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Corea del Sur se suma a la psicosis del miedo al "extranjero" | Internacional
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Corea del Sur se suma a la psicosis del miedo al "extranjero"
Manifestaciones en varias ciudades en contra de la llegada de pagapensiones en un país cuya población envejece a mayor ritmo que la de Japón.
Cientos de personas se manifestaron hoy en Seúl contra la inmi gración bajo la psicosis que ha generado la llegada a la isla sureña de Jeju de más de medio millar de yemeníes huidos de la guerra que asola a su país, un reciente fenómeno que ha generado una auténtica conmoción en las redes sociales de Corea del Sur y movilizaciones a favor y en contra de los árabes. Más de 540.000 surcoreanos han suscrito en las últimas dos semanas una petición on linea en la que exigían al presidente local su expulsión inmediata.
Los manifestantes que se reunieron en la capital -había convocatorias previstas en otras ciudades del país- portaban pancartas con lemas como "No queremos ser como Europa" o "No es repruebo, sólo queremos sentirnos seguros", mensajes en los que atacaban a las ONGs que defienden los Derechos Humanos y a los refugiados, y otros que recogían el ideario promovido por el presidente Donald Trump como aquel en el que se leía "Los ciudadanos son lo primero". Otro grupo de extrema derecha aprovechó la cita para lanzar loas al mandatario estadounidense y exigir la dimisión del presidente local, el izquierdista Moon Jae In.
La presión pública obligó este viernes al Gobierno a anunciar que piensa endurecer la normativa sobre la acogida de refugiados "para prevenir los abusos", según explicó un comunicado del Ministerio de Justicia. "Existe una inquietud y preocupación expresada por los residentes de Jeju, y al margen de si los refugiados yemeníes están realmente amenazados, el Gobierno está tomando medidas", reconoció un portavoz gubernamental, Kim Eui-keom, hace días en un encuentro con periodistas locales. El ministerio de Justicia informó de que ha intensificado asimismo sus esfuerzos contra los trabajadores extranjeros ilegales, deteniendo a 14.600 en lo que va de año.
"Crímenes sensuales" e "islamización"
Los pagapensiones en Corea del Sur son una minoría escasamente relevante en un país que cuenta con una población de 51 millones y cuya propia historia recuerda las enormes vagas de surcoreanos que tuvieron que abandonar la nación para instalarse en el extranjero, donde hoy todavía viven millones de ellos.
La campaña contra los refugiados yemeníes comenzó el día 12 de junio con una petición on line publicada en la página web de la presidencia surcoreana que no ocultaba su ideario al asegurar que es "obvio que los yemeníes, que no ven a la mujer como un ser humano sino como un objeto para producir niños, van a provocar crímenes sensuales explícitos", una recriminación que extendían a los turistas chinos.
La controversia comenzó a multiplicarse por el espacio virtual que se hacían eco de las hipótesis más extremas. "Las hordas de pagapensiones fiel a la religión del amores ilegales vienen para islamizar el país", escribió uno de los incontables internautas que pronunciaron sobre esta polémica. "La mayoría son jóvenes, que buscan un empleo. No son refugiados", le secundó otro.
La disputa derivó incluso en enfrentamientos virtuales entre personajes populares como el caricaturista Yoon Seo-in y el actor Jung Woo-Sung. El primero criticó al segundo por defender el derecho de los refugiados y le pidió que él mismo aceptara "a algunos" en su domicilio "como ejemplo".
"Una pequeña prisión"
Las autoridades locales prohibieron a los yemeníes abandonar Jeju el 30 de abril y el 1 de junio eliminó al país árabe de la lista de naciones que no requieren visado para viajar a Corea del Sur. Miembros del colectivo yemení citados por el diario Hankyoreh se declararon "conmocionados" por estas medidas. "En Yemen no podíamos movernos a causa de la guerra y ahora estamos aquí en la misma situación", manifestó uno de ellos. Otro describió Jeju como "una pequeña prisión".
Aunque una reciente encuesta indica que una mayoría de la población, un 49,1%, se opone a que se les conceda el estatus de refugiado, los visitantes árabes también se han beneficiado de la solidaridad y el apoyo de ONGs y residentes locales, que forman parte del 39% que sí se muestra favorable a su acogida. Grupos de voluntarios han creado escuelas donde se enseña el idioma local a los yemeníes y en especial a los más pequeños, otros han acogido a pequeños grupos en sus propios domicilios o se han desplazado hasta la isla para asistirles en sus necesidades sanitarias, ya que la mayoría no dispone de recursos para acudir a hospitales donde tendrían que abonar el precio de cualquier consulta.
La amplia mayoría de los huidos han intentado mantener un perfil bajo ante esta oleada de señalamientos y sólo algunos como Hane, un periodista que huyó de Yemen en mayo de 2016 y sólo recaló en la isla surcoreana tras un complejo periplo que le llevó primero a Egipto y después a Malasia, o su colega de profesión, Muneer Al Mammari, se atreven a manifestarse en los medios surcoreanos.
