Sir Connor
Excelentisimo Sir
La escritora y poeta cordobesa publica 'Tierra de mujeres', un ensayo en el que trata de dar espacio a la mujer en el campo, huyendo de estereotipos y reivindicando –ajena a idealizaciones– una lucha silenciada y plagada de renuncias
La escritora, poeta y veterinaria María Sánchez (Córdoba, 1989) atiende nuestra llamada desde una estación de tren. Lleva días recorriendo el país con su nuevo libro bajo el brazo Tierra de mujeres. Una mirada íntima y familiar al mundo rural(Seix Barral, 2019). "Estoy deseando cambiar esto de la promoción por las cabras...", confiesa al otro lado del teléfono. Un anhelo que no debe llevar a engaño; Sánchez no duda en desmitificar lo rural, huye como de la peste de esa mirada idílica en la que suele incurrir el turista urbanita y, a cambio, nos ofrece un acercamiento mucho más humano. "Lo que no se nombra no existe", reitera en la entrevista. Quizá por ello se empeña en ponerle palabras a ese silencio que tantas mujeres tuvieron que habitar desde el campo.
Una veterinaria rural inmersa en plena vorágine promocional, ¿todo bien?
Me siento un poco saturada y un poco fuera de lugar. El tiempo cambia en la ciudad, es un tiempo lleno de inmediatez que me abruma un poco.
¿Idealizamos la vida rural en la urbe?
Un poco. Parece que o somos Los santos inocentes o el campo es la cabaña de Walden , y ni una cosa ni la otra. Lo que se vende desde los medios no es lo que veo yo en mi día a día.
¿Por qué la literatura rural no suele acabar bien? Parece que la tragedia siempre acecha al paisano de turno.
Sí, esto es algo que ocurre mucho y que cuando lo pienso me da rabia y me resulta doloroso que en el campo solo pasen cosas horribles. El otro día leí un titular en El País, decía así: El “terror rural” que acabó en fin en una aldea de Galicia llega a juicio. ¿Hablamos de 'terror urbano' cuando hay un crimen en la ciudad?, ¿por qué tenemos que remarcar siempre lo rural como algo trágico lleno de gente pobre e ignorante?
"Cierto periodismo nos tilda o de sepultureros o de paisanos que mueren en pueblos vacíos"
Para mí lo más radical y lo mejor que se está haciendo en estos momentos en nuestro país está ocurriendo en los márgenes; mujeres jóvenes que están recuperando razas autóctonas en peligro de extinción, colectivos que se están uniendo y están luchando contra las macrogranjas, personas que están decidiendo quedarse y luchar por su pueblo y por su territorio... Estoy muy cansada de ese periodismo que nos dice que somos o sepultureros o paisanos que se mueren en pueblos que se vacían.
¿Cuándo decide regresar al campo?
Nunca terminé de irme. El medio rural siempre ha estado ahí. Yo me crío rodeada de cabras, me siento muy privilegiada de venir del campo, toda la verdura, los bemoles e incluso la carne que he comido desde pequeña es de producción propia, procede de mi campo.
¿Cuándo y por qué decide poner el foco en la mujer rural?
Me di cuenta de que tanto mi progenitora como mi abuela y en general todas las mujeres de mi familia son las completas desconocidas. Los referentes en mi casa siempre fueron los hombres, mi padre y mi abuelo –ambos veterinarios– eran lo que yo aspiraba a ser. En mi primer libro [Cuaderno de campo (La bella Varsovia, 2017)], ya se produce una ruptura que por un lado me lleva a agradecerles a ellos todo lo que me han enseñado y, por otro, a presentarme al mundo como mujer y como veterinaria dándome cuenta de que para ser igualmente buena no tengo necesariamente que ser como ellos.
¿Qué supone para usted el auge del feminismo?
El feminismo es la venda que me quitan de la mano. Me doy cuenta de que la mayoría de los profesores de la facultad son hombres, de que los escritores y los poetas que me gustan son todo hombres y de que los ecologistas, científicos y naturalistas de referencia también lo son. ¿Dónde están las mujeres?
¿Es así como llega a las mujeres de su vida?
