Manual para un debate 'tipo progre': no dejarse avasallar

pepeleches

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Aunque seguramente haya gente con cierta imagen pública que nos lea, la verdad es que no aspiro a que este hilo pueda ayudar a nadie a ese nivel, pero sí a que a lo mejor algún forero le pueda ayudar en su vida diaria a no ser pisoteado. Porque a veces la técnica vale más que las ideas, por desgracia.

Pongo como ejemplo el vídeo de este hilo (podría poner cientos...):




El hecho que quiero analizar es como esta señora suelta su discurso, y en la réplica hace lo que hemos visto mil veces: cortar continuamente, cambiar de tema, gritos, frases lapidarias....siempre en el turno de intervención del otro, por supuesto.

Lo tomaré como un ejemplo para crear una táctica y contrarrestar la suya. Y aunque por supuesto no es lo mismo un debate en la TV que una cena con el cuñao, la estructura es igualmente válida.

Para saber como comportarse en casos así, recomendaría leer El arte de tener razón de Schopenhauer. Absolutamente todos los sectarios de tertulia están perfectamente aleccionados para debatir con las peores artes, este libro es un grandísimo compendio de este tipo de tácticas. Hace falta conocerlas y saber por qué se hacen.

Lo hemos podido ver (en este caso) con Lacalle y muchísimos otros (Rallo es especialmente malo en estas situaciones), con todo tipo de políticos, con tertulias tipo Ana Rosa, con debates en Youtube. Los 'progres' terminan ganando el debate, pero no por el contenido sino por el continente. Hacen siempre lo mismo y saben lo que tienen que hacer, y su táctica es muy sencilla y efectiva, mil veces más fácil que intentar rebatir con argumentos.

Mientras, la otra parte actúa con una cierta honestidad que espera sea recíproca....pero no lo es en absoluto. En su turno de palabra sueltan su discurso, casi siempre con el respeto de la otra parte, que apunta mentalmente los puntos en los que ha intervenido, sin cortarles y con educación..Pero cuando llega el cambio de turno, automáticamente empieza el desquiciamento.

Si os dais cuenta, estas interrupciones pueden ser de dos tipos:

- Soltar una frase lapidaria, que aunque no tenga sentido desquicia a la otra parte porque aún no ha empezado a argumentar. En plan 'hay 1.000 mujeres muertas, no puedes decir eso!!

- Sacando otro tema paralelo que requiera contestación urgente. En plan 'Y qué me dices de...?'

El objetivo de este tipo de cortes es poner en la disyuntiva a quien está intentado argumentar de o bien contestar a esta interpelación inmediata, o bien seguir con su argumento. Si opta por hacer un paréntesis para contestar esa interpelación, le va a volver a pasar exactamente lo mismo; antes de que vuelva a coger el hilo , habrá otra interrupción. Mientras que el que está siendo cortado lo único que acierta a decir es 'Jo, yo te he dejado hablar!!'.

Y el que lo está escuchando se queda con la impresión de que no está profundizando en los temas y (lo que es mucho peor!!!) sin que la intervención de la otra parte haya quedado rebatida. Que es la mayor victoria: el discurso que libremente y sin interrupciones haya calado porque simplemente no se ha dado lugar a una contrarréplica.

Y por mucho que el moderador pudiera ser imparcial, la realidad es que la otra parte en ningún caso puede argumentar tres frases seguidas, nunca se llega a explicar coherentemente. Los los seres humanos para explicarnos bien necesitamos partir de un sitio para llegar a otro, y yodo lo que lleva en la cabeza y ha quedado profundamente desvirtuado y deshilvanado, incomprensible para el que lo escucha y sin pies ni cabeza.

Cuando pensamos racionalmente e intentamos comunicar nuestros pensamientos, creamos una estructura de lo que vamos a decir, y solemos ser realmente malos en crear una nueva estructura sobre la marcha cuando ya tenemos una línea argumental. En el momento en que nos interrumpen, tendemos a a recuperar esa estructura original porque no somos de capaz de crear otra, porque en nuestra cabeza sabemos que era buena, y porque tampoco le hemos podido dedicar 'proceso' porque estamos concentrados en rebatir cada interrupción.

