Manipulación y televisión. El engaño mediante asociación falsa con imágenes en los informativos de T

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Ya toca poner este artículo escrito hace años por Vance para Paz-Digital:

Manipulación conductista y televisión. Por Vance


El engaño mediante asociación falsa con imágenes en los informativos de TV

Este artículo fue publicado por Paz Digital el 01-06-2008. De rigurosa actualidad y aplicable a multitud de casos.

MANIPULACIÓN CONDUCTISTA Y TELEVISIÓN

Vance


Paz Digital, 01-06-2008.- En 1966, Ediciones Rialp publica en España "Así es la televisión", un libro de Enrique Melón Martínez. Se trata de una obra de divulgación, que en un lenguaje accesible al público en general explica los fundamentos científicos y técnicos de la televisión; los tipos de emisión; una breve historia de su desarrollo en Alemania, Rusia y Estados Unidos; los tipos de programas; los informativos; la mundovisión... y termina con una reflexión sobre el futuro de la TV, sobre cómo podría afectar a las sociedades y a cada una de las personas.

Ese futuro que Enrique Melón Martínez se planteó y en parte temió en 1966 es nuestro presente ahora, en 2008. En 1966 la TV en España era cosa de ricos, aunque empezaban a proliferar los "teleclubs", que en esencia eran bares de pueblos y barrios donde la gente acudía a ver la tele como quien va al cine. Muchos de ellos se formaron poniendo cada "socio" una pequeña cantidad que al sumarse hacía posible la compra de un receptor de TV y su antena. Es de notar que la 2ª cadena de TVE (única emisora española) no cubrió todo el territorio nacional hasta muchos años después.

Ahora la televisión ya no es para unos pocos; al contrario, ya es el principal medio de adoctrinamiento del poder de forma no reglada, sino mediante la formación de actitudes que repercutirán en los valores sociales, en la pérdida de éstos y en la conducta de miles de millones de personas. Unas personas que, no siendo conscientes de los recursos que se usan en la manipulación del pensamiento y del sentimiento, e indefensos ante esa manipulación, creen que piensan por sí mismos en las cuestiones sociales, cuando en realidad están condicionados en su conducta y sus ideas por una aplicación de las técnicas de la rama de la Psicología conocida como "Condicionamiento Operante". Esta rama es un desarrollo de la ya vieja Reflexología de Pavlov, ésa de la que la gente con cierta culturilla ha oído hablar, con aquello de hacer salivar a un perro al haber asociado en su mente previamente el sonido de un timbre o una campana con la aparición de comida. El hallazgo de la asociación estímulo-respuesta dio lugar al conductismo, un enfoque psicológico radicalmente opuesto a la otra gran corriente actual: la Psicología Cognitiva.

La Psicología Cognitiva construye modelos teóricos que puedan explicar los procesos internos mentales. Ahora no es momento de profundizar en esto. En cambio, el conductismo considera a la mente como una "caja de color", no en alegoría a la de los aviones, sino queriendo expresar que no le importan nada los procesos internos. De hecho, para un conductista radical "la mente" es una expresión que puede usarse para hablar con "legos", pero que para él no significa nada. Los intangibles tales como alma, pensamiento, mente, espíritu... no son objeto de estudio ni de especulación para los conductistas. Ellos se centran en inputs y outputs, entradas y salidas, estímulos y respuestas. Esas respuestas son observables y constituyen la conducta: el comportamiento del ser humano.

Un auténtico conductista sostiene que la conducta humana puede modelarse mediante los estímulos apropiados. El lado positivo del conductismo ha dado días de gloria y años de satisfacción a docentes y terapeutas. La modificación de conducta en la interacción humana vis a vis es un instrumento de mejora personal utilísimo. Todos los profesores deberían haber hecho un máster en refuerzo positivo y en extinción de la conducta negativa, entendiendo como tal la agresividad constante, las malas relaciones sociales, etc. De hecho, uno de los principales conductistas, Skinner, escribió un libro que se titula "Tecnología Educativa". Al tema que trata ese libro, otros le llamamos Didáctica... Esto funciona, y también puede ser muy útil en el ámbito terapéutico, en la desaparición de fobias, malos hábitos...

