Hermericus
Madmaxista
Dudaba meter esto en Politica o Historia y me decidí por esto, mas que nada porque en política si algún podemita lo lee (lo dudo, no leen nada que no sea las consignas de sus lideres), se pondría a trollear.
Es un articulo en el Correo Gallego (el mejor periodico de España en cuanto a colaboraciones y artículos de opinión) de un Catedrático de Historia de la USC , JOSÉ CARLOS BERMEJO, haciendo un símil de Lenin y la revolución Rusa con el mequetrefe podemita que tenemos aquí.
Lenin en Vallecas
Decía Mark Twain: "La historia no se repite, pero suena". Lo malo es que a nuestros políticos la historia no les suena nada. Se acerca el centenario de la Revolución Rusa. El año próximo se publicarán libros y se hará alguna película, pero da la impresión de que nadie podrá comprender lo que pasó entonces en nuestro país, en el
que una parte de la izquierda utiliza el lenguaje de aquella revolución reducido hasta el ridículo y una parte de la derecha profetiza que "un fantasma recorre Europa", como decía el Manifiesto del partido Comunista, y que Lenin volverá de nuevo a Madrid, donde por cierto nunca estuvo.
Señalaba H. Taine que "no hay nada más peligroso que una idea general en unas cabezas huecas y estrechas. Como están huecas no se encontrará con ningún conocimiento que la contradiga y como son estrechas enseguida se llenan". Para evitar este peligro será interesante señalar algunas diferencias entre el pasado y el presente.
El mundo en que vivieron Marx y luego Lenin era básicamente rural, con más del 80% de población campesina en Alemania a comienzos del siglo XIX y con una Rusia que poco antes de la revolución había suprimido la servidumbre. Las desigualdades eran enormes en el campo y en las ciudades industriales. En la Inglaterra de Marx las jornadas de trabajo pasaban de las 12 horas. Trabajaban hombres, mujeres y niños. No existían las vacaciones, ni las bajas por enfermedad, el paro, las pensiones, los seguros médicos, ni la educación ni la sanidad públicas. No había luz eléctrica ni agua corriente en los barrios, y las condiciones higiénicas eran tan lamentables que la salud pública mejoró gracias a la bebida masiva de cerveza y té, porque en ellas no había agua contaminada.
Los enfrentamientos de clase eran muy duros, como las condiciones de vida que podemos ver en las novelas de Dickens, o Tolstoi y Dostoievski, para el caso ruso. La Justicia era desigual. Los códigos penales castigaban prioritariamente el robo, y con penas brutales. Existía la prisión por deudas menores y recordemos que Inglaterra fundó Australia como una colonia penal para delincuentes menores: cortesanas, ladronzuelos..., cuyos sucesores hicieron de eses subcontinente un país moderno y no el paraíso de los orates. Europa se asomaba a África y al resto del mundo iniciando su colonización y pasando así a dominar y explotar el planeta.
Marx, los socialistas, comunistas y anarquistas creyeron que este capitalismo se derrumbaría porque la rapacidad de los capitalistas no parecía tener límite. Tenían el capital, el poder político, militar y policial y controlaban la justicia. Y no parecían dispuestos a soltar nada de lo que tenían. Por eso Marx y Lenin pensaron que el poder tendría que ser tomado por la fuerza por parte de un movimiento obrero que se organizase en sindicatos, sustitutos de los viejos gremios, que crearan redes de ayuda mutua y solidaridad con las que solo competían algunas organizaciones religiosas en su ejercicio de la caridad y el socorro de pobres y enfermos.
Los proletarios organizados como partido tendrían que hacer la revolución. Es decir, tomar el poder político y militar, anular todas las leyes e implantar una justicia nueva: la justicia proletaria, que permitiese eliminar o neutralizar los restos del sistema económico, social y político anterior, que se negaría a desaparecer. Parecía muy duro pero sería necesario porque había una guerra de clases y en las guerras rigen leyes diferentes a las de la paz. Rusia consiguió llevar a cabo la primera revolución proletaria con la ayuda prestada por Alemania a Lenin. Los alemanes, en guerra con Rusia, creyeron que así iban a debilitar a su enemigo, pero abrieron la caja de Pandora de la historia del siglo XX. Y es que como reacción y por miedo a la expansión de la revolución bolchevique nacieron los diversos fascismos y el nazismo, que copiaron parte de sus métodos: partido único, destrucción del sistema judicial y creación de las policías políticas, pero para lograr el objetivo contrario: volver al orden y consolidar los privilegios de las clases dominantes, hasta que la II Guerra mundial puso fin a estos regímenes, con alguna excepción.
La revolución rusa creó una economía dirigida, industrializó a un país gigantesco y lo convirtió en una potencia científica y militar mundial, amplió la educación y la cultura y mejoró las condiciones de vida de millones de personas. Pero asfixió la libertad e instauró el dominio de un partido con millones de militantes y de un ejército y una burocracia que se hicieron dueños de todo y aplastaron a la oposición, instaurando un sistema de doble jovenlandesal en el que predicando la igualdad se creó una desigualdad nueva, hasta que su descrédito y las circunstancias geopolíticas mundiales precipitaron su caída.