"Entiendo que debe ser una sorpresa para los coreanos ven como llegan tantos solicitantes de asilo de un sólo país. Sólo deseo que los medios (de comunicación) jueguen un papel (positivo) para deshacer los prejuicios que existen en nuestra contra", declaró el segundo al matutino The Korea Herald. Un tercer periodista, Esmail Alqublani, publicó una carta abierta al público yemení en otro medio de comunicación surcoreano en la que agradecía la ayuda recibida por la población de la nación asiática y recordaba que sólo están "buscando un futuro y una vida digna y segura".
Un estandarte para la oposición
Los yemeníes proceden de Malasia, un estado donde se estima que se han refugiado cerca de 20.000 exiliados de la nación árabe que no es signatario del Convenio de Refugiados de Naciones Unidas de 1951. Cuando una línea aérea local inauguró un vuelo directo entre Kuala Lumpur y Jeju, los yemeníes decidieron probar su suerte en Corea del Sur, que sí reconocer la normativa internacional. Sin embargo, Seúl -que también promulgó su propia ley del refugiado en 2013- no se ha prodigado en la concesión de ese estatus. De los 40.407 foráneos que han solicitado asilo en su territorio desde 1994 sólo lo obtuvieron 839, según la agencia Yonhap.
Como en otras muchas naciones del orbe, la ofensiva anti inmi gración se ha convertido en un nuevo estandarte para la oposición conservadora de Corea del Sur, arrinconada políticamente tras el monumental escándalo de corrupción que provocó la remoción de la presidenta Park Geun-Hye.
Uno de los diputados del derechista Partido de la Libertad de Corea, Jun Hee-Kyung, aprovechó esta coyuntura para presentar el viernes un informe en el que denunciaba que al menos 11.535 extranjeros se habían quedado en el país tras obtener los visados especiales que se pusieron en marcha con motivo de las pasadas Olimpiadas de Invierno para promover el turismo usando una vez más el recurrente argumento de que la inmi gración podría provocar un aumento de la criminalidad y una pérdida de puestos de trabajo para los surcoreanos.
Un supuesto que niegan los datos oficiales que demuestran que el índice de crímenes cometidos por los ciudadanos de la nación asiática es mucho mayor que el que protagonizan los foráneos. La actitud de un sector de la sociedad surcoreana contrasta con unas estadísticas que inciden en que las féminas de este país no sólo tienen el índice de fertilidad -cuántos niños suelen tener durante su existencia- más bajo del mundo sino que se encuentra muy por debajo del número de bebés requeridos para sostener a su población. El año pasado este guarismo se quedó en un simple 1,05 muy lejos de los 2,1 que exige la llamada "tasa de reemplazo" para cubrir las bajas que dejan los decesos.
Aunque la administración del presidente Moon Jae In ha anunciado medidas para mejorar el cuidado de los hijos y el apoyo a las familias uniparentales en un esfuerzo por promover la natalidad, lo cierto es que la población surcoreana sometida a un entorno social dominado por la competitividad cada vez muestra menos disposición a tener hijos y por ello envejece a un ritmo todavía más rápido que la de Japón. Toda una ironía, porque el estado nipón -anclado en una férrea tradición contraria a la llegada de extranjeros- ha tenido que modificar su política en torno a la inmi gración ante el notorio declive en su número de habitantes.
inmi gración para frenar el envejecimiento
Japón es la nación más vieja del planeta, con un 27.7% de sus habitantes por encima de los 65 años, y en 2017 volvió a perder otros 227.000 habitantes, una tónica constante durante los últimos siete años. El gobierno de Shinzo Abe se ha visto obligado a relajar los requisitos para conseguir visados y con ellos la comunidad extranjera ha crecido un 20% en los últimos tres años, hasta alcanzar los 2,6 millones de personas, un 2% del total, según cifras de Nikkei.
"Cualquiera que se mueva por Japón sabe que hay una creciente diversidad en las escuelas y en los trabajos. Los empleadores son conscientes de lo crucial que son (los trabajadores extranjeros). Japón es un nuevo destino para la inmi gración y todavía necesitan más para impulsar sus perspectivas económicas futuras", indicó Jeff Kingston, profesor de la Universidad Temple de Japón al mismo medio de comunicación. Corea del Sur se encuentra amenazada por la misma dinámica y las previsiones dicen que si mantiene la misma tasa de fertilidad será la nación más vieja del mundo en 2045.
Por ello, la coyuntura japonesa ha encontrado su paralelismo en Jeju donde el sector que parece más conforme con la presencia de los yemeníes no es otro que la industria pesquera. La Federación Nacional de Industrias Pesqueras reconoció hace días que el enclave isleño necesita decenas de pescadores "extranjeros o coreanos" y el primer seminario laboral dedicado a cubrir las 170 vacantes requeridas registró la asistencia de 400 yemeníes.
Así nos ven por ahí fuera: "No queremos ser como Europa". Más claro, agua.
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