Los pescadores esclavos del Sudeste Asiático

Eric Finch

Será en Octubre
Desde
30 Jun 2006
Mensajes
93.361
Reputación
94.232
Lugar
Concejalía de Festejos del Ayuntamiento de Sodoma
https://quiensebeneficiadetuhombria...ores-esclavos-del-sudeste-asiatico/#more-1540

Los pescadores esclavos del Sudeste Asiático

Publicado el julio 7, 2015 de Carlos Rodríguez

A continuación les presento la traducción del artículo “Pescador birmano vuelve a casa tras 22 años como esclavo”, escrito por Margie Mason en Associated Press, The Big Story.
http://bigstory.ap.org/article/d8afe2a8447d4610b3293c119415bd4a/myanmar-fisherman-goes-home-after-22-years-slave

Pescador birmano vuelve a casa tras 22 años como esclavo

Margie Mason

pescador-esclavo.jpg

En esta foto del 16 de mayo de 2015, el antes pescador esclavo Myint Naing y su progenitora, Khin Than, lloran al reunirse tras 22 años en su aldea del Estado de Mon, Birmania. Myint, de 40 años, es uno de los cientos de antiguos esclavos que volvieron a Birmania después de una investigación de Associated Press sobre el uso del trabajo forzado en la industria del marisco en el Sudeste Asiático (Foto Associated Press/Gemuni Amarasinghe).

TUAL, Indonesia (Associated Press) —Todo lo que pidió fue regresar a casa.

La última vez que un esclavo birmano hizo la misma petición, fue golpeado hasta quedar al borde de la fin. Pero después de haber estado fuera ocho años y haber sido forzado a trabajar en un barco en la lejana Indonesia, Myint Naing estaba dispuesto a arriesgarlo todo para ver a su progenitora de nuevo. Pasaba las noches soñando con ella, y el tiempo comenzaba a borrar lentamente el recuerdo de su rostro.

De modo que se arrojó al suelo y rodeó con sus brazos las piernas del capitán para implorar por su libertad.

El capitán tailandés gritó lo suficientemente fuerte como para que todos oyeran que Myint sería ejecutado por intentar abandonar el barco. Entonces arrojó al pescador a la cubierta y lo encadenó de brazos y piernas.

Myint fue dejado a merced del sol abrasador para que se quemara por tres días y tiritara con la lluvia nocturna, sin comida ni agua. Se preguntaba cómo sería asesinado. ¿Arrojarían su cuerpo por la borda para que el mar lo arrastrara hasta la orilla, como los otros cadáveres que había visto? ¿Le dispararían? ¿O simplemente le abrirían la cabeza de un golpe, como habían hecho antes?

Nunca vería a su progenitora de nuevo. Simplemente desaparecería, y ella ni siquiera sabría dónde buscar.
______

Cada año, miles de trabajadores migrantes como Myint son engañados o vendidos al descarnado submundo de la industria del marisco. Se trata de un comercio brutal que ha funcionado durante décadas como un secreto a voces en las aguas del Sudeste Asiático, donde compañías sin escrúpulos emplean esclavos para suplir de pescado a los supermercados y tiendas más importantes alrededor del mundo.

Como parte de una investigación sobre este negocio multimillonario realizada a lo largo de un año, Associated Press entrevistó a más de 340 antiguos esclavos, en persona o por escrito. Las historias que nos cuentan uno tras otro son sorprendentemente similares.

Myint es delgado, de voz suave y con la fuerza nervuda de un hombre que ha trabajado duro toda su vida. La enfermedad dejó su brazo derecho parcialmente paralizado y su boca tensada en una forzosa media-sonrisa. Pero cuando rompe a reír, puedes ver retazos del chico que era antes, pese a todo lo que padeció en ese tiempo: una odisea de 22 años relatada por Myint y sus parientes.

Viene de una pequeña aldea comunicada sólo por una estrecha y polvorienta carretera en el estado sureño de Mon, Birmania. Es el mayor de cuatro hijos y dos hijas. En 1990 su padre se ahogó mientras pescaba, dejándolo como cabeza de familia con sólo 15 años. Ayudaba a cocinar, lavar la ropa y cuidar a sus hermanos, pero la familia iba descendiendo cada vez más en la pobreza.

