Maquinas para vivir…..máquinas para morir.(http://www.heterodoxia.info)

Pereirano

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Maquinas para vivir…..máquinas para morir.

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El creador de la ciudad deprimente del siglo XX

Estamos tan imbuidos de nuestra cultura industrial que no nos damos cuenta de la cantidad de signos por donde aflora la deshumanización del hombre a manos del sistema de producir y producir. Cualquier manifestación cultural de hoy día refleja este fenómeno, desde la cultura del porque-yo-lo-valgo que en realidad esconde la cultura del me-siento-que-no-valgo, pasando por las relaciones de pareja, la familia y llegando al tema que hoy nos ocupa: la arquitectura y el paisaje urbano.

Hace más de ochenta años ya nos avisaba José Ortega y Gasset de la aparición del hombre-masa, de ese hombre hiper-especialista en su restringido campo de conocimientos pero hiper-ignorante del resto de las cosas, una especie de bárbaro producto de la división del trabajo y del conocimiento que en realidad es peor que un bárbaro, por lo menos un bárbaro sabe que es barbaro mientras que el hombre masa como sabe mucho de muy poco se cree que lo sabe todo y así poco a poco el hiper-especialista bárbaro ha ido configurando el moderno paisaje urbano, sin respetar la historia, sin respetar lo que se sabe que funciona, pensándose un “rompedor” para mayor desasosiego y neurosis del resto de las personas.


Todo comenzó con un tal Charles Édouard Jeanneret-Gris, personaje nacido en Suiza y que posteriormente fue conocido con el siniestro nombre de “Le Corbusier”. Fue el inventor del concepto de la vivienda no como un lugar para criar a la familia o para relacionarse con los amigos o que la calle no es un lugar de interrelación para los seres humanos. En su lugar creo el concepto de la vivienda como “Máquina para Vivir”, siniestro concepto que prendió como la pólvora en la sociedad que idolatra a la máquina y nos ha legado estas maravillosas máquinas para vivir como lo son los barrios dormitorio construidos exclusivamente en base a bloques de veinte pisos de altura.

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El plan de destrucción del centro de París 1920, la pequeña isla es donde está Notre Dame.

Con Le Corbusier comenzó el derribo de la vida cotidiana en la calle, del café de la esquina, del barrio de siempre, de esos lugares llenos de historia y desorden, del “sabor” de la calle para ser reemplazado por inmensos bloques de hormigón todos iguales, rectilíneos, sin vida en la calle y donde la angustia, la depresión y la soledad están a la orden del día. Nuestro personaje hace honor a su apellido “Grís”, tras*formó la vida de casi todas las ciudades en algo gris, sin alma ni espíritu. También él es el responsable de esa moda de hoy día del turismo de ciudad, donde los habitantes de las ciudades rectilíneas y grises devastadas por estos conceptos van de vacaciones a disfrutar de las ciudades que resistieron el embate de los arquitectos rompedores con sus gafas redondas (todos querían parecerse al líder) , su pedantería y sus conceptos que cambiarían el mundo mientras leían los poemas dedicados al ángulo recto que su amado líder escribía.

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La “Villa Contemporanea” el paraíso del orate que muchas ciudades construyeron.

La obsesión de la sociedad industrial con la máquina ha llegado hasta a la locura de convertir la mayoría de sus ciudades en un inmenso templo a su adoración. Esto llegó a su delirum tremens con la “Ville Contemporaine”, visionario trabajo de Le Corbusier donde tres millones de personas vivirían hacinadas en edificios sin vida en la calle, cuya ilustración acompaña a este artículo y donde sus hijos pueden dedicarse a todo tipo de actividades lúdicas como el grafitti, el tráfico de drojas, prespitación o peleas callejeras. El paroxismo llegó con el plan Voisin y una vez más Le Corbusier como ideólogo; se trataba de demoler buena parte del centro de París y substituirlo por rascacielos de sesenta pisos, avenidas de 120 metros de ancho y cuadras de medio kilómetro por lado. Afortunadamente el plan despertó el instinto de autoconservación de los parisienses quienes temiendo por su futura salud mental salieron en masa a protestar a la calle.

Toda esta arquitectura reduce al hombre a la condición de hormiga y es una metáfora más de cómo el gigantesco sistema maquinista-industrial le posee. Máquinas de vivir para hombres-máquina, y así lentamente la vida de la calle de muchas ciudades comenzó a morir no faltando entusiastas de la fin-por-hormigón que comenzaron a destruir el centro de sus ciudades con planes de renovación que en realidad eran apiolar el alma de la ciudad. Y así aconteció su conversión en máquina, porque de todos es sabido que al ser humano lo único que le hace falta para vivir es trabajar en la fábrica y tener un espacio para dormir.

