Marin V
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Sin duda que los excesos de la guerra fueron las causas principales de esta proclama y su aplicación por ambos bandos de la contienda. Cuando Francisco de Miranda fue encargado del ejército como Generalísimo y le tocó sofocar la rebelión de los pardos y los canarios en Caracas y Valencia, se produjeron actos que regaron sangre realista en las plazas de La Trinidad, en Caracas y la Plaza Mayor de Valencia.
De igual manera, la violencia se suscitó en contra de los esclavos alzados en armas en contra de los patriotas, generando descontento y sed de venganza en aquellos que fueron afectados por las medidas de las autoridades que regía la naciente República.
Domingo de Monteverde incumple con la capitulación realizada con Miranda y en Caracas se inició un proceso de persecuciones contra aquellos que se presumían patriotas y en mayor medida contra quienes tenían bienes que pudieran confiscarse.
Monteverde era canario, por lo que se rodeó de compatriotas, quienes buscaban bienes de fortuna a través de los decomisos de propiedades. Muchos patriotas fueron encarcelados y expatriados, mientras que otros se sometieron a juicios acusados de infidencia, solo para aprovecharse.
En el oriente del país se dio una situación particular. Allí se mantuvo la autoridad del coronel Vicente Sucre, enviándose desde Caracas como gobernador al coronel Emeterio Ureña, quien, en obediencia a la recién promulgada constitución española, respeta la libertad y la vida de los ciudadanos de la región.
Los catalanes, quienes mayoritariamente habitaban en Cumaná, reclamaron ante Monteverde la supuesta lenidad con la cual Ureña trataba a los declarados como patriotas y solicitando la aprehensión del coronel Diego Villapol y muchos otros. Ureña se negó, alegando que la constitución española lo prohibía y que una acción de esa naturaleza era contraria a lo estipulado en la Carta Magna.
Monteverde envió como comandante de armas a Javier de Cervériz, quien inició un proceso represivo en contra de los pobladores, apoderándose de sus bienes y encarcelando a todo aquel que se sospechara con ideas patrióticas.
Este oficial de bajo rango incentivó la crueldad entre los catalanes y demás españoles, asegurándoles que pagaría un peso por cada oreja arrancada a los venezolanos, desatando una ola de sangre, tras*formada luego en sed de venganza por parte de los orientales.
Guayana, Maracaibo y Coro se habían mantenido como cantones realistas, no registrándose allí mayores incidencias negativas.
LAS DENUNCIAS DE BOLÍVAR
El Libertador, quien pudo salir del país con un salvoconducto firmado por Monteverde, escribió en Cartagena un manifiesto para denunciar al mundo las tropelías de los españoles en Venezuela, incluyendo dentro de ellas las confiscaciones de bienes, los apresamientos en castillos inhóspitos y las deportaciones de los ciudadanos.
Al mando de tropas granadinas invade por Cúcuta en lo que se denominó la Campaña Admirable. En el tras*curso de este avance por el territorio venezolano es cuando decidió emitir la proclama, como una manera de dilucidar la guerra entre las naciones.
LA VENGANZA
Las acciones de Cervériz y sus secuaces abrieron las puertas a los patriotas orientales, quienes invadieron desde Trinidad, consiguiendo a una población ávida de venganza contra quienes los atropellaron. Igual sucedió en el avance de Bolívar desde occidente.
El coronel Antonio Nicolás Briceño, quien lideraba parte de las tropas que se encontraban en el occidente para avanzar sobre Caracas, presentó a Bolívar un proyecto de decreto que había ideado en enero de ese mismo año 1813, en el cual se aseguraba que la guerra estaba destinada a “… destruir en Venezuela la raza maldita de los españoles europeos, en que van incluso los isleños….”.
Bolívar no respondió inmediatamente a Briceño, hasta que éste le enviara la cabeza de un anciano español y una carta escrita con su sangre, basado en el decreto sobre el cual el Libertador no había respondido. En esta oportunidad sí hubo una respuesta contundente. Bolívar acusó a Briceño de haber actuado sin autorización. “En lo adelante –afirmó Bolívar–, de ningún modo podrá pasar por las armas, ni ejecutar otra sentencia grave contra ningún individuo sin pasarme antes el proceso, que ha de formársele para su sentencia con arreglo a las leyes y órdenes del gobierno de la Unión de quien depende el ejército, a que está incorporado”.
Poco después Briceño fue derrotado y apresado en Mérida por Antonio de Tiscar, siendo juzgado y condenado a fin.
El mismo día en que el prócer fue fusilado, Bolívar firma la proclama que finaliza con estas palabras: “Españoles y canarios, contad con la fin, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables”
LOS EXCESOS
El decreto se fue cumpliendo con severidad luego que los patriotas llegan a Caracas. Las ejecuciones en la Plaza Mayor eran el espectáculo de todas las tardes. Fallecieron en el patíbulo hombres de diversas edades solo por ser españoles, incluyendo a un capataz de José Félix Ribas, de origen español, quien fue apresado en la calle y sacrificado.
Pero lo más repudiado fue la matanza de enfermos de un hospital, en número de 800, aproximadamente, viéndose Bolívar en la necesidad de dar una explicación desde San Mateo el 24 de febrero de 1814, donde asegura que fue por necesidad que ordenó esas muertes, evitando una sublevación.
En 1816, el Libertador percibió que el derramamiento de sangre había sido excesivo, por lo que escribió: “La guerra a fin que nos han hecho nuestros enemigos cesará por nuestra parte; perdonaremos a los que se rindan, aunque sean españoles. Ningún español sufrirá la fin fuera del campo de batalla”.
