La corrupción ensucia el deporte y convierte, por ejemplo al fútbol, en un grandísimo negocio del que tantos parásitos se benefícian. Hay que llegar al fondo en la limpieza de las "instituciones" responsables y probablemente poner algunos límites en la gestión para que el deporte sea eso, deporte.
Ece Temelkuran señaló este fin de semana que "pensar que la política es sucia es creer que la humanidad es sucia". Ella, crítica de uno de tantos infames gobiernos aliados de Occidente —en este caso, el Gobierno turco de Erdogan—, fue entrevistada por uno de esos diarios que ha callado, silenciado o marginado de forma no menos ignominiosa incontables salvajadas occidentales, como la que ha padecido Julian Assange, y que ha dado una cobertura informativa de primera al Mundial de la Vergüenza: Catar. Crítica, no lo olvidemos, del gobierno de un tipo que se declara filonazi y que forma parte de la OTAN.
Por desgracia, pasará el tiempo y el crimen perpetrado durante este último mes nadie podrá borrarlo. Nos preguntarán cómo pudo ser posible que algo así aconteciera: miren bien a su alrededor para no olvidar nada. Para no olvidar a ningún responsable.
De las grandes selecciones y las estrellas del fútbol
Si bien en el pasado tenemos la clave para interpretar el presente, en el presente tenemos la clave para interpretar el pasado. Una prueba de ella la encontramos en el campeón del mundo: Argentina.
Porque en la reparadoja de todo este oprobio, Argentina volvió a proclamarse campeona del mundo. La misma que se proclamó por primera vez campeona del mundo con los sótanos atestados de electrocutados y apaleados durante el Mundial de 1978. Los hijos de los desaparecidos, los hijos de los arrojados al mar, los hijos de las violentadas y los hijos de los torturados ganaron el mundial sobre miles de cadáveres de trabajadores esclavos, mujeres azotadas hasta sangrar por denunciar acosos o agresiones sensuales, gayses y LGTBI perseguidos o disidentes y ateos colgados en grúas.
El olvido generacional atemoriza.
Un Lionel Messi al final de su carrera pone el broche de oro, y qué broche, demostrando que al jugador de fútbol en general lo único que le importa es él mismo. Porque si hay jugadores que podían —y deberían— haberse negado esos son los grandes, las estrellas: de Messi a Mbappé o de Cristiano Ronaldo a Benzema. No lo hicieron. Como no lo hicieron sus selecciones. Y si hay una selección que debería haberse negado a acudir al mundial, esa era Argentina. Y tras ella, todas las que presumen de defender los derechos humanos, empezando por las selecciones occidentales de Estados Unidos y los países europeos. No solo no se negaron, sino que fueron las grandes responsables de celebrar tan infame evento.
Nadie podrá negar que ni un solo gran futbolista ni selección, ni menores tampoco, se negaron a participar de este sucio mundial. La foto final, de Messi, con una túnica tras*parente de color supuso el retrato final de la sumisión occidental a los petrodólares. El dinero todo lo puede en Occidente.
Los medios de comunicación occidentales, en su línea
Hoy, los medios abren sus portadas con el gran debate que anida en las mentes occidentales: ¿es Lionel Messi el mejor jugador de todos los tiempos? Un debate tan absurdo como estéril y representativo de la mentalidad occidental: cortoplacista hasta exasperar —solo había una cosa segura: alguien, ya fuera una selección, un entrenador o uno o varios jugadores, saldría apedreado en términos mediáticos de la final: y bien pudo ser Messi—; competitiva e individualista hasta el extremo —es tan absurdo como menso pretender encontrar al mejor jugador de fútbol de todos los tiempos, no solo es imposible, sino que rebaja a la medianía de forma injusta a todos los que no se convierten en el mejor—; fanática hasta el sonrojo —había que ver la forma en la que se visionaba el partido, como la si la vida dependiera de ello—; y, sobre todo, sucia. Muy sucia.
Porque los mismos medios que han retransmitido el evento han tenido un cuidado extremo en ocultar o minimizar la tétrica realidad de Catar. A lo máximo que se ha llegado ha sido a la fotografía de los jugadores de Alemania tapándose la boca en un partido. Una imagen hasta ridícula. Si tan en contra estaban del mundial, se deberían haber quedado en casa. Y no solo ellos, todos. Pero para todos ellos fue, y es, más importante su palmarés que los miles de muertos sobre los que se construyeron los estadios para que ellos jugasen.
