LEGALIZAR LAS drojaS

MOLÓN SAN

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Hay q legalizar las drojas. Aunque no tomo drojas no dejó d reconocer q mi cuerpo es mío, no del gobierno.

Los 17 fardos de hachís enterrados en Doñana junto al presidente Sánchez

Los 17 fardos de hachís enterrados en Doñana junto al presidente Sánchez

LUCAS DE LA CAL
@Lucasdelacal
Actualizado Domingo, 25 agosto 2019 - 01:44
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La insospechada foto del veraneo de Pedro Sánchez no es él paseando por las arenas de Doñana sino la de un alijo de droja a apenas un kilómetro del palacio de Las Marismillas.


Encuentran 530 kilos de hachís en Doñana a un kilómetro de donde veranea Pedro Sánchez
Vacaciones. Sánchez de vacaciones en Doñana... E Iglesias esperando su llamada mientras cambia pañales
Cada calle del barrio agrícola de La Algaida, al norte de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), lleva el nombre de una letra del abecedario. Entre la F y la M hay una cooperativa de hortalizas que en realidad funciona como una guardería de hachís. Una pequeña y discreta nave que esconde en paquetes numerados el cotizado oro neցro que viene de jovenlandia. Los propietarios de la mercancía son un grupo de narcos gaditanos y marroquíes, antes asentados en el Campo de Gibraltar, que trasladaron hace un año su sede a Sanlúcar cuando el ministro Marlaska empezó su efectiva guerra contra los señores de la droja en El Estrecho. Entonces decidieron usar una vieja autopista de agua dulce: el Guadalquivir. Más de 100 kilómetros navegables -hasta Sevilla- con barcos de pesca y lanchas semirrígidas, rodeados de cañaverales, caños de marismas y la tierra arenosa del Parque Nacional de Doñana donde esconder los fardos de hachís.

Hace tres semanas, estos narcos recibieron un gran pedido. Debían llevar un cargamento hasta la localidad sevillana de Isla Mayor. Fueron hasta el puerto de Bonanza y dividieron los paquetes de hachís en dos lanchas. Una saldría de día y otra de noche. La segunda, con 530 kilos a bordo repartidos en 17 fardos, haría una parada forzosa en Doñana, cerca de la zona conocida como La Plancha, donde hay un turístico poblado de chozas levantadas con ramas de árboles que recrea cómo vivían los lugareños en el siglo XIX. El piloto de la embarcación recibió un chivatazo: una patrulla de Vigilancia Aduanera merodeaba por la zona. Entonces decidió adentrarse en el bosque por el camino de la Vereda de Sanlúcar y enterrar el hachís bajo un pino rodeado de lentiscos. No era la primera vez que escondía unos fardos en ese mismo lugar. Pero, esta vez, no volvería a recogerlos como en otras ocasiones.

Viernes, 9 de agosto. El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, empieza sus vacaciones con su mujer y sus dos hijas. Este año han escogido el Palacio de las Marismillas, en Doñana, un enclave propiedad del Estado que también ha servido de refugio vacacional para otros ex presidentes como Adolfo Suárez, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero.

Sánchez llega a Sanlúcar de Barrameda en coche. En la localidad gaditana cruza en barco hasta Doñana. Allí le espera un amplio dispositivo de seguridad a cargo de 18 agentes del Grupo Rural de Seguridad (GRS) de Santa Cruz de Tenerife y de León. Su objetivo es blindar la estancia del presidente y de su familia de curiosos y de los paparazzi que buscan la cotizada foto que abriría las portadas de las revistas este verano. Lo que no saben estos agentes es que su presencia va a suponer un inesperado golpe en los planes de los narcos de la zona.

Como los del grupo que tiene la guardería en La Algaida. Porque aún no han podido recoger el hachís que escondieron en Doñana días antes de que se montara todo el dispositivo de seguridad. Los fardos están enterrados a menos de un kilómetro del palacio donde el presidente en funciones del Gobierno de España disfruta de sus vacaciones. «Ahora no podemos movernos. Como los encuentren, la noticia va dar la vuelta al mundo y vamos a ser el hazmerreír de nuestros colegas. Nadie va a querer trabajar con nosotros», escribe preocupado por Telegram uno de los narcos a otro joven de su banda. Y la historia empieza a correr de boca en boca dentro del submundo de los que mueven el hachís en la costa gaditana.

