Mañueco habló con el líder del PP y desautorizó sin matices el protocolo «provida» de VOX

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13 Oct 2019
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Alberto Núñez Feijóo ha parado de raíz la polémica que ha intentado abrir Vox utilizando el Gobierno de Castilla y León para dar aire a sus políticas antiabortistas, inspiradas en el Gobierno de extrema derecha húngaro, que preside Víktor Orbán. «España no está para perder el tiempo con ocurrencias ni para ayudar a Sánchez a tapar con ellas sus fracasos», sentenciaba, a primera hora de la mañana, un miembro del Comité de Dirección del partido. En la tarde del domingo Moncloa, para agitar la polémica a su favor, utilizó al Ministerio de Sanidad para amenazar formalmente al Gobierno de Castilla y León con aplicarle el artículo 155, sirviéndose para ello de las declaraciones del vicepresidente de la Junta, Juan García-Gallardo, y de la falta de reflejo de la parte popular para frenar su maniobra de confusión. Falta de reflejo o miedo a la inestabilidad en el Gobierno autonómico, y a las consecuencias del choque con Vox ante los posibles futuros acuerdos a los que necesite llegar el PP después de las próximas elecciones municipales.

Moncloa, en una especie de calco de la estrategia «trumpista» que tanto usa para criticar a la derecha, hizo oídos sordos a las declaraciones de este fin de semana del presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, en las que negó un nuevo protocolo que obligue a los médicos a ofrecer a las mujeres que van a someterse a un aborto que escuchen el latido fetal. Y también ignoró las declaraciones previas del consejero de Sanidad, en la misma línea que Mañueco.

De hecho, después de que Mañueco solemnizara formalmente la desautorización de Gallardo, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, siguió sosteniendo que estaba «muy preocupada» por la amenaza a los derechos de las mujeres que representa el Gobierno de PP y Vox, en una entrevista en «Al Rojo Vivo», en La Sexta.

Génova cree que este Gobierno autonómico, el primero con Vox dentro, debe ser, precisamente, y en este contexto electoral, el espejo que sirva para cercar las políticas más ideológicas del partido de Santiago Abascal, «en lugar de equidistancias o de generar confusión». La anterior dirección del partido siguió una estrategia ciclotímica con Vox, pero Feijóo llegó a Madrid con un pasado como presidente de la Xunta sostenido en un contundente rechazo a esas connivencias de la etapa de Pablo Casado. Y en este marco electoral Génova entiende que el camino debe seguir siendo ese, para no apartarse de la línea que marcó ayer Feijóo en una entrevista en este periódico. «Voy a trabajar por un Gobierno de mayorías».

La posición de Vox en relación al aborto es incluso minoritaria dentro de su electorado, y el PP tiene poco que ganar dejándose arrastrar a este terreno. Además, la polémica abierta por Vox ha facilitado al Gobierno de coalición una vía de escape frente a las consecuencias de la ley del «solo sí es sí», que sigue excarcelando a agresores sensuales antes de que terminen de cumplir su sentencia firme.

Mañueco habló con el líder del PP y desautorizó sin matices el protocolo «provida» de su vicepresidente
Mañueco habló con Feijóo, y luego, en una comparecencia institucional, desautorizó sin matices la propuesta de su vicepresidente. La «ocurrencia», según zanjó la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

Vox, que se enfrenta a unas autonómicas y municipales complicadas después de sus últimos «pinchazos» electorales, necesita ganar espacio político y mediático, y esta vez lo ha hecho utilizando a la mujer y su oposición radical al aborto.

En su desautorización, Mañueco negó que el Gobierno que preside vaya a obligar a los médicos a ofrecer a las mujeres que escuchen el latido fetal antes de abortar. La propuesta de Vox «puede derivar en coacciones directas o indirectas». Horas antes su vicepresidenta había insistido en que esta obligación formaba parte del pacto con el PP.

Mañueco también acusó al Ejecutivo central de usar a las mujeres para hacer oposición a la Junta. Según explicó el presidente autonómico, no se va a actualizar ningún protocolo, sino que se van a impulsar una serie de medidas que mejoran y modernizan las prestaciones para mujeres embarazadas. En el momento de su comparecencia no había todavía ninguna publicación en el Boletín Oficial de Castilla y León ni ningún documento que concretase las medidas.

