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Media docena de especialistas en diversos ámbitos analizan cómo se han decidido los protocolos y las restricciones en la región y señalan en qué puntos se ha fallado
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ISABEL VALDÉS
Madrid - 28 FEB 2021 - 06:30 CET
mascaras sí, mascaras no. Guantes sí, guantes no. Interiores, exteriores, concentraciones. Los protocolos frente al bichito han cambiado varias veces a lo largo del último año. El conocimiento recabado desde el comienzo de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo ha hecho que las recomendaciones fueran modificadas, según la ciencia ahondaba en la forma de tras*misión de la el bichito. Aún con esos cambios, hay cuestiones que se han mantenido y directrices que operan tanto para este como para cualquier bichito. Entre ellas, qué criterios se usan para tomar esas decisiones.
Desde la desescalada, la Comunidad de Madrid ha sido el territorio con las restricciones más laxas de toda la geografía española, incluso cuando ha encabezado la estadística nacional en incidencia acumulada (casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días). En el global, la autonomía que gobierna Isabel Díaz Ayuso es la que más contagios registra, la que ha soportado y aún soporta más presión sobre su sistema sanitario y la que acumula más fallecimientos.
Sindemia, la ocasión perdida en la respuesta a la el bichito-19 en Madrid
Elena Vanessa Martínez, presidenta de la Sociedad Española de Epidemiología, explica que en la gestión de todas esas curvas, las administraciones habrían de haber tenido en cuenta ciertas cosas como que el bichito “no afecta por igual a toda la población, que no todos los territorios tienen el mismo riesgo y que en cada lugar se ha de valorar qué tipo de actividades se realizan más”.
Son tantos los factores a tener en cuenta que “es difícil llegar a lo que haga más efecto en menos tiempo y perjudicar a menos personas”, dice Martínez. María Urtasun, enfermera, epidemióloga, investigadora en salud pública y parte de la Asociación Madrileña de Salud Pública, cree que Madrid ha fallado en este contexto mientras otras regiones, “aunque no de forma generalizada, sí han destacado con medidas nuevas, novedosas o más efectivas”. Ella destaca “el apoyo social que se ha hecho en Baleares, el abordaje que se hizo en Asturias o la prudencia de Castilla y León”.
Aquí, media docena de especialistas en diversos ámbitos hacen un análisis de cómo se han decidido los protocolos en Madrid y de esas limitaciones.
La importancia del espacio y la geografía
“Cómo se va a intentar dominar la esa época en el 2020 de la que yo le hablo a escala micro [en territorios más pequeños como localidades] y cómo se va a hacer acupuntura en política si no se piensa en la geografía propia de los lugares”, dice Alberto Corsín, de la Asociación de Antropología del Estado Español. Afirma que la tras*misión del bichito varía según los lugares: “El espacio no es algo abstracto, hay que pensar en cuántos colegios, bares, mercados hay. Depende de cada una de esas respuestas, habrá que pensar en soluciones distintas”. Solo en el caso de la realización de los test de antígenos –no avalados aún por los expertos para personas asintomáticas– en las farmacias, pensadas como una red que cubre a toda la población, “se tuvo ese pensamiento geográfico”: “Eso no se puede hacer en ningún otro sitio, en Londres tú no sales a la calle y tienes cuatro de estos establecimientos”.
Fortalezas desaprovechadas
Urtasun asegura que la Comunidad cuenta con “recursos muy valiosos, como Madrid Salud, del que no se ha sacado el rendimiento que se podría”. Ese organismo del Ayuntamiento creado en 2005 y con más de un millar de personas trabajando, se ocupa de cuestiones de salud pública, entre otras. “Tiene centros bastante bien repartidos por los distritos, personal que conoce bien el territorio y vínculos con organizaciones y asociaciones para entender mejor el comportamiento social y por lo tanto de tras*misión del bichito, y no lo hicieron”.
