azkunaveteya
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Lo que la banca española esconde: no se crean su mundo de Pequeño Pony . Blogs de Valor Añadido
Hay una realidad oficial de la banca española y otra subyacente que poco tiene que ver con aquella. La primera ha encontrado un canal óptimo de difusión en el encuentro anual del sector financiero organizado por ABC y patrocinado por Deloitte que tuvo lugar la semana pasada. Allí, los responsables ejecutivos de las principales instituciones patrias pregonaron a diestro y siniestro una bondadosa realidad en la que el crédito crece, las oportunidades abundan y la crisis ha quedado definitivamente atrás. A ese pastel sólo le faltaba la guinda de la entrevista a Fainé que publicó el Financial Times el mismo viernes -gato a la puerta de la ratonera- para culminar su ejercicio de maquillaje de cara a la galería.
Bienvenidos al artificial mundo del pequeño Pony.
Sin embargo, la verdad verdadera de la industria en España es bien distinta, qué le vamos a hacer. Hay un problema de márgenes, otro de eficiencia, un tercero de rentabilidad, un cuarto de balance y un quinto, en algunos miembros del sector, de tamaño. Todos ellos son los que anticipan -como subrayaba ayer nuestro director, Nacho Cardero, en su columna semanal- una nueva ronda de consolidación más antes que después, intereses políticos aparte. Lo más paradójico de todo es que la causa principal de tal profusión de males no es la falta de diligencia de los equipos directivos -todo lo contrario, a la fuerza ahorcan- sino esa represión financiera auspiciada por los bancos centrales que, si les salvó la vida en origen, puede condenarles en destino. Cosas de la vida.
En efecto, la acción de los supervisores ha propiciado, uno, que la liquidez abunde, dos, que los tipos bajen, tres, que el carry trade haya muerto y cuatro, que las curvas de deuda soberana y corporativa se aplanen. Consistiendo como consiste el negocio bancario en pedir prestado a corto y prestar a largo, aprovechándose del diferencial entre plazos, el llamado flattening de las referencias temporales le mata. Por si fuera poco, y como consecuencia de los dos primeros efectos, más allá del peer to peer lending la banca se enfrenta a un mercado de bonos desesperado por conseguir activos rentables y que ofrece costes de financiación irrisorios para los clientes más o menos rentables, que ya apenas se distinguen churras de merinas. Algo que provoca que, para poder pelear la cuenta, se le caiga el spread de la nueva producción, tenga que revisar a la baja el retorno del stock existente –refinanciaciones constantes- y vuelva a relajar -el hombre es el único animal...- los criterios de concesión de crédito. Todo ello con un impacto negativo sobre el margen de intereses y, por ende, sobre el resto de la cuenta de resultados.
Lo cual obliga a actuar sobre los gastos de explotación, en la actualidad más o menos un 2,5% de los activos ponderados del sector en España. Haciendo una simplificación extrema, nuestras entidades financieras sólo podrían hacer dinero si fueran capaces de obtener un retorno a la parte izquierda de su balance –ya saben el dicho, on the left, nothing right; on the right, nothing left- superior a esa cifra. Por comisiones pueden lograr más o menos un 1%, quedaría por tanto un 1,5%. De momento, un porcentaje factible ex resultados por operaciones financieras, volátiles por definición. Pero, si la actual coyuntura se prolonga en el tiempo, como parece, ojito. Nos podemos encontrar con una situación en la que el pre provision profit pase a tener signo negativo. Ahí es donde claramente entra el juego el tema de la consolidación como vía de obtener por la vía del ‘ahorro’ lo que no les da su gestión del… ahorro.
Es evidente que la descripción de todo lo anterior plantea un escenario de baja rentabilidad estructural, toda vez que la reducción de costes, orgánicos o mediante sinergias de integración, no deja de ser asintótica. Llegada a un punto no caben más rebajas. Por eso precisamente sorprende la alegría con la que se habla en la industria de ROEs, o retorno sobre los recursos propios, de doble dígito. El álgebra no engaña y se antoja muy pero que muy complicado el camino hasta llegar a esa cifra y, sobre todo, consolidarla. No en vano, las reversiones de provisiones, al igual que su dotación, tienen un impacto temporal limitado y se pueden ver perjudicadas tanto por la necesidad de aflorar determinada morralla que aún hay escondida en los armarios de nuestra banca aprovechando la mejora del entorno, como por la normativa del BdE que obliga a una tasación periódica de los adjudicados (y que ha hundido, de manera oficiosa, a la SAREB). Es una fuente clara de aprovechamiento pero sin que mejore el negocio subyacente servirá para lo que servirá. Fuegos artificiales que salvan los muebles a la espera de un milagro.
