Opinión | Las reuniones secretas en Bélgica y el pacto por la amnistía
Mientras aquí en España todos seguimos colgados de la brocha mirando al techo y esperando que alguien nos diga si tenemos investidura o tenemos...
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En mi molesta opinión
Las reuniones secretas en Bélgica y el pacto por la amnistía
JOSÉ LUIS ROIG
OPINIÓN 04.10.2023 - 04:30h
Las reuniones secretas en Bélgica y el pacto por la amnistía
EFE
Mientras aquí en España todos seguimos colgados de la brocha mirando al techo y esperando que alguien nos diga si tenemos investidura o tenemos elecciones, Pedro Sánchez ya ha hecho sus deberes y ha cerrado su acuerdo más importante con Carles Puigdemont, el líder de Junts. Un acuerdo con el independentismo que incluye la amnistía recalentada en términos como “'alivio penal' o en los que decida improvisar Moncloa y el Tribunal Constitucional. Pero no habrá ningún referéndum por escrito, sólo buenas palabras de futuro sobre una lejana y potencial consulta.
La discreción, que es enemiga de la tras*parencia, sin embargo, es necesaria en estos casos en los que la opinión pública y la publicada pueden tensar y dar al traste con la negociación, según los propios intermediarios. De ahí que la clave, según ellos, está en la fórmula de "discreción en las conversaciones, publicidad en los acuerdos". Una vez que la vicepresidenta en funciones, Yolanda Díaz, se fue a Waterloo a 'masajear' a Puigdemont como gesto de cordialidad exigido por el propio expresidente catalán y con el discreto beneplácito de Sánchez, quedaron inauguradas las conversaciones de ambos partidos: Junts y PSOE.
Los equipos de negociación se pusieron a trabajar en Madrid y Barcelona para alcanzar los acuerdos necesarios que incluyen también el apoyo a los futuros Presupuestos. Aunque ambas partes se necesitan mutuamente, Puigdemont ha demostrado tener un especial interés para que todo salga bien y el tema del referéndum no estropee un buen plan. Mientras, Pere Aragonés fingía dureza a la hora de exigir una consulta, el expresident en Waterloo templaba gaitas mostrando una actitud menos radical ante esta cuestión, pero no ante la amnistía que es lo que le preocupa realmente. A él y a los cerca de dos mil encausados por el 'procès'.
Mientras esto sucedía, Núñez Feijóo andaba recomponiendo su figura y calentando la voz para su investidura fallida. Los socialistas, sin embargo, simulaban quejarse por la perdida de tiempo pero aprovechaban el 'impasse' del PP para adelantar trabajo y acelerar la única vía que hoy día puede prosperar: una nueva investidura de izquierda y extrema izquierda con todos los socios de la anterior legislatura, más el imprescindible apoyo de JuntsXCat, que junto a PNV son los únicos 'socios' reconocidos de derechas.
Hace quince días, el acuerdo entre Junts y PSOE estaba definido y perfilado. Sólo faltaba que los responsables de ambas partes lo confirmaran y lo sellaran. Sánchez no podía ser la persona indicada porque no puede fotografiarse con Puigdemont en estas circunstancias, ni tampoco puede mancharse políticamente ni correr riesgos. Había que delegar en el máximo negociador, Félix Bolaños, que reporta sólo al presidente. Ahora quedaba el detalle no menor de acordar un punto de encuentro para esta crucial cita, alejado de las miradas de la 'maldita' prensa, esa que sólo es buena cuando hace lo que le indica la voz de su amo.
Por fin consiguen ponerse de acuerdo en el lugar idóneo. Carles Puigdemont exige un 'campo' neutral. Al final se acepta que la reunión secreta se celebre en Bruselas, en la embajada de Colombia en Bélgica. Nadie debe enterarse. El Gobierno en funciones se pone en contacto con el presidente, Gustavo Petro, buen amigo de Sánchez, que se muestra dispuesto y encantado. Puigdemont también lo está, incluso propone que Petro sea de algún modo el verificador del acuerdo, la nueva versión del no aceptado 'relator', porque no acaban de fiarse de Sánchez. Por fin, la pasada semana llega el día del encuentro. Por vez primera se ven las caras en la Avenue Franklin Roosevelt, donde está la embajada de Colombia y la casa del embajador. Al encuentro acuden los dos hombres fuertes de Junts y PSOE: Carles Puigdemont y Félix Bolaños, que va acompañado del ministro de Exteriores, José Manuel Albares.
