optimistic1985
Madmaxista
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En la ciudad de Madrid, en un rincón distinguido,
Un grupo de amigos de Palencia decidido,
A la casa de Lucio, el creador de renombre,
Anhelaban saborear, en su hogar tan renombrado.
Con camisas elegantes, galas bien lucidas,
Llegaron con ansias a probar sus comidas.
Sin reserva previa, el camarero implacable,
Les negó la entrada con tono inquebrantable.
Mas Lucio, el maestro, de corazón amable,
Vio a Ceferino, con ilusiones palpables.
Con una Kodak en mano, listo para capturar,
Los momentos dorados que quería recordar.
"¿Saben quién soy yo?" dijo Lucio con emblema,
Ceferino gritó, "Es Lucio, el don de la esencia."
Una oportunidad ofreció, una mesa prometió,
Pero un desafío planteó, algo peculiar mostró.
En un cuarto apartado, privado y discreto,
Lucio reveló su secreto completo.
"Bajémonos los pantalones," anunció con destreza,
"Los bemoles de Lucio, si los comen, mesa promesa."
Ceferino, eufórico, aceptó el desafío,
Como águila ansiosa por su ansiado río.
Pero el grito de Lucio resonó con ardor,
"Cateto, no muerdas," advirtió con rigor.
Expulsados al final, en el primer bus partieron,
A Palencia volvieron, aunque el desafío sufrieron.
Pero Ceferino, con risueño destello,
Gustoso probó los bemoles, trofeo de su anhelo.
Así concluye esta historia pintoresca y singular,
Donde Lucio, el maestro, logró impresionar.
Con bemoles y anécdotas, en Madrid resplandece,
Un episodio curioso que en la memoria permanece.
Un grupo de amigos de Palencia decidido,
A la casa de Lucio, el creador de renombre,
Anhelaban saborear, en su hogar tan renombrado.
Con camisas elegantes, galas bien lucidas,
Llegaron con ansias a probar sus comidas.
Sin reserva previa, el camarero implacable,
Les negó la entrada con tono inquebrantable.
Mas Lucio, el maestro, de corazón amable,
Vio a Ceferino, con ilusiones palpables.
Con una Kodak en mano, listo para capturar,
Los momentos dorados que quería recordar.
"¿Saben quién soy yo?" dijo Lucio con emblema,
Ceferino gritó, "Es Lucio, el don de la esencia."
Una oportunidad ofreció, una mesa prometió,
Pero un desafío planteó, algo peculiar mostró.
En un cuarto apartado, privado y discreto,
Lucio reveló su secreto completo.
"Bajémonos los pantalones," anunció con destreza,
"Los bemoles de Lucio, si los comen, mesa promesa."
Ceferino, eufórico, aceptó el desafío,
Como águila ansiosa por su ansiado río.
Pero el grito de Lucio resonó con ardor,
"Cateto, no muerdas," advirtió con rigor.
Expulsados al final, en el primer bus partieron,
A Palencia volvieron, aunque el desafío sufrieron.
Pero Ceferino, con risueño destello,
Gustoso probó los bemoles, trofeo de su anhelo.
Así concluye esta historia pintoresca y singular,
Donde Lucio, el maestro, logró impresionar.
Con bemoles y anécdotas, en Madrid resplandece,
Un episodio curioso que en la memoria permanece.