megamaxi
Madmaxista
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Columna "sujetame el vermú" de Maite Rico en "el mundo".
Cada vez que se produce un linchamiento (jovenlandesal o físico: he vivido en países donde son frecuentes), los más exaltados suelen ser los que más pecados acumulan. La justicia popular y las denuncias anónimas atentan contra los derechos más elementales, así que, ante las hordas, mi empatía tiende a estar con el reo, aunque sea Íñigo Errejón.
Como en la célebre escena de La vida de Brian, entre los que andan lapidándole hay muchos (y muchas) con barbas postizas. Ahí asoma Pablo Iglesias, «macho alfa» acosador de alumnas («me voy a refrescar al baño, te espero ahí»), azotador fantasioso de señoras, papichulo que premiaba a sus mujeres con cargos. También la dañina Irene Montero, cuya sororidad siempre es selectiva. O la ministra Mónica García, que se carcajeaba cuando Isabel Díaz Ayuso reprochaba a Errejón, entonces en la Asamblea de Madrid, su machismo y su prepotencia.
Si algo ha caracterizado a Podemos y a sus derivados es la inconsistencia entre prédicas y acciones. Venían a redimirnos. Se han pasado estos años dándonos lecciones, desde su indigencia jovenlandesal e intelectual, sobre cómo teníamos que vivir y relacionarnos. Y a Errejón le han arrancado la careta en el momento preciso, cuando Pablo Iglesias, en cuyo entorno se mueven las denuncias, afila el piolet y se apresta a liquidar a Sumar ante un posible adelanto electoral.
Los viriles miembros de la izquierda
Cada vez que se produce un linchamiento (jovenlandesal o físico: he vivido en países donde son frecuentes), los más exaltados suelen ser los que más pecados acumulan. La justicia...
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Cada vez que se produce un linchamiento (jovenlandesal o físico: he vivido en países donde son frecuentes), los más exaltados suelen ser los que más pecados acumulan. La justicia popular y las denuncias anónimas atentan contra los derechos más elementales, así que, ante las hordas, mi empatía tiende a estar con el reo, aunque sea Íñigo Errejón.
Como en la célebre escena de La vida de Brian, entre los que andan lapidándole hay muchos (y muchas) con barbas postizas. Ahí asoma Pablo Iglesias, «macho alfa» acosador de alumnas («me voy a refrescar al baño, te espero ahí»), azotador fantasioso de señoras, papichulo que premiaba a sus mujeres con cargos. También la dañina Irene Montero, cuya sororidad siempre es selectiva. O la ministra Mónica García, que se carcajeaba cuando Isabel Díaz Ayuso reprochaba a Errejón, entonces en la Asamblea de Madrid, su machismo y su prepotencia.
Si algo ha caracterizado a Podemos y a sus derivados es la inconsistencia entre prédicas y acciones. Venían a redimirnos. Se han pasado estos años dándonos lecciones, desde su indigencia jovenlandesal e intelectual, sobre cómo teníamos que vivir y relacionarnos. Y a Errejón le han arrancado la careta en el momento preciso, cuando Pablo Iglesias, en cuyo entorno se mueven las denuncias, afila el piolet y se apresta a liquidar a Sumar ante un posible adelanto electoral.
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