Martes, 20 de agosto. Pedro Sánchez lleva 11 días aislado en el Palacio de las Marismillas. Únicamente se ha dejado ver volcando algunas palabras en Twitter. No están siendo unas vacaciones tranquilas para él. La crisis del Open Arms, el no acuerdo de investidura con Podemos y el terrible incendio que quema Gran Canaria interrumpen la desconexión que buscaba el líder socialista al escoger ese aislado refugio. Por suerte tiene a los GRS, que, con el apoyo de otros dispositivos de la Guardia Civil de la Comandancia de Cádiz, aprietan la vigilancia en la zona para que no ocurra ningún imprevisto que enturbie más las vacaciones del presidente.


En los últimos meses, después de la alta presión policial en el Campo de Gibraltar, muchos clanes de narcotraficantes han mudado sus operaciones a otras rutas, como la del Guadalquivir, asentándose en la orilla sanluqueña del coto de Doñana. Eso se ha notado en las incautaciones de hachís y en el tránsito de lanchas semirrígidas por esas aguas del Atlántico. Aunque, durante la estancia de Pedro Sánchez, la única noticia destacada al respecto se dio durante la madrugada del pasado lunes, cuando la Agencia Tributaria aprehendió 3.600 kilos de hachís en un pesquero de 14 metros en Sanlúcar.

«Estos días han estado todos acojonados con el despliegue policial. Ninguno sabíamos que iba a venir el presidente», explica a Crónica C., un traficante de la provincia que, junto a su organización, ahora se dedica a dar vuelcos (robar) de droja a otros narcos. Esta semana, durante una comida en un restaurante cerca del puerto de Bonanza, los tres cabecillas de este grupo -liderados por C.- se reunieron para planificar algunos de sus próximos golpes, como el que quieren dar disfrazados de guardias civiles a un traficante de cocaína en Jerez. Pero gran parte de la conversación giró en torno a la anécdota del hachís enterrado al lado del palacio vacacional de Pedro Sánchez.

«Y no son los únicos fardos escondidos por esa zona. Ahora el Guadalquivir está muy tras*itado. Los tipos que enterraron los fardos usan normalmente drones para vigilar al vigilante. Están bien equipados y, aunque la cantidad es pequeña en comparación con lo que se mueve por aquí, algún día tendrán que recoger lo que dejaron aparcado en el parque porque ya tenían al comprador que les había pagado... si no ya irá otra banda a por ello. Todos los que nos dedicamos a esto conocemos la historia porque es muy surrealista», suelta uno de los comensales. «Estos narcos eran de los que pertenecían a grandes clanes en el Campo de Gibraltar, pero cuando vinieron aquí se diversificaron y empezaron a unirse en pequeños grupos con gente de Sanlúcar y de Jerez de la Frontera que conocen bien esta ruta», explica el tercer cabecilla. «Tienen a gente en jovenlandia que les envía el hachís y en este lado de la orilla están unos pocos que lo recogen y lo mueven por el sur de Andalucía, hasta que llega a otro intermediario que ya sube la mercancía más arriba», sentencia.

Los fardos enterrados al lado del palacio en el que veranea el presidente del Gobierno en funciones salieron del norte de jovenlandia, de las aldeas de la cordillera montañosa entre el Parque Nacional de Talassemtane y la región de Ketama (hoy Issaguen), donde suelen ser las mujeres, esposas de los campesinos que cultivan el cannabis, las que envuelven los fardos con celofán y cinta aislante. Manufacturan en fincas, desde donde los tras*portistas se llevan el hachís hasta las playas de pueblos pesqueros como Jebda. En la arena esperan los cargueros, chavales que suben los paquetes en las gomas (lanchas). También el aguador (el encargado de avisar si hay Policía), el piloto que lleva el hachís hasta España; los jóvenes que descargan ya en la orilla española los fardos y los introducen en vehículos Land Cruiser; y el conductor que lleva la droja hasta las guarderías, como la de La Algaida en Sanlúcar.


El dispositivo del Grupo Rural de Seguridad que lo protegió estas vacaciones.PEPE CONTRERAS
Ahora, tanto los delincuentes como quien los persigue (Policía Nacional y Guardia Civil), coinciden en que la ruta del Guadalquivir vuelve a crecer. «Es una ruta que nunca se ha dejado de utilizar, pero no paran de aumentar los pases de droja y de embarcaciones. El incremento de la presión en el Campo de Gibraltar ha hecho que se desvíe a otras zonas, como la desembocadura del Guadalquivir y la zona de Huelva también. Además, en el río han montado infraestructuras en todos sus márgenes que dificultan nuestro trabajo», afirma José Encinas, portavoz de la Asociación Unificada de Guardias Civiles en Cádiz.

