Mouguias
Madmaxista
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Del blog de Pseudópodo:
Creo la primera vez que oí hablar de los cultos cargo fue leyendo Vacas, cerdos, guerras y brujas de Marvin Harris (quien no conozca ese libro, que deje de leer este blog y vaya corriendo a comprarlo, me agradecerá el consejo). El cargo es como llamaban algunas tribus de Nueva Guinea al cargamento que traían los aviones de los blancos. Deslumbrados por aquellas mercancías desconocidas, los indígenas llegaron a la conclusión de que eran la creación de espíritus, y que podían propiciar la venida de esos espíritus, quizá en aviones más grandes aún.
Así lo explica Richard Feynman:
Hay en los Mares del Sur gentes que adoran a los aviones de carga. Durante la guerra mundial vieron cómo los aviones de tras*porte aterrizaban en sus islas, cargados de magníficos materiales, y quieren que ahora ocurra otro tanto. Y han preparado pistas de aterrizaje con hogueras señalizadoras a los lados; han construido cabañas de madera que remedan la torre de control, en la que se sienta un hombre -el controlador de vuelo- con unas piezas de madera en la cabeza -los auriculares- y de la que sobresalen largas varas de bambú -las antenas- con la esperanza de atraer otra vez a los aeroplanos. Se están esmerando. La forma es perfecta. Todo tiene el mismo aspecto que tenía antes. Pero no funciona. Los aviones no aterrizan.
Los blancos hacían pistas de aterrizaje y los aviones llegaban, llenos de riquezas. Los indígenas hacían lo mismo, pero los aviones no aparecían. ¿Por qué? Obviamente, porque sólo estaban imitando la forma, el aspecto externo de una tecnología mucho más compleja. Para que realmente lleguen los aviones hace falta mucho más, hay que construir una estructura mucho mayor, que incluye desde ingenieros aeronáuticos a refinerías de petróleo. Las pistas de aterrizaje sólo son una parte, y la que viene al final.
¿Y por qué hablo yo aquí de los cultos cargo? Pues, evidentemente, por el caso de los ZPCs. Mientras en nuestra tribu sabemos poco más que poner ladrillos y encima el paro sube como la espuma, hay un deslumbrante mundo 2.0 que sobrevuela nuestras cabezas, lleno de maravillas. La pista de aterrizaje por la que ese mundo desciende sobre nosotros es el ordenador. ¿Y cómo hacemos para que ese mundo sea nuestro? Regalando a cada niño una pista de aterrizaje. Y ahora, a esperar a los aviones.