Acabo de hablar de la rama positiva del conductismo. Se trata de una relación interpersonal vis a vis con el consentimiento de los padres, tutores, alumnos o pacientes, con el fin de proporcionar más libertad al individuo. La desaparición de condicionantes negativos hará más libre, dará más posibilidades de elegir al ayudado, al eliminar asechanzas o limitaciones que los psicoanalistas dirían que "están en el subconsciente", pero sin crear la dependencia personal del psicoanalista que suele durar años y años, una duración que parece estar en los fundamentos del psicoanálisis... ¡y no hablemos ya de la "adivinación" del significado de los sueños, una "llave de poder" que recuerda a los que leían las entrañas de las aves durante el Imperio Romano! En lugar de años y años, un psicólogo conductista, si en dos meses no obtiene resultados, dirá a su cliente que ya no puede hacer más. Y, en cuanto a la enseñanza, les puedo asegurar que un buen maestro consigue resultados positivos en un plazo aun más corto, siempre que los padres cooperen y que no haya algún desarreglo químico (hormonal).

La rama de color del conductismo es todo lo contrario. No es una relación vis a vis, sino que se usa mediante la ocultación del emisor. El emisor tras*mite no en interacción personal, sino desde una posición de superioridad porque es inaccesible, desconocido como tal persona, y emite sus estímulos a través de una pantalla de TV (también hay estimulaciones fisiológicas deliberadas para condicionar la mente basadas en la interferencia electromagnética con los ritmos EM del cerebro, así como sustancias químicas, ya sean de inoculación individual o de amplia extensión al difundirlas en el aire, en el suministro de agua o en alimentos de consumo habitual, pero en este artículo no trataré de esas dos variantes de ataques psíquicos; ni de las arengas de la radio mediante el machaqueo de la consigna, que ya inauguró Hitler; me circunscribo ahora a la TV).

La rama de color del conductismo va contra la libertad porque sus usuarios (las personas emisoras de TV) no han advertido a las victimas de que les están aplicando técnicas conductistas para condicionar sus actos y sus posicionamientos mentales. Se trata pues, de pura y dura manipulación, de esclavitud mental. Esto no es automático; no significa que no haya quien sea inmune, a base de espíritu crítico y potencia racional. Pero la gran mayoría de los consumidores de TV sí que se encuentran en esa situación de esclavitud mental, que es la peor esclavitud. Porque si me tienen en una guandoca, aunque no me pueda mover, sigo siendo dueño de mis pensamientos. Soy libre con una libertad mental que no me han podido robar. Pero si estoy en mi casa y mediante un aparato de imágenes y sonido me inducen unas actitudes y unos posicionamientos ante la vida, ¿cómo puedo librarme de esa dependencia, si creo que mis actitudes no son inducidas, sino libremente elegidas?

La rama de color del conductismo va contra la libertad también porque no hay contrato de plazo del "tratamiento". Si un terapeuta o un maestro busca la desaparición de condicionantes negativos para la persona, los amos de la TV en cambio buscan añadir más condicionantes negativos. Los contravalores de la sociedad occidental autoderrumbante han sido colocados en las mentes mediante la TV, hasta el punto de que se puede decir que la expansión de la TV desde el final de la Segunda Guerra Mundial marca una nueva era en la Historia de Occidente. La TV es el principal medio para el dominio sobre las masas. Los añadidos de la guerra biológica, química y electromagnética a gran escala son posteriores, pero si se les permite su uso es porque las sociedades previamente están anestesiadas por la manipulación emocional de la TV. Y decía antes que no hay contrato de plazo del "tratamiento", y eso es fácil de entender: la TV va de por vida, la TV es una droja que NUNCA se deja. La media de visión diaria de TV en España es de 6 horas o más. ¡Por el amor de Dios, cómo se puede pasar uno UN CUARTO DE SU VIDA INMÓVIL DELANTE DE UNA PANTALLA TRAGANDO IMÁGENES PLANIFICADAS PARA MOLDEAR SU CONDUCTA!

Pues lo hacen. Viven así. Casi todo el mundo vive así, y sólo el dato de las horas diarias deja bien claro que estamos ante una conducta generalizada pasiva y adictiva. Y también es lógico concluir que los componentes adictivos que encadenan a las personas al aparato se encuentran dentro de la propia emisión de las imágenes y sonidos (imágenes y sonidos que en parte no pasan por el filtro de la consciencia, sino que se mezclan con las otras por debajo o por encima, en duración o en longitud de onda no advertidas pero que alcanzan a la parte inconsciente de la mente).