Si añadimos, además, cómo impacta al múltiplo de rentabilidad el efecto denominador, solvencia, el rendimiento para los accionistas de la banca puede quedarse finalmente lejos de las expectativas. Vamos a ver qué pasa finalmente con los DTAs o créditos fiscales diferidos, pero, aún sin ellos, la industria va a un modelo de mayores requerimientos de capital en términos absolutos y de cómputos más exigentes del mismo para determinados bienes físicos o financieros existentes en su activo. Un hecho que mete presión adicional a la posibilidad de cumplir con lo anunciado al mercado en un momento en el que, por si fuera poco, se está pasando de la condescendencia del supervisor local a la exigencia del supranacional, que es el BCE. Es evidente que en un entorno como el que estamos describiendo, el tamaño y la diversificación internacional importan. Y de qué manera. BMN, Liberbank, Ibercaja o Unicaja pueden tener sus horas contadas como firmas independientes.
Por tanto, y en resumen: que lo peor de la crisis ha pasado para nuestras entidades financieras, no les quepa la menor duda; que, sin embargo, se enfrentan a unos años muy complicados en su operativa corriente, también; que a resultas de ese escenario, la internacionalización, la consolidación y la captación de capital van a ser el pan nuestro de cada día, lo van a ver con sus ojitos; que los grandes pueden aprovechar para romper el mercado, es una posibilidad; que los bancos nos van a cobrar hasta por respirar, un 1 en la Quiniela; y que, al discurso oficial se opone el contraste de las cifras que llegan a sus directivos día tras día sobre el negocio en España y que encienden sus alarmas, denlo por seguro. Ahora ya pueden decidir si se instalan en el mundo del pequeño Pony de lo que dicen, o se preparan para lo que, sin remedio, a sus responsables les va a tocar hacer: sangrado, eficiencia y dilución. ¿Asumirán el liderazgo necesario?
Hay una realidad oficial de la banca española y otra subyacente que poco tiene que ver con aquella. La primera ha encontrado un canal óptimo de difusión en el encuentro anual del sector financiero organizado por ABC y patrocinado por Deloitte que tuvo lugar la semana pasada. Allí, los responsables ejecutivos de las principales instituciones patrias pregonaron a diestro y siniestro una bondadosa realidad en la que el crédito crece, las oportunidades abundan y la crisis ha quedado definitivamente atrás. A ese pastel sólo le faltaba la guinda de la entrevista a Fainé que publicó el Financial Times el mismo viernes -gato a la puerta de la ratonera- para culminar su ejercicio de maquillaje de cara a la galería.
Bienvenidos al artificial mundo del pequeño Pony.
Sin embargo, la verdad verdadera de la industria en España es bien distinta, qué le vamos a hacer. Hay un problema de márgenes, otro de eficiencia, un tercero de rentabilidad, un cuarto de balance y un quinto, en algunos miembros del sector, de tamaño. Todos ellos son los que anticipan -como subrayaba ayer nuestro director, Nacho Cardero, en su columna semanal- una nueva ronda de consolidación más antes que después, intereses políticos aparte. Lo más paradójico de todo es que la causa principal de tal profusión de males no es la falta de diligencia de los equipos directivos -todo lo contrario, a la fuerza ahorcan- sino esa represión financiera auspiciada por los bancos centrales que, si les salvó la vida en origen, puede condenarles en destino. Cosas de la vida.
En efecto, la acción de los supervisores ha propiciado, uno, que la liquidez abunde, dos, que los tipos bajen, tres, que el carry trade haya muerto y cuatro, que las curvas de deuda soberana y corporativa se aplanen. Consistiendo como consiste el negocio bancario en pedir prestado a corto y prestar a largo, aprovechándose del diferencial entre plazos, el llamado flattening de las referencias temporales le mata. Por si fuera poco, y como consecuencia de los dos primeros efectos, más allá del peer to peer lending la banca se enfrenta a un mercado de bonos desesperado por conseguir activos rentables y que ofrece costes de financiación irrisorios para los clientes más o menos rentables, que ya apenas se distinguen churras de merinas. Algo que provoca que, para poder pelear la cuenta, se le caiga el spread de la nueva producción, tenga que revisar a la baja el retorno del stock existente –refinanciaciones constantes- y vuelva a relajar -el hombre es el único animal...- los criterios de concesión de crédito. Todo ello con un impacto negativo sobre el margen de intereses y, por ende, sobre el resto de la cuenta de resultados.