Claro, es ahí cuando te preguntas, ¿por qué nunca he querido ser como ellas? Es algo muy doloroso, una especie de duelo. ¿Cuál es su historia?, ¿de dónde vienen? Ya no se trata del hecho de no tenerlas como referentes, sino de no saber nada de ellas. En ese sentido, creo que los hijos y los nietos somos un poco egoístas porque pensamos que la vida de nuestras madres empieza cuando nacemos nosotros.
¿Encontró más machismo como veterinaria que como escritora?
"Me han llegado a decir que no seré tan de pueblo si me pinto los labios"
Partimos de la base de que yo soy una privilegiada, en el sentido de que como veterinaria de campo estoy en un nivel diferente al de una ganadera, una jornalera o una pastora. Ellos, los ganaderos, me pagan para que yo haga un trabajo y en ese trabajo soy yo la que manda. En el ámbito cultural, en cambio, sí me he encontrado con situaciones complicadas. El otro día estaba en el Premio Biblioteca Breve y un editor extranjero me dijo: "Para ser veterinaria de campo vistes muy bien". No sólo eso, he tenido que escuchar comentarios terribles como con quién me he acostado para publicar en tal periódico, o sobre mis relaciones personales o mis gustos musicales...
He llegado a leer cosas como que no seré tanto de pueblo como digo si me pinto los labios. Es como si nos metieran en una postal en la que nos tienen enmarcadas; no sólo hay una mujer rural, hay muchas mujeres rurales, como hay muchos relatos rurales.
Se achacó en su día el auge de Vox al voto rural, ¿qué opina de esto?
Me parece muy injusto. Parece que hubieran desaparecido de un día para otro todos los pueblos de izquierda, toda esa tradición de los jornaleros de izquierda. Ahora parece que se impone la visión de Vox según la cual los pueblos son solo toros y caza. Esto no es así y me parece muy injusto.
¿Se percibe al pueblo con condescendencia?
Es inevitable porque lo tenemos muy inculcado, pero si hasta nuestros abuelos se avergonzaban de ser de pueblo. Es como una mancha que va a costar trabajo quitar pero que conseguiremos quitar. El patrimonio hay que cuidarlo y para cuidar algo tienes que valorarlo. Lo que no se nombra no existe y el campo está muy fuera de nuestra narrativa, de nuestro día a día.
La escritora, poeta y veterinaria María Sánchez (Córdoba, 1989) atiende nuestra llamada desde una estación de tren. Lleva días recorriendo el país con su nuevo libro bajo el brazo Tierra de mujeres. Una mirada íntima y familiar al mundo rural(Seix Barral, 2019). "Estoy deseando cambiar esto de la promoción por las cabras...", confiesa al otro lado del teléfono. Un anhelo que no debe llevar a engaño; Sánchez no duda en desmitificar lo rural, huye como de la peste de esa mirada idílica en la que suele incurrir el turista urbanita y, a cambio, nos ofrece un acercamiento mucho más humano. "Lo que no se nombra no existe", reitera en la entrevista. Quizá por ello se empeña en ponerle palabras a ese silencio que tantas mujeres tuvieron que habitar desde el campo.
Una veterinaria rural inmersa en plena vorágine promocional, ¿todo bien?
Me siento un poco saturada y un poco fuera de lugar. El tiempo cambia en la ciudad, es un tiempo lleno de inmediatez que me abruma un poco.
¿Idealizamos la vida rural en la urbe?
Un poco. Parece que o somos Los santos inocentes o el campo es la cabaña de Walden , y ni una cosa ni la otra. Lo que se vende desde los medios no es lo que veo yo en mi día a día.
¿Por qué la literatura rural no suele acabar bien? Parece que la tragedia siempre acecha al paisano de turno.
Sí, esto es algo que ocurre mucho y que cuando lo pienso me da rabia y me resulta doloroso que en el campo solo pasen cosas horribles. El otro día leí un titular en El País, decía así: El “terror rural” que acabó en fin en una aldea de Galicia llega a juicio. ¿Hablamos de 'terror urbano' cuando hay un crimen en la ciudad?, ¿por qué tenemos que remarcar siempre lo rural como algo trágico lleno de gente pobre e ignorante?
