Laudate Deum o el nuevo dogma climático

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Clima climático frente a catolicismo machacón: dos religiones viéndoselas cara a cara... ¿quién ganará?


CAMBIO CLIMÁTICO
Laudate Deum o el nuevo dogma climático

Fernando del Pino alopécico-Sotelo

17 de octubre de 2023

Tras quince años estudiando y escribiendo sobre el cambio climático (antes, calentamiento global), he llegado a varias conclusiones. Primero, la ciencia actual no es aún capaz de comprender los entresijos del clima, un sistema multifactorial, no lineal, complejo y caótico, por lo que la demonización del CO2 y las afirmaciones y atribuciones rotundas no son más que propaganda pseudocientífica. Segundo, económicamente estamos ante la mayor estafa de la Historia y, políticamente, ante un intento de subvertir el orden político-económico occidental mediante el miedo a unos apocalipsis inventados. Tercero, más allá de esta agenda de poder subyace una ideología anti humanista y ferozmente anticristiana. De ahí mi pesar al leer la exhortación apostólica Laudate Deum del papa Francisco sobre una “crisis climática” completamente inexistente donde se asegura que “ya no se puede dudar del origen humano del cambio climático” (n.11). ¿Qué es este documento magisterial de la Iglesia Católica, a la que pertenezco?

Laudate Deum es un breve texto complementario de la encíclica Laudato Si, publicada en 2015, sobre la que escribí un capítulo en el libro-comentario de la Biblioteca de Autores Cristianos en el que participaron varios cardenales (entre ellos, Müller), obispos y sacerdotes[1]. En aquel capítulo, que titulé La Sombra de Galileo por razones obvias, no oculté mi inquietud por varios aspectos de la encíclica. Pues bien, si Laudato Si me produjo una viva inquietud, la lectura de Laudate Deum me ha causado una gran alarma.

La exhortación prácticamente no habla de Dios: de 73 puntos, sólo se le menciona en siete, y las escasas cinco citas bíblicas parecen introducidas con calzador. De hecho, podría decirse que se trata de una exhortación política más que apostólica, con un lenguaje más próximo a un informe de la ONU que a un documento magisterial de la Iglesia. Asimismo, de las 44 citas a pie de página, 27 corresponden al papa Francisco citándose a sí mismo y 9 a fuentes científicas, casi todas de la agencia climática de la ONU (IPCC). De hecho, más allá de una referencia a un discurso de Pablo VI sacado de contexto, no hay citas de Magisterio precedente.

Finalmente, se trata de un texto repleto de discutibles detalles técnicos que toma partido en controversias científicas, repite de forma acrítica los eslóganes y letanías catastrofistas de los profetas de calamidades y puede generar confusión sobre el papel relativo del ser humano en la Creación. Por ello, como hijo de la Iglesia, con lealtad filial y, por eso precisamente, con obediencia a la verdad, me siento obligado a realizar una serie de consideraciones.

Cuestionables afirmaciones científicas

Laudato Si afirmaba que “sobre muchas cuestiones concretas la Iglesia no tiene por qué proponer una palabra definitiva” (LS 61) ni “definir las cuestiones científicas” (LS 188). En efecto, la Revelación divina “no implica en sí misma una teoría científica particular, [puesto que] la asistencia del Espíritu Santo en ningún caso se presta a garantizar explicaciones relativas a la constitución física de la realidad”[2] . Por eso, “la Iglesia, con su doctrina social, no entra en cuestiones técnicas”[3]. Entonces, ¿cómo puede afirmar categóricamente Laudate Deum que “ya no se puede dudar del origen humano del cambio climático” (n.11)?

En efecto, la primera parte de la exhortación (n.1-19) realiza un elevado número de rotundas afirmaciones asumiendo un grado de certeza que no tienen ni los propios científicos. Por ejemplo, cuando dice que “sabemos” que cada vez que aumente la temperatura en 0,5°C aumentarán ciertos fenómenos extremos (n.5), da categoría de certeza a meras predicciones de modelos de ordenador que tienen un pobre historial de predicción y no están soportadas por la evidencia empírica.

Además, la exhortación se basa casi únicamente en el IPCC de la ONU, “una de las mayores fuentes de desinformación” de la “pseudociencia” del cambio climático, en palabras del Premio Nobel de Física del 2022, John Clauser[4]. Como he explicado en otros lugares, esta institución es uno de los principales símbolos de la corrupción de la ciencia, dominada por una agenda de poder globalista que tanto Laudato Si como su continuación parecen ignorar.

