Los androides dominarán el mundo y nos considerarán tan estúpidos como las plantas, pero nos tolerarán porque les seremos útiles

IvanRios

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James Lovelock cumple 100 años: "Los robots nos tolerarán porque les seremos útiles"


13 - 16 minutos


Foto: Gareth Iwan Jones Este científico genial ha pasado a la historia por lanzar una de las hipótesis más inspiradoras de nuestro tiempo: la teoría de Gaia, según la cual nuestro planeta funciona como un gran organismo vivo. Ahora, James Lovelock, a los 100 años, ha tenido otra visión. Por Lorenz Wagner / Fotos: Gareth Iwan Jones / Getty Images y Cordon Press
Cada vez más cerca de convivir con robots
Los androides dominarán el mundo a finales de este siglo. De hecho, los ciborgs ya están entre nosotros, en forma de sofisticados programas informáticos capaces de pensar por sí mismos. Y no tardarán en dejarnos atrás, porque llegarán a razonar infinitamente más rápido que los seres humanos. Van a considerarnos tan estúpidos como unas plantas. Pero no hay que preocuparse. los androides nos necesitarán.
De la edad de las máquinas a la era de los ciborgs
Esto es, en pocas palabras, lo que ahora pronostica James Lovelock, uno de los pensadores científicos más audaces de nuestro tiempo. Si en los manuales de gestión empresarial se recomienda «pensar más allá de lo convencional», Lovelock ni siquiera reconoce la existencia de lo convencional.
Lovelock es autor de aproximadamente 200 artículos científicos y ha creado más de 50 patentes
Fue el primero en lanzar una de las ideas científicas más extraordinarias de los tiempos modernos: la hipótesis de Gaia. Según él, toda la vida en la Tierra -y el propio planeta- conforma un organismo único, indivisible, que constantemente está autorregulándose, el sistema que mantiene viva nuestra biosfera. Cuando sugirió esta hipótesis, en los años setenta, la imagen resultó tan rompedora que a nuestro hombre le llovieron las críticas. Sin embargo, con el paso del tiempo y la creciente inquietud por el cambio climático y la destrucción del planeta, su idea es cada vez más valorada. De hecho, Lovelock está considerado como un titán del pensamiento científico; doctor honoris causa por ocho universidades, ha ganado numerosos galardones científicos y medioambientales.
Este 26 de julio, nuestro sabio cumplió 100 años. El paso del tiempo es visible en su cuerpo, pero su mente sigue siendo la de siempre. Aquí he de aclarar que somos viejos amigos y que lo he ayudado a terminar su último libro, pero no creo estar dejándome llevar por el afecto personal al decirlo. Solo hay que hablar un rato con él para darse cuenta de que es un auténtico genio.
“Los nuevos entes serán mitad humanos mitad máquinas. Serán el resultado de la evolución darwiniana”
El libro se titula Novacene: the coming age of hyperintelligence (‘Novaceno: La era de la hiperinteligencia está próxima’). ‘Novaceno’ es el nombre que Lovelock da a una nueva edad planetaria que ya está en marcha: la edad de la inteligencia artificial y las máquinas pensantes, la edad del androide, la edad del ciborg.
Para Lovelock, el periodo anterior, el Antropoceno, se inició en 1712, cuando Thomas Newcomen construyó un motor de vapor para prevenir las inundaciones en las minas de carbón. Este y otros inventos dieron paso a la Revolución Industrial, que delineó el mundo moderno. Según Lovelock, el principio del final de esta era tuvo lugar en el año 1901, cuando Guglielmo Marconi tras*mitió las primeras señales de radio a través del Atlántico, lo que auspició una nueva era de la tecnología que, con el tiempo, llevó a la aparición de los ordenadores. «Marconi fue el primero -asegura- y lo demás ha ido desarrollándose de forma gradual, gracias a las matemáticas y a la técnica, de modos muy diversos».
LA NUEVA INTELIGENCIA
Una pequeña muestra del Novaceno es el climatizador que decide por su cuenta encender la calefacción del hogar. Una muestra más impresionante: AlphaZero, de Google. En tan solo 24 horas, este programa aprendió, casi por su cuenta, a jugar al ajedrez, al Go y al shogi (ajedrez japonés) hasta alcanzar niveles superhumanos.
«Evoluciones como el programa AlphaZero van a resultar asombrosamente rápidas. Van a evolucionar a un ritmo inimaginable», afirma el científico británico.
James Lovelock cumple 100 años: Los robots nos tolerarán porque les seremos útiles 7

