos que ninguna otra cortesana quiere.

-¿Cómo se dio a conocer?

-Comencé a anunciarme en los periódicos de Cataluña cuando me hice escort independiente. En los clasificados ponía desde un principio que atendía a discapacitados. Me especialicé. Tengo clientes fijos, de años. Pero son anónimos. No hago preguntas, aunque ellos suelen contarlo todo. Pelo azabache, tornasol a pesar de lo grisáceo del día. Ondulado. Lleva una chaqueta marrón de tela de traje y una minifalda a juego. Sus piernas lucen extensas y musculadas. Ha trabajado mucho con ellas. En el gimnasio y en la vida. Los zapatos de tacón, con tiras que rodean sus pies y sus tobillos, le recuerdan que vive una permanente dualidad. "Es el icono fetiche de Marien". A pesar de estar cerca de los 50, no tiene arrugas. No hay cicatrices de operaciones, así que esa lozanía es suya. Natural. Sus manos son aún mas jovenes que su rostro. Dedos largos. Un anillo con un cristal enorme. Uñas con manicura recien hecha. De ascendencia gallega, nació en Cataluña. Ejerció de todo. Limpió escaleras a los seis años. Cuidó ancianos... Se casó a los 17. Fracasó. Eligió un sendero diferente.

Su último servicio antes del encuentro con Crónica, un hombre [llamémosle Juan] con esclerosis lateral amiotrófica, la terrible ELA. Pagó sin negociar. "No acepto los regateos, simplemente cuelgo el teléfono". Son 200 euros la hora. Juan, cuarentón, recibió de ella las primeras caricias de mujer adulta de su vida. "Eso me dijo, no tenía por qué mentir". Marien, profesional, hizo su trabajo. Le dio placer. El hombre había llegado a su piso de Barcelona -ciudad donde ella trabaja y reside- apoyándose en las paredes del pasillo. Ella le recibió con unas sandalias. Al verlo, recuerda, la comisura de sus labios se quebró, pícara, hacía arriba. "Les doy todo el cariño que puedo. Ellos están necesitados de afecto, son especiales".

Esa peregrinación no es extraña. Es la única meretriz especializada en España [no conoce a nadie más y en nuestra investigación no hemos podido encontrar a ninguna otra]. Se pueden contar con los dedos los clubes de alterne con instalaciones adaptadas. Una realidad que mezcla lo tabú y lo silente. El sesso de los discapacitados [3,8 millones forman este colectivo en el país]. La satisfacción de una necesidad biológica intensa. Completamente instintiva, absolutamente vital.

España, donde la prespitación se encuentra en un estadio de alegalidad, es lugar de éxodo de ingleses paralíticos, ciegos, amputados... Un documental de la BBC -One life, For one night only- muestra la Costa Brava como su particular paraíso del placer. Emitido hace un año y medio, en él, Asta Anthony Philpo [24 años, sólo puede mover su cabeza y algo las manos] convoca a un parapléjico y a un invidente a perder la virginidad en un local de sesso de pago en Girona. Su odisea, iniciada en un barco que lo traía de Inglaterra, termina en una cama redonda del Club Eclipse. Frank, el anfitrión, explica que desde entonces reciben -sobre todo entre los meses de junio y julio- un considerable número de estos nuevos turistas. "No todas las chicas se atreven. La mayoría tienen reticencias. Lo hacen ocasionalmente", dice sin explicar más.

Marien, la pionera, sabe del tema. Ella comenzó a trabajar en nightclubs hace dos décadas, cambió de nombre para su oficio cuando tenía 27 años. Estaba separada. En la quiebra. Con hijos y padres que mantener. Comenzó a vender su cuerpo a todos los públicos, en locales sin glamour. «Llegué a los 20 servicios por día». Vio cómo las chicas despreciaban a hombres en sillas de ruedas, a los cojos, a los que llevaban gafas con el ancho de la luna de un blindado. Marien, no.

-¿Qué aprendió entonces?

-Son seres humanos que necesitan el mismo tipo de afecto. Parece una conclusión fácil pero no es así. Entonces [y ahora] mis compañeras me decían: "¡Cómo puedes!". No les explicaba porque no tenía mayor sentido. Descubrí también que no son tan frágiles . Tienen problemas, necesitan ayuda para determinados momentos, pero poseen una capacidad para superar inconvenientes... Cuando ofrecía auxilio sólo conseguía enfadarlos. Son orgullosos en el buen sentido, porque quieren la menor cantidad de ayuda posible. Saben lo que ellos pueden hacer y lo que no. Lo que necesitan lo piden.

El dinero que ha ganado le permite vivir cómodamente. Ya ha pagado sus dos pisos. Estudió Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma de Barcelona. Pronto comenzará su doctorado. Se ha convertido en un mito erótico en los foros de Internet. Escribe un blog de referencia [En una imagen se lee: I'm not a bitch, i'm the bitch and to you i'm Mrs Bitch. / No soy una fruta, soy la fruta y para tí una Sra. fruta].

Sus propias colegas la recomiendan. Le piden consejo. Si se retira, no deja escuela. Todavía...