Laudate Deum trata de la “crisis climática” dando por sentado que tal cosa existe. Sin embargo, más de 1.800 científicos (entre ellos dos premios Nobel de Física) se han unido a la Declaración del Clima Mundial, que niega la existencia de ninguna emergencia climática y denuncia la evidente injerencia de la política en la ciencia del clima[5] a la vez que reconoce las enormes limitaciones de los imprecisos modelos de predicción en los que se basan las predicciones climáticas, en abierto contraste con la credulidad de Laudate Deum.

Por otro lado, al contrastar una “abrumadora mayoría” de científicos con el “ínfimo porcentaje de ellos que intenta negar esta evidencia” (¿desde cuándo la ciencia o la verdad se decide por mayoría?) la exhortación toma partido despreciando a los que cuestionan “la evidencia” (n.13). Idéntica actitud adoptó la Academia Pontificia de Ciencias cuando se negó a escuchar a la multitud de científicos escépticos antes de Laudato Si[6] a pesar de que la propia encíclica defendía que “la Iglesia debe escuchar y promover un debate honesto entre los científicos, respetando la diversidad de opiniones” (LS 61). No lo ha hecho. Claro está, la propia Laudato Si se contradecía al acusar de actitudes obstruccionistas a los que “niegan el problema” (LS 14).

Laudate Deum utiliza asimismo un lenguaje alarmista y sensacionalista extraño al rigor y serenidad al que nos tiene acostumbrado el Magisterio. Así, afirma que el mundo “se va desmoronando y quizá acercándose a un punto de quiebre” (n.2) y que “la posibilidad de llegar a un punto crítico es real (…). De allí no se regresa” (n.17). Sin embargo, incluso científicos alejados de toda sospecha reconocen que este supuesto punto de no retorno (tipping point) es especulativo o no existe[7]. En realidad, se trata de un arma propagandística destinada a generar un sentimiento de urgencia en la toma de medidas políticas. De hecho, dicho punto “de no retorno” se va retrasando conforme las fechas pasan y el apocalipsis no llega.

La exhortación afirma que “los signos de cambio climático están ahí” y que “nadie puede ignorar que en los últimos años hemos sido testigos de fenómenos extremos” (n. 5). Sin embargo, no podemos notar los signos de un cambio climático, que sigue escalas de tiempo de siglos o milenios, por lo que es inentendible que afirme que “basta una sola generación” (n.6) para constatar dichos cambios o considere “períodos largos” a “décadas” (n.8).
Así, Laudate Deum defiende que el aumento del nivel del mar “puede ser fácilmente percibido por una persona a lo largo de su vida, y probablemente en pocos años muchas poblaciones deberán trasladar sus hogares” (n.6). En realidad, desde el mínimo de la última glaciación hace 20.000 años, el nivel de los mares ha aumentado cerca de 120 metros, pero en las últimas décadas aumenta entre 1-2 mm por año (según los mareógrafos) y unos 3mm al año (según los satélites)[8]. En cualquier caso, el propio IPCC estima un rango inferior de crecimiento de 10 cm de aquí al 2050 y un aumento “más incierto” para después[9], cifras irrisorias que no llevarán a nadie a trasladar sus hogares “en los próximos años”. Baste recordar que la primera predicción de que los mares iban a cubrir las Islas Maldivas data de 1988 y daba un plazo de 30 años para su desaparición bajo las aguas[10]. El plazo se cumplió; la predicción, no. Quizá por ello los grandes promotores de la ideología del cambio climático (Obama, etc.) han adquirido mansiones al borde mismo del mar.

En segundo lugar, tampoco han aumentado sensiblemente los fenómenos extremos. En su Quinto Informe (AR5) el propio IPCC reconocía que “no hay una tendencia significativa de la frecuencia de huracanes en el último siglo (…), ni evidencia respecto al signo de la tendencia de las inundaciones a nivel global (…), ni suficiente evidencia respecto a la tendencia observada en sequías a nivel global desde mediados del s. XX”[11]. Las series históricas avalan estas afirmaciones[12]. En su último informe (AR6), el IPCC ha intentado acentuar su alarmismo, pero sigue manteniendo, por ejemplo, su “baja confianza” en la atribución de sequías a la acción humana en la inmensa mayoría de las regiones del globo citando estudios que “muestran su desacuerdo con la atribución antrópica” de las mismas[13], al contrario de lo que hace Laudate Deum repetidas veces.