Si Marx y Lenin volviesen a vivir creerían que un mundo en el que el estado controla 4 de cada 10 euros, en el que existen sistemas de paro, seguros de enfermedad, pensiones, y una educación y sanidad públicas, que pueden claro está ser mejoradas, es algo así como el socialismo, porque además la libertad de opinión y prensa permiten un cierto control del poder político y en la justicia puede ser eficaz y tras*parente. Y es que el capitalismo sobrevivió porque invirtió las tendencias que podrían llevarlo a a su fin, logrando distribuir mejor la queza y haciendo nacer a las clases medias. Y sin necesidad de tomar el poder por la fuerza, porque había nacido una nueva forma de construir el estado, el derecho y la justicia, que por desgracia está dando muy preocupantes pasos hacia atrás.
Marx y Lenin dirían hoy que habría que repensar la revolución , y es que ellos estudiaban mucho. Marx, filósofo y abogado, poseía una gran cultura. Sus libros, como El Capital, son muy densos en sus argumentos y se basan en datos. Lenin también era muy culto, aunque menos que Marx, y dijo una vez que nadie que no leyese la Ciencia de la lógica de Hegel, que es uno de los libros de filosofía más difíciles de leer y entender, podría ser de verdad marxista. Su mundo fue muy duro y muy diferente al nuestro y no se volverá a repetir en su miseria, dureza y crueldad.
Marx y Lenin no eran profesores de universidades en las que estudiar una mala novela titulada Juego de Tronos capacita a algunos para querer tras*formar un país. No creían que la política fuese básicamente un juego en unos medios de comunicación que ni pudieron imaginar por su poder y por su capacidad de hipnotizar a la mayoría de un país. Ellos creían en la ciencia, la política y la cultura. Decía Marx que si la historia se repite la secuela es solo una farsa y en eso se ha convertido la política española desde la izquierda y desde una derecha que delira imaginando un inminente desembarco de ayatolas en Madrid, haciendo pinza con unos venezolanos desesperados porque no tienen ni papel higiénico.
La historia no es un juego ni una broma, es la vida de la gente, y no se debería manipular, como se está haciendo con ella y con la política controlada por algunos líderes de partidos que subordinan todo a su ambición personal, gracias al mundo que nos ofrecen unos medios de comunicación al que se le podría aplicar esta reflexión de Thomas Jefferson, uno de los padres de la Constitución de los EE.UU.: "el hombre que nunca lee un periódico está mejor informado que el que lo lee, porque como no sabe nada está más cerca de la verdad que el que tiene su mente llena de errores y falsedades".
Es un articulo en el Correo Gallego (el mejor periodico de España en cuanto a colaboraciones y artículos de opinión) de un Catedrático de Historia de la USC , JOSÉ CARLOS BERMEJO, haciendo un símil de Lenin y la revolución Rusa con el mequetrefe podemita que tenemos aquí.
Lenin en Vallecas
Decía Mark Twain: "La historia no se repite, pero suena". Lo malo es que a nuestros políticos la historia no les suena nada. Se acerca el centenario de la Revolución Rusa. El año próximo se publicarán libros y se hará alguna película, pero da la impresión de que nadie podrá comprender lo que pasó entonces en nuestro país, en el
que una parte de la izquierda utiliza el lenguaje de aquella revolución reducido hasta el ridículo y una parte de la derecha profetiza que "un fantasma recorre Europa", como decía el Manifiesto del partido Comunista, y que Lenin volverá de nuevo a Madrid, donde por cierto nunca estuvo.
Señalaba H. Taine que "no hay nada más peligroso que una idea general en unas cabezas huecas y estrechas. Como están huecas no se encontrará con ningún conocimiento que la contradiga y como son estrechas enseguida se llenan". Para evitar este peligro será interesante señalar algunas diferencias entre el pasado y el presente.
El mundo en que vivieron Marx y luego Lenin era básicamente rural, con más del 80% de población campesina en Alemania a comienzos del siglo XIX y con una Rusia que poco antes de la revolución había suprimido la servidumbre. Las desigualdades eran enormes en el campo y en las ciudades industriales. En la Inglaterra de Marx las jornadas de trabajo pasaban de las 12 horas. Trabajaban hombres, mujeres y niños. No existían las vacaciones, ni las bajas por enfermedad, el paro, las pensiones, los seguros médicos, ni la educación ni la sanidad públicas. No había luz eléctrica ni agua corriente en los barrios, y las condiciones higiénicas eran tan lamentables que la salud pública mejoró gracias a la bebida masiva de cerveza y té, porque en ellas no había agua contaminada.
Los enfrentamientos de clase eran muy duros, como las condiciones de vida que podemos ver en las novelas de Dickens, o Tolstoi y Dostoievski, para el caso ruso. La Justicia era desigual. Los códigos penales castigaban prioritariamente el robo, y con penas brutales. Existía la prisión por deudas menores y recordemos que Inglaterra fundó Australia como una colonia penal para delincuentes menores: cortesanas, ladronzuelos..., cuyos sucesores hicieron de eses subcontinente un país moderno y no el paraíso de los orates. Europa se asomaba a África y al resto del mundo iniciando su colonización y pasando así a dominar y explotar el planeta.