"Cierto periodismo nos tilda o de sepultureros o de paisanos que mueren en pueblos vacíos"
Para mí lo más radical y lo mejor que se está haciendo en estos momentos en nuestro país está ocurriendo en los márgenes; mujeres jóvenes que están recuperando razas autóctonas en peligro de extinción, colectivos que se están uniendo y están luchando contra las macrogranjas, personas que están decidiendo quedarse y luchar por su pueblo y por su territorio... Estoy muy cansada de ese periodismo que nos dice que somos o sepultureros o paisanos que se mueren en pueblos que se vacían.
¿Cuándo decide regresar al campo?
Nunca terminé de irme. El medio rural siempre ha estado ahí. Yo me crío rodeada de cabras, me siento muy privilegiada de venir del campo, toda la verdura, los bemoles e incluso la carne que he comido desde pequeña es de producción propia, procede de mi campo.
¿Cuándo y por qué decide poner el foco en la mujer rural?
Me di cuenta de que tanto mi progenitora como mi abuela y en general todas las mujeres de mi familia son las completas desconocidas. Los referentes en mi casa siempre fueron los hombres, mi padre y mi abuelo –ambos veterinarios– eran lo que yo aspiraba a ser. En mi primer libro [Cuaderno de campo (La bella Varsovia, 2017)], ya se produce una ruptura que por un lado me lleva a agradecerles a ellos todo lo que me han enseñado y, por otro, a presentarme al mundo como mujer y como veterinaria dándome cuenta de que para ser igualmente buena no tengo necesariamente que ser como ellos.
¿Qué supone para usted el auge del feminismo?
El feminismo es la venda que me quitan de la mano. Me doy cuenta de que la mayoría de los profesores de la facultad son hombres, de que los escritores y los poetas que me gustan son todo hombres y de que los ecologistas, científicos y naturalistas de referencia también lo son. ¿Dónde están las mujeres?
¿Es así como llega a las mujeres de su vida?
Claro, es ahí cuando te preguntas, ¿por qué nunca he querido ser como ellas? Es algo muy doloroso, una especie de duelo. ¿Cuál es su historia?, ¿de dónde vienen? Ya no se trata del hecho de no tenerlas como referentes, sino de no saber nada de ellas. En ese sentido, creo que los hijos y los nietos somos un poco egoístas porque pensamos que la vida de nuestras madres empieza cuando nacemos nosotros.
¿Encontró más machismo como veterinaria que como escritora?
"Me han llegado a decir que no seré tan de pueblo si me pinto los labios"
Partimos de la base de que yo soy una privilegiada, en el sentido de que como veterinaria de campo estoy en un nivel diferente al de una ganadera, una jornalera o una pastora. Ellos, los ganaderos, me pagan para que yo haga un trabajo y en ese trabajo soy yo la que manda. En el ámbito cultural, en cambio, sí me he encontrado con situaciones complicadas. El otro día estaba en el Premio Biblioteca Breve y un editor extranjero me dijo: "Para ser veterinaria de campo vistes muy bien". No sólo eso, he tenido que escuchar comentarios terribles como con quién me he acostado para publicar en tal periódico, o sobre mis relaciones personales o mis gustos musicales...
He llegado a leer cosas como que no seré tanto de pueblo como digo si me pinto los labios. Es como si nos metieran en una postal en la que nos tienen enmarcadas; no sólo hay una mujer rural, hay muchas mujeres rurales, como hay muchos relatos rurales.
Se achacó en su día el auge de Vox al voto rural, ¿qué opina de esto?
Me parece muy injusto. Parece que hubieran desaparecido de un día para otro todos los pueblos de izquierda, toda esa tradición de los jornaleros de izquierda. Ahora parece que se impone la visión de Vox según la cual los pueblos son solo toros y caza. Esto no es así y me parece muy injusto.
¿Se percibe al pueblo con condescendencia?
Es inevitable porque lo tenemos muy inculcado, pero si hasta nuestros abuelos se avergonzaban de ser de pueblo. Es como una mancha que va a costar trabajo quitar pero que conseguiremos quitar. El patrimonio hay que cuidarlo y para cuidar algo tienes que valorarlo. Lo que no se nombra no existe y el campo está muy fuera de nuestra narrativa, de nuestro día a día.