Lo cual obliga a actuar sobre los gastos de explotación, en la actualidad más o menos un 2,5% de los activos ponderados del sector en España. Haciendo una simplificación extrema, nuestras entidades financieras sólo podrían hacer dinero si fueran capaces de obtener un retorno a la parte izquierda de su balance –ya saben el dicho, on the left, nothing right; on the right, nothing left- superior a esa cifra. Por comisiones pueden lograr más o menos un 1%, quedaría por tanto un 1,5%. De momento, un porcentaje factible ex resultados por operaciones financieras, volátiles por definición. Pero, si la actual coyuntura se prolonga en el tiempo, como parece, ojito. Nos podemos encontrar con una situación en la que el pre provision profit pase a tener signo negativo. Ahí es donde claramente entra el juego el tema de la consolidación como vía de obtener por la vía del ‘ahorro’ lo que no les da su gestión del… ahorro.
Es evidente que la descripción de todo lo anterior plantea un escenario de baja rentabilidad estructural, toda vez que la reducción de costes, orgánicos o mediante sinergias de integración, no deja de ser asintótica. Llegada a un punto no caben más rebajas. Por eso precisamente sorprende la alegría con la que se habla en la industria de ROEs, o retorno sobre los recursos propios, de doble dígito. El álgebra no engaña y se antoja muy pero que muy complicado el camino hasta llegar a esa cifra y, sobre todo, consolidarla. No en vano, las reversiones de provisiones, al igual que su dotación, tienen un impacto temporal limitado y se pueden ver perjudicadas tanto por la necesidad de aflorar determinada morralla que aún hay escondida en los armarios de nuestra banca aprovechando la mejora del entorno, como por la normativa del BdE que obliga a una tasación periódica de los adjudicados (y que ha hundido, de manera oficiosa, a la SAREB). Es una fuente clara de aprovechamiento pero sin que mejore el negocio subyacente servirá para lo que servirá. Fuegos artificiales que salvan los muebles a la espera de un milagro.
Si añadimos, además, cómo impacta al múltiplo de rentabilidad el efecto denominador, solvencia, el rendimiento para los accionistas de la banca puede quedarse finalmente lejos de las expectativas. Vamos a ver qué pasa finalmente con los DTAs o créditos fiscales diferidos, pero, aún sin ellos, la industria va a un modelo de mayores requerimientos de capital en términos absolutos y de cómputos más exigentes del mismo para determinados bienes físicos o financieros existentes en su activo. Un hecho que mete presión adicional a la posibilidad de cumplir con lo anunciado al mercado en un momento en el que, por si fuera poco, se está pasando de la condescendencia del supervisor local a la exigencia del supranacional, que es el BCE. Es evidente que en un entorno como el que estamos describiendo, el tamaño y la diversificación internacional importan. Y de qué manera. BMN, Liberbank, Ibercaja o Unicaja pueden tener sus horas contadas como firmas independientes.
Por tanto, y en resumen: que lo peor de la crisis ha pasado para nuestras entidades financieras, no les quepa la menor duda; que, sin embargo, se enfrentan a unos años muy complicados en su operativa corriente, también; que a resultas de ese escenario, la internacionalización, la consolidación y la captación de capital van a ser el pan nuestro de cada día, lo van a ver con sus ojitos; que los grandes pueden aprovechar para romper el mercado, es una posibilidad; que los bancos nos van a cobrar hasta por respirar, un 1 en la Quiniela; y que, al discurso oficial se opone el contraste de las cifras que llegan a sus directivos día tras día sobre el negocio en España y que encienden sus alarmas, denlo por seguro. Ahora ya pueden decidir si se instalan en el mundo del pequeño Pony de lo que dicen, o se preparan para lo que, sin remedio, a sus responsables les va a tocar hacer: sangrado, eficiencia y dilución. ¿Asumirán el liderazgo necesario?