Las operaciones secretas del espionaje británico para apoyar a los terroristas sirios durante la gue

Pavlichenko

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Durante más de seis años Reino Unido ha ejecutado operaciones secretas con sus aliados para derrocar al Presidente Bashar al-Assad, y esa política contribuyó a prolongar y radicalizar una terrible guerra. Pueden pasar varios años antes de que se conozca toda la historia de esta operación secreta, pero algunos elementos ya se pueden reconstruir.

El Reino Unido y sus aliados vieron la oportunidad que durante mucho tiempo habían buscado para eliminar un régimen nacionalista independiente en la región y fortalecer su control general sobre el Oriente Medio.

En la primavera de 2011 Qatar comenzó a enviar armas a grupos de oposición en Siria con la aprobación de Estados Unidos. En pocas semanas, el gobierno de Obama recibió informes de que estas armas estaban llegando a los grupos terroristas. En noviembre el agente de la CIA Philip Giraldi escribió que a Turquía llegaban “aviones de combate no identificados de la OTAN”, que tras*portaban armas y que 600 cazas despegaron de Libia para apoyar al “Ejército Libre de Siria”.

El MI6 británico y las fuerzas especiales francesas ayudaron a los terroristas sirios y evaluaron sus necesidades de entrenamiento, armamento y comunicación, mientras que la CIA proporcionó equipo de comunicación e inteligencia.

El gobierno de David Cameron inició la operación secreta en Siria después de que acabara de derrocar a Muammar Gaddafi en Libia, donde también trabajó junto a los yihadistas. Algunos de los terroristas libios que se unieron a los yihadistas sirios fueron entrenados por fuerzas británicas, francesas o estadounidenses en Libia para luchar contra Gaddafi. Algunos de ellos se unieron más tarde al Califato Islámico o a la filial de Al-Qaeda en Siria, el Frente Al-Nosra, que se convirtió en el grupo terrorista sirio más poderoso.

Gran Bretaña participó en una red de tras*porte de armas entregadas a Siria desde Libia a través del sur de Turquía, que fue autorizada a principios de 2012 tras un acuerdo secreto entre Estados Unidos y Turquía. Revelado por el periodista Seymour Hersh, el proyecto fue financiado por Turquía, Arabia saudí y Qatar, mientras que la CIA, con el apoyo del MI6, era responsable del tras*porte de armas desde los arsenales de Gaddafi hasta Siria.

La operación no fue revelada a las comisiones de inteligencia del Congreso de Estados Unidos, lo cual es necesario por la ley de Estados Unidos, y la participación del MI6 permitió a la CIA eludir la ley al clasificar la misión como una operación de enlace.

Hersh señaló que un gran número de terroristas en Siria que finalmente recibieron las armas eran yihadistas, algunos de los cuales estaban afiliados a Al-Qaeda. Qatar, principal aliado de Reino Unido en el derrocamiento de Gaddafi y que recuperaba su papel en Siria, ha estado suministrando armas y dinero al Frente Al-Nosra. El diario Telegraph informó de los comentarios de un diplomático de Oriente Medio de que Qatar era responsable del hecho de que el Frente Al-Nosra tuviera dinero, armas y todo lo que necesitaba parea la guerra.

En 2012 el ejército británico desarrolló planes para formar un ejército de 100.000 terroristas sirios “moderados” con el objetivo de derrocar a Assad, que iba a avanzar sobre Damasco bajo la cobertura aérea occidental y de los países del Golfo. Cameron fue informado de que esta iniciativa de extracción, equipamiento y formación tardaría un año en desarrollarse, pero el Consejo de Seguridad Nacional Británico rechazó la idea por considerarla demasiado arriesgada.

El plan estadounidense de formar una gran fuerza terrorista siria, que apareció en 2013, ha sido descrito como un eco de aquel plan británico.


La formación de terroristas por parte de Reino Unido en bases en Jordania para luchar contra Assad fue autorizada entonces por informes de que las fuerzas especiales que operaban desde esas bases “probablemente” habrían sido enviadas a Siria para ejecutar misiones militares. En agosto de 2012 la base militar y de inteligencia británica en Chipre también proporcionó inteligencia al “Ejército Libre de Siria” a través de Turquía, mientras que Gran Bretaña proporcionó teléfonos satelitales a los grupos terroristas para coordinar las operaciones militares.