El debate sobre este asunto es cada vez más intenso. En los cantones suizos de habla alemana los asistentes sensuales ejercen libremente desde hace seis años. "Al principio no fue fácil", reconoce Lorenzo Fumagalli, un fisioterapeuta que se informó sobre estas prácticas leyendo el periódico. "Me acuerdo que la noticia provocó reacciones muy violentas", cuenta Fumagalli, quien se desplaza por todo el país ofreciendo sus servicios. La demanda es muy diversa. Explica el caso de un hombre con una grave discapacidad física y mental. "Era agresivo y sus educadores decían que era por el sesso. Después de dejarle jugar sobre mí, cambió".

Catherine Agthe-Diserens, presidenta de la Asociación Sexualidad y Discapacidades Plurales, se lanzó hace un año en la formación de acompañantes eróticos. Lo primero que enseña es a distinguir entre los distintos tipos de discapacidad.

-¿Qué los hace distintos?

-Un joven en una silla de ruedas, por ejemplo, puede manifestar claramente sus deseos. En cambio, alguien con discapacidad mental no podrá comunicarse de la misma manera. Una tetrapléjica querrá sentir la piel de un hombre. Un muchacho autista deseará ver el torso desnudo de una mujer. Un espástico [experimenta contracciones involuntarias de los músculos esqueléticos] necesitará ayuda para querersese. Una chica con miopatía soñará con masajes placenteros...

-¿La demanda más frecuente?-Recibimos solicitudes muy diferentes. Para darle un ejemplo tuvimos en Ginebra una mujer que sufría una enfermedad física degenerativa incurable y su último deseo era sentir el contacto de un hombre desnudo contra su piel. "No quiero que me haga nada. Pero antes de morir necesito que un desconocido me abrace", eso nos dijo.

En otros casos se trata de parejas que sufren de parálisis motriz cerebral y piden ayuda a un asistente sensual para que los ponga juntos sobre la cama, los ayude a desnudarse y acerque sus cuerpos. El asistente ha de ayudar al hombre a meter su miembro viril en la vagina de su mujer, porque no puede. Se han dado casos en los que los discapacitados tienen deseos sensuales y llegan a pedir al personal que trabaja en los hospitales caricias y masajes que ellos no pueden prestar. Incluso en casos extremos hay quienes no pueden hablar y comunican su ansiedad escribiendo en la pantalla del ordenador o utilizando una quebrada voz digital.

...En un café con arañas de cristal y sillones rococó Marien cuenta que ha vivido situaciones similares o más dramáticas. Es consciente de que demasiadas veces es la primera pareja de estos clientes especiales. "Se debe tener paciencia con un hombre que tiene el 80% de su cuerpo con quemaduras. Acariciar esa piel es una experiencia distinta, para él y para mí". O con un amputado, sin piernas. Es ver sus cicatrices sin sentir compasión. Es acariciarlas y -al ver que su cuerpo termina donde no debería- no estremecerte... O enfrentarse a un cuerpo inmóvil que mira y no habla. "Pero desea como usted o como yo".

-¿O más?

-En algunos casos poseen tanto dentro que para alcanzar el orgasmo les basta con una caricia. Un masaje. El contacto. Muchos no tienen erecciones y aprenden conmigo que no todo es lo genital. Que lo establecido no es lo único. Es necesario hasta saber contestarles las llamadas. Dicen cosas como: «Tengo parálisis cerebral. Por favor no cuelgues. No estoy borracho». Voy a sus casas. Aún me sorprendo.

Cada caso es especial, pero suele repasar sus cuerpos con su boca. Comienza por la frente. Sigue por las cejas. Las orejas. El orden de los besos los redibuja. Y los vuelve a hacer sentir completos. Tras sus servicios suele recibir ramos de flores. Con notas que repiten siempre una palabra. "Gracias".

Hay un empresario acondroplásico que se cita con ella. Cenan juntos. Lo que más le gusta es caminar a su lado y percibir el contraste. La disparidad. Hay los que pueden pagar su compañía por un fin de semana. Son 2.000 euros [sin incluir el tras*porte y las comidas]. Ha viajado por toda España por esos servicios. Las casas de esas personas son como un hospital de lujo. Camas adaptadas, pasillos anchos, inodoros especiales... A veces ella sólo se sienta a su lado y les escucha.

-Suena a guión de un filme...

-Viajan, viven y, a pesar de todo, como no tienen dificultades económicas, pueden disfrutar del sesso cuando quieren. Ese mundo existe y alcanzan la casi plenitud -dice. Se distrae mirando un muro de piedra donde las olas rompen... En Dinamarca, Torben Vegne, que padece espasticidad, denunció en 2005 al Ayuntamiento de Aarhus, segunda ciudad del país, por no subvencionar las visitas de señoritas de compañía a su domicilio. Los jueces fallaron en su contra, pero la sentencia no zanjó la polémica. Allí, las trabajadoras del sesso que tratan con minusválidos consideran que prestan "un servicio social". Una de ellas es Lilje Deluxe, la cortesana más famosa del país por su infatigable defensa del oficio ante quienes pretenden prohibirlo: "Tengo un montón de clientes discapacitados. Cuando estoy con ellos sé que ayudo a un ser humano". Montse siente lo mismo.
 
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