El 26 de noviembre de 1820, Simón Bolívar y Pablo Morillo, máximos jefes de los ejércitos patriota y realista, firman un tratado de regularización de la guerra, que pone fin a la Guerra a fin.
Bicentenario de La Proclama de Guerra a fin « Fidel Ernesto Vásquez I.
De igual manera, la violencia se suscitó en contra de los esclavos alzados en armas en contra de los patriotas, generando descontento y sed de venganza en aquellos que fueron afectados por las medidas de las autoridades que regía la naciente República.
Domingo de Monteverde incumple con la capitulación realizada con Miranda y en Caracas se inició un proceso de persecuciones contra aquellos que se presumían patriotas y en mayor medida contra quienes tenían bienes que pudieran confiscarse.
Monteverde era canario, por lo que se rodeó de compatriotas, quienes buscaban bienes de fortuna a través de los decomisos de propiedades. Muchos patriotas fueron encarcelados y expatriados, mientras que otros se sometieron a juicios acusados de infidencia, solo para aprovecharse.
En el oriente del país se dio una situación particular. Allí se mantuvo la autoridad del coronel Vicente Sucre, enviándose desde Caracas como gobernador al coronel Emeterio Ureña, quien, en obediencia a la recién promulgada constitución española, respeta la libertad y la vida de los ciudadanos de la región.
Los catalanes, quienes mayoritariamente habitaban en Cumaná, reclamaron ante Monteverde la supuesta lenidad con la cual Ureña trataba a los declarados como patriotas y solicitando la aprehensión del coronel Diego Villapol y muchos otros. Ureña se negó, alegando que la constitución española lo prohibía y que una acción de esa naturaleza era contraria a lo estipulado en la Carta Magna.
Monteverde envió como comandante de armas a Javier de Cervériz, quien inició un proceso represivo en contra de los pobladores, apoderándose de sus bienes y encarcelando a todo aquel que se sospechara con ideas patrióticas.
Este oficial de bajo rango incentivó la crueldad entre los catalanes y demás españoles, asegurándoles que pagaría un peso por cada oreja arrancada a los venezolanos, desatando una ola de sangre, tras*formada luego en sed de venganza por parte de los orientales.
Guayana, Maracaibo y Coro se habían mantenido como cantones realistas, no registrándose allí mayores incidencias negativas.
LAS DENUNCIAS DE BOLÍVAR
El Libertador, quien pudo salir del país con un salvoconducto firmado por Monteverde, escribió en Cartagena un manifiesto para denunciar al mundo las tropelías de los españoles en Venezuela, incluyendo dentro de ellas las confiscaciones de bienes, los apresamientos en castillos inhóspitos y las deportaciones de los ciudadanos.
Al mando de tropas granadinas invade por Cúcuta en lo que se denominó la Campaña Admirable. En el tras*curso de este avance por el territorio venezolano es cuando decidió emitir la proclama, como una manera de dilucidar la guerra entre las naciones.
LA VENGANZA
Las acciones de Cervériz y sus secuaces abrieron las puertas a los patriotas orientales, quienes invadieron desde Trinidad, consiguiendo a una población ávida de venganza contra quienes los atropellaron. Igual sucedió en el avance de Bolívar desde occidente.
El coronel Antonio Nicolás Briceño, quien lideraba parte de las tropas que se encontraban en el occidente para avanzar sobre Caracas, presentó a Bolívar un proyecto de decreto que había ideado en enero de ese mismo año 1813, en el cual se aseguraba que la guerra estaba destinada a “… destruir en Venezuela la raza maldita de los españoles europeos, en que van incluso los isleños….”.
Bolívar no respondió inmediatamente a Briceño, hasta que éste le enviara la cabeza de un anciano español y una carta escrita con su sangre, basado en el decreto sobre el cual el Libertador no había respondido. En esta oportunidad sí hubo una respuesta contundente. Bolívar acusó a Briceño de haber actuado sin autorización. “En lo adelante –afirmó Bolívar–, de ningún modo podrá pasar por las armas, ni ejecutar otra sentencia grave contra ningún individuo sin pasarme antes el proceso, que ha de formársele para su sentencia con arreglo a las leyes y órdenes del gobierno de la Unión de quien depende el ejército, a que está incorporado”.
Poco después Briceño fue derrotado y apresado en Mérida por Antonio de Tiscar, siendo juzgado y condenado a fin.
El mismo día en que el prócer fue fusilado, Bolívar firma la proclama que finaliza con estas palabras: “Españoles y canarios, contad con la fin, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables”
LOS EXCESOS
El decreto se fue cumpliendo con severidad luego que los patriotas llegan a Caracas. Las ejecuciones en la Plaza Mayor eran el espectáculo de todas las tardes. Fallecieron en el patíbulo hombres de diversas edades solo por ser españoles, incluyendo a un capataz de José Félix Ribas, de origen español, quien fue apresado en la calle y sacrificado.
Pero lo más repudiado fue la matanza de enfermos de un hospital, en número de 800, aproximadamente, viéndose Bolívar en la necesidad de dar una explicación desde San Mateo el 24 de febrero de 1814, donde asegura que fue por necesidad que ordenó esas muertes, evitando una sublevación.
En 1816, el Libertador percibió que el derramamiento de sangre había sido excesivo, por lo que escribió: “La guerra a fin que nos han hecho nuestros enemigos cesará por nuestra parte; perdonaremos a los que se rindan, aunque sean españoles. Ningún español sufrirá la fin fuera del campo de batalla”.
El 26 de noviembre de 1820, Simón Bolívar y Pablo Morillo, máximos jefes de los ejércitos patriota y realista, firman un tratado de regularización de la guerra, que pone fin a la Guerra a fin.
Bicentenario de La Proclama de Guerra a fin « Fidel Ernesto Vásquez I.
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