Por su parte, el Ministerio de Asuntos Exteriores enseñó técnicas de negociación y estabilización a los dirigentes yihadistas y les asesoró sobre cómo debían dirigirse al pueblo sirio y al público internacional.

Estados Unidos era plenamente consciente de que la mayoría de las armas proporcionadas por sus aliados saudíes y qataríes estaban llegando a yihadistas terroristas y no a los grupos más laicos de la oposición. Sin embargo, la participación de Estados Unidos y Gran Bretaña en la guerra se intensificó aún más en noviembre de 2012, cuando en una conferencia en Qatar de los “amigos” de Siria, un grupo de países opuestos a Assad, Gran Bretaña anunció que estaba tratando de organizar a los terroristas sirios en una fuerza de combate efectiva.

El secretario de Asuntos Exteriores, William Hague, estudió la posibilidad de establecer un gobierno interino en el norte de Siria y reunir a las fuerzas de la oposición siria sobre el terreno para derrocar a Assad.

Dos días después, el general David Richards, jefe del Estado Mayor del ejército británico, convocó una reunión en Londres para intensificar el armamento de la oposición. Poco después Estados Unidos coordinó un tras*porte aéreo de 3.000 toneladas de armas para el “Ejército Libre de Siria” desde Croacia, con la ayuda de Gran Bretaña y otros Estados europeos, una iniciativa pagada por Arabia saudí.

Lord Ashdown, el dirigente de los Liberales Demócratas, afirmó más tarde que esta enorme cantidad de armas terminó “casi exclusivamente” en manos de los grupos terroristas más radicales. El Frente Al-Nosra y otro grupo yihadista islamista, Ahrar Al-Sham, incautaron algunas de las armas suministradas al “Ejército Libre de Siria”, mientras que otras fueron recuperadas por miembros del Califato Islámico en el vecino Irak.

Gran Bretaña estuvo estrechamente asociada al programa “Timber Sycamore” de Obama, iniciado en abril de 2013, que se convirtió en la principal operación estadounidense para suministrar armas y entrenamiento a los terroristas sirios. Las salas de mando de Turquía y Jordania, gestionadas por funcionarios de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, Gran Bretaña, Turquía, Francia, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, suministraron misiles y cohetes antitanque a diversos grupos de la oposición.

Una vez más, muchas de las armas cayeron en manos del Califato Islámico y Al-Qaeda, a veces después de haber sido comercializadas en el mercado neցro. Estados Unidos gastó más de mil millones de dólares en la Operación “Timber Sycamore”, que Trump clausuró en 2017, cuando quedó en evidencia que todo el esfuerzo había sido inútil.


En el otoño de 2013 Gran Bretaña reorientó su campaña de apoyo a los terroristas sirios. Según el periódico The Guardian, el gobierno británico proporcionó 2,4 millones de libras esterlinas (unos 2,75 millones de euros) a empresas privadas de mercenarios para prestar apoyo estratégico a los medios de comunicación de los grupos que combatían en Siria.

Jaysh Al-Islam (Ejército del Islam), una coalición formada por unas 50 facciones yihadistas financiada por Arabia Saudí, fue uno de los grupos clasificados por Gran Bretaña como parte de la “oposición armada moderada”.

A finales de 2013 el espionaje británico y estadounidense se reunió en secreto en Ankara con los dirigentes de algunos grupos yihadistas para forjar una nueva alianza entre ellos. El diario Telegraph señaló que durante las discusiones, los terroristas exigieron la creación de un Estado confesional gobernado por la shariá, mientras las fuerzas laicas iban perdiendo terreno.

Aunque no sabemos con qué grupos yihadistas se reunieron los espías británicos, parece que en aquel período surgió una nueva coalición, el Frente Islámico, que incluía a Jaysh Al-Islam y Ahrar Al-Sham, que cooperaron regularmente con el Frente Al-Nosra y el Califato Islámico hasta enero de 2014. El cofundador de Ahrar Al-Sham, Abu Jaled Al-Suri, fue representante de Al-Qaeda en Siria antes de ser asesinado en febrero de 2014; una serie de tras*ferencias de dinero y contactos personales le relacionan con los atentados de Atocha de 2004.