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¿ Edificio Soviético ?…¡ no ! el ayuntamiento de Boston, nótese la amigable plaza que invita al esparcimiento.

Luego aparecieron es escena el matrimonio Smithson para llevar la antorcha lecorbuseanana hasta extremos jamás vistos de deshumanización y desamor, creando un estilo arquitectónico que sintetiza todo lo que la sociedad industrial le hace al alma del hombre. Hasta el nombre no desmerece, se trata del movimiento Brutalista aparecido a finales de 1950 y que alcanzó su esplendor a principios de los 70. Simplemente se trataba de construirlo todo, absolutamente todo en hormigón armado desnudo y así llenar la ciudad de edificios de hormigón gris cual puente de autopista y sin ningún tipo de decoración o adorno que no fuesen los chorretones neցros de la lluvia.

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El estilo brutalista….o “que bien que se está en el psiquiatrico”

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Más brutalismo para pasar una agradable tarde con los niños, nótese el parque y el café con los mantelitos a cuadros.

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La guarida de Dart Vader

Desde los tiempos de griegos y romanos se sabe cuáles son las proporciones que deben tener las edificaciones y los recintos para que sean agradables a la vista y no produzcan angustia. La relación aurea ya fue descubierta por Fidias por el año 450 ac, producto de su oficio como escultor. Es bien sabido que lo neoclásico (todo lo que se construyó en el siglo XIX por ejemplo) nunca pasa de moda, llena el espíritu, esos edificios y viviendas con sus cornisas, ventanales y detalles de decoración parecen eternos porque lo son. Compare usted cualquier centro de ciudad neoclásico, con sus cafés, bares, restaurantes, plazas, parques, zonas peatonales, tiendas, panaderías, bulla, gritos, grandes almacenes, movimiento, rateros, amantes, niños, ancianos con alguno de esos centros de ciudad producto del urban renewal donde el hormigón, las estructuras gigantescas con aceras de veinte metros de ancho y la ausencia de negocios ahogan el alma de cualquiera. Máquinas para vivir, máquinas para morir.

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¿ Es esto muy dificil ?

Luego la cosa siguió con modernos arquitectos como Luwdig Mies van der Rohe y su estilo internacional donde todos los edificios son igual de impersonales en todas partes del mundo, Oscar Niemeyer y su desastre de Brasilia producto de la genial idea del gobierno brasileño de poner al gobierno bien lejos de las multitudes o los minimalistas japoneses que nos han legado esas viviendas psicopáticas que parecen que tengan síndrome de Asperger hechas en lava volcánica de color y cristales oscuros donde el feliz propietario puede suicidarse en cualquiera de sus amplísimos, vacíos y solitarios espacios afortunadamente solo al alcance de gente con mucho dinero.

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La amigable sede central de General Motors, tras*mite calor humano.

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Vivienda minimalista en Japón o ¿ porque estaré tan deprimido ?, solo para bolsillos pudientes.

Lo triste de la historia es que mientras todo esto sucedía, mientras unos destruían centros de ciudades en aras de una supuesta tecno-utopía, otros construían mamotretos de hormigón que la lluvia y el tiempo chorrearían de neցro y oprimirían el alma de todo el que por ahí pasase, otros se dedicaban a construir impersonales puentes, pabellones y museos que mas que resolver el problema de alguien resolvían el problema de ego de élites y políticos; el problema principal que nunca se atendió en era de la riqueza y de la producción en masa fue el que la población de forma generalizada dispusiera de una vivienda digna y unos espacios urbanos medianamente vivibles. Es una verdadera crueldad que en las ciudades donde todavía sobreviven barrios neoclásicos del siglo XIX estos sean las zonas más caras. Claro: todo lo que se construyó con posterioridad durante la época hiperindustrial es una cosa invivible.

Nunca llegaremos a ser conscientes de todo de lo que nos hemos dejado en el camino con esta religión de las máquinas que hoy día profesamos. Las máquinas son necesarias pero de allí a querer ser una y vivir dentro de otra hay mucho trecho.

PD: Lo único bueno de todo este disparate es que dentro de cien años no existirá, la vida media del hormigón armado es de unos 75 años en condiciones ideales. A la final la naturaleza se encarga siempre de arreglar las cosas con sus métodos expeditivos.





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