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La "doctrina secreta" de los "Arios" de la pitonisa rusa Madame Blavatsky
A finales del siglo XIX van a surgir en el mundo occidental una serie de grupos de signo ocultista que dejarán la clandestinidad y que tendrán una gran influencia en la vida y la política de la sociedad.
Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891) será una de las principales figuras en esta corriente esotérica. Aristócrata rusa de origen germano, sus extravagantes ideas inspirarán la doctrina Teosófica que tanta influencia tendrá en la élite cultural del NSDAP (Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes). Muchos jerarcas del régimen hitleriano eran teósofos confesos. Esta corriente sería la base e inspiración en el s. XX del movimiento de la “Nueva Era”. La vida de Helena caracterizaría por la estafa y el engaño destinados a crearse una reputación de maestra espiritual que la permitiera aprovecharse de la ingenuidad de los demás.
Helena desde muy pequeña se mostró interesada en el esoterismo, leyendo algunas obras de la biblioteca personal de su bisabuelo que había sido iniciado en la masonería a finales del s. XVIII. En su casa natal llegó a tener experiencias en estado de trance con lo que ella llamaba “espíritus”.
A los 16 años, y para ganar una apuesta, sedujo a un general del ejército de más de 40 años llamado Nikifor Blavatsky de quien tomaría el apellido. El objetivo de Helena con esta boda era conseguir la independencia de sus padres, pero nunca consumó su unión marital debido a que ella tenía una anomalía sensual en el útero que la impedía mantener relaciones con un hombre.
No obstante su obra principal será La doctrina secreta (1888), libro que será la base de la New Age y que está repleta de teorías relacionadas más o menos indirectamente con el hinduismo. La obra tiene un carácter marcadamente antisemítico y anticristiano. En ella llegará a afirmar que el verdadero dios era Satanás (Baal) auténtico benefactor de la humanidad, y que el dios del Antiguo Testamento, conocido por Jehová no era otro que Caín, el primer malo.
Blavatsky sostenía haber recibido una revelación sobre la existencia de una antiquísima civilización que habría florecido en lo que hoy es el desierto de Gobi, pero que lo habría tenido que abandonar para vivir en misteriosos reinos subterraneos.
En esta voluminosa obra de pesada lectura, describe la evolución humana como una caída desde el estado de gracia divina inicial al materialismo actual. Este proceso evolutivo se realizaría en siete épocas, de las cuales cinco ya habrían sucedió, mientras que las otras dos estarían por llegar. En cada una de estas épocas el ser humano progresaría en una serie de razas, siendo una de ellas la dominante, base de las razas de la siguiente época.
En la primera época, denominada polar, se iniciaría la evolución humana. La tierra permanecería en estado ígneo mientras que la atmósfera era gaseosa. De estas sustancias, los Señores de la forma construirían el primer hombre de cuerpo mineral. En la época hiperbórea el hombre pasaría por el estado vegetal, pues tenía entonces un cuerpo denso y uno vital y una consciencia semejante a la del sueño. En aquel entonces el hombre era bisexual y hermafrodita. La tercera época es la lemúrica. En ella unos arcángeles o “Señores de la mente” ayudarían al nacimiento de la individualidad. La fuerza sensual construiría el cerebro para la expresión del pensamiento. Los neցros y las razas salvajes de pelo duro y motoso se formarían en esta época.
En la cuarta época o Atlante se desarrollarían las siete razas en las que se dividirá el género humano. Todas ellas habitarían un supuesto continente, hoy desaparecido, denominado la Atlántida. Las seis primeras serían los Rmoahals, los Tlavatls, los Toltecas, los Turanios, los Acadios y los Mongoles. Para Blavatsky estas razas habrían mantenido relaciones promiscuas con animales dando origen a los atlantes, una especie de monos gigantes sin sentido en el plano intelectual. La séptima raza la formarían los arios quienes se mantendrían puros y por inspiración divina llegarían a dominar el mundo en oposición a cristianos y judíos.
