Málaga prevé la construcción de 27 torres en los próximos años

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Málaga prevé la construcción de 27 torres en los próximos años
La proliferación de rascacielos reabre la discusión sobre si tienen cabida en la ciudad: algunos arquitectos creen que sí, otros los rechazan y casi todos consideran que depende del proyecto en sí, de la zona elegida y de que sean singulares

Málaga registra hoy, en diferente estado de tramitación, hasta 13 proyectos urbanísticos que prevén la construcción de 27 torres, algunos de ellos podrían calificarse de rascacielos, según el recuento efectuado por este periódico. Estos planes van desde los simples esbozos en el PGOU o en las mesas de los despachos de arquitectos, sin que la ciudad los haya puesto bajo su ala para alentarlos y que florezcan, hasta los que están ya en obras.

Así, los proyectos de torres (no es una definición técnica) son los siguientes: en Los Guindos se plantea un edificio de 85 viviendas y de 27,87 metros de altura; en el Puerto, en el Muelle 4, el arquitecto Ángel Asenjo propuso una city financiera para oficinas y usos comerciales con un total de 15 edificios, de los que tres tendrían hasta 18 plantas, lo que serían torres (está por ver qué se hace). En la antigua cochera de autobuses Portillo, se prevé, entre otros edificios, un hotel de hasta 60 metros de altura; en La Princesa, AQ Acentor promueve ya tres torres de viviendas en alquiler, una de 80 metros y dos de 53; en Martiricos, AQ Acentor también impulsa dos torres, una de 108,7 y otra de 113,1 metros. Además, en La Térmica se prevén varios edificios, entre ellos dos torres de hasta 57 metros; en Torre del Río, Metrovacesa y Sierra Blanca Estates impulsan tres torres, cada una de ellas de 75 plantas (medirán 78,5, 80,5 y 82,5 metros respectivamente). Pero hay más: ya conocen el proyecto de la Torre del Puerto, el rascacielos que acogerá un hotel de lujo en el dique de Levante de 116 metros (según los promotores cataríes). Esta semana se rechazó una consulta popular sobre el plan. En la estación de autobuses, se han pintado dos rascacielos (uno tendrá 29 más tres plantas y el otro, 21 más tres). En Repsol, donde se reclama un bosque urbano en toda la parcela, se han concebido cuatro torres de más de 100 metros para viviendas u oficinas; en Málaga Wagen se plantea una torre de hasta 16 plantas y cabe añadir el proyecto de Vía Célere en los antiguos terrenos de la Flex (dos edificios con una cota máxima permitida de hasta 57 metros) y lo previsto en la zona de Nereo, con dos torres de 27 plantas (con 117 metros de altura). Algunos de estos proyectos se han visto ya o se van a ver afectados por las nuevas servidumbres aéreas. Todo ello ha abierto un encendido debate en la urbe sobre si este urbanismo es el que necesita, o no, Málaga.

El arquitecto Carlos Lamela, creador de las Málaga Towers , señala que «la edificación en altura per se no es ni buena ni mala». Depende del lugar. «Yo, con respecto a Málaga, que es en estos momentos una de las ciudades más importantes de España, creo que la quinta o la sexta, no podemos decir que la arquitectura vertical bien estudiada no encaje, por supuesto que puede encajar perfectamente». En los sesenta y sesenta, hubo edificaciones en altura, algunas, claro, «muy interesantes». «¿Que todo lo que se ha hecho en altura no es bueno? Desgraciadamente es cierto. ¿Que hay piezas que se han hecho en altura muy significativas y que han hecho una aportación a la arquitectura de la Costa? También ha sido así. Y yo creo que los proyectos que hay ahora en Málaga, si se hacen bien... el tema es hacerlo bien, que la edificación en altura sea de calidad». «No vamos a llenar toda la de derechasda litoral de torres, pero en alguna zona puntual, una buena pieza de arquitectura, puede ser una solución francamente buena». Siempre ha existido, dice, el urbanismo vertical (la Catedral o las chimeneas, por ejemplo).
El arquitecto Fernando Ramos destaca que el rascacielos, siempre que se haga con consenso, control y garantías adecuadas, podría servir para liberar «suelo ya ocupado y añadir nuevos usos y espacios libres cualificados», pero «la oportunidad abierta se ha convertido en un coladero inmobiliario y mercantilista, por haber expulsado a la comunidad de los espacios decisorios». «El mantra del rascacielos (’ni un barrio sin su rascacielos’, se nos dice) se usa sistemáticamente como herramienta del complejo urbano-industrial-turístico, de igual modo que planes parciales en el desarrollismo; sumar planes no produce ciudad, como sumar rascacielos no produce policentralidad: sin resolver la herencia del desarrollismo y sus carencias urbanas, volvemos a mercantilizar estrategias y oportunidades, bajo el disfraz de la recualificación y modernidad». En Málaga, «todas las intervenciones de mayor altura planteadas resultan decepcionantes y mediocres, son incoherentes con modelo y planteamiento e ineficaces en regeneración urbana, despilfarrando la oportunidad e incluso empeorando problemáticas. Mención aparte merece el rascacielos del Puerto, símbolo de toda esa perversión sistémica de la oportunidad, y verdadero monumento a la corrupción urbanística». «Nos puede servir la enseñanza de Barcelona en los últimos 20 años, superada idéntica experiencia», dice (salvo el hotel Vela, «ilegal»).