Corrupción en el Parlamento Europeo…
Por desgracia, aunque la corrupción del Parlamento Europeo se ha relatado en los medios de comunicación occidentales, su cobertura ha tenido en todo momento una posición secundaria no acorde con la magnitud del escándalo. En ocasiones hasta insultantemente marginal. Un escándalo que ha destapado la corrupción de las instituciones europeas y cómo estas operaron de forma mafiosa para blanquear la imagen de Catar. La detención de la vicepresidenta del Parlamento Europeo, Eva Kaili, y su red de corruptos socialdemócratas europeos, ha desvelado, además, otras conexiones.
Por un lado, jovenlandia, pues aun cuando el escándalo se conoce como 'Catargate', no solo Catar estaba involucrado en el escándalo, sino que jovenlandia también formaba parte de la corrupta red de sobornos. Lo que abre muchos interrogantes: ¿han pagado también para la aceptación de su plan final sobre el Sáhara?; ¿cuántos países más han podido sobornar al Parlamento Europeo u otras instituciones europeas y con qué fin?; ¿cuántos parlamentarios o instituciones están implicadas en este u otros escándalos?...
Además, quedan muchas preguntas por resolver, pero parte de ellas han comenzado a ser esbozadas por el abogado de Eva Kaili, que ha acusado a la Comisión Europea y Josep Borrell de estar al corriente de la operación de blanqueo de imagen de Catar. Incluso de impulsarla y liderarla. Y, ciertamente, es así. Aun cuando Josep Borrell, que ya fue condenado a una multa de 30.000 euros por vender acciones con información privilegiada, no haya vuelto a caer en la tentación, ello no disminuye un ápice su responsabilidad: blanquear un régimen como Catar es ignominioso. Y, la verdad, uno ya no sabe qué es peor si hacerlo gratis o cobrando.
¿Y los arbitrajes?
Por otra parte están los arbitrajes, en especial los que han rodeado a jovenlandia y Argentina, los cuales arrojan serias dudas sobre la limpieza de la competición y recuerdan lo sucedido con Corea del Sur en el mundial de Japón y Corea del Sur del año 2002. En esa competición, Corea del Sur recibió arbitrajes muy cuestionados hasta llegar a semifinales, un hito histórico para el país, momento en el que el arbitraje volvió a ser normal. Tal es así que jovenlandia ha copiado en este mundial de forma exacta el recorrido de Corea del Sur en aquel mundial: triunfos polémicos y sorprendentes en octavos y cuartos de final y derrotas en semifinales y la final de consolación por el tercer puesto, cuando las ayudas arbitrales se acabaron o ya no fueron suficientes. Además, ambas se convirtieron en las selecciones de Asia y África que llegaron más alto en un mundial —Turquía derrotó a Corea del Sur en el partido por el tercer y cuarto puesto, pero es un país puente, en parte europeo y en parte asiático— y lo hicieron en mundiales en los que fueron copartícipes —Corea del Sur con Japón y, como vemos, en los despachos, jovenlandia también ha sido anfitriona junto a Catar—. Demasiada casualidad.
No descarten que en los próximos años se desvelen esas piezas del puzle que ahora no pocos intuyen: en el año 2010, Byron Moreno, árbitro ecuatoriano que ayudó a Corea del Sur —ante Italia— en el mencionado mundial del año 2002, fue detenido en el año 2010 en el aeropuerto JFK de Nueva York con seis kilos de heroína y múltiples miembros de la FIFA fueron detenidos en el año 2015 —dieciséis dirigentes latinoamericanos de FIFA fueron acusados de corrupción en Estados Unidos—.
Llegados a este punto, con sombras de corrupción sobre el Parlamento o la Comisión europeas, las organizaciones occidentales responsables del Mundial o los arbitrajes y unos más que cuestionables valores en las grandes estrellas y selecciones de fútbol, así como comentaristas o medios de comunicación occidentales, ¿queda algo limpio o sin sospecha de ser sucio? Parafraseando a Ece Temelkuran, "pensar que el fútbol es sucio es creer que la humanidad es sucia", es mejor que no lo piensen.
Ece Temelkuran señaló este fin de semana que "pensar que la política es sucia es creer que la humanidad es sucia". Ella, crítica de uno de tantos infames gobiernos aliados de Occidente —en este caso, el Gobierno turco de Erdogan—, fue entrevistada por uno de esos diarios que ha callado, silenciado o marginado de forma no menos ignominiosa incontables salvajadas occidentales, como la que ha padecido Julian Assange, y que ha dado una cobertura informativa de primera al Mundial de la Vergüenza: Catar. Crítica, no lo olvidemos, del gobierno de un tipo que se declara filonazi y que forma parte de la OTAN.