Esta exhortación menciona el típico alarmismo del “derretimiento de los polos” (n.16) aludiendo a un posible escenario de “total” derretimiento del hielo de Groenlandia y de buena parte de la Antártida (n.5), aunque el propio párrafo del IPCC que cita Laudate Deum otorga a este escenario una “evidencia limitada” (el grado más bajo de evidencia), dato que la exhortación omite. En realidad, el hielo de Groenlandia (10% del total del planeta) es hoy superior a la media histórica[14] y parece que su ligera disminución en la década anterior se habría debido a causas naturales[15]. El hielo continental de la Antártida, reservorio del 90% del hielo del planeta, se mantiene bastante estable[16] al igual que el hielo flotante que rodea el continente antártico[17], que, tras su máximo de los últimos 40 años alcanzado en 2014, es hoy similar al que había en 1966[18]. La NASA estima que, como mucho, la Antártida está perdiendo un 0,0005% de hielo cada año[19] con lo que tardaría unos 200.000 años en derretirse, aunque con una temperatura media de -57°C y sin haber sufrido calentamiento alguno en los últimos 70 años[20] dudo que tengamos que preocuparnos. Finalmente, el hielo del Ártico supone menos de una milésima parte del hielo del planeta y además flota, por lo que su derretimiento no afectaría al nivel de los mares (principio de Arquímedes), mientras los glaciares, mencionados dos veces en esta exhortación, sólo suponen cuatro milésimas del hielo del planeta.

La exigencia de rigor del Magisterio

El rigor exigible a un documento magisterial no resulta compatible con afirmaciones imprecisas y carentes de toda evidencia factual. Es el caso de Laudate Deum cuando defiende que “millones de personas pierden su empleo debido al cambio climático” y que “el aumento del nivel del mar, las sequías y muchos otros fenómenos han dejado a mucha gente a la deriva” (n.10). En sentido opuesto, y sin aportar ningún dato, el documento defiende que la tras*ición hacia formas renovables de energía es capaz de generar “innumerables puestos de trabajo”. Más bien ocurrirá lo contrario, pues las energías renovables son ineficientes, caras e intermitentes y encarecen enormemente la factura eléctrica al exigir una duplicación del sistema de generación con fuentes térmicas tradicionales para suplir las horas del día en que no sopla el viento y no luce el sol.

Aunque no deje de causar perplejidad la naturaleza político-científica de Laudate Deum, la misma forma atropellada de dar datos apunta a que este documento se ha realizado con precipitación y sin las debidas correcciones, probablemente por querer adelantarse a la próxima cumbre climática (COP 28) en noviembre. No sería la primera vez, pues el momento elegido para publicar Laudato Si fue pocos meses antes de la Cumbre del Clima de París.

Por ejemplo, Laudate Deum afirma que “la concentración de gases invernadero (…) se mantuvo estable hasta el s. XIX, por debajo de las 300 ppm” (n.11). No se trata de los gases invernadero en general, sino sólo del CO2 (el mayor gas de efecto invernadero, con gran diferencia, es el vapor de agua). En cuanto a su estabilidad, en los últimos 800.000 años y hasta 1960 osciló aproximadamente entre 180 y 300 ppm. Hoy es de alrededor de 400 ppm o sólo el 0,04% de la atmósfera (por eso se denomina gas residual), pero hace 500 millones de años se estima que era hasta 20 veces superior al nivel de hoy[21]. Otro ejemplo es que, tras afirmar que el calentamiento en el último medio siglo ha sido de 0,15 grados centígrados por década (¿cómo van a notarse lo cambios en una generación?), dice que “a este ritmo” en posible que en diez años suba 0,4 grados centígrados más (n.12). Asimismo, la afirmación de que las erupciones volcánicas suelen provocar calentamiento (n.14) resulta chocante, pues suelen provocar un enfriamiento de la atmósfera,[22] como lo es la acientífica alusión a “poblaciones arrasadas por maremotos” también causados, según Laudate Deum, por el calentamiento global y no por el movimiento de placas tectónicas (n.7).

Finalmente, la exhortación también alerta sobre “la deforestación en las selvas tropicales” (n.17) a pesar de que los datos desmienten todo alarmismo. La masa forestal del planeta parece haber aumentado en los últimos 40 años[23] en parte gracias al aumento de CO2, alimento por antonomasia de plantas y árboles, fuente de vida en el planeta que, lamentablemente, Laudate Deum (como hiciera Laudato Si) tilda de contaminante (n.9). El CO2, ¿contaminante? Esto es, en palabras de un científico, “un abuso del lenguaje, de la lógica y de la ciencia”.[24] En cuanto a los bosques “tropicales”, la deforestación es inferior al 0,5% anual[25] y en parte se debe al loable objetivo de abrir espacios para la agricultura.
 
Lo subo.

El papa consagra la alarma del cambio climático en la extensión de su encíclica

 
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