En este sentido, el epidemiólogo Manuel Franco, docente e investigador de la Universidad de Alcalá y profesor de la Johns Hopkins (EE UU), cree que la Comunidad ha desaprovechado el conocimiento científico: “Y eso ha derivado en que no se ha tenido nunca en cuenta las circunstancias sociales, culturales y económicas de las zonas más desfavorecidas. Tampoco el tejido social ni la salud comunitaria”. Algo que, de haber ocurrido, “podría haber resultado en otra gestión en la que hubiese existido no solo consejos adecuados según las zonas, sino promoción de la salud, ayuda, acceso a viviendas alternativas, ayuda económica, alimentaria y social de forma extensiva para toda la población que la necesitara”. Sin embargo, lamenta que, “al contrario, parece haberse negado esta realidad y se ha pasado por encima”.
Martínez cree que, en general, se han recomendado medidas que en algunos casos evidentemente han desfavorecido a quienes tienen rentas más bajas: “En esta esa época en el 2020 de la que yo le hablo los que tienen trabajo estable han podido ahorrar y los que no van a las colas del hambre”. No cree que el problema sea “que no se hayan tenido en cuenta”, sino las ocasiones en que “no se han tomado medidas al respecto a sabiendas”.
Un hombre lee en el balcón de su casa durante el confinamiento de la primera ola, en mayo. © LUIS SEVILLANO/EL PAISCuarentenas y aislamiento
Primero, dice Elena Vanessa Martínez, aún hay quien no diferencia entre cuarentena y aislamiento ni para qué sirve cada protocolo y se usan de forma indiscriminada: “El aislamiento lo realiza el enfermo. La cuarentena quien no sabe si lo está pero podría estarlo y es necesario cortar cualquier posible cadena de tras*misión”. ¿Todo el mundo parte del mismo punto para cumplirlas? “No”, asevera Joan Carles March, profesor en la Escuela Andaluza de Salud Pública: “Cuando pones en marcha estas medidas debería haber un informe de equidad para minimizar el impacto en la población más desfavorecida, con más problemas socioeconómicos, con peores condiciones de vivienda”.
En septiembre, seis meses después del comienzo de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, el Gobierno autonómico puso en marcha un hotel en Las Tablas –un área residencial en el distrito de Fuencarral-El Pardo– “para personas sin hogar y familias en situación de exclusión residencial con sintomatología leve de el bichito o asintomáticos puedan pasar allí la cuarentena”. El 15 de octubre, se activaron cinco unidades móviles que atendían un trabajador social y un promotor de salud voluntario en los puntos de cribados poblacionales con test de antígenos. Se ofrecía “asistencia social y recursos de inclusión a las personas vulnerables que den positivo en los test de antígenos”.
“Es otra de las cuestiones que no se ha hecho bien”, dice March. Urtasun lo comparte: “Aunque se habilitaron algunas, para la magnitud de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo en Madrid no fue suficiente”. March apunta a que “tendría que haber mediadores culturales en determinadas zonas para facilitar esa ida hacia hoteles, y también así los hoteles podrían tener un espacio de vida a través del pago público”.
Además, añade, de la comunicación que se realiza de la necesidad de cumplir con estos protocolos: “Tienen que ser muy amplias y diversas y en todo eso hace falta una mayor y mejor comunicación”. Aclara que en ese sentido podrían haberse usado las redes por barrios o distritos y elegir a las personas más adecuadas “para hacer de informadores por barrios, incluso para poder hablar con la ciudadanía por la calle, explicarle el correcto uso de las mascaras, por ejemplo. Porque importa tanto el tipo de mascarilla como su correcto uso”.
Clientes de una terraza a principios de febrero. JAIME VILLANUEVA / EL PAÍSInteriores frente a exteriores
Las expertas coinciden: no se ha priorizado lo suficiente el exterior. Tanto en Madrid como a nivel nacional, ejemplifica Urtasun, “en el tema de la educación había y hay muchas posibles alternativas para bajar las ratios y poder hacer cosas en la calle o los parques y no se ha hecho mucho uso de eso”. Aún así, afirma que la educación es de los ámbitos a los que se ha prestado más atención. Al contrario que en el sector de la hostelería, donde “el privilegio” debería haber sido siempre el exterior.