Cada una de las seis razas inferiores evolucionaría mediante mutaciones naturales. La raza aria, en cambio, se tras*formaría en superhombres por un salto repentino destinado a dotarlos de las facultades necesarias para vivir en un mundo post-diluviano.
Y bla, bla, bla, bla...
La revista de ocultismo Ostara como raíces ideológicas del Tercer Reich.
Adolf Hitler era un gran lector, leía de todo, aunque desordenado, fragmentario y sin método. Lo que más le gustaba leer eran obras históricas, militares, biográficas y en especial las novelas del Oeste de Karl May. En sus lecturas buscaba ratificar sus convicciones. Dar forma a su particular visión del mundo, que se resume en tres ideas:
- La vida era una lucha continua en la que solo sobrevivía el más fuerte.
- La raza aria era superior a las demás, y
- El judaísmo buscaba corromperla.
Durante su juventud en la que quiso ser pintor y fue rechazada su admisión en la Academia de Bellas Artes de Viena, pasó varios años en ésta ciudad sin oficio fijo y viviendo en habitaciones alquiladas o durmiendo en albergues. Tuvo mucho tiempo para pensar, pasear, oír música y, sobre todo, leer.
Entre sus lecturas favoritas se hallaba la revista Ostara. El director de la publicación manifestó que el joven Hitler le había visitado en la redacción allá por 1909 para pedirle algunos números atrasados. La revista fue fundada en 1905 por Jörg Lanz von Liebenfels, un ex-monje cisterciense. Tomaba el nombre de una antigua divinidad germánica de la primavera.
En su revista, Jörg publicó teorías antisemitas. Antes de su fundación, en 1904, publicó su libro Teozoología en el cual abogaba por la esterilización de los enfermos y de las “razas inferiores” y glorificaba la “raza aria” como personas diosas. Lanz justificaba su ideología racial intentando darle una base bíblica. Según él, Eva, a quien describe como un ser divino, se involucró con un malo y dio a luz a las “razas inferiores”. Esto llevó a que las mujeres rubias fueran atraidas ante todo por los “hombres oscuros”, algo que solo podía ser detenido por el “desmestizaje racial” por lo que los “humanos arios-cristianos” podían “una vez más gobernar a las bestias humanas de piel oscura” y, finalmente, alcanzar la “divinidad”.
Desde la revista, que tenía una perspectiva racista y antiliberal, se criticaba las debilidades de la monarquía de los Habsburgo y advertía del peligro que representaban para los arios las “razas inferiores”. Es decir, casi todas las demás. Además, uno de los ganchos que utilizaba para los estudiantes púberes, eran los relatos de corte casi pronográfico en los que hermosas rubias caían en las garras de libidinosos “oscuros”. Así se refería Ostara a los neցros, a los eslavos y a los judíos, retratados como taimados y simiescos seres que, llevados por su voraz apetito sensual, anhelaban contaminar la pura sangre aria. Detrás de esta publicación se hallaba el Ordo Novi Templi, una secta iniciática de vaga inspiración templaria fundada por el propio Liebenfels.
Revistas como la descrita no solo florecían en Austria, donde los de etnia germana se sentían amenazados por el creciente número de eslavos y judíos que formaban parte del Imperio, sino también en Alemania. Estas revistas servían de medio de expresión a las numerosas sociedades de signo ultranacionalista que crecían en ambos países, y que defendían la unión de todos los germánicos en un solo estado, la denominada Gran Alemania.
La mayoría de estas sociedades estaban formadas por grupos extremistas que combinaban, a partes iguales, racismo y antisemitismo, teosofía y ocultismo, dando lugar a lo que se ha dado en llamar arisofía. Esta corriente propugnaba la vuelta a un supuestamente glorioso y pagano pasado ario, de la mano de líderes carismáticos dotados de poderes ocultos.