Por desgracia, pasará el tiempo y el crimen perpetrado durante este último mes nadie podrá borrarlo. Nos preguntarán cómo pudo ser posible que algo así aconteciera: miren bien a su alrededor para no olvidar nada. Para no olvidar a ningún responsable.
De las grandes selecciones y las estrellas del fútbol
Si bien en el pasado tenemos la clave para interpretar el presente, en el presente tenemos la clave para interpretar el pasado. Una prueba de ella la encontramos en el campeón del mundo: Argentina.
Porque en la reparadoja de todo este oprobio, Argentina volvió a proclamarse campeona del mundo. La misma que se proclamó por primera vez campeona del mundo con los sótanos atestados de electrocutados y apaleados durante el Mundial de 1978. Los hijos de los desaparecidos, los hijos de los arrojados al mar, los hijos de las violentadas y los hijos de los torturados ganaron el mundial sobre miles de cadáveres de trabajadores esclavos, mujeres azotadas hasta sangrar por denunciar acosos o agresiones sensuales, gayses y LGTBI perseguidos o disidentes y ateos colgados en grúas.
El olvido generacional atemoriza.
Un Lionel Messi al final de su carrera pone el broche de oro, y qué broche, demostrando que al jugador de fútbol en general lo único que le importa es él mismo. Porque si hay jugadores que podían —y deberían— haberse negado esos son los grandes, las estrellas: de Messi a Mbappé o de Cristiano Ronaldo a Benzema. No lo hicieron. Como no lo hicieron sus selecciones. Y si hay una selección que debería haberse negado a acudir al mundial, esa era Argentina. Y tras ella, todas las que presumen de defender los derechos humanos, empezando por las selecciones occidentales de Estados Unidos y los países europeos. No solo no se negaron, sino que fueron las grandes responsables de celebrar tan infame evento.
"Los mismos medios que han retransmitido el evento han tenido un cuidado extremo en ocultar o minimizar la tétrica realidad de Catar. A lo máximo que se ha llegado ha sido a la fotografía de los jugadores de Alemania tapándose la boca en un partido. Una imagen hasta ridícula".
Nadie podrá negar que ni un solo gran futbolista ni selección, ni menores tampoco, se negaron a participar de este sucio mundial. La foto final, de Messi, con una túnica tras*parente de color supuso el retrato final de la sumisión occidental a los petrodólares. El dinero todo lo puede en Occidente.
Los medios de comunicación occidentales, en su línea
Hoy, los medios abren sus portadas con el gran debate que anida en las mentes occidentales: ¿es Lionel Messi el mejor jugador de todos los tiempos? Un debate tan absurdo como estéril y representativo de la mentalidad occidental: cortoplacista hasta exasperar —solo había una cosa segura: alguien, ya fuera una selección, un entrenador o uno o varios jugadores, saldría apedreado en términos mediáticos de la final: y bien pudo ser Messi—; competitiva e individualista hasta el extremo —es tan absurdo como menso pretender encontrar al mejor jugador de fútbol de todos los tiempos, no solo es imposible, sino que rebaja a la medianía de forma injusta a todos los que no se convierten en el mejor—; fanática hasta el sonrojo —había que ver la forma en la que se visionaba el partido, como la si la vida dependiera de ello—; y, sobre todo, sucia. Muy sucia.
Porque los mismos medios que han retransmitido el evento han tenido un cuidado extremo en ocultar o minimizar la tétrica realidad de Catar. A lo máximo que se ha llegado ha sido a la fotografía de los jugadores de Alemania tapándose la boca en un partido. Una imagen hasta ridícula. Si tan en contra estaban del mundial, se deberían haber quedado en casa. Y no solo ellos, todos. Pero para todos ellos fue, y es, más importante su palmarés que los miles de muertos sobre los que se construyeron los estadios para que ellos jugasen.
Corrupción en el Parlamento Europeo…
Por desgracia, aunque la corrupción del Parlamento Europeo se ha relatado en los medios de comunicación occidentales, su cobertura ha tenido en todo momento una posición secundaria no acorde con la magnitud del escándalo. En ocasiones hasta insultantemente marginal. Un escándalo que ha destapado la corrupción de las instituciones europeas y cómo estas operaron de forma mafiosa para blanquear la imagen de Catar. La detención de la vicepresidenta del Parlamento Europeo, Eva Kaili, y su red de corruptos socialdemócratas europeos, ha desvelado, además, otras conexiones.