ALIJOS CADA VEZ MÁS LEJOS

Los agentes de Vigilancia Aduanera que patrullan por el Guadalquivir aseguran que las lanchas salen normalmente del puerto de Bonanza y que han llegado a pillar estos alijos en localidades andaluzas más lejanas como Brazo de la Torre, Trebujena o Lebrija. En la zona, la Guardia Civil cuenta con la ayuda del Sistema Integral de Vigilancia Exterior (SIVE) para detectar los pases de hachís. En cambio, los narcos aprovechan la gran afluencia de barcos en la zona para camuflarse entre ellos ante la dificultad de registrarlos a todos. «Además, se conocen todos los ramales de Doñana. Y la zona de cañaverales nos impide muchas veces el seguimiento y para no perderlos necesitamos helicópteros», añaden los agentes.

Hace unos meses, fue un narco, H., el que, durante una conversación con este suplemento, puso por primera vez el nombre de Doñana como nuevo almacén donde se está escondiendo el hachís. Lleva casi dos décadas trabajando para los grandes narcos del Estrecho. Su jefe era Anselmo Sevillano Amaya, detenido en 2011 en Estepona («uno de los mayores traficantes de hachís de Europa», dijo entonces la Policía). Poco después empezó a descargar para otro reputado narco, Ferramache (José Manuel Canela Vázquez), que huyó de España en 2013 cuando se encontraba en tercer grado penitenciario. Meses más tarde, se convirtió en uno de los expertos pilotos de goma de Yeyo (Sergio jovenlandesa Carrasco), fugado en helicóptero en noviembre de 2017 cuando la UCO dio un duro golpe a su organización. «El Yeyo fue el primero en meterse en Doñana», contaba H., asegurando que algunos fardos acababan bajo los campos de arroz del paraje natural.

Otro narco -éste de Málaga, ya retirado- vinculaba también el uso de las naves de Doñana para almacenar hachís con el empobrecimiento de los agricultores de la zona. «Les están poniendo problemas para cultivar porque tienen varias denuncias de los ecologistas que dicen que sus cultivos son ilegales. Y luego está el tema de la falta de agua. Por eso a muchos les cuesta rechazar unos miles de euros por guardar unos kilos de hachís en sus naves agrícolas».


La fijación de Doñana como punto de referencia para esconder la droja se incrementó a medida que el Plan Especial de Seguridad del Campo de Gibraltar, impulsado hace un año por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, empezaba a funcionar sobre todo en La Línea de la Concepción. Se multiplicaron los dispositivos policiales (un 77,8% más de operaciones antidroga, según Interior) y las detenciones. Por primera vez los narcos del Estrecho empezaron a tener miedo. Más de 12 meses después de que el plan entrara en vigor, el ministro Marlaska saca pecho por los buenos resultados: 4.852 detenciones de personas vinculadas al narcotráfico, 149 toneladas de droja decomisadas (143,1 toneladas de hachís; 5,4 de cocaína; 500 kilos de heroína y 108 de marihuana) y 2.761.000 euros, y 133 embarcaciones incautadas.

«Nos están mandando a unos a la guandoca, a otros al paro y al resto a buscarnos la vida a otras ciudades donde podamos trabajar más tranquilos», protesta Lolo, un treintañero de La Línea que lleva descargando hachís desde que era menor de edad. «De lo que no se dan cuenta es de que el problema está en que la gente, nuestros padres, hermanos y vecinos, se han educado viendo con normalidad que los chavales nos dediquemos a esto. La gente lo tolera, incluso nos ayuda. Hasta que el Gobierno de turno no monte otras salidas laborales y cambie esa concepción de que trapichear con droja es una buena forma de ganarse la vida, por mucha Policía que venga nunca van a parar este negocio».

NARCOS AL PARO

Ahora, muchos de estos jóvenes como Lolo ponen su mirilla laboral -la del narcotráfico- en la zona del Guadalquivir. En localidades como Sanlúcar, muchos de los peones de este negocio (pilotos de goma y los que cargan y descargan) han montado su infraestructura. Los peces rellenitos, cabecillas de antiguos clanes del Estrecho, ya desmantelados algunos, se han instalado algo más lejos de los focos y del agua en buenos apartamentos o chalets en Jerez.

Estos días todos ellos cuchichean sobre la anécdota de los narcos con los fardos enterrados en Doñana al lado del Palacio de las Marismillas. Su último inquilino, Pedro Sánchez, viajó el miércoles a Gran Canaria para contemplar el horror dejado tras el incendio. Ese día los 17 fardos de hachís seguían allí. Seguramente no estarán enterrados mucho más tiempo.

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Estoy en contra de las drojas, pero bueno allá cada cual con su vida mientras no aguante a los demás.
Y creo que la ilegalización causa más problemas de los que soluciona
 
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