Martínez añade que además en los interiores existe el peligro de “recircular el aire y no ventilar el espacio”: “Si ocurre lo primero, haces que el aire se mueva en la habitación, y el riesgo es alto”. También, suma, hay que tener en cuenta el tiempo y el peligro que tiene cada espacio: “No es lo mismo una tienda a la que pasas para comprar cinco, 10 o 15 minutos que sentarte en un bar a tomarte un café”. Y cree que se podría “haber intentado sacar más a la calle” esta última parte del ocio: interiores no permitidos en verano sin dificultades por el frío y calefactores en invierno, además de facilitar a ese sector poder realizarlo.
En Madrid, el Ejecutivo regional se ha negado siempre al cierre de la hostelería y en ningún momento pareció una idea factible la prohibición de los interiores. No fue hasta principios de febrero que se fijó como obligatoria la mascarilla dentro de esos establecimientos y el protocolo de ventilación, mecánica o manual. Según los datos publicados por Salud Pública, que lleva dos semanas aportando información sobre brotes, el ámbito social es el que tiene asociado un mayor número de brotes (265) y de contagios (1.836).
A este entorno, además, hay que sumar los 124 brotes del epígrafe denominado “mixto”, ya que la Consejería de Sanidad, en el informe donde aporta esos números, mezcla ambos ámbitos para explicar a qué lugares corresponden, pero sin especificar cuántas infecciones corresponden a cada uno; entre ellos, “bodas, bautizos, eventos y reuniones familiares, locales de ocio, hoteles y establecimientos de restauración, tras*portes, etc”. Si se suman ambos apartados, son 389 los brotes y 2.882 los contagios relacionados.
Decenas de pasajeros en los vagones de la línea 6 del metro de Madrid. OLMO alopécicotras*porte público
Si bien a priori el tras*porte no debería entrañar “alto riesgo, ya que no es un lugar en el que se hable mucho ni se come ni se bebe”, dice Urtasun, “en el momento que no hay suficiente frecuencia de trenes o autobuses, van abarrotados y la gente muy junta, sí hay peligro. ¿Cuánto? No se sabe, presuponiendo además que todo el mundo lleve mascarilla adecuada y bien colocada”.
Del tras*porte, como de la restauración, no hay cifras concretas. “Solo se puede observar”, puntualiza Joan Carles March: “Las imágenes de vagones atestados, autobuses de estudiantes llenos, mucha menos frecuencia de la que debería… No apunta hacia la disminución de contagios”.
Teletrabajo
El tras*porte público, dice March, le “lleva” a la cuestión del teletrabajo: “Tampoco ha habido grandes esfuerzos en esto. Ha dependido más de las empresas que de decisiones desde la Administración. En Madrid, como en el resto de autonomías, los gobiernos podrían haber sido más estrictos, ayudaría a controlar la tras*misión y a disminuir los contagios que todo aquel que pudiera teletrabajar lo hiciera”.
Aquí tampoco hay cifras institucionales, aunque varios estudios sitúan a Madrid como la región con más posibilidad para esta modalidad. En mayo, la encuesta sobre el impacto del cobi19 realizada por la Generalitat Valenciana aseguraba que el tejido productivo marcaba las diferencias por autonomías, así, “aquellas más orientadas a ocupaciones cualificadas y terciarias tienen más opciones de teletrabajo”. Madrid, seguida de Cataluña y País Vasco, era en esa investigación la comunidad con más opciones, con un 28%, 25,1% y 24,5%, respectivamente. En septiembre, otro estudio de Randstad aseguraba que la región lideraba la clasificación del teletrabajo, con un 26,6% de asalariados acogidos a esta modalidad.
Toque de queda y aforos
Para Urtasun, “en Madrid siempre se ha estado rozando el mínimo exigido” en cuanto a los aforos –actualmente son de un 50% en interiores, de forma generalizada, y para hostelería y restauración cuatro personas en interior y seis en terraza–. En espacios cerrados, en general, “siempre estamos un poco por encima, habría que ser más restrictivos”.
