RedSixLima
Madmaxista
Pablo Sebastián
Nada más conocerse el lúgubre testamento económico, o sus previsiones para el 2009, del vicepresidente Pedro Solbes, dinamitando los Presupuestos del Estado que se acaban de aprobar, el presidente Zapatero se ha fugado a Egipto en pos de una sesión fotográfica sobre la paz en la guerra de Gaza, para evitar el contagio con las tremendas cifras del déficit público (del 5,8%), del paro (15,9%) y de la recesión (menos 1,6 del PIB), las que sin lugar a dudas serán superadas por la imparable realidad y puede que hacia el 6,5 del déficit, el 18 por ciento de paro, y el menos 2,5 de PIB. Las cifras que, en todo caso pero tarde y mal, empieza a reconocer el Gobierno, una vez que comprobó que su falso optimismo carece de la credibilidad y provoca más desconfianza que expectativas de recuperación económica y social.
Solbes es un cadáver político, al que Zapatero se resiste a enterrar para no enturbiar los procesos electorales en curso -europeas, gallegas y vascas-, siguiendo el mismo guión que ya utilizó en las pasadas generales del 2008, cuando negaba la crisis para que los ciudadanos no le infligieran un duro castigo electoral. Ahora que la crisis habita todos los hogares españoles, la estrategia defensiva del presidente consiste en atrincherarse tras la pila de cadáveres políticos de su Gobierno -están tocados más de la mitad de sus ministros, De la Vega, Solbes, Bermejo, Sebastián, Álvarez, jovenlandesatinos, Aído, etc.-, y especialmente tras la oronda figura de su aparente buda feliz, el vicepresidente Solbes, que dejará tras de sí una catástrofe superior a la que ya ofreció como herencia al PP en 1996 tras la derrota electoral de Felipe González.
Zapatero sobrevive apoyado en el permanente chantaje confederado de los nacionalistas y parapetado tras su chamuscado Gobierno. Y huye de España en pos de las fotos de la paz en Gaza -su ministra Chacón no le va a la zaga en el arte de posar ante las cámaras, en el que se acaba de iniciar de manera harto extravagante la diputada Soraya Sáenz de Santamaría del PP-. Pero, y sobre todo, el gran avalista de la permanencia de Zapatero en el poder y de sus sorprendentes expectativas electorales que le ofrecen las encuestas no es otro que el líder de la oposición, Mariano Rajoy, cuyo liderazgo está por los suelos y su autoridad devaluada y puesta en entredicho por dirigentes de su propio partido, lo que conduce a la sencilla conclusión: ¿cómo pretende gobernar España quien no se hace respetar en su propio partido?
Lo que ha hecho la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, aplaudiendo el nuevo plan de financiación autonómica de Zapatero y desafiando a Rajoy en Caja Madrid de la mano del PSOE madrileño -mientras su consejero, el sospechoso Granados, llama hipócrita al líder nacional del PP-, da una idea de la grave crisis del primer partido de la oposición. A la vez que la sitúa en un punto de no retorno, que se convertirá en mortal para Rajoy si el líder de los populares no adopta, en las próximas horas y días, medidas radicales y contundentes -incluso la implantación de una gestora nacional del partido en el PP de Madrid- que pongan un final a la constante rebelión interna de los barones y los dirigentes de su partido.
El que el vicesecretario general del PSOE, José Blanco, haya pilotado el pacto madrileño del PSOE con las huestes de Aguirre, al mismo tiempo que exige a Rajoy que ponga orden en su partido, prueba la importancia que el Palacio de la Moncloa le da al continuo desgaste y deterioro del liderazgo de Rajoy. Un político a la defensiva que en sus visitas a las redacciones y los estudios de medios de comunicación se dedica a dar explicaciones de su intención de permanecer al frente del PP si sale derrotado en las próximas citas electorales en lugar de exigir, como debiera, la dimisión de Zapatero si pierde los comicios europeos por causa del gran desastre económico y social en el que vivimos, como consecuencia de los errores y la incapacidad de su Gobierno ante la crisis, ejerciendo como debiera el papel y liderazgo de la oposición.
En las actuales circunstancias no resulta extraño que Rosa Díez esté camino de convertirse en una sólida tercera vía política, y no sólo por su entereza y valor personal, sino por el imparable deterioro del PSOE y del PP ante unos desconcertados y asustados ciudadanos que vengarán su orfandad y la falta de horizontes refugiándose en la abstención o en UPyD, a título de castigo a los grandes partidos y como escapada lógica hacia un lugar nuevo donde la dignidad y el prestigio de la política ofrece muestras de gran vitalidad.