Durante los primeros años de la guerra las operaciones secretas británicas y estadounidenses estaban centradas en derrocar a Assad. Estados Unidos comenzó sus ataques aéreos contra el Califato Islámico en Siria en septiembre de 2014. No he encontrado ninguna prueba del entrenamiento británico de la oposición siria para combatir al Califato Islámico hasta mayo de 2015, cuando Londres envió 85 soldados a Turquía y Jordania para entrenar a los terroristas en la lucha contra Assad.

En julio de 2015 Gran Bretaña estaba entrenando sirios en Arabia Saudí, Turquía, Jordania y Qatar para luchar contra el Califato Islámico, pero la guerra contra Assad continuaba.

Durante varios años las operaciones desplegadas por los británicos con sus aliados en Siria incluyeron la creación y el apoyo a grupos yihadistas. En 2016 el antiguo embajador británico en Siria, Peter Ford, dijo a una comisión parlamentaria de investigación que la existencia de grupos “moderados” en la oposición armada era “en gran medida imaginaria”.

Aunque el “Ejército Libre de Siria” tenía algunas unidades laicas, fue un aliado de hecho del Califato Islámico hasta finales de 2013 y colaboró con dicha organización en el campo de batalla hasta 2014, a pesar de las tensiones entre ambos grupos. “Tenemos buenas relaciones con nuestros hermanos en el Ejército Libre de Siria”, dijo Abu Al-Atheer, dirigente del Califato Islámico en 2013 tras comprarles sus armas.


Los terroristas que apoyaba Reino Unido tenían una relación muy estrecha con el Frente Al-Nosra. En 2013 Paul Wood, de la BBC, informó que “el Ejército Libre de Siria [estaba] tan cerca del Frente Al-Nosra que casi se había fusionado”. El “Ejército Libre de Siria” colaboró regularmente con el Frente Al-Nosra durante toda la guerra.

En 2015 se desestimó una demanda presentada ante el Tribunal Penal Old Bailey contra Bherlin Gildo, un ciudadano sueco acusado de asistir a un campo de entrenamiento terrorista para luchar en Siria, cuando se descubrió que los servicios de inteligencia británicos apoyaban a los mismos grupos de oposición que él. Los medios de comunicación británicos informaron de que Gildo estaba luchando en las filas del Frente Al-Nosra o en un grupo yihadista afiliado, Kataib Al-Mujahidin.

Sin embargo, no se sabía si realmente Gran Bretaña apoyaba a este grupo en particular. Probablemente la desestimación de la demanda estuvo relacionada más bien con el hecho de que Gran Bretaña apoyó al “Ejército Libre de Siria” y que estas fuerzas eran en gran medida indistinguibles de los grupos yihadistas a los que se unieron individuos como Gildo.

Aunque es poco probable que Gran Bretaña haya armado directamente o formado grupos yihadistas en Siria, su guerra secreta ha aumentado la certeza de que estos grupos se beneficiaron de sus políticas. “Occidente no está entregando armas a Al-Qaeda, y mucho menos al Califato Islámico, pero el sistema que ha construido está conduciendo precisamente a ese resultado”, señaló Alastair Crooke, director del MI6. Las armas proporcionadas al “Ejército Libre de Siria” fueron un supermercado que abastecía a los grupos más extremistas para imponer la yihad.

El esfuerzo por controlar a esos grupos antes de enviar ayuda occidental sonó como un reconocimiento del papel dominante que dentro de la oposición desempeñaban los grupos yihadistas. En gran medida esa política careció de sentido. La operación secreta británica formaba parte de un programa masivo en el que Arabia saudí gastó “varios miles de millones de dólares” y Qatar 3.000 millones de dólares para financiar principalmente a grupos yihadistas.

El año pasado el gobierno británico reveló que desde 2015 había gastado 199 millones de libras esterlinas (unos 229 millones de euros) para apoyar a la oposición “moderada” frente a Assad y al Califato Islámico.

El apoyo incluía “equipos de comunicación, médicos y logísticos”, así como la formación de periodistas en el desarrollo de “medios de comunicación sirios independientes”. Sin embargo, los detalles de las últimas operaciones secretas británicas siguen siendo poco claros y se ha proporcionado poca información para revelar el papel desempeñado por Reino Unido.

En la actualidad, el gobierno sigue dando respuestas engañosas a las preguntas parlamentarias. La semana pasada no respondió a una pregunta del diputado laborista Lloyd Russell-Moyle, que preguntó qué grupos armados había formado Reino Unido desde 2012. En cambio, dio a entender que desde 2016 sólo había formado grupos que luchaban contra el Califato Islámico.