Desde la dirección nacional, el nuevo portavoz, Borja Sémper, advirtió de que «los Gobiernos tienen que ser responsables y sensatos, y lo que hemos visto no es eso». También defendió que la polémica suscitada el jueves en Castilla y León nunca debería haberse producido.

Vox está en una estrategia de endurecer su comunicación bajo la amenaza de escisión que representa Macarena Olona. Y este episodio de Castilla y León es una señal de alerta sobre lo que espera al PP en los próximos meses.

Desde Génova ya han trasladado informalmente a Abascal que su plan para reflotar al partido favorece a Sánchez. Pero es el camino que tiene el líder de Vox para aguantar en los comicios de mayo. De hecho, el PP se mueve en un difícil equilibrio. Necesita crecer por el centro, sin que Vox suba, pero una caída brusca de los de Abascal le pueden dejar sin muleta con la que tener la mayoría necesaria para echar a Sánchez de La Moncloa.

«Vox acude al rescate mediático de Pedro Sánchez. Hay una guerra de bandos interesada entre Vox y el Gobierno del PSOE y Unidas Podemos que usa a las mujeres en una batalla partidista», manifestó el portavoz de campaña de los populares.


 
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ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC
  • Temen que una ecografía desmonte el gigantesco embuste que sustenta una de las banderas de la izquierda pseudofeminista

La reacción histérica que han suscitado en el Gobierno de Pedro Sánchez las medidas anunciadas por el Ejecutivo de Castilla y León obedece a tres motivos. Los dos primeros son obvios: arrojar tinta de calamar para tapar sus vergüenzas y arremetar contra el Partido Popular y Vox a ver si logra frustrar cualquier futura alianza. El tercero y principal viene envuelto en aspavientos destinados a crear confusión, que no consiguen ocultar su nombre y naturaleza: miedo. Un temor fundado a que la verdad de las cosas desmonte el gigantesco embuste que sustenta una de las banderas de la izquierda pseudo feminista. El que presenta el aborto como un derecho inalienable exclusivo de la mujer, carente de implicaciones éticas y equiparable en la práctica a un método anticonceptivo cualquiera

Inmerso en el formidable escándalo suscitado por la excarcelación de forzadores beneficiarios de su ley, el ministerio de Montero y el resto del Gabinete han visto el cielo abierto ante la posibilidad de tras*formar, vía propaganda falsaria, un protocolo pensado para ampliar la información a disposición de las embarazadas en un perverso mecanismo concebido con el propósito de coartar la libertad de las que deseen abortar. ¡Al lobo! Han gritado al unísono políticas y opinadoras autopoclamadas ‘progresistas’. ¡Alarma antimachista! ¡Ni un paso atrás en nuestros derechos! Los de las criaturas abortadas, así como los de sus padres, hace tiempo que sucumbieron a la presión del pensamiento único. Pero es que en este caso ni siquiera estaba en cuestión la potestad exclusiva de la gestante para liquidar (que no interrumpir) un embarazo no deseado. Lo que se ha puesto sobre la mesa es la oferta de un servicio gratuito sujeto a su aceptación. Permitirle escuchar el corazón del feto y/o verlo a través de una ecografía.

¿Dónde está el problema? ¿Dónde la coacción? ¿Acaso temen que ese sonido y esa visión humanicen al ‘nasciturus’ y desmientan la afirmación de Bibiana Aído según la cual un embrión es «un ser vivo pero no humano«? ¿Tan pobre opinión tienen de las mujeres que no las consideran capaces de refrendar su decisión con un conocimiento completo de lo que se disponen a hacer? ¿O es que en el fondo son conscientes de lo que significa un aborto y prefieren negar la evidencia rechazando los instrumentos que nos ofrece la tecnología?

Una vez me dijo una médico que, a falta de criterios objetivos, la única razón que se le ocurría para establecer la frontera del aborto legal en doce semanas de gestación era que a partir de ese momento el bebé tiene forma de bebé, cuerpo de bebé, rasgos tan reconocibles que hasta el ginecólogo más templado vacilaría a la hora de terminar con su vida. A la luz de este miedo cerval al latido de un corazón, concluyo que esa doctora no andaba desencaminada.
 
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