De modo que cuando un elocuente intermediario visitó el vecindario tres años atrás con historias de trabajo en Tailandia, Myint quedó fácilmente cautivado. El agente ofrecía 300 dólares por sólo unos meses de trabajo: suficiente para que algunas familias sobrevivan durante un año entero. Él y varios otros hombres jóvenes rápidamente alzaron sus manos para ir.

Su progenitora, Khin Than, no estaba tan segura. Sólo tenía 18 años, sin formación escolar ni experiencia viajando. Pero él continuó rogando, arguyendo que no se iría por mucho tiempo y que los parientes que ya trabajaban allí podrían cuidarle.

Finalmente cedió.

Ninguno de ellos lo sabía pero, en aquel momento, Myint comenzó un viaje que lo llevaría a miles de millas de distancia de su familia. Se perdería los nacimientos, muertes, matrimonios y la improbable tras*ición de su país de una dictadura a una agitada democracia. Huiría dos veces del implacable trabajo forzado en los barcos pesqueros, sólo para darse cuenta de que nunca escaparía a la sombra del miedo.

Pero el día que dejó atrás su hogar en 1993, lo único que Myint veía era la promesa [de una vida mejor]. El intermediario apresuró a los nuevos reclutas para que agarraran sus bolsas de inmediato, y la hermana de diez años Myint se limpió las lágrimas de las mejillas mientras lo veía alejarse de su aldea por el camino de tierra.

Su progenitora no estaba en casa. Nunca pudo decirle adiós.
________

Tailandia obtiene unos siete mil millones de dólares al año de la industria del marisco, basada en mano de obra procedente de las partes más pobres del país, además de Camboya, Laos y especialmente Myanmar, también conocida como Birmania. Hasta 200.000 pagapensiones, la mayoría de ellos ilegales, trabajan en el mar. Sus capturas viajan alrededor del globo, incluyendo Estados Unidos, Europa y Japón, para acabar en la mesa o en cuencos de comida para gatos.

Mientras la sobrepesca diezma los caladeros cerca de la costa tailandesa, los arrastreros se han visto forzados a aventurarse cada vez más lejos hacia las abundantes aguas extranjeras. El peligroso trabajo mantiene a los hombres en el mar por meses o incluso años, con falsos documentos de identidad tailandeses, atrapados en prisiones flotantes dirigidas impunemente por sus capitanes. Aunque los oficiales tailandeses lo niegan, se les ha acusado durante mucho tiempo de mirar hacia otro lado cuando se trata de estas prácticas.

Tras esquivar fácilmente a la policía en la frontera con Tailandia y permanecer en una pequeña caseta con poca comida por más de un mes, Myint fue trasladado a otro barco. Los hombres estuvieron en el mar por 15 días y finalmente atracaron en la punta más oriental de Indonesia. El capitán gritó que todos los que estaban en la cubierta le pertenecían, utilizando palabras que Mynt nunca olvidaría:

“Ustedes birmanos nunca van a regresar a casa. Fueron vendidos, y nadie vendrá jamás a rescatarlos”

Estaba atemorizado y confundido. Pensaba que estaría pescando en aguas tailandesas durante sólo unos meses. En su lugar los chicos fueron llevados a la isla indonesia de Tual en el mar de Arafura, uno de los caladeros más ricos del mundo, lleno de atún, caballa, calamares, gambas y otras especies lucrativas para la exportación.

Myint pasó semanas enteras en el océano abierto, viviendo sólo de arroz y partes de las presas que nadie comería. Durante los períodos más intensos, los hombres trabajaban hasta 24 horas al día, levantando pesadas redes repletas de peces. Eran forzados a beber agua de mar hervida, de un sabor nauseabundo.

Le pagaban sólo 10 dólares al mes, y a veces nada en absoluto. No había medicina. Si alguien se tomaba un descanso o caía enfermo era golpeado por el capitán tailandés, que una vez arrojó un [gran] pedazo de madera a Myint por no mover el pescado de sitio lo suficientemente rápido.