La graduación militar de Hitler en la Primera guerra mundial fue cabo
A finales del siglo XIX van a surgir en el mundo occidental una serie de grupos de signo ocultista que dejarán la clandestinidad y que tendrán una gran influencia en la vida y la política de la sociedad.
Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891) será una de las principales figuras en esta corriente esotérica. Aristócrata rusa de origen germano, sus extravagantes ideas inspirarán la doctrina Teosófica que tanta influencia tendrá en la élite cultural del NSDAP (Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes). Muchos jerarcas del régimen hitleriano eran teósofos confesos. Esta corriente sería la base e inspiración en el s. XX del movimiento de la “Nueva Era”. La vida de Helena caracterizaría por la estafa y el engaño destinados a crearse una reputación de maestra espiritual que la permitiera aprovecharse de la ingenuidad de los demás.
Helena desde muy pequeña se mostró interesada en el esoterismo, leyendo algunas obras de la biblioteca personal de su bisabuelo que había sido iniciado en la masonería a finales del s. XVIII. En su casa natal llegó a tener experiencias en estado de trance con lo que ella llamaba “espíritus”.
A los 16 años, y para ganar una apuesta, sedujo a un general del ejército de más de 40 años llamado Nikifor Blavatsky de quien tomaría el apellido. El objetivo de Helena con esta boda era conseguir la independencia de sus padres, pero nunca consumó su unión marital debido a que ella tenía una anomalía sensual en el útero que la impedía mantener relaciones con un hombre.
No obstante su obra principal será La doctrina secreta (1888), libro que será la base de la New Age y que está repleta de teorías relacionadas más o menos indirectamente con el hinduismo. La obra tiene un carácter marcadamente antisemítico y anticristiano. En ella llegará a afirmar que el verdadero dios era Satanás (Baal) auténtico benefactor de la humanidad, y que el dios del Antiguo Testamento, conocido por Jehová no era otro que Caín, el primer malo.
Blavatsky sostenía haber recibido una revelación sobre la existencia de una antiquísima civilización que habría florecido en lo que hoy es el desierto de Gobi, pero que lo habría tenido que abandonar para vivir en misteriosos reinos subterraneos.
En esta voluminosa obra de pesada lectura, describe la evolución humana como una caída desde el estado de gracia divina inicial al materialismo actual. Este proceso evolutivo se realizaría en siete épocas, de las cuales cinco ya habrían sucedió, mientras que las otras dos estarían por llegar. En cada una de estas épocas el ser humano progresaría en una serie de razas, siendo una de ellas la dominante, base de las razas de la siguiente época.
En la primera época, denominada polar, se iniciaría la evolución humana. La tierra permanecería en estado ígneo mientras que la atmósfera era gaseosa. De estas sustancias, los Señores de la forma construirían el primer hombre de cuerpo mineral. En la época hiperbórea el hombre pasaría por el estado vegetal, pues tenía entonces un cuerpo denso y uno vital y una consciencia semejante a la del sueño. En aquel entonces el hombre era bisexual y hermafrodita. La tercera época es la lemúrica. En ella unos arcángeles o “Señores de la mente” ayudarían al nacimiento de la individualidad. La fuerza sensual construiría el cerebro para la expresión del pensamiento. Los neցros y las razas salvajes de pelo duro y motoso se formarían en esta época.
En la cuarta época o Atlante se desarrollarían las siete razas en las que se dividirá el género humano. Todas ellas habitarían un supuesto continente, hoy desaparecido, denominado la Atlántida. Las seis primeras serían los Rmoahals, los Tlavatls, los Toltecas, los Turanios, los Acadios y los Mongoles. Para Blavatsky estas razas habrían mantenido relaciones promiscuas con animales dando origen a los atlantes, una especie de monos gigantes sin sentido en el plano intelectual. La séptima raza la formarían los arios quienes se mantendrían puros y por inspiración divina llegarían a dominar el mundo en oposición a cristianos y judíos.
