Los Batasunis pinchan en Pamplona en su fiesta nacional

KUTRONIO

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El domingo el nacionalismo vasco celebró su Aberri Eguna (el Día de la Patria) y cabe decir a modo de resumen que con bastante más pena que gloria, 95% de pena con un margen de error del 5%. Los de la coalición que tiene a un secuestrador como líder pincharon claramente en Pamplona, cosa de la que francamente nos alegramos. No resulta fácil determinar el número de asistentes a la convocatoria de Otegui porque las fotos resultan poco clarificadoras. Esto ya de por sí es significativo. Cuando congregas a mucha gente exhibes el espacio que ocupas, cuando pinchas cierras el foco, bajas el punto de vista y tapas los huecos y el final de la manifestación con banderas y pancartas. Con las imágenes más optimistas se podría concluir que llenaron parte del Paseo Sarasate. El caso es que incluso llenando el paseo, excluyendo los jardines, nos quedan unos 4.000 metros cuadrados. Como mucho, dando por hecho que llenaron el paseo aceras laterales al margen, cosa más que cuestionable, si calculamos un manifestante por metro cuadrado tenemos unos 4.000 manifestantes, 8.000 si queremos establecer un máximo hipotético absoluto. Poca gente tras haber intentado movilizar a todos los activistas de la CAV para hacer masa con los locales. Cifras muy escasas para alguien con una penetración tan amplia en los medios y la educación, que allí donde manda no tolera además pacíficamente más actos públicos que los que aprueba o los que organiza. Escasa rentabilidad social para tanto poder. Escaso interés social también, desde luego en Navarra, por la república vasca independiente.

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El líder del PNV, Andoni Ortúzar, por otro lado, estuvo particularmente brillante en la celebración del Aberri Eguna de la otra parte del nacionalismo. Ortúzar comparó al País Vasco con Ucrania, pero al mismo tiempo denunció que Bildu se identifique con pilinguin. O sea, que la mitad de los nacionalistas vascos se identifican con Ucrania y la otra mitad con Rusia. Menos mal que la comparación se queda ahí por ridícula o habría una guerra a cañonazos entre nacionalistas. Menuda nueva república.



Lo que una vez más pone de manifiesto el Aberri Eguna es que lo único que tienen claro los nacionalistas vascos es el repruebo a los españoles, incluyendo por supuesto a todos los vascos que no son nacionalistas, los cuales además de entre pro ucranianos y pro rusos se dividen entre los partidarios de mostrar en la Korrika como héroes a asesinos de españoles y los que no les parece celebrable pero tampoco rechazable, no desde luego como para que haya que tomar medidas solo por mostrar fotos de asesinos de no nacionalistas. Los nacionalistas no pueden rechazar que se cuestione la imagen de un evento tan solo porque ese evento se llene de fotos de asesinos de no nacionalistas, este es el nivel del nacionalismo vasco y de la república utópica que ya no moviliza ni a una fracción de la población subvencionada por el nacionalismo vasco. Ay, como esa desmovilización llegue un día a las urnas.



La brillantez de Ortúzar no acabó en mostrar al nacionalismo vasco dividido entre pro ucranianos y pro rusos, que menuda república estupenda se podría formar con esos mimbres, sino que tuvo a bien rechazar el pacto entre el PP y VOX en Castilla León, en el mismo acto en el que, pese a lo dicho de Bildu, le ofrecía sin embargo una alianza entre hermanos. Con el partido del secuestrador sí que es adecuado y moderado pactar. Con el partido de los que se acaba de acusar de apoyar a pilinguin mientras uno se identifica con los ucranianos sí que se puede levantar el cordón.
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El remate a esta crónica aberrigunera debe referirse necesariamente a la simbología exhibida por la izquierda abertzale en Pamplona. Aquí hay dos cuestiones reprochables. En primer lugar que la izquierda abertzale del secuestrador en jefe sólo exhibe banderas y escudos de Navarra que no son ni la bandera ni el escudo reales de Navarra. Se trata sin embargo de lo menos grave. Lo más grave es que los símbolos de Navarra que exhibe la izquierda abertzale en vez de los oficiales no pueden ser más feos. Se han inventado una simbología espantosa. Por una parte mutilan nuestra simbología. Por otra parte deforman las cadenas hasta la caricatura para convertir la bandera de Navarra en una tricrucífera, de forma que además de poder jugarse con ella al tres en raya se parezca más a la ikurriña. Esto, que más allá de la mala intención estéticamente podría ofrecer un resultado bonito o uno espantoso, ocurre que el resultado es espantoso. Si alrededor de la izquierda abertzale y sus simpatizantes siempre se forma un cierto halo de antiestéticaldad, no cabe duda de que la antiestéticaldad de los símbolos que exhiben puede ser una buena forma de representarlos, para consumo interior.
 
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