Y de la limitación de la movilidad, “no hay datos, pero tiene que ver más con la dinámica de tras*mitir sensación de peligro, con un lenguaje casi bélico que tras*mite que la situación es severa”. Más que el toque de queda –demorado ya a las 23.00–, afirma la epidemióloga, “lo que habría que ver son las fuentes de movilidad: para qué y cuándo nos movemos”. Además, “a priori no parece que tenga una efectividad muy alta porque las restricciones de horarios eran muy laxas y la hora fijada nunca ha cambiado mucho el plan que tuvieras”.
Los cribados poblacionales con antígenos
El 30 de septiembre, el Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso comenzó el uso de test de antígenos para lo que llamaron “cribados masivos” en población general, mucho más baratos (4,5 euros) que una PCR (alrededor de 18 euros) y mucho más rápidos en dar resultados, entre 15 y 20 minutos. Esta práctica fue rechazada por los expertos porque aún no está demostrada la eficacia en personas asintomáticas, se recomiendan en entornos con una previsible alta prevalencia (urgencias hospitalarias, atención primaria y residencias de mayores), para personas con síntomas en los primeros cinco días de evolución de la enfermedad, contactos estrechos y población vulnerable o expuesta, como los sanitarios.
Hasta ahora, Madrid ha realizado 857.000 test, de los que han resultado “4.422 positivos asintomáticos”, según cifras de esta semana de la Consejería de Sanidad, un 0,5%. Urtasun asegura que esto es “gastar en algo que no tiene mucha efectividad para dejar de invertir en otras imprescindibles como el rastreo”. A veces, dice, “tampoco era cribados poblacionales masivos como se anunciaban porque no cumplían con los criterios, que todo el mundo tuviera la oportunidad, por ejemplo, o que ese tipo de testeos más intensivos se hace en poblaciones con muy alta incidencia, y se han estado haciendo cuando realmente Madrid tenía en todo su territorio muy alta incidencia”.
Según Urtasun, los resultados son los que son, “un bajo porcentaje de positivos”. Aunque “han funcionado mejor” de lo esperado, “lo que se ha hecho con ellos no es el foco”. ¿Cuál era? “Hacer más fluida la detección en primaria y hospitalaria”.
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ISABEL VALDÉS
Madrid - 28 FEB 2021 - 06:30 CET
mascaras sí, mascaras no. Guantes sí, guantes no. Interiores, exteriores, concentraciones. Los protocolos frente al bichito han cambiado varias veces a lo largo del último año. El conocimiento recabado desde el comienzo de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo ha hecho que las recomendaciones fueran modificadas, según la ciencia ahondaba en la forma de tras*misión de la el bichito. Aún con esos cambios, hay cuestiones que se han mantenido y directrices que operan tanto para este como para cualquier bichito. Entre ellas, qué criterios se usan para tomar esas decisiones.
Desde la desescalada, la Comunidad de Madrid ha sido el territorio con las restricciones más laxas de toda la geografía española, incluso cuando ha encabezado la estadística nacional en incidencia acumulada (casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días). En el global, la autonomía que gobierna Isabel Díaz Ayuso es la que más contagios registra, la que ha soportado y aún soporta más presión sobre su sistema sanitario y la que acumula más fallecimientos.
Sindemia, la ocasión perdida en la respuesta a la el bichito-19 en Madrid
Elena Vanessa Martínez, presidenta de la Sociedad Española de Epidemiología, explica que en la gestión de todas esas curvas, las administraciones habrían de haber tenido en cuenta ciertas cosas como que el bichito “no afecta por igual a toda la población, que no todos los territorios tienen el mismo riesgo y que en cada lugar se ha de valorar qué tipo de actividades se realizan más”.
Son tantos los factores a tener en cuenta que “es difícil llegar a lo que haga más efecto en menos tiempo y perjudicar a menos personas”, dice Martínez. María Urtasun, enfermera, epidemióloga, investigadora en salud pública y parte de la Asociación Madrileña de Salud Pública, cree que Madrid ha fallado en este contexto mientras otras regiones, “aunque no de forma generalizada, sí han destacado con medidas nuevas, novedosas o más efectivas”. Ella destaca “el apoyo social que se ha hecho en Baleares, el abordaje que se hizo en Asturias o la prudencia de Castilla y León”.