Cada una de las seis razas inferiores evolucionaría mediante mutaciones naturales. La raza aria, en cambio, se tras*formaría en superhombres por un salto repentino destinado a dotarlos de las facultades necesarias para vivir en un mundo post-diluviano.
Y bla, bla, bla, bla...
La revista de ocultismo Ostara como raíces ideológicas del Tercer Reich.
Adolf Hitler era un gran lector, leía de todo, aunque desordenado, fragmentario y sin método. Lo que más le gustaba leer eran obras históricas, militares, biográficas y en especial las novelas del Oeste de Karl May. En sus lecturas buscaba ratificar sus convicciones. Dar forma a su particular visión del mundo, que se resume en tres ideas:
- La vida era una lucha continua en la que solo sobrevivía el más fuerte.
- La raza aria era superior a las demás, y
- El judaísmo buscaba corromperla.
Durante su juventud en la que quiso ser pintor y fue rechazada su admisión en la Academia de Bellas Artes de Viena, pasó varios años en ésta ciudad sin oficio fijo y viviendo en habitaciones alquiladas o durmiendo en albergues. Tuvo mucho tiempo para pensar, pasear, oír música y, sobre todo, leer.
Entre sus lecturas favoritas se hallaba la revista Ostara. El director de la publicación manifestó que el joven Hitler le había visitado en la redacción allá por 1909 para pedirle algunos números atrasados. La revista fue fundada en 1905 por Jörg Lanz von Liebenfels, un ex-monje cisterciense. Tomaba el nombre de una antigua divinidad germánica de la primavera.
En su revista, Jörg publicó teorías antisemitas. Antes de su fundación, en 1904, publicó su libro Teozoología en el cual abogaba por la esterilización de los enfermos y de las “razas inferiores” y glorificaba la “raza aria” como personas diosas. Lanz justificaba su ideología racial intentando darle una base bíblica. Según él, Eva, a quien describe como un ser divino, se involucró con un malo y dio a luz a las “razas inferiores”. Esto llevó a que las mujeres rubias fueran atraidas ante todo por los “hombres oscuros”, algo que solo podía ser detenido por el “desmestizaje racial” por lo que los “humanos arios-cristianos” podían “una vez más gobernar a las bestias humanas de piel oscura” y, finalmente, alcanzar la “divinidad”.
Desde la revista, que tenía una perspectiva racista y antiliberal, se criticaba las debilidades de la monarquía de los Habsburgo y advertía del peligro que representaban para los arios las “razas inferiores”. Es decir, casi todas las demás. Además, uno de los ganchos que utilizaba para los estudiantes púberes, eran los relatos de corte casi pronográfico en los que hermosas rubias caían en las garras de libidinosos “oscuros”. Así se refería Ostara a los neցros, a los eslavos y a los judíos, retratados como taimados y simiescos seres que, llevados por su voraz apetito sensual, anhelaban contaminar la pura sangre aria. Detrás de esta publicación se hallaba el Ordo Novi Templi, una secta iniciática de vaga inspiración templaria fundada por el propio Liebenfels.
Revistas como la descrita no solo florecían en Austria, donde los de etnia germana se sentían amenazados por el creciente número de eslavos y judíos que formaban parte del Imperio, sino también en Alemania. Estas revistas servían de medio de expresión a las numerosas sociedades de signo ultranacionalista que crecían en ambos países, y que defendían la unión de todos los germánicos en un solo estado, la denominada Gran Alemania.
La mayoría de estas sociedades estaban formadas por grupos extremistas que combinaban, a partes iguales, racismo y antisemitismo, teosofía y ocultismo, dando lugar a lo que se ha dado en llamar arisofía. Esta corriente propugnaba la vuelta a un supuestamente glorioso y pagano pasado ario, de la mano de líderes carismáticos dotados de poderes ocultos.
La graduación militar de Hitler en la Primera guerra mundial fue cabo