___________________

Volviendo al viejo libro de Enrique Melón Martínez, se comprende que éste, aun antes de que nadie hablara de "Nuevo Orden Mundial", "Control Mental" y demás, ya había visto lo que los amos de la TV hacían en aquellos tiempos. Más de cuarenta años después, una advertencia de don Enrique todavía cogerá de nuevas a la mayoría de las personas. Se trata de algo sencillo, razonable, de una de las formas de engaño-manipulación mental que supongo yo que este autor ya había tenido ocasión de conocer, posiblemente en EE UU o en Gran Bretaña. Hasta los esclavizados por la TV van a comprender que lo que dijo don Enrique desde la mitad de su texto en adelante es cierto que se puede hacer impunemente y con éxito, y mi deseo es que por aquí empecemos a pensar si nos compensa ver la TV, o si esa adicción constituye una pérdida TOTAL de la libertad de pensar y de saber. Ahí va:


LA INFORMACION TELEVISADA
Enrique Melón Martínez


«Información» quiere decir, según su etimología, «dar forma», «in-formare». Una información es un contenido que se nos tras*mite para in-formarnos, para modelarnos. Después de conocer una noticia nos encontramos, de una cierta manera, modificados, sabemos algo que antes no sabíamos, y ante ello hemos reaccionado de una determinada manera.

En realidad, todo hecho, toda noticia, es una información. Información televisada es la que nos aporta, por ejemplo, una emisión de variedades, porque tiene un contenido que al recibirlo nos modifica, nos modela, nos in-forma.

Pero en el lenguaje corriente, la palabra información queda reservada a las noticias. Una información, una actualidad, noticia, «nouvelle», «news», normalmente tras*mitida por los medios modernos de comunicación: agencias de noticias, periódicos, radios, televisiones.

La información televisada es la que nos informa, por medio de la televisión, de la marcha del mundo y de sus habitantes.

Toda información, toda noticia, se compone de un cierto número de elementos y es solidaria de un contexto determinado. Para tras*mitirla tal cual es, sin modificación, tendríamos que abarcar todos sus aspectos y realidades en bloque independientemente de nosotros.

Pero esto es imposible porque toda información necesita un informador para llegar hasta el informado.

Y el informador es un elemento subjetivo, que ve el mundo, a pesar de toda su posible buena voluntad, desde su perspectiva personal. La misma noticia tras*mitida por distintas personas adquiere matices diferentes.

Por otro lado, los acontecimientos capaces de convertirse en noticias interesantes para un periódico o para la televisión son numerosos, y el tiempo o espacio disponible, limitados. Una selección se impone. Elegir lo más importante, eliminar lo que no tiene interés. Y la elección se imprime automáticamente de subjetividad.

El hombre necesita del hombre para llegar a las conciencias de los demás hombres. Grandeza y límites de nuestra condición que obligan a los informadores a mantenerse vigilantes y a luchar sin descanso para que el elemento subjetivo no modifique la esencia real de la información. Tarea difícil. Responsabilidad importante de una información objetiva.

En todos los medios modernos o antiguos de comunicación, esta objetividad podía reducirse, tras*formarse o desaparecer, pero en la televisión, la objetividad y su ausencia presentan dificultades y peligros mucho mayores.

Por qué?

Porque la televisión, cuando informa, no cuenta ni tras*mite, sino que muestra; la televisión permite ver. El telespectador ve para informarse. Y su información es algo que él mismo ha visto. No es algo que le han contado, sino algo que existe realmente, porque lo ha visto con sus propios ojos.

Y esto de un modo automático, mecánico. Cualquier persona que en la pantalla de un televisor ve un reportaje sobre la guerra en Vietnam, puede decir: «He visto cómo el Vietcong atacaba a una patrulla de soldados norteamericanos». Como lo ha visto, no hay nadie capaz de demostrarle lo contrario.

En la radio oímos a un locutor que nos dice una cosa, nos da una noticia. En el periódico leemos lo que un corresponsal o una agencia de noticias ha tras*mitido a la redacción. Cualquier ciudadano medianamente constituido se da cuenta de la existencia de intermediarios entre la noticia y él. Afortunadamente, en Europa estamos ya lejos de aquella creencia en la infalibilidad de lo escrito en «letras de molde».