El espectador tiene la sensación de que no estamos diciendo nada interesante. Después de cada interrupción volveremos a donde lo dejamos, pero el espectador ya se ha olvidado, a nivel comunicativo la argumentación ha quedado completamente destrozada. O incluso acabará el tiempo antes de llegar a la conclusión.


Y lo que es peor, la continua frustración hace que se reaccione emocionalmente con enfado o desesperación, y no es casualidad, es exactamente lo que la otra parte busca. Descontrolar, hacer perder el hilo, intentar que salte emocionalmente para perder el control. Solo hace falta ver a los casos más sangrantes, las Beni o Fallarás de turno, con su manual aprendidísimo. Ellas hablan con libertad, pero intentan sacar de quicio con interrupciones a quien intenta argumentar en sentido contrario. Y si ven que pierden, pues sacan un comodín de Franco, de número de mujeres muertas, de libertades (algo que haga que la otra parte no pueda dejar de contestar...) o directamente antes de que termine la segunda frase le hacen una pregunta concreta para que se vea obligado a responder.

Están perfectamente aleccionados en estas tácticas de dialéctica sucia. Es más, antes de sentarse ya tienen preparadas (como saben el tema...) veinte interrupciones distintas para avasallar, no es que les surjan. Porque como decía antes, no importa lo que el otro esté diciendo, son frases lapidarias o preguntas que harán que el otro no pueda pensar con claridad o se vea obligado a contestar. Todo absolutamente artificial, preparado...e increíblemente efectivo. Así es como suelen ganar los debates los progres.

¿SOLUCIÓN?

Pues emplear sus mismas armas y 'negarles el marco'. Es decir, negarse rotundamente a debatir bajo sus parámetros. Desde el principio. Y conseguir que, antes de valorar otra cosa, el posible espectador se de cuenta de que la otra persona está jugando sucio y que por sí solo eso le pueda hacer perder el debate si no cambia de actitud. Es decir, establecer claramente las reglas de juego y ponerles el foco antes de juzgar el contenido.

Esta solución que explico estaría dirigida a imaginariamente a un Lacalle o Rallo de turno cuando está siendo avasallado, o a cualquier rival de la Beni o la Fallarás, es una 'dramatización' de lo que se podría hacer en un caso así para darle la vuelta a la tortilla. Pero por supuesto, se puede emplear la misma lógica estructural en cualquier debate que tengáis contra una táctica de este tipo, adaptándolo a cada caso.

Pasos para una situación así:

- La otra persona da su discurso entero hasta que termine. Jamás (repito, jamás!!!) le cortéis. Es más, nada de poner caras, gestos, llevarse las manos a la cabeza. Tenéis que estar completamente fuera de la sobreactuación. Escucháis hasta el final, apuntáis los puntos que queráis rebatir y os calláis. Por ejemplo en este debate Lacalle pone caras, se ríe, y hasta comete la torpeza (que invalida completamente la táctica) de decir alguna frase cuando la otra suelta una burrada. Pero por educación inmeditamente se calla, lo que aún encima hace parecer que no tiene argumentos. No hay que decir ni hacer nada jamás. Si no al espectador no le quedará tan clara la diferencia (sí, ella ha cortado, pero también el la había cortado...)

- Os llega el turno. Lleváis 20 segundos y la otra persona empieza con su táctica y os corta. Tal y como empieza la primera palabra, os calláis. Y dejáis que termine nuevamente. Aunque os parezca extraño, la otra persona se va a sentir muy incómoda, pues no es lo que espera. Esperaba provocar una discusión, un balbuceo por tu parte, que te salieras del carril y tú estás callando. Y no tiene argumentos para rellenar el espacio, solo era una o dos frases premeditadas, que tenderá a repetir absurdamente al verse con la palabra en la boca.