Nada más conocerse el lúgubre testamento económico, o sus previsiones para el 2009, del vicepresidente Pedro Solbes, dinamitando los Presupuestos del Estado que se acaban de aprobar, el presidente Zapatero se ha fugado a Egipto en pos de una sesión fotográfica sobre la paz en la guerra de Gaza, para evitar el contagio con las tremendas cifras del déficit público (del 5,8%), del paro (15,9%) y de la recesión (menos 1,6 del PIB), las que sin lugar a dudas serán superadas por la imparable realidad y puede que hacia el 6,5 del déficit, el 18 por ciento de paro, y el menos 2,5 de PIB. Las cifras que, en todo caso pero tarde y mal, empieza a reconocer el Gobierno, una vez que comprobó que su falso optimismo carece de la credibilidad y provoca más desconfianza que expectativas de recuperación económica y social.
Solbes es un cadáver político, al que Zapatero se resiste a enterrar para no enturbiar los procesos electorales en curso -europeas, gallegas y vascas-, siguiendo el mismo guión que ya utilizó en las pasadas generales del 2008, cuando negaba la crisis para que los ciudadanos no le infligieran un duro castigo electoral. Ahora que la crisis habita todos los hogares españoles, la estrategia defensiva del presidente consiste en atrincherarse tras la pila de cadáveres políticos de su Gobierno -están tocados más de la mitad de sus ministros, De la Vega, Solbes, Bermejo, Sebastián, Álvarez, jovenlandesatinos, Aído, etc.-, y especialmente tras la oronda figura de su aparente buda feliz, el vicepresidente Solbes, que dejará tras de sí una catástrofe superior a la que ya ofreció como herencia al PP en 1996 tras la derrota electoral de Felipe González.
Zapatero sobrevive apoyado en el permanente chantaje confederado de los nacionalistas y parapetado tras su chamuscado Gobierno. Y huye de España en pos de las fotos de la paz en Gaza -su ministra Chacón no le va a la zaga en el arte de posar ante las cámaras, en el que se acaba de iniciar de manera harto extravagante la diputada Soraya Sáenz de Santamaría del PP-. Pero, y sobre todo, el gran avalista de la permanencia de Zapatero en el poder y de sus sorprendentes expectativas electorales que le ofrecen las encuestas no es otro que el líder de la oposición, Mariano Rajoy, cuyo liderazgo está por los suelos y su autoridad devaluada y puesta en entredicho por dirigentes de su propio partido, lo que conduce a la sencilla conclusión: ¿cómo pretende gobernar España quien no se hace respetar en su propio partido?
Lo que ha hecho la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, aplaudiendo el nuevo plan de financiación autonómica de Zapatero y desafiando a Rajoy en Caja Madrid de la mano del PSOE madrileño -mientras su consejero, el sospechoso Granados, llama hipócrita al líder nacional del PP-, da una idea de la grave crisis del primer partido de la oposición. A la vez que la sitúa en un punto de no retorno, que se convertirá en mortal para Rajoy si el líder de los populares no adopta, en las próximas horas y días, medidas radicales y contundentes -incluso la implantación de una gestora nacional del partido en el PP de Madrid- que pongan un final a la constante rebelión interna de los barones y los dirigentes de su partido.
El que el vicesecretario general del PSOE, José Blanco, haya pilotado el pacto madrileño del PSOE con las huestes de Aguirre, al mismo tiempo que exige a Rajoy que ponga orden en su partido, prueba la importancia que el Palacio de la Moncloa le da al continuo desgaste y deterioro del liderazgo de Rajoy. Un político a la defensiva que en sus visitas a las redacciones y los estudios de medios de comunicación se dedica a dar explicaciones de su intención de permanecer al frente del PP si sale derrotado en las próximas citas electorales en lugar de exigir, como debiera, la dimisión de Zapatero si pierde los comicios europeos por causa del gran desastre económico y social en el que vivimos, como consecuencia de los errores y la incapacidad de su Gobierno ante la crisis, ejerciendo como debiera el papel y liderazgo de la oposición.
En las actuales circunstancias no resulta extraño que Rosa Díez esté camino de convertirse en una sólida tercera vía política, y no sólo por su entereza y valor personal, sino por el imparable deterioro del PSOE y del PP ante unos desconcertados y asustados ciudadanos que vengarán su orfandad y la falta de horizontes refugiándose en la abstención o en UPyD, a título de castigo a los grandes partidos y como escapada lógica hacia un lugar nuevo donde la dignidad y el prestigio de la política ofrece muestras de gran vitalidad.