Pero hemos caído en otra ingenuidad gravísima: el hombre medio no razona la imagen. La asimila incluso antes de aceptarla. Y esto que puede ser una extraordinaria posibilidad de aprendizaje y de educación, puede ser también, y por desgracia lo es más a menudo de lo que se piensa, un instrumento de propaganda y de dirigismo informativo en favor de un gobierno o de un poderoso grupo de influencia.

¿Por qué?

Pongamos un ejemplo: el telespectador sentado en su confortable sillón ve en el Telediario cómo las fuerzas de Paupasia atacan un fuerte de Congapur. Las imágenes son las siguientes:

1.—Soldados de Paupasia, bien formados y uniformados, avanzan por una calle.
2.—Un grupo de soldados de Congapur, mal vestidos y con caras de pocos amigos, disparan contra los soldados de Paupasia.
3.—Los soldados de Paupasia disparan correctamente contra los de Congapur.
4.—De lejos se ve cómo caen, atravesados por las balas, tres o cuatro soldados de Congapur
5.—Un soldado de Paupasia llega al centro de la plaza y coloca una bandera.
6.—Primer plano de la bandera, que ondea al viento.

En seis imágenes que pueden durar de 20 a 25 segundos, el telespectador ha visto una noticia, es decir, se ha informado visualmente.

Pero su información no será la misma si en lugar de esas seis imágenes ve las otras seis siguientes:

1.—Fusiles y ametralladoras de los soldados de Paupasia en primer plano.
2.—Mujeres y niños que huyen corriendo por las calles.
3.—Soldados de Paupasia disparando sus armas.
4.—Cadáveres de soldados de Congapur en primer plano.
5.—Casas destruidas y ruinas de Congapur.
6.—Una bandera de Congapur desgarrada.

Es indudable que después de la primera serie de imágenes el telespectador indiferente pensará que los de Paupasia son unos valerosos y correctos soldados triunfadores del enemigo.

Después de la segunda serie, pensará que los de Congapur han sido devastados y quizá invadidos por un feroz y desalmado enemigo.

¿Por qué estas dos opiniones contradictorias? Simplemente, por las imágenes de cadáveres, de ruinas, de bandera desgarrada y de mujeres y niños huyendo, que no están en la primera serie —aunque existían en la realidad, porque han sido filmadas.

El mismo acontecimiento puede, pues, presentar un aspecto diferente según la manera de escoger las imágenes que deben ilustrarlo.

Pero todavía la información se puede falsear de un modo más consciente, más premeditado.

En lugar de elegir las seis o diez imágenes necesarias para dar la información en el sentido deseado, se buscan otras imágenes de acontecimientos pasados, o se crean otras filmándolas después de la batalla.

Por ejemplo, en la guerra entre Paupasia y Congapur el ataque a la ciudad no ha ocasionado ninguna fin de mujeres ni de niños, porque todos habían sido evacuados. Pero el redactor-jefe, siguiendo instrucciones, quiere mostrar que los soldados de Paupasia son unos invasores asesinos del pacífico pueblo de Congapur.

Para obtener este efecto, busca en todas las imágenes enviadas por los corresponsales de la televisión o las agencias, las que muestran aspectos negativos en los soldados de Paupasia: mal afeitados, caras de repruebo, armas en primer plano, etc. A ellas añade cadáveres de soldados de Congapur más o menos atroces.

Si esto no le parece suficiente, pide a la cinemateca —los archivos donde se conservan las películas— que le saquen todos los documentos de esa misma guerra —o de otra parecida— representando mujeres y niños muertos en las calles y en primer plano. Después, en los servicios de montaje de películas, nada más fácil que pegar detrás de los soldados de Paupasia los cadáveres de los vencidos.

Pero, ¿no se puede dar cuenta de la superchería el telespectador?

Es casi imposible. Primero, porque no hay nada más parecido a una casa destruida que otra casa destruida, con tal de no mostrar ciertos detalles, como carteles o adornos que permiten su identificación. Segundo, porque el telespectador recibe el discurso fílmico de la película sobre la guerra entre Paupasia y Congapur, como algo único, indiviso y real que ve a través de la ventana de su receptor. Y en ningún momento puede sospechar que las mujeres que huyen no lo hacen por miedo a los soldados de Paupasia, sino por miedo a los japoneses en la segunda guerra mundial.