Aquí, media docena de especialistas en diversos ámbitos hacen un análisis de cómo se han decidido los protocolos en Madrid y de esas limitaciones.
La importancia del espacio y la geografía
“Cómo se va a intentar dominar la esa época en el 2020 de la que yo le hablo a escala micro [en territorios más pequeños como localidades] y cómo se va a hacer acupuntura en política si no se piensa en la geografía propia de los lugares”, dice Alberto Corsín, de la Asociación de Antropología del Estado Español. Afirma que la tras*misión del bichito varía según los lugares: “El espacio no es algo abstracto, hay que pensar en cuántos colegios, bares, mercados hay. Depende de cada una de esas respuestas, habrá que pensar en soluciones distintas”. Solo en el caso de la realización de los test de antígenos –no avalados aún por los expertos para personas asintomáticas– en las farmacias, pensadas como una red que cubre a toda la población, “se tuvo ese pensamiento geográfico”: “Eso no se puede hacer en ningún otro sitio, en Londres tú no sales a la calle y tienes cuatro de estos establecimientos”.
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Fortalezas desaprovechadas
Urtasun asegura que la Comunidad cuenta con “recursos muy valiosos, como Madrid Salud, del que no se ha sacado el rendimiento que se podría”. Ese organismo del Ayuntamiento creado en 2005 y con más de un millar de personas trabajando, se ocupa de cuestiones de salud pública, entre otras. “Tiene centros bastante bien repartidos por los distritos, personal que conoce bien el territorio y vínculos con organizaciones y asociaciones para entender mejor el comportamiento social y por lo tanto de tras*misión del bichito, y no lo hicieron”.
En este sentido, el epidemiólogo Manuel Franco, docente e investigador de la Universidad de Alcalá y profesor de la Johns Hopkins (EE UU), cree que la Comunidad ha desaprovechado el conocimiento científico: “Y eso ha derivado en que no se ha tenido nunca en cuenta las circunstancias sociales, culturales y económicas de las zonas más desfavorecidas. Tampoco el tejido social ni la salud comunitaria”. Algo que, de haber ocurrido, “podría haber resultado en otra gestión en la que hubiese existido no solo consejos adecuados según las zonas, sino promoción de la salud, ayuda, acceso a viviendas alternativas, ayuda económica, alimentaria y social de forma extensiva para toda la población que la necesitara”. Sin embargo, lamenta que, “al contrario, parece haberse negado esta realidad y se ha pasado por encima”.
Martínez cree que, en general, se han recomendado medidas que en algunos casos evidentemente han desfavorecido a quienes tienen rentas más bajas: “En esta esa época en el 2020 de la que yo le hablo los que tienen trabajo estable han podido ahorrar y los que no van a las colas del hambre”. No cree que el problema sea “que no se hayan tenido en cuenta”, sino las ocasiones en que “no se han tomado medidas al respecto a sabiendas”.
Primero, dice Elena Vanessa Martínez, aún hay quien no diferencia entre cuarentena y aislamiento ni para qué sirve cada protocolo y se usan de forma indiscriminada: “El aislamiento lo realiza el enfermo. La cuarentena quien no sabe si lo está pero podría estarlo y es necesario cortar cualquier posible cadena de tras*misión”. ¿Todo el mundo parte del mismo punto para cumplirlas? “No”, asevera Joan Carles March, profesor en la Escuela Andaluza de Salud Pública: “Cuando pones en marcha estas medidas debería haber un informe de equidad para minimizar el impacto en la población más desfavorecida, con más problemas socioeconómicos, con peores condiciones de vivienda”.