- Cuando se calle, deja un silencio de unos segundos. Ese silencio incomodorá increíblemente a la otra persona, porque estará subrayando su gesto, y encima dará a entender que tú no estás ansioso por hablar (algo que hace muy mal efecto!), si no todo lo contrario. Es más, hasta has respetado su interrupción.

- Cuando vuelvas a empezar a hablar, jamás contestes a su interrupción, sería entrar en su juego. Te diriges directamente a la otra persona y con toda tranquilidad del mundo (y con todo el respeto del mundo!!!) , le dices algo en plan: 'Por educación, te voy a pedir que te calles durante mi intervención. Yo no he dicho una sola palabra durante la tuya, a pesar de que lo que has dicho me parecen ideas muy equivocadas. Así que por favor, para volver a hablar, espera a que yo termine'.

Y si sucede (que es algo que también puede tengan preparado...) que rebatan a tu interpelación algo en plan 'pero es que no me puedo callar porque lo que dices no es cierto, o por que hay no se cuantos desfavorecidos, o porque hay nosecuentas muertas este años' (generalmente será algo muy dramático, muy de cara a la galería en plan comodín del público), la respuesta nuevamente nunca debe centrarse en esta interrupción, sino reafirmarse subiendo un punto de autoridad: 'es que me da igual lo que tú quieras. Estoy en mi turno de palabra, yo he respetado el tuyo, respeta mi derecho a contestar a tu intervención sin que tú decidas de qué debo halar. Cállate y respeta el derecho a hablar de los demás, que no te preocupes que cuando vuelvas a hablar tu yo estaré callado'.

Has cambiado el marco; ahora has puesto el foco en su interrupción, y al posible espectador neutro lo has empezado a poner de tu parte, puesto que en vez de centrarse en el contenido del debate, se centrará primero en las formas. A nadie nos gusta que no nos dejen hablar. Y lo has hecho con unas formas exquisitas pero con firmeza, que por comparación dejan a la otra persona como una verdulera gritona.

- Sigues exactamente donde lo dejaste. Incluso yendo más despacio. Nada de empezar a correr o hablar rápido porque estés pensado que te pueden cortar otra vez. Es tu turno, y es sagrado. El gran error es ponerse nervioso y atolondrarse, puesto que cuanto más tranquilos y mejor expliquemos en ese momento nuestra idea, más quedará retratada la otra persona si nos quiere volver a cortar.

(nota: este es uno de los puntos débiles de Albert Rivera. Debatía muy bien, pero cuando le cortaban o le hacían un zasca en su siguiente intervención se dejaba llevar por la emocionalidad y se 'disparaba'...)

Gran parte de la gente callará, y habrás obtenido tu derecho a expresarte con tranquilidad. Pero repito: jamás contestes a la interrupción, es básico. Es decirle a la otra persona de forma muy directa: no voy a seguir tu juego, no te molestes. Conozco tus cartas.

- Imaginemos: hay una segunda interrupción. Haces exactamente lo mismo. Te callas automáticamente en cuanto diga la primera palabra. La otra persona se sentirá aún más incómoda, puesto que para ese momento a todo el que esté escuchando (gracias a tu 'cambio de marco') le estará molestando.

- Esperamos a que termine. Seguramente no tardará mucho, se dará cuenta de que mientras la primera interrupción ha pasado desapercibida (estamos demasiado acostumbrados a que suceda y no lo vemos algo extraordinario...), pero en esta segunda ocasión todos los focos están puestos en ella y lo notará.

. Y si antes hemos dejado unos segundos para hablar, ahora que sean muchos más. El doble, el triple. Que incluso el presentador nos interpelen a que sigamos. Y todos los que lo estén viendo considerarán lo que ha hecho la otra persona como punible, pero que tú estás luchando por mantener el control. A todos nos gusta la gente que sabe mantener el control.