En respuesta a otra pregunta parlamentaria del mes pasado sobre el número de soldados que actualmente tiene Gran Bretaña en Siria, el gobierno también despertó sospechas al no responder con precisión, dando fe únicamente de la presencia de 600 soldados desplegados por todo Oriente Medio, una vez más con el único propósito de luchar contra el Califato Islámico.

Paralelamente, el gobierno británico sigue argumentando que “los principales grupos armados de oposición sobre el terreno” en Siria “no son terroristas” y, en cambio, apoyan una solución política negociada de lo que califican como “una crisis”.

La política británica, al igual que la de los aliados de Gran Bretaña, ha contribuido a que los sirios sigan sufriendo y no se ha visto motivada en modo alguno por su angustia. También ha contribuido a la amenaza terrorista a nivel nacional.

Cientos de británicos, incluidos los yihadistas que trabajan con los grupos más violentos, han recibido formación en Siria y les han alentado a regresar a Reino Unido para llevar a cabo los ataques. La política activa y beligerante de Gran Bretaña contra Siria es un desastre para la población de ambos países.

(Extractos del libro “Secret Affairs: Britain’s Collusion with Radical Islam” publicado este año por Mark Curtis)


Movimiento Político de Resistencia: Las operaciones secretas del espionaje británico para apoyar a los terroristas sirios durante la guerra (1)
 

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El impulso del imperialismo británico al terrorismo yihadista (1)

Martin Bright

En 2006 llegaron al diario británico The Observer una colección de documentos del Foreign Office sobre las conexiones del gobierno laborista, a través del servicio secreto MI6, con los yihadistas.

El primero era una carta de Michael Jay, el principal mandarín del Foreign Office. Fechada un año antes de las bombas en Londres de 2005, avisaba de que la guerra de Irak estaba alimentando el extremismo de la religión del amor en Irak, algo que el Primer Ministro, el laborista Tony Blair, había negado constantemente.

Un segundo documento revelaba unos planes para una campaña contra el extremismo islámico mediante la infiltración en grupos yihadistas a través de internet.

Las filtraciones fueron impulsadas por un artículo que yo había escrito a mediados de agosto sobre las relaciones del Consejo de la religión del amor Británico (MCB) con los yihadistas radicales. El artículo coincidió, por pura casualidad, con un controvertido programa de Panorama sobre el mismo tema, que causó un serio desacuerdo entre la BBC y el MCB.

El MCB tuvo sus orígenes en políticos sectarios de Pakistán y la influencia de esa organización implicaba que otras voces, más liberales, serían marginadas.

Lejos de representar las tradiciones más progresistas o puramente espirituales dentro del islam, la dirección de la MCB toma su inspiración del islamismo político asociado con movimientos de la oposición más reaccionaria de Oriente Medio y el sur de Asia. Iqbal Sacranie, entonces dirigente del MCB, y su portavoz de prensa Inayat Bunglawala, han expresado su admiración por Maulana Maududi, el fundador del partido pakistaní Jamaat-e-islami, comprometido con el establecimiento de un Califato Islámico regido por la shariá.

Los orígenes del MCB se remontan al asunto de los Versos Satánicos, cuando Iqbal Sacranie se destacó como dirigente de la oposición a la novela de Salman Rushdie.

La idea de una organización-paraguas para el islam británico surge cuando Michael Howard era Secretario de Interior en el último gobierno conservador. Pero fue tomada con particular presteza por Jack Straw, siempre con la vista puesta en sus electores fiel a la religión del amores en Blackburn, y la organización se funda oficialmente en noviembre de 1997. Straw encabezó la causa, primero como secretario de Interior y luego, tras la elección de 2001, como secretario de Exteriores. Mientras estaba en el Foreign Office, Straw estableció un departamento autónomo, ahora denominado “Grupo de Relaciones con el Mundo Islámico”, en donde la influencia del MCB sigue siendo fuerte.