Por un lado, jovenlandia, pues aun cuando el escándalo se conoce como 'Catargate', no solo Catar estaba involucrado en el escándalo, sino que jovenlandia también formaba parte de la corrupta red de sobornos. Lo que abre muchos interrogantes: ¿han pagado también para la aceptación de su plan final sobre el Sáhara?; ¿cuántos países más han podido sobornar al Parlamento Europeo u otras instituciones europeas y con qué fin?; ¿cuántos parlamentarios o instituciones están implicadas en este u otros escándalos?...
Además, quedan muchas preguntas por resolver, pero parte de ellas han comenzado a ser esbozadas por el abogado de Eva Kaili, que ha acusado a la Comisión Europea y Josep Borrell de estar al corriente de la operación de blanqueo de imagen de Catar. Incluso de impulsarla y liderarla. Y, ciertamente, es así. Aun cuando Josep Borrell, que ya fue condenado a una multa de 30.000 euros por vender acciones con información privilegiada, no haya vuelto a caer en la tentación, ello no disminuye un ápice su responsabilidad: blanquear un régimen como Catar es ignominioso. Y, la verdad, uno ya no sabe qué es peor si hacerlo gratis o cobrando.
¿Y los arbitrajes?
Por otra parte están los arbitrajes, en especial los que han rodeado a jovenlandia y Argentina, los cuales arrojan serias dudas sobre la limpieza de la competición y recuerdan lo sucedido con Corea del Sur en el mundial de Japón y Corea del Sur del año 2002. En esa competición, Corea del Sur recibió arbitrajes muy cuestionados hasta llegar a semifinales, un hito histórico para el país, momento en el que el arbitraje volvió a ser normal. Tal es así que jovenlandia ha copiado en este mundial de forma exacta el recorrido de Corea del Sur en aquel mundial: triunfos polémicos y sorprendentes en octavos y cuartos de final y derrotas en semifinales y la final de consolación por el tercer puesto, cuando las ayudas arbitrales se acabaron o ya no fueron suficientes. Además, ambas se convirtieron en las selecciones de Asia y África que llegaron más alto en un mundial —Turquía derrotó a Corea del Sur en el partido por el tercer y cuarto puesto, pero es un país puente, en parte europeo y en parte asiático— y lo hicieron en mundiales en los que fueron copartícipes —Corea del Sur con Japón y, como vemos, en los despachos, jovenlandia también ha sido anfitriona junto a Catar—. Demasiada casualidad.
Para el recuerdo quedarán el penalti pitado a Argentina —cinco penaltis en siete partidos— en cuartos de final ante los Países Bajos o los penaltis no pitados a jovenlandia ante Croacia o Francia ante Inglaterra o la propia jovenlandia, así como la permisividad con las acciones violentas o las pérdidas de tiempo marroquíes. Polémicas que, teniendo en cuenta la existencia de videoarbitraje, dejan muchas dudas en los aficionados. Máxime si atendemos al historial de corrupción de la FIFA y la UEFA, entidades occidentales situadas en Suiza que operan de forma cuasimafiosa."Con sombras de corrupción sobre el Parlamento o la Comisión europeas, las organizaciones occidentales responsables del Mundial o los arbitrajes y unos más que cuestionables valores en las grandes estrellas y selecciones de fútbol, así como comentaristas o medios de comunicación occidentales, ¿queda algo limpio o sin sospecha de ser sucio?"
No descarten que en los próximos años se desvelen esas piezas del puzle que ahora no pocos intuyen: en el año 2010, Byron Moreno, árbitro ecuatoriano que ayudó a Corea del Sur —ante Italia— en el mencionado mundial del año 2002, fue detenido en el año 2010 en el aeropuerto JFK de Nueva York con seis kilos de heroína y múltiples miembros de la FIFA fueron detenidos en el año 2015 —dieciséis dirigentes latinoamericanos de FIFA fueron acusados de corrupción en Estados Unidos—.
Llegados a este punto, con sombras de corrupción sobre el Parlamento o la Comisión europeas, las organizaciones occidentales responsables del Mundial o los arbitrajes y unos más que cuestionables valores en las grandes estrellas y selecciones de fútbol, así como comentaristas o medios de comunicación occidentales, ¿queda algo limpio o sin sospecha de ser sucio? Parafraseando a Ece Temelkuran, "pensar que el fútbol es sucio es creer que la humanidad es sucia", es mejor que no lo piensen.
Lo que nos deja el infame Mundial de Catar (o cuando el dinero todo lo puede en Occidente)
Por desgracia, pasará el tiempo y el crimen perpetrado durante este último mes nadie podrá borrarlo. Nos preguntarán cómo pudo ser posible que algo así aconteciera: miren bien a su alrededor para no olvidar nada. Para no olvidar a ningún responsable.
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