- Este es el momento del do de pecho, de atacar al cuello. Ya hemos ganado el 'favor del público', ahora hay que 'machacar' a la otra persona por su actitud. Imaginemos a un Lacalle en esta situación: 'mira fulanita, esto va más allá de la educación, que ya has demostrado que no tienes mucha. Se trata de respetar la idea de que los demás también puedan hablar. Y tú solo quieres que la gente te escuche a ti, y eso es de personas absolutamente totalitarias. Aún no he empezado a hablar, y ya nos has hecho perder a todos varios minutos. Así que por favor, deja de comportarte como una dictadora y no vuelvas a abrir la boca hasta que termine, que es lo que hacen las personas que respetan el derecho a que los demás den su opinión'.

Ya no solo es educación, quien esté escuchando tiene la sensación de que quien interrumpe le está quitando su derecho a escucharte, y pasa a verlo como una molestia. Además tu actitud educada y tranquila, pero firme hace que se incremente el interés por tu discurso, pues alguien que actúa con esa personalidad y sangre fría seguramente tendrá algo importante que decir.

Si una parte de la gente al primer toque ya se callaría, con este segundo toque quien haya llegado hasta aquí se dará cuenta de que ha metido la pata, y a partir de ese momento va a estar más pendiente de las formas que del fondo. Porque ha tenido dos strikes.

Y como no saben debatir si no es con guerra sucia, vas a poder ganar por goleada, la has dejado en pelotas. Le has quitado todas sus armas, porque cuando diga sus tonterías y vuelvas a tener el turno, y resulte que no te pueda interrumpir so pena de perder por KO, le vas a poder meter una paliza dialéctica de esas que hacen afición porque sus ideas sabes que son indefendibles. Y lo que es peor para esa persona, va a estar el resto del debate autocontrolándose para no hacer lo que siempre hace. Y eso le va a consumir una cantidad enorme de 'recursos mentales'

- (Pasará pocas veces!) Imaginamos que vuelve a cortar una tercera vez. Repito, me centro en dar consejos como si se lo estuviera diciendo a Lacalle, pero la idea vale para cualquier caso). Empezará a hablar, y seguramente hasta titubeará. Sabe que se la está jugando. Seguramente solo lo hará como huida hacia adelante si lo ve todo perdido, cualquiera con dos dedos de frente no volvería a hacerlo.

En ese momento sí que es bueno cambiar de táctica. Porque será la puntilla absoluta. Se le empieza a dejar a hablar, pero en cuanto veas la debilidad (que la habrá, tendrá la sensación de que la están apuntando con los focos y sin tener gran cosa que decir...), entonces sí que tienes que cortarle. Pero no para debatir, sino para meter a la autoridad por medio.. Y esta vez, igual que las anteriores había sido con calma, ahora tiene que haber con un ligero enfado, rotundidad implacable pero algo muy contenido, nada de explosiones emocionales

Por ejemplo:

'No, ya vale, fulanita. Es que no nos importa en absoluto lo que quieras decir'. Y antes de que reaccione (porque habría asumido que no le ibas a cortar, hasta ahora no lo habías hecho y se quedará sorprendida...), dirigirse al presentador y decirle: 'Pensaba que esto era un debate, ya veo que no. Es un monólogo de esta señora, que no quiere que nadie hable más que ella. Me niego a entrar en un juego de maleducados y pequeños dictadores donde quien más grita y quien más impide hablar a los demás es quien se lleva el gato al agua.
Me encantaría explicar a los espectadores todas las burradas que aquí se han dicho, pero me niego rotundamente a seguir hablando hasta que no se me asegure que voy a poder hablar sin una sola interrupción, exactamente como fulanita ha podido hacer sin que nadie le cortase. No se si le tendrías que poner un programa monográfico o algo parecido donde nadie más pudiera hablar, pero resulta que ya hemos consumido casi todo el tiempo de mi intervención y aún no he empezado a hablar.

Tenemos a identificarnos con quien escuchamos. Y todos (o casi todos) valoramos la educación y las formas. Pero por sí solo no ganan un debate, hasta que no se deja claro que la otra persona no tiene educación ni formas, punto en el que pasa a ser muy importante.