Marx, los socialistas, comunistas y anarquistas creyeron que este capitalismo se derrumbaría porque la rapacidad de los capitalistas no parecía tener límite. Tenían el capital, el poder político, militar y policial y controlaban la justicia. Y no parecían dispuestos a soltar nada de lo que tenían. Por eso Marx y Lenin pensaron que el poder tendría que ser tomado por la fuerza por parte de un movimiento obrero que se organizase en sindicatos, sustitutos de los viejos gremios, que crearan redes de ayuda mutua y solidaridad con las que solo competían algunas organizaciones religiosas en su ejercicio de la caridad y el socorro de pobres y enfermos.
Los proletarios organizados como partido tendrían que hacer la revolución. Es decir, tomar el poder político y militar, anular todas las leyes e implantar una justicia nueva: la justicia proletaria, que permitiese eliminar o neutralizar los restos del sistema económico, social y político anterior, que se negaría a desaparecer. Parecía muy duro pero sería necesario porque había una guerra de clases y en las guerras rigen leyes diferentes a las de la paz. Rusia consiguió llevar a cabo la primera revolución proletaria con la ayuda prestada por Alemania a Lenin. Los alemanes, en guerra con Rusia, creyeron que así iban a debilitar a su enemigo, pero abrieron la caja de Pandora de la historia del siglo XX. Y es que como reacción y por miedo a la expansión de la revolución bolchevique nacieron los diversos fascismos y el nazismo, que copiaron parte de sus métodos: partido único, destrucción del sistema judicial y creación de las policías políticas, pero para lograr el objetivo contrario: volver al orden y consolidar los privilegios de las clases dominantes, hasta que la II Guerra mundial puso fin a estos regímenes, con alguna excepción.
La revolución rusa creó una economía dirigida, industrializó a un país gigantesco y lo convirtió en una potencia científica y militar mundial, amplió la educación y la cultura y mejoró las condiciones de vida de millones de personas. Pero asfixió la libertad e instauró el dominio de un partido con millones de militantes y de un ejército y una burocracia que se hicieron dueños de todo y aplastaron a la oposición, instaurando un sistema de doble jovenlandesal en el que predicando la igualdad se creó una desigualdad nueva, hasta que su descrédito y las circunstancias geopolíticas mundiales precipitaron su caída.
Si Marx y Lenin volviesen a vivir creerían que un mundo en el que el estado controla 4 de cada 10 euros, en el que existen sistemas de paro, seguros de enfermedad, pensiones, y una educación y sanidad públicas, que pueden claro está ser mejoradas, es algo así como el socialismo, porque además la libertad de opinión y prensa permiten un cierto control del poder político y en la justicia puede ser eficaz y tras*parente. Y es que el capitalismo sobrevivió porque invirtió las tendencias que podrían llevarlo a a su fin, logrando distribuir mejor la queza y haciendo nacer a las clases medias. Y sin necesidad de tomar el poder por la fuerza, porque había nacido una nueva forma de construir el estado, el derecho y la justicia, que por desgracia está dando muy preocupantes pasos hacia atrás.
Marx y Lenin dirían hoy que habría que repensar la revolución , y es que ellos estudiaban mucho. Marx, filósofo y abogado, poseía una gran cultura. Sus libros, como El Capital, son muy densos en sus argumentos y se basan en datos. Lenin también era muy culto, aunque menos que Marx, y dijo una vez que nadie que no leyese la Ciencia de la lógica de Hegel, que es uno de los libros de filosofía más difíciles de leer y entender, podría ser de verdad marxista. Su mundo fue muy duro y muy diferente al nuestro y no se volverá a repetir en su miseria, dureza y crueldad.
Marx y Lenin no eran profesores de universidades en las que estudiar una mala novela titulada Juego de Tronos capacita a algunos para querer tras*formar un país. No creían que la política fuese básicamente un juego en unos medios de comunicación que ni pudieron imaginar por su poder y por su capacidad de hipnotizar a la mayoría de un país. Ellos creían en la ciencia, la política y la cultura. Decía Marx que si la historia se repite la secuela es solo una farsa y en eso se ha convertido la política española desde la izquierda y desde una derecha que delira imaginando un inminente desembarco de ayatolas en Madrid, haciendo pinza con unos venezolanos desesperados porque no tienen ni papel higiénico.
La historia no es un juego ni una broma, es la vida de la gente, y no se debería manipular, como se está haciendo con ella y con la política controlada por algunos líderes de partidos que subordinan todo a su ambición personal, gracias al mundo que nos ofrecen unos medios de comunicación al que se le podría aplicar esta reflexión de Thomas Jefferson, uno de los padres de la Constitución de los EE.UU.: "el hombre que nunca lee un periódico está mejor informado que el que lo lee, porque como no sabe nada está más cerca de la verdad que el que tiene su mente llena de errores y falsedades".