Israel Gracia
Madmaxista
Restos humanos hallados en el cementerio del monasterio agustino. Nick Saffell Universidad de Cambridge
HISTORIA ARQUEOLOGÍA
Un equipo de investigadores ingleses descubre la relación entre el calzado puntiagudo, de moda en la Baja Edad Media, con la proliferación de juanetes y malformaciones.
11 junio, 2021 12:25
G. B.
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Durante la investigación, cuyos resultados acaban de publicarse en el International Journal of Paleopathology, se estudiaron hasta 177 cuerpos extraídos de diversos cementerios en las inmediaciones de Cambridge. Los camposantos contenían restos de familias nobles y adineradas de la zona, aquellas más propensas a poder permitirse este lujoso calzado.
Los análisis arrojaron que solo un 6% de los individuos enterrados entre el siglo XI y XII sufrieron este tipo de lesiones. Sin embargo, el 27% de los cuerpos datados entre el siglo XIV y XV sí que presentaba este tipo de problemas, una horquilla temporal en la que proliferó el uso de este complemento.
Poulaines o crakows, muy habituales en la Baja Edad Media. Wikipedia
Con la introducción de nuevas modas en el calzado europeo hacia el siglo XIV se dispararon este tipo de dolencias. Las poulaines y crackowes, conocidos así por fabricarse en la ciudad polaca de Cracovia, gozaron de una gran popularidad en la Baja Edad Media al tiempo que nuevos estilos y tejidos empezaron a copar los armarios de las clases más pudientes.
Puntiagudos y estrechos, los poulaines fueron aumentando el tamaño de la punta y elevando su tacón como un signo de estatus entre las clases sociales adineradas del Medievo. La situación se volvió tan insostenible que en 1463 el rey Eduardo IV tuvo que limitar el tamaño de la punta para los habitantes de Londres, dictaminando que el complemento no podía exceder las dos pulgadas dentro de la ciudad.
Pero también existió un componente jovenlandesal alrededor de las poulaines. En el siglo XII, Orderic Vitalis, cronista y monje benedictino, describió a aquellos que usaban este tipo de calzado como aquellos que "se entregaban a la suciedad sodomítica" y que además tenían "largos y lujosos mechones como las mujeres" y "camisas y túnicas demasiado apretadas". La reprobación jovenlandesal por usar este tipo de calzado llevó a denominarlos "dedos del diablo".
Dolencia habitual
El coautor de este estudio, el doctor Piers Mitchell, del Departamento de Arqueología de la Universidad Cambridge, relaciona la gran cantidad de zapatos puntiagudos con la presencia de malformaciones en los restos del mismo periodo. De esta forma el equipo llegó a la conclusión de que la alta presencia de juanetes y otras malformaciones en los esqueletos se debían al uso de este tipo de zapatos.
La doctora Jenna Dittmar apunta a que tendemos a pensar en los juanetes como "problemas modernos", pero este trabajo de investigación demuestra "que fue una de las dolencias más habituales entre los habitantes de este periodo histórico".
Uno de los huesos que presentaban un juanete. Jenna Dittmar
Los restos se extrajeron de cuatro necrópolis distintas en Cambridge: el hospital de caridad; un monasterio agustino, donde clérigos y benefactores ricos fueron enterrados; un cementerio de una parroquia a las afueras de la ciudad; así como un camposanto rural a 6 kilómetros al sur de la ciudad inglesa.
Al menos la mitad de los cuerpos estudiados pertenecían a clérigos cuya vestimenta habitual en aquel periodo consistía en sandalias estrechas con cuerdas que se ataban al tobillo. Sin embargo, en los siglos XIII y XIV proliferaron "ropajes a la moda, un hecho que causó la reprobación de altos cargos de la vida clerical", como apunta Piers Mitchell. En el año 1215 este tipo de calzado puntiagudo fue prohibido entre los monjes, aunque todavía se encontrarían ejemplos de zapatos similares entre 1281 y 1342.
Además, la mayoría de los que portaban este tipo de complementos eran hombres entre los 20 y los 31 años que, además de juanetes, presentaban lesiones graves como fracturas en varios huesos. Según los expertos, este tipo de lesiones resultan habituales en aquellos que durante su juventud desarrollan este tipo de malformaciones que acaban afectando al equilibrio y aumentando el riesgo de caídas en la vejez.