Pero es que encima todos tenemos un límite, un punto de 'hasta aquí', y hasta lamentamos situaciones pasadas en las que (por miedo o incluso por educación) no hemos sido capaz de plantarnos ante situaciones injustas. Lo que estarías demostrando al oyente es que eres una persona con personalidad, que no se deja avasallar en absoluto, pero no gratuitamente; lo has intentado por todos los medios a través de la buena educación y el respeto, pero al no conseguirlo te has plantado. Te asisten la justicia, estás en tu derecho y el que esté escuchando hará rato que pensará: ya era hora de que le parases los pies a esa zo...

Es más, el presentador se verá absolutamente obligado a cortarle el micro o echar a la otra persona, o a tomarse como algo personal que se calle, pues se le está dejando en evidencia. No puede no hacer nada.

Obviamente esto es ficción, pero los pasos...no. Habría que adaptarlo a cada situación, la base es negarse a debatir rotundamente bajo las reglas de alguien que solo debatir así y dejar que se ahorque con su propia cuerda. Y repito, es básico mantener la calma, no cortar jamás, ser educado, pero ir subiendo el nivel. Y solo al final romper la baraja, cuando la otra persona está completamente retratada.

Ojalá nadie emplease tácticas así, pero no seamos tan pardillos como para regalar el debate a la otra parte solo porque no conocemos sus armas. Ay, si los no comunistoides tuvieran la misma técnica que los que sí lo son....
 
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-------------------------------- Corto el texto porque supera el tamaño permitido de un solo post.


Muy didáctico.

El problema es el espíritu del espectador; qué busca confirmar o refutar para consumo interno en esos debates. Y ese problema no es menor pues el sesgo ideológico de quienes asisten a ellos nos están describiendo una realidad muy lejana a otra en la que el espectador se mantiene neutro a la espera del buen juicio y de sus conclusiones de los que participan en ese debate. Un debate político no es un juicio en el que cada parte defiende su posición ante un jurado o juez que habrá tenido la oportunidad de escuchar detenidamente las preguntas y las respuestas hasta que no queda prácticamente nada más que añadir. Un debate político no consiste en un vaciamiento de los propios argumentos ni la precisa atención a los de la parte contraria a fin de refutarlos. Un debate político es en sí mismo hacerse dueño del relato y de las conclusiones, que contarán más con las dudas del oponente que con las propias certezas, y esas dudas pueden no ser tales, sino solo parecerlo porque no se deja al contrario explicarse en profundidad.

Es absurdo plantear el debate político como un juicio de ideas, porque tales debates se producen en medios que nunca son neutrales y antes de que se hable de nada, los prejuicios ya están instalados dirigiendo la atención del espectador a solo dos territorios posibles: la victoria aplastante sobre el enemigo o la destrucción aplastante del enemigo, teniendo esta última posibilidad de su parte que no necesita decir ninguna verdad comprometedora sino conseguir que el enemigo sea visto como alguien que defiende ideas absurdas y por ello inconexas de un mensaje concreto y determinado.

Valorando muy positivamente lo que se ha dicho acerca del respeto y la templanza, añadiría que es necesario dejar bien clara la intención antes de empezar el debate, manifestando la tranquila determinación de abandonarlo a la primera interrupción, pero dejando claro que la respuesta se hará por escrito y quedará disponible para su lectura pública.

Frente a un contrincante hostil me parece imposible no perder la iniciativa sin abandonar el tema que se debate. Al final lo que importa en todo este circo de la opinión, es la sensación subjetiva de victoria o fracaso. La verdad implicada deja de importar en el momento en que se da más valor en esa victoria a los errores del enemigo que a los aciertos propios.

Repito, un debate público, sobretodo en temas que ya forman parte de nuestra inquietud diaria, no es un juicio de ideas sino un circo romano en el que importa más oler la sangre que la verdad.
 
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