Todo sucede como está previsto. La prensa no se entera y el acuerdo se firma. Ahora sólo falta que ambos sepan escenificar el pacto y ofrezcan un relato creíble al electorado. Urge que la amnistía suene más a concordia que a chantaje o a chanchullo entre políticos. Pero eso es solo el comienzo. Falta también otra manera de llamar al referéndum que ahora piden Junts y ERC. ¿Eso significa que corre peligro la investidura? Para nada. El rodaballo está atado y bien atado. Los intereses comunes de las partes, también; principalmente Junts, ya que ERC es un 'viejo' socio del Gobierno y acabarán haciendo lo que le pidan en Moncloa.
Todo se mueve desde la apariencia para que la tensión y el engaño al respetable -los ciudadanos- no decaiga. Se empieza con Oriol Junqueras viajando a Madrid para anunciar cerca del Congreso en castellano y sin pinganillos que la "amnistía ya forma parte del acuerdo". Lo repiten hasta la saciedad el coro de la prensa amiga, que traga con todo lo que le echen. Esto es pan comido. Ahora hay que aparentar una vuelta de tuerca. Para que la situación resulte definitiva y se acepte con normalidad, debemos utilizar el recurso de hablar de otro problema más grave que solape a este, por ejemplo: 'el referéndum'. De este modo, todos empiezan a preocuparse por una consulta y sin darse cuenta ya dan por hecho que la amnistía es algo obvio y que en todo caso lo que hay que discutir es el problema del referéndum, pero ya no de la amnistía.
Es el truco de liar al votante mostrándole con la otra mano algo que le distraiga del problema anterior. Tanto al PSOE como a los independentistas les conviene reflejar cierta tensión y confrontación artificial. A los de Junts y ERC para aparentar que son duros con Sánchez y que de verdad aprietan -apreteu, apreteu-. Cuando en el fondo los dos partidos catalanes se mueren de ganas de pactar con el sanchismo español. El problema real que tienen es que la independencia es un acto fallido que no mejorará durante lustros pero ningún político catalán se atreve a decírselo a la cara a los miles de independentistas que aún sueñan con esa quimera.
Para Sánchez el artificio también es útil y rentable. El PSOE necesita aparentar que no se rebaja ni claudica a las primeras de cambio ante los soberanistas por la necesidad que tiene de sus votos. Sí, se rebaja ante la amnistía, pero no ante el referéndum. Y luego nos dirán que la amnistía es por el bien común, no por el bien de los separatistas y de algunos gobernantes, sino de todos los españoles. El problema que nadie acaba de entender es por qué se toman tantas molestias unos y otros para disimular y ocultar lo que ya todo el mundo sabe, y encima parece que a nadie le importa demasiado, al menos por ahora.
Romper las negociaciones no es una opción ni para Junts ni para el PSOE, por la cuenta que les trae. Ambos tienen mucho interés en que el 'negocio' salga bien: Sánchez se juega la investidura; Puigdemont volver a Cataluña como 'triunfador' y sin necesidad de purgar ante la Justicia, quedando como el listo que se fue a Bruselas a comer mejillones a costa del erario público. Que sí, que la vida en Bélgica es muy dura, pero más duros son los cuatro años que se 'comió' Oriol Junqueras en prisión. Puigdemont volverá en plan Tarradellas, con menos solera pero más orgullo.
Como dice Roy Batty en la película 'Blade Runner’: "He visto cosas que vosotros no os creeríais". Por ejemplo, he visto o veré en breve a políticos amnistiando y favoreciendo a otros políticos para que no tengan que responder ante la Justicia, y así recibir a cambio sus votos para mantenerse en el poder. Lo malo es que nuestros lamentos también se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.
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