José Seguí, arquitecto del hotel de lujo, dice que «hablamos de la altura como un novedoso debate, pero es ya muy antiguo y son procesos que se han consolidado en ciudades de características similares a Málaga, disminuyendo el consumo de suelo y consolidando el modelo compacto de la ciudad. Existen zonas de las ciudades que requieren elementos en altura como referencias. La torre de la Equitativa hoy no se hubiera entendido y sin embargo forma parte ineludible del actual paisaje del Centro. Como también ha ocurrido en otros casos: la Torre Iberdrola en Bilbao, en pleno centro, la Torre Agbar o las del Puerto Olímpico en Barcelona y también las últimas actuaciones de las torres Business en Madrid. Estas intervenciones se convierten en claras referencias del actual paisaje de esas ciudades. Otra cosa muy diferente es cuando la edificación en altura no es tanto referencia como densa agrupación de edificios en altura, como ocurre en las torres de La Malagueta».

El doctor arquitecto Luis Ruiz Padrón dice que «el modelo de crecimiento en altura en ciudades como la nuestra no parece responder a ninguna necesidad real y sí es un paso hacia la destrucción de estos valores reales que hacen que nos enorgullezcamos de y nos reconozcamos en ella. Dicho esto, no todos los emplazamientos son igual de sensibles: en el bulevar de Teatinos, sin ir más lejos, se alza hoy un conjunto de torres que está siendo asimilada en el paisaje urbano sin demasiadas reticencias». «En cambio, proyectar torres en sectores de muy elevada densidad poblacional, como Carretera de Cádiz, o en infraestructuras terminadas y equipadas (como el dique de Levante) sólo favorecen el negocio especulativo». Para el también arquitecto Salvador Moreno Peralta «la ciudad, pues, admite torres allí donde convenga, en provecho de la colectividad y con respeto a una lógica estrictamente urbana, en la cual debe inscribirse el beneficio del promotor inmobiliario, y no al revés: no puede ser el promotor el que decida dónde y cómo construir, y que sea la administración sumisa la que legitime a posteriori sus pretensiones, retorciendo las normas, con el impúdico argumento de que el interés privado coincide con el público. Si se establece este precedente en la legislación urbanística, será papel mojado o, peor aún, la ley de la selva. Este es el verdadero estado de la cuestión, y no el debate sobre torres sí o torres no: primero la burocracia nos hace ver que los planes generales, por su tardanza en tramitarse, son instrumentos inútiles para regir el urbanismo de una ciudad de forma que, en razón de la eficacia, lo que procede es saltárselos. Y una vez establecido este perverso sentido, podremos someter la razón urbana a la colonización de los grupos de presión, generalmente ajenos a los intereses del propio lugar, ya sean torres verticales en el mar o torres horizontales en Maro».