Lovelock es autor de aproximadamente 200 artículos científicos y ha creado más de 50 patentes. Considerado un titán del pensamiento científico,. Es doctor ‘honoris causa’ por ocho universidades
La palabra clave es ‘evolución’. A Lovelock no le gusta nada hablar de estas nuevas formas de inteligencia describiéndolas como ‘máquinas’. Prefiere usar la palabra ciborg o ‘androide’, en referencia a unos entes que son mitad máquina mitad ser humano. Y lo prefiere así porque considera que, al igual que los seres humanos, estos seres hiperinteligentes van a ser el resultado de la evolución darwiniana.
«Todo este fenómeno se basa en la selección natural -indica-. No hay forma de evitarlo. Es la fuerza que todo lo empuja. No estamos hablando de una conquista del mundo, sino de una evolución. Cuando los mamíferos aparecieron en el planeta, el mundo cambió. Pero las cosas que existían antes continuaron, no desaparecieron. Es lo que quiero subrayar. Nuestra relación con los seres del Novaceno será parecida a la que los humanos tenemos con nuestras plantas. La vida electrónica tan solo ha podido evolucionar a partir de la vida orgánica».
Vamos a ser los padres de estos androides, sostiene en su libro, pero los ciborgs no van a ser nuestros hijos. No tardarán en volverse por completo diferentes a nosotros. Lovelock desdeña la posibilidad de que la investigación de la inteligencia artificial vaya a producir unos simples robots humanoides, con apariencia más o menos similar a la nuestra.
«Está clarísimo que no van a tener nuestro aspecto físico, nada de eso». No sabe a qué van a parecerse, porque su vertiginoso desarrollo irá mucho más allá de cualquier cosa que podamos imaginar. «Todo es posible, pero sospecho que serán una especie de esferas. Es pura especulación, ojo».
Es posible que no vayan a tener ningún aspecto, que sean unos simples puntos en una red. Pero lo fundamental es que nos necesitarán, del mismo modo que nosotros hoy necesitamos a las plantas. Y aquí es donde el Novaceno conecta con la hipótesis de Gaia.
LA VIDA EN EL PLANETA
Lovelock rindió tributo a la diosa griega de la Tierra cuando dio el nombre de Gaia a su teoría de que el planeta es un organismo vivo capaz de regularse a sí mismo. Gaia es toda la vida que interactúa con el planeta. Bombea dióxido de carbono al exterior y hace posible que el calor excesivo irradie hacia el espacio. Gaia, entre otras cosas, nos mantiene fresquitos… hasta la fecha. Pero los androides también necesitarán sentirse fresquitos.
El problema estriba en que nos hallamos demasiado cerca del Sol; un astrónomo alienígena que examinara nuestro sistema solar seguramente concluiría que no es posible que exista vida en la Tierra. Lovelock lo ilustra comparando la temperatura que alcanza un tejado de pizarra en un día caluroso y la que se vive ese mismo día en un bosque de coníferas cercano. «El árbol se refrigera a sí mismo evaporando el agua», indica. La vegetación y la vida marinas facilitan que las temperaturas de los océanos sean más bajas. La vida orgánica hace que Gaia siga funcionando. En cambio, la existencia derivada de unos chips de silicona no puede conseguir esta hazaña por sí sola. Por ese motivo, los ciborgs van a necesitar a los humanos y otras formas de vida orgánica, afirma.
Considerado un titán del pensamiento científico, James Lovelock tiene el título de doctor honoris causa por ocho universidades
«Tendrán buenas razones para asegurar que Gaia funcione, igual que nosotros las tenemos para cultivar plantas. Y seremos una forma de vida comparable. Nos mantendrán, nos tolerarán, porque les seremos útiles».
La teoría de Gaia convirtió a Lovelock en un héroe para los defensores del medioambiente, pero él no está nada conforme con eso. No soporta al movimiento ecologista y encuentra sus campañas contra la energía nuclear aberrantes.
Según dice, la energía nuclear es segura. «Por sí misma, no va a dañar el planeta en lo más mínimo. Si se trata de la manera adecuada, es una fuente de energía razonable y barata».
Podría decirse que es un ‘ecomodernista’, en el sentido de que no quiere volver atrás en el tiempo y retornar al mítico paraíso rural soñado por algunos ecologistas. Pero lo de ecomodernista tampoco le convence. Lovelock cree que nuestros problemas tienen una base ingenieril y, por tanto, solo la ingeniería podrá salvarnos. De hecho, hoy prefiere presentarse como un ingeniero, y no como un científico.
Aunque hace unos años tuvo dudas sobre el cambio climático, hoy no le cuesta reconocer que se equivocó. Y afirma: «Es necesario reducir el uso de combustibles fósiles lo antes posible. Tenemos que sustituirlos y de forma casi inmediata. Cuanto más fresca mantengamos la Tierra, más retrasaremos la fecha fatídica en la que el Sol se volverá demasiado caliente. Porque esto último no vamos a poder remediarlo; el Sol va a seguir ardiendo, para siempre y cada vez más».
“La relación de los ‘ciborgs’ con los humanos se parecerá a la que hoy tenemos con las plantas”
Lovelock cree que el Sol, con el tiempo, puede tras*formarse de nuestro benefactor en nuestro destructor. Nuestra estrella seguirá irradiando cada vez más calor, se expandirá y terminará por engullir a la Tierra. El proceso podría tener lugar a lo largo de miles de millones de años, pero la Tierra se volverá inhabitable mucho antes. El calentamiento descontrolado ya convirtió a Venus en un planeta achicharrado y estéril. No solo eso, Gaia -lo mismo que el propio James Lovelock- está ya mayor y no es tan robusta como antes. También el impacto de un asteroide o una gran erupción volcánica podrían acabar con nuestra gran diosa protectora.
UNA progenitora NADA PROTECTORA
A pesar de esa figura imponente, de gran progenitora, que es para él Gaia, Lovelock nunca vivió esa presencia protectora durante su infancia. Su progenitora siempre fue una presencia distante, incapaz de cuidar de él en la primera niñez. «Creo que me tuvo porque no le quedó más remedio, y por eso me dejó en manos de mi abuela -recuerda-. Mi abuela aceptó la situación, pero no de buena gana. Aun así, me cuidó bien. Nunca me faltó comida ni atención médica, quiero decir. Tuve una niñez feliz». Lovelock siempre estuvo muy unido a su padre. Él fue quien le enseñó los misterios de la naturaleza.
“Seremos los padres de los androides, pero ellos no serán nuestros hijos”
En la escuela pronto destacó en Matemáticas. Criado en un hogar cuáquero, adoptó el pacifismo y tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en objetor de conciencia. «Nunca dejé de ser un pacifista. Jamás hubiera disparado a otra persona. No tengo miedo a casi nada, pero no estoy dispuesto a apiolar a nadie».
A los 21 años entró a trabajar en el instituto británico de investigación médica. Y no supo que, de hecho, estaba investigando para los militares, hasta que contrajo el ántrax. Así descubrió que su labor estaba vinculada a la investigación de esta enfermedad infecciosa como posible arma biológica. «Un arma casi perfecta», apunta.
James Lovelock cumple 100 años: Los robots nos tolerarán porque les seremos útiles