Casi la mitad de los hombres birmanos entrevistados por Associated Press dijeron que habían sido golpeados, o habían presenciado a otros siendo víctimas de abusos. Les hacían trabajar casi sin descanso por apenas nada de paga, con poca comida y agua sucia. Eran azotados con tóxicas colas de raya, electrocutados con dispositivos similares a pistolas eléctricas y encerrados en jaulas por tomar descansos o intentar escapar. A veces, decían, los cuerpos de quienes morían eran almacenados en el congelador del barco junto con el pescado.

Trabajadores de algunos barcos fueron asesinados por trabajar más despacio o intentar abandonar la embarcación. Los pescadores birmanos dijeron que otros se habían arrojado por la borda porque no veían escapatoria. Myint llegó a ver varios cuerpos hinchados flotando en el agua.

En 1996, después de tres años, había tenido suficiente. Sin dinero y añorando su hogar, esperó hasta que el barco volvió a Tual. Entonces fue a la oficina del puerto y, por primera vez, pidió volver a casa.

Su petición fue respondida con el golpe de un casco en su cráneo. Mientras la sangre supuraba, utilizó las dos manos para tapar la herida. El hombre tailandés que le golpeó repitió las palabras que ya le atormentaban:

“Nunca dejaremos que [ustedes] los pescadores birmanos se vayan. Incluso cuando mueran”

Ésa fue la primera vez que huyó.
____

En islas dispersas por la cadena Maluku de Indonesia, también conocidas como Islas de las Especias, miles de pescadores migrantes que han escapado o han sido abandonados por sus capitanes se esconden silenciosamente en la jungla. Algunos forman familias con mujeres locales, parcialmente para protegerse de los cazadores de esclavos. Es arriesgado pero también una de las pocas maneras de encontrar algo parecido a la libertad.

Una familia indonesia se apiadó de Myint y cuidó de él hasta que pudo sanarse. Después le ofrecieron un techo y comida a cambio de trabajar en su granja. Durante cinco años vivió esta vida sencilla e intentó borrar los recuerdos de los horrores en el mar. Aprendió a hablar el idioma indonesio con fluidez y adquirió un gusto por la comida local, aunque fuera mucho más dulce que los salados platos birmanos preparados por su progenitora.

Pero no podía olvidar a sus parientes en Birmania ni a los amigos que dejó en el barco. ¿Qué les había ocurrido? ¿Seguían vivos?

A veces Myint visitaba precavidamente a otros esclavos birmanos huidos que residían en la isla para llevarles una gran bolsa de verduras que él mismo había cultivado y hablar del hogar.

“[Myint] tenía un poco de miedo a salir” recuerda Naing Oo, otro antiguo esclavo birmano en Tual. “Era muy brutal en los barcos de pesca”.

Mientras tanto, el mundo a su alrededor estaba cambiando. En 1998, el viejo dictador de Indonesia, Suharto, había caído, y el país se estaba moviendo hacia la democracia. Myint se preguntaba si las condiciones mejorarían también en los barcos.

En 2001, escuchó que un capitán se ofrecía a llevar a los pescadores a Birmania si accedían a trabajar para él. Estaba decidido a encontrar un camino de vuelta a casa. Así, ocho años después de que llegara por primera vez a Indonesia, regresó al mar.

Inmediatamente, supo que había caído en la misma trampa otra vez. El trabajo y sus condiciones eran tan espantosas como la primera vez, y seguía sin recibir dinero.

Si acaso, la esclavitud se estaba volviendo cada vez peor. Tailandia se estaba convirtiendo rápidamente en uno de los mayores exportadores de marisco del mundo, y necesitaban más mano de obra barata. Los agentes engañaban, coaccionaban y a veces incluso drojaban y raptaban a trabajadores pagapensiones, incluyendo niños, enfermos y discapacitados.

Tras nueve meses en el mar, el capitán de Myint rompió su promesa y dijo a la tripulación que los iba a abandonar para regresar él solo a Tailandia.