El decano del Colegio de Arquitectos, Francisco Sarabia, cree que, por supuesto, «se puede y se debe recurrir a la solución de elementos en altura en cualquier ciudad, siempre y cuando se respeten los modelos de crecimiento previamente establecidos y consensuados. Parece más lógico que las decisiones sobre proyectos en altura se correspondan con nuevas zonas de crecimiento, áreas de oportunidad o puntos singulares de la ciudad que se planteen como elementos de referencia o polos de atracción de actividad. Parece razonable apostar por la ciudad mediterránea como modelo primordial para Málaga, reservando áreas a regenerar o nuevos crecimientos para establecer referentes singulares». En su opinión, deben convivir «los dos modelos», aunque considera que «Málaga puede desarrollarse sin edificación en altura».


César Frías, CEO de Morph Estudio, despacho que ha diseñado las torres de Martiricos, destaca que «este tipo de urbanismo es un acierto y puede colaborar en el despegue económico de la ciudad -Málaga-y en la sostenibilidad de su turismo y actividad económica. Si se estudia de forma holística y se favorece la creación de pequeños polos de edificios en altura, logramos, en el fondo, dotar a la ciudad de pequeños centros neurálgicos y plazas donde antaño se concentraba la actividad». José Félix Pérez-Peña, director de Savills Aguirre Newman para Andalucía, cree que este urbanismo es un gran desconocido para los malagueños y hay que comunicar qué supone un edificio en altura, sus pros y sus contras, indica que hay que reflexionar y mirar a Barcelona y debatir muy bien, por ejemplo, lo que se va a hacer en el muelle 4. «Todo depende del proyecto y de la zona». La Torre del Puerto, indica, «como proyecto hotelero de alta calidad Málaga lo necesita».

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Málaga registra hoy, en diferente estado de tramitación, hasta 13 proyectos urbanísticos que prevén la construcción de 27 torres, algunos de ellos podrían calificarse de rascacielos, según el recuento efectuado por este periódico. Estos planes van desde los simples esbozos en el PGOU o en las mesas de los despachos de arquitectos, sin que la ciudad los haya puesto bajo su ala para alentarlos y que florezcan, hasta los que están ya en obras.

Así, los proyectos de torres (no es una definición técnica) son los siguientes: en Los Guindos se plantea un edificio de 85 viviendas y de 27,87 metros de altura; en el Puerto, en el Muelle 4, el arquitecto Ángel Asenjo propuso una city financiera para oficinas y usos comerciales con un total de 15 edificios, de los que tres tendrían hasta 18 plantas, lo que serían torres (está por ver qué se hace). En la antigua cochera de autobuses Portillo, se prevé, entre otros edificios, un hotel de hasta 60 metros de altura; en La Princesa, AQ Acentor promueve ya tres torres de viviendas en alquiler, una de 80 metros y dos de 53; en Martiricos, AQ Acentor también impulsa dos torres, una de 108,7 y otra de 113,1 metros. Además, en La Térmica se prevén varios edificios, entre ellos dos torres de hasta 57 metros; en Torre del Río, Metrovacesa y Sierra Blanca Estates impulsan tres torres, cada una de ellas de 75 plantas (medirán 78,5, 80,5 y 82,5 metros respectivamente). Pero hay más: ya conocen el proyecto de la Torre del Puerto, el rascacielos que acogerá un hotel de lujo en el dique de Levante de 116 metros (según los promotores cataríes). Esta semana se rechazó una consulta popular sobre el plan. En la estación de autobuses, se han pintado dos rascacielos (uno tendrá 29 más tres plantas y el otro, 21 más tres). En Repsol, donde se reclama un bosque urbano en toda la parcela, se han concebido cuatro torres de más de 100 metros para viviendas u oficinas; en Málaga Wagen se plantea una torre de hasta 16 plantas y cabe añadir el proyecto de Vía Célere en los antiguos terrenos de la Flex (dos edificios con una cota máxima permitida de hasta 57 metros) y lo previsto en la zona de Nereo, con dos torres de 27 plantas (con 117 metros de altura). Algunos de estos proyectos se han visto ya o se van a ver afectados por las nuevas servidumbres aéreas. Todo ello ha abierto un encendido debate en la urbe sobre si este urbanismo es el que necesita, o no, Málaga.

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