En septiembre, seis meses después del comienzo de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, el Gobierno autonómico puso en marcha un hotel en Las Tablas –un área residencial en el distrito de Fuencarral-El Pardo– “para personas sin hogar y familias en situación de exclusión residencial con sintomatología leve de el bichito o asintomáticos puedan pasar allí la cuarentena”. El 15 de octubre, se activaron cinco unidades móviles que atendían un trabajador social y un promotor de salud voluntario en los puntos de cribados poblacionales con test de antígenos. Se ofrecía “asistencia social y recursos de inclusión a las personas vulnerables que den positivo en los test de antígenos”.
“Es otra de las cuestiones que no se ha hecho bien”, dice March. Urtasun lo comparte: “Aunque se habilitaron algunas, para la magnitud de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo en Madrid no fue suficiente”. March apunta a que “tendría que haber mediadores culturales en determinadas zonas para facilitar esa ida hacia hoteles, y también así los hoteles podrían tener un espacio de vida a través del pago público”.
Además, añade, de la comunicación que se realiza de la necesidad de cumplir con estos protocolos: “Tienen que ser muy amplias y diversas y en todo eso hace falta una mayor y mejor comunicación”. Aclara que en ese sentido podrían haberse usado las redes por barrios o distritos y elegir a las personas más adecuadas “para hacer de informadores por barrios, incluso para poder hablar con la ciudadanía por la calle, explicarle el correcto uso de las mascaras, por ejemplo. Porque importa tanto el tipo de mascarilla como su correcto uso”.
Las expertas coinciden: no se ha priorizado lo suficiente el exterior. Tanto en Madrid como a nivel nacional, ejemplifica Urtasun, “en el tema de la educación había y hay muchas posibles alternativas para bajar las ratios y poder hacer cosas en la calle o los parques y no se ha hecho mucho uso de eso”. Aún así, afirma que la educación es de los ámbitos a los que se ha prestado más atención. Al contrario que en el sector de la hostelería, donde “el privilegio” debería haber sido siempre el exterior.
Martínez añade que además en los interiores existe el peligro de “recircular el aire y no ventilar el espacio”: “Si ocurre lo primero, haces que el aire se mueva en la habitación, y el riesgo es alto”. También, suma, hay que tener en cuenta el tiempo y el peligro que tiene cada espacio: “No es lo mismo una tienda a la que pasas para comprar cinco, 10 o 15 minutos que sentarte en un bar a tomarte un café”. Y cree que se podría “haber intentado sacar más a la calle” esta última parte del ocio: interiores no permitidos en verano sin dificultades por el frío y calefactores en invierno, además de facilitar a ese sector poder realizarlo.
En Madrid, el Ejecutivo regional se ha negado siempre al cierre de la hostelería y en ningún momento pareció una idea factible la prohibición de los interiores. No fue hasta principios de febrero que se fijó como obligatoria la mascarilla dentro de esos establecimientos y el protocolo de ventilación, mecánica o manual. Según los datos publicados por Salud Pública, que lleva dos semanas aportando información sobre brotes, el ámbito social es el que tiene asociado un mayor número de brotes (265) y de contagios (1.836).
A este entorno, además, hay que sumar los 124 brotes del epígrafe denominado “mixto”, ya que la Consejería de Sanidad, en el informe donde aporta esos números, mezcla ambos ámbitos para explicar a qué lugares corresponden, pero sin especificar cuántas infecciones corresponden a cada uno; entre ellos, “bodas, bautizos, eventos y reuniones familiares, locales de ocio, hoteles y establecimientos de restauración, tras*portes, etc”. Si se suman ambos apartados, son 389 los brotes y 2.882 los contagios relacionados.
Si bien a priori el tras*porte no debería entrañar “alto riesgo, ya que no es un lugar en el que se hable mucho ni se come ni se bebe”, dice Urtasun, “en el momento que no hay suficiente frecuencia de trenes o autobuses, van abarrotados y la gente muy junta, sí hay peligro. ¿Cuánto? No se sabe, presuponiendo además que todo el mundo lleve mascarilla adecuada y bien colocada”.
Del tras*porte, como de la restauración, no hay cifras concretas. “Solo se puede observar”, puntualiza Joan Carles March: “Las imágenes de vagones atestados, autobuses de estudiantes llenos, mucha menos frecuencia de la que debería… No apunta hacia la disminución de contagios”.