Furioso y desesperado, el esclavo birmano imploró una vez más volver a casa. Fue entonces, dijo, cuando el capitán lo encadenó al barco por tres días.

Myint buscó con todas fuerzas para encontrar algo con lo que abrir la cerradura. Utilizar sus dedos era inútil. Entonces consiguió convertir una pequeña pieza de metal en una ganzúa y pasó horas intentando rápida y silenciosamente desprenderse de sus cadenas para obtener la libertad. Finalmente, hubo un chasquido. Los grilletes se deslizaron. Sabía que no contaba con mucho tiempo, y que si lo descubrían, la fin llegaría con rapidez.

Después de medianoche, se arrojó al agua de color y nadó hasta la orilla. Entonces corrió sin mirar atrás, con la ropa todavía cargada de agua de mar.

Sabía que debía desaparecer. Esta vez para siempre.
_________

El negocio de la trata en la industria del marisco del Sudeste Asiático es excepcional por su resistencia. En la última década, terceros han comenzado a darse cuenta de él, y el gobierno de Estados Unidos ha criticado ferozmente a Tailandia en sus informes anuales año tras año por abusos laborales generalizados en el sector pesquero. Sin embargo continúa, y rara vez deja ir a las vidas de aquellos a quienes arruina.

Tras huir por segunda vez, Myint se escondió a solas en una choza de bambú en la jungla. Pero tres años más tarde cayó enfermo con lo que pudo ser un derrame cerebral. Parecía que sus nervios habían dejado de funcionar como debían, dejándolo fácilmente congelado pese al sofocante calor tropical.

Cuando estuvo demasiado enfermo para trabajar, la misma familia indonesia lo cuidó con una bondad que le hizo recordar a sus parientes en Birmania. Había olvidado el rostro de su progenitora, y sabía que para entonces su hermanita favorita sería ya toda una mujer. Probablemente pensarían que estaba muerto.

Lo que no sabía es que su progenitora era como él: nunca perdió la esperanza. Rezó cada día en el pequeño altar budista de la casa en zancos tradicional de su familia, y preguntó a los adivinos años tras año por su hijo. Ellos le aseguraron que estaba vivo, pero en un sitio lejano difícil de abandonar.

En un momento determinado, otro hombre birmano le dijo a la familia que Myint estaba pescando en Indonesia y se había casado. Pero Myint nunca quiso estar atado al país que había destruido su vida.

“No quería una esposa indonesia, sólo quería volver a casa a Birmania”, dijo. “Sentí que había perdido mi juventud. He pensado que todo este tiempo debería haber estado en Birmania casado y con familia”.

Tras ocho meses en la jungla sin reloj ni calendario, el tiempo comenzó hacerse borroso. Ya en la treintena, empezó a creer que el capitán había estado en lo cierto: realmente no había escapatoria”.

No podía acudir a la policía o a las autoridades locales, por temor a que lo devolvieran al capitán a cambio de una suma de dinero. No había forma de llamar a casa. Y temía que si contactaba a la embajada de Birmania sería expuesto como migrante ilegal.

En 2011, la soledad se había vuelto insoportable. Myint se mudó a la isla de Dobo, donde escuchó que había más birmanos. Él y otros dos esclavos fugitivos cultivaron chiles, berenjenas, guisantes y frijoles hasta que la policía arrestó a uno en el mercado y lo puso de nuevo en un barco. El hombre después cayó enfermo en el mar y murió.

Era otro recordatorio para Myint de que si quería sobrevivir, tenía que andarse con cuidado.

Un día de abril, un amigo le trajo noticias: un informe de Associated Press que vinculaba la esclavitud en la industria del marisco con algunas de las tiendas de comestibles más grandes de Estados Unidos y con compañías de comida para mascotas, había incitado al gobierno indonesio a comenzar a rescatar a esclavos y antiguos esclavos en las islas. Hasta la fecha, más de 800 habían sido encontrados y repatriados.

