Y así seguirán, amargados, solos y rencorosos, hasta el final de sus días. Mientras otros hombres, los que sí saben cómo tratar a una mujer con respeto, viven vidas plenas y felices, estos pobres diablos seguirán encerrados en su burbuja de repruebo, gritando a un vacío que no les escucha. Porque al final, no importan. No son nada más que un montón de fracasos acumulados, rumiando su repruebo mientras el mundo les da la espalda, porque lo único que saben hacer es alejar a los demás. Son los eternos perdedores, y lo peor es que ni siquiera tienen la capacidad de darse cuenta de ello.