Teletrabajo
El tras*porte público, dice March, le “lleva” a la cuestión del teletrabajo: “Tampoco ha habido grandes esfuerzos en esto. Ha dependido más de las empresas que de decisiones desde la Administración. En Madrid, como en el resto de autonomías, los gobiernos podrían haber sido más estrictos, ayudaría a controlar la tras*misión y a disminuir los contagios que todo aquel que pudiera teletrabajar lo hiciera”.
Aquí tampoco hay cifras institucionales, aunque varios estudios sitúan a Madrid como la región con más posibilidad para esta modalidad. En mayo, la encuesta sobre el impacto del cobi19 realizada por la Generalitat Valenciana aseguraba que el tejido productivo marcaba las diferencias por autonomías, así, “aquellas más orientadas a ocupaciones cualificadas y terciarias tienen más opciones de teletrabajo”. Madrid, seguida de Cataluña y País Vasco, era en esa investigación la comunidad con más opciones, con un 28%, 25,1% y 24,5%, respectivamente. En septiembre, otro estudio de Randstad aseguraba que la región lideraba la clasificación del teletrabajo, con un 26,6% de asalariados acogidos a esta modalidad.
Toque de queda y aforos
Para Urtasun, “en Madrid siempre se ha estado rozando el mínimo exigido” en cuanto a los aforos –actualmente son de un 50% en interiores, de forma generalizada, y para hostelería y restauración cuatro personas en interior y seis en terraza–. En espacios cerrados, en general, “siempre estamos un poco por encima, habría que ser más restrictivos”.
Y de la limitación de la movilidad, “no hay datos, pero tiene que ver más con la dinámica de tras*mitir sensación de peligro, con un lenguaje casi bélico que tras*mite que la situación es severa”. Más que el toque de queda –demorado ya a las 23.00–, afirma la epidemióloga, “lo que habría que ver son las fuentes de movilidad: para qué y cuándo nos movemos”. Además, “a priori no parece que tenga una efectividad muy alta porque las restricciones de horarios eran muy laxas y la hora fijada nunca ha cambiado mucho el plan que tuvieras”.
Los cribados poblacionales con antígenos
El 30 de septiembre, el Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso comenzó el uso de test de antígenos para lo que llamaron “cribados masivos” en población general, mucho más baratos (4,5 euros) que una PCR (alrededor de 18 euros) y mucho más rápidos en dar resultados, entre 15 y 20 minutos. Esta práctica fue rechazada por los expertos porque aún no está demostrada la eficacia en personas asintomáticas, se recomiendan en entornos con una previsible alta prevalencia (urgencias hospitalarias, atención primaria y residencias de mayores), para personas con síntomas en los primeros cinco días de evolución de la enfermedad, contactos estrechos y población vulnerable o expuesta, como los sanitarios.
Hasta ahora, Madrid ha realizado 857.000 test, de los que han resultado “4.422 positivos asintomáticos”, según cifras de esta semana de la Consejería de Sanidad, un 0,5%. Urtasun asegura que esto es “gastar en algo que no tiene mucha efectividad para dejar de invertir en otras imprescindibles como el rastreo”. A veces, dice, “tampoco era cribados poblacionales masivos como se anunciaban porque no cumplían con los criterios, que todo el mundo tuviera la oportunidad, por ejemplo, o que ese tipo de testeos más intensivos se hace en poblaciones con muy alta incidencia, y se han estado haciendo cuando realmente Madrid tenía en todo su territorio muy alta incidencia”.
Según Urtasun, los resultados son los que son, “un bajo porcentaje de positivos”. Aunque “han funcionado mejor” de lo esperado, “lo que se ha hecho con ellos no es el foco”. ¿Cuál era? “Hacer más fluida la detección en primaria y hospitalaria”.
Madrid, el territorio con más contagios que impuso las medidas más laxas
Media docena de especialistas en diversos ámbitos analizan cómo se han decidido los protocolos y las restricciones en la región y señalan en qué puntos se ha fallado
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