Ésta era su oportunidad. Cuando los oficiales llegaron a Dobo, regresó con ellos a Tual, donde una vez fue esclavo, esta vez para unirse a otros cientos de hombres libres.

Tras 22 años en Indonesia, Myint regresaba finalmente a casa. Pero se preguntaba qué encontraría.
____

El vuelo de Indonesia hacia la ciudad más grande de Birmania, Yangon, fue terrorífico al principio para Myint. Salió del aeropuerto con una pequeña maleta de color, una camisa y un sombrero donados: eso era todo lo que tenía después de su larga estancia en el extranjero.

Myint regresaba como un extraño a su propio país. Birmania ya no estaba gobernada por un reservado gobierno militar, y la líder de la oposición, Aung San Suu Kyi, estaba libre tras años de arresto domiciliario y ahora en el Parlamento.

La tasa de cambio era desconcertante. Tuvo dificultades para convertir 15.000 rupias indonesias en 1.000 kyat birmanos: ambos alcanzan el valor de un dólar.

“Me siento como un turista” dijo, mientras el sudor goteaba de su cara y su pecho. “Me siento indonesio”.

La comida era diferente, y también lo eran los saludos. Myint continuó dando la mano y tocando su corazón al modo indonesio, en lugar de inclinarse con sus manos en posición de rezo como un birmano.

Incluso las palabras parecían extrañas. Mientras esperaba el autobús con otros antiguos esclavos hacia el Estado de Mon, hablaban no en su idioma nativo birmano, sino en el bahasa de Indonesia.

“No quiero hablar esa lengua más porque he sufrido tanto allí” dijo. “repruebo esa lengua ahora”. Pero continuaba alternando entre ambos idiomas.

Además, igual que el país había cambiado, también lo había hecho él. Se había ido cuando era un chico, pero volvía como un hombre de 40 años que había sido esclavizado o había estado escondiéndose por más de la mitad de su vida. Y fue el único de su aldea en regresar.

Cuando alcanzó su Estado natal, las emociones de Myint comenzaron a crisparse. Estaba demasiado ansioso como para comer. Se movía nerviosamente, pasando sus manos por el cabello y frotando constantemente el colgante en forma de concha de mar que llevaba en el cuello. Terminó siendo demasiado para él, y comenzó a sollozar.

“Mi vida ha sido tan mala que me duele mucho pensar en ello” tosió . “Echo de menos a mi mamá”.

Se preguntó si incluso reconocería a su progenitora y hermana, o si lo recordarían a él.

Una hora más tarde, se dio una bofetada de la frustración mientras intentaba recordar el camino a seguir. Las carreteras ahora estaban asfaltadas con edificios a los lados. Frotó las palmas de sus manos en los pantalones y se retorció con emoción cuando reconoció una comisaría. Sabía que estaba acercándose.

Finalmente, el auto en el que viajaba se convirtió en una pequeña aldea. Llamó a un número de teléfono que había obtenido sólo el día anterior. Segundos más tarde, cuando vio a una rolliza mujer birmana —en la misma carretera que lo había alejado de allí tantos años atrás— supo inmediatamente que se trataba de su hermanita.

Explotaron en un abrazo, y las lágrimas que derramaron fueron de alegría y duelo por todo el tiempo perdido, separados el uno del otro. “Hermano, ¡qué bueno que regresaste!” sollozó. “¡No necesitábamos dinero! ¡Sólo necesitábamos una familia!” ¡Ahora que has vuelto, es todo lo que necesitamos!”

Pero su progenitora no estaba allí. Myint ojeó ansiosamente la carretera mientras su hermana marcaba un número frenéticamente.

Y entonces una pequeña y frágil figura, con pelo de mechas grises, comenzó a correr.

Cuando la vio, dio un aullido y calló al suelo, cubriendo por completo su cara con las manos. Ella lo recogió del suelo con sus brazos y le acarició la cabeza suavemente, sosteniéndolo contra su pecho mientras él se descomponía.

Gimieron y lloraron tan alto que toda la aldea salió a ver lo que parecía ser un fantasma. “Ese chico ha estado desaparecido por veinte años” dijo un hombre.