Ilustración sobre la teoría de Gaia de James Lovelock, según la cual nuestro planeta funciona como un gran organismo vivo
Sobrevivió, pero volvió a rozar la fin cuando le operaron del corazón. La intervención no salió del todo bien, y algunas de sus secuelas siguen aquejándolo en la actualidad.
La independencia es la seña distintiva de toda su carrera como científico. Bastaba con que pasaran unos pocos años para que se sintiera incómodo en la institución o el organismo de turno, y eso que en su momento trabajó en la NASA y en los servicios secretos, donde desempeñó las funciones de Q, el personaje de las películas de James Bond especializado en inventar dispositivos asombrosos, letales en muchos casos.
EL SER HUMANO HA CUMPLIDO SU PAPEL
Estos días vive y piensa en una antigua casita de guardacostas situada sobre la playa. Es el paisaje que más le gusta, un paisaje creado gracias a la incesante labor de Gaia. Con 100 años, es un hombre que tras*pira serenidad, que se ríe de las locuras de los humanos y cuya mente no cesa de idear conceptos sorprendentes.
Está contento por la llegada del Novaceno. Esta nueva era promete garantizar la expansión de la inteligencia y la existencia de seres -no humanos- capaces de desentrañar la complejidad del cosmos. Cree que no es imposible que el autoconocimiento sea el destino final del universo entero.
«Tras la aparición del ser humano, hace apenas 300.000 años, este planeta adquirió la capacidad de conocerse a sí mismo, un hecho único en el cosmos -escribe en Novacene-. No de sopetón, claro está. Los humanos solo empezamos a tener una idea de la realidad física del cosmos hace unos pocos centenares de años, cuando aparecieron los grandes sabios del Renacimiento científico. Ahora estamos preparándonos para ceder el don del conocimiento a unos nuevos seres inteligentes. No hay que deprimirse. Hemos cumplido con nuestro papel».
Si los androides llegan a erigir estatuas, es posible que un día levanten una gigantesca de James Lovelock mientras contempla la playa y el océano.
 
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