Y más aún. Si en la cinemateca no se encuentran imágenes de niños muertos, se pueden fabricar, enviando a un pueblo un equipo de reportaje cinematográfico para que filme niños que por unos caramelos y bien maquillados pasarán por auténticos cadáveres.

Esto puede parecer una exageración. Y creo que lo es generalmente. Pero es un procedimiento utilizado cuando las circunstancias pretenden exigirlo, por diversos países —del Este y del Oeste— , en las actualidades de los cines o en las informaciones de la televisión.

En el dominio del sonido, otro aspecto importante y complementario de la imagen, que dejamos de lado por parecernos más fácilmente comprensible a partir de este ejemplo benigno: el 11 de noviembre se conmemora en Francia el armisticio con que terminó la primera guerra mundial. En el Arco del Triunfo de la Plaza de la Estrella, en París, bajo la bandera tricolor, el Presidente de la República coloca una corona de flores ante la tumba del soldado desconocido.

La ceremonia se termina con un minuto de silencio mientras la banda interpreta el toque de muertos y el himno nacional.

Pues bien, el 11 de noviembre de 1963, el director de la banda estaba distraído y no tocó nada mientras el minuto de silencio: ni el toque de muertos, ni el himno nacional, la Marsellesa.

Sin embargo, cuando el reportaje filmado apareció en el Telediario, todos los telespectadores pudieron escuchar, durante el minuto de silencio, el toque de muertos y el himno nacional, que los asistentes al acto no habían podido escuchar.


Un disco había remplazado al director distraído de la banda militar.

La música puede cambiar la significación de las imágenes. Una marcha fúnebre producirá una impresión diferente que una marcha militar vibrante y animada, aunque las imágenes sean exactamente las mismas.

Estos «fraudes informativos» de la televisión pueden no ser los únicos en el dominio de la información. Un locutor de radio o un periodista de un diario puede mentir y dar una noticia falsa, o falsearla, en su modo de describirla. Evidente. Es algo que se ha practicado mucho y que se sigue practicando por los dos bandos del telón de acero. Pero, como hemos dicho antes, el hombre de la calle lo sabe o por lo menos puede saberlo o adivinarlo. Además, leer y escuchar son dos actividades propias del espíritu, de la razon, y, por tanto, hace falta un tiempo y un cierto esfuerzo discursivo para saber algo.

Sin embargo, el telespectador ignora los trucos que se pueden hacer con la imagen. Además, ésta no se dirige a la inteligencia, sino a los ojos, es decir, a la sensibilidad. Antes de que podamos pensar, gritamos al ver que el cuchillo penetra en la espalda del detective. La imagen es un choque. La palabra hablada o escrita es un llamamiento, un signo, un discurso. Y entre la imagen de cine y la de televisión hay aún un detalle psicológico que hace que esta última tenga más fuerza informativa: la intimidad.

En el cine, ésta no existe. El espectador sabe que va a ver un espectáculo, e inconscientemente tiene una primera tendencia a separar lo que ve en la pantalla de la realidad. Después, la fuerza del cine, la obsesión de la pantalla, único punto luminoso en medio de la oscuridad, le hace mezclar todo y tomar por realidad lo que no es más que ficción.

Ante las imágenes del Telediario, que no es espectáculo, sino presencia en medio del hogar, de lo cotidiano, la persona está mucho más inclinada a tomar en serio lo que ve, porque en principio el receptor es la ventana abierta para ver la vida del mundo. Por esto, al ver las imágenes de la guerra entre Paupasia y Congapur no puede detenerse a pensar en su autenticidad y se limita simplemente a verlas, es decir, a asimilarlas por los ojos y a sentirlas, porque siempre que se ve algo, se siente también algo.

El libro: "Así es la televisión". Enrique Melón Martínez. Ediciones Rialp, S.A., 1966. Depósito legal: M. 5.735.-1966. Núm. de registro: 2.497 - 66


RECORDATORIO
Como dije más arriba, mi deseo es que por aquí empecemos a pensar si nos compensa ver la TV, o si esa adicción constituye una pérdida TOTAL de la libertad de pensar y de saber.
 
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