Myint, su progenitora y su hermana caminaron del brazo hasta la simple casa de zancos de su infancia. En la puerta principal, él se puso de rodillas, y ellas le arrojaron agua en la cabeza con el tradicional jabón de tamarindo para limpiar y expulsar los malos espíritus.

Mientras su hermana le ayudaba a lavarse el pelo, su progenitora de 60 años se volvió pálida y terminó desplomándose contra la escalera de bambú. Entonces, de repente, puso su mano en el corazón y empezó a jadear. Los parientes y vecinos la abanicaron, trajeron agua y una lima para que la oliera, pero sus ojos se pusieron en blanco. Alguien gritó que no estaba respirando.

Myint corrió hacia ella, empapado en sudor, y sopló con fuerza tres veces en su boca.

“¡Abre los ojos! ¡Abre los ojos! Gritó, golpeando su propio pecho con ambas manos. “¡Yo te cuidaré a partir de ahora! ¡Te haré feliz! ¡No quiero verte enferma! ¡Ya he regresado a casa!”

Poco a poco recuperó el conocimiento, y Myint la miró a los ojos con detenimiento.

Finalmente estaba libre para contemplar el rostro de sus sueños. Nunca lo olvidaría de nuevo.
____

DE DÓNDE PROVIENE ESTA HISTORIA:

La historia de Myint Naing proviene de entrevistas con él, su familia, sus amigos y otros antiguos esclavos, además de seguir su viaje a través de un campamento provisional para rescatar a hombres en un puerto de Tual, Indonesia, hasta su hogar en Birmania. Él es uno de los cientos de hombres rescatados y devueltos a sus familias después de que la investigación de un año de duración por parte de Associated Press expusiera abusos laborales extremos en la industria del marisco del Sudeste Asiático. Los reporteros documentaron cómo el pescado obtenido por esclavos se envía desde Indonesia a Tailandia. Entonces puede ser exportado a los Estados Unidos y entrar en las cadenas de abastecimiento de los supermercados y sus distribuidores, incluyendo Wal-Mart, Sysco y Kroger, así como marcas de comida para mascotas como Fancy antiestéticast, Meow Mix e Iams. Todas las compañías han dicho que condenan rotundamente el abuso laboral y están tomando pasos para prevenirlo.

Aquí termina la traducción.

Como siempre hay gente cuya compasión no alcanza a más de un “eso es algo que los hombres se hacen entre ellos”, traigo una noticia sobre la detención de Lin Yu Shin, dueña de la compañía pesquera Giant Ocean International Fishery, que fue arrestada por traficar hombres para trabajar como pescadores esclavos en África.

pescador-esclavo-2.jpg

Ya mencionamos en el pasado que más del 50% de los arrestados por tráfico de personas son mujeres (http://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=6&cad=rja&ved=0CH0QFjAF&url=http%3A%2F%2Fwww.bmlv.gv.at%2Fphp_docs%2Fdownload_file.php%3Fadresse%3D%2Fpdf_pool%2Fpublikationen%2Ftrafficking_mit_fn-2608.pdf&ei=ppbuUoHcHsyMkAe92IDgBw&usg=AFQjCNHhS4K7DtTBwv-6a7ylqIgFQkG8-Q&sig2=fztmLylJ8ppX51VvkFvjDg&bvm=bv.60444564,d.eW0 página 59).

A ver si podemos tener compasión para todos sin importar el sesso de la víctima o del agresor y reconocer que ambos sexos tienen problemas específicos de género. No debería ser tan difícil. tar el sesso de la víctima o el de su agresor, y reconocer que ambos sexos tienen problemas de género. No sé por qué es tan difícil.
 
Solo los usuarios registrados pueden ver el contenido de este tema, mientras tanto puedes ver el primer y el último mensaje de cada página.

Regístrate gratuitamente aquí para poder ver los mensajes y participar en el foro. No utilizaremos tu email para fines comerciales.

Únete al mayor foro de economía de España

 
Seguro que la esclavitud en indonesia es culpa del blanquito opresor heteropatriarcal.
 
Volver