Las filtraciones que recibí estuvieron motivadas por la preocupación dentro del Foreign Office sobre los acuerdos que dicho departamento estaba haciendo con el islamismo radical. Los documentos versaban sobre asuntos variados: un intercambio de emails sobre una escisión en el gabinete en torno a la prohibición de partidos extremistas; un informe sobre el conocimiento por parte de Gran Bretaña de los vuelos de la CIA; detalles de las negociaciones del Foreign Office con el movimiento de la oposición islámica radical en Egipto, los Hermanos fiel a la religión del amores; e incluso una filtración sobre la investigación de las filtraciones a The Observer.

Cuando se aproximaba el aniversario de las bombas del 7 de julio de 2005, siguientes descubrimientos me permitieron demostrar que el grupo de trabajo “Preventing Extremism Together” gubernamental, fundado tras los atentados, era un ejercicio de cosmética.

Como resultado de la publicación de las filtraciones, fui contactado en primer lugar por el equipo de Policy Exchange y después por Channel 4 para examinar las amplias implicaciones de los documentos filtrados. En vez de abordar la ideología que alimenta el terrorismo, el gobierno apoya una estrecha versión de la religión.

Los documentos demuestran que el gobierno laborista siguió una política de apaciguamiento hacia el islam radical que puede tener graves consecuencias para Inglaterra. Algunas de las comunidades fiel a la religión del amoras de Inglaterra se senten amordazadas por la alianza del gobierno con los islamistas. El gobierno ha favorecido una versión del islam altamente politizada.

https://www.policyexchange.org.uk/w...gressives-treat-with-reactionaries-jul-06.pdf

Movimiento Político de Resistencia: El impulso del imperialismo británico al terrorismo yihadista (1)


El impulso del imperialismo británico al terrorismo yihadista (2)

En diciembre de 1972 un oscuro mandarín del Foreign Office regresaba de un viaje por Oriente Medio convertido en una persona muy confusa. Como la mayoría de funcionarios y expertos de la época, James Craig creía que la principal amenaza a los intereses británicos en la región venía de los nacionalistas árabes y de los marxistas revolucionarios. Pero como buen diplomático que era, Craig mantuvo sus oídos abiertos, y el rumor en la calle era intrigante: en Jordania y Líbano, el arabista de 48 años de edad escuchó rumores de un resurgimiento islamista.

Craig escribió a Sir Richard Beaumont, embajador británico en Egipto, que había recogido rumores de un resurgimiento similar en Egipto y los compartió con el personal de las embajadas en Oriente Medio para alertarlos y pedir respuestas. “Una teoría que escuché en Beirut era que, ante el fracaso del nacionalismo árabe, la gente estaba virando hacia la alternativa de nacionalismo islámico. Repliqué que también esto había fracasado; efectivamente, fracasó hace mucho. La respuesta fue que la cantidad de tiempo tras*currida desde ese fracaso hacía posible intentarlo una segunda vez”.

En la época de la carta de Craig las respuestas, reveladas en documentos del National Archive desclasificados en 2003 fueron negativas casi por entero. En Líbano el embajador escribió: “Le mantendremos informado de los hechos, pese a que no esperamos que esto sea importante en el futuro cercano”. Nuestro hombre en Jordania dijo a Craig: “No vemos señales de un resurgimiento fundamentalista islámico aquí”. Jerusalén simplemente afirmó: “No vemos señales en la Franja occidental de un resurgir islamista”. Solamente R.A. Burroughs, embajador británico en Argelia, había empezado a recoger los mismos mensajes que Craig y Beaumont. Informaba de que los “síntomas” de un resurgimiento islamista no eran difíciles de encontrar. De hecho, Craig y Beaumont habían tropezado con la reactivación de la Hermandad fiel a la religión del amora, conocidos en árabe como Jamiat al-Ikhwan al-Muslimin. Fundada por Hassan al-Banna en 1928, llamaba a un regreso a los principios del islam y al establecimiento de la shariá. Pese a que a menudo se presentan como “moderados” en comparación con los orates yihadistas de Al-Qaeda, la consigna de la Hermandad sigue siendo hoy “Alá es nuestro objetivo. El profeta es nuestro guía. El Corán es nuestra constitución. La yihad es el camino. Morir por Alá es nuestra más alta esperanza”.

La Hermandad fiel a la religión del amora fue brutalmente eliminada en Egipto tras un intento de asesinato del presidente Nasser en 1954 y una creencia común la consideraba como una fuerza desaparecida. De hecho, sus miembros se reagruparon en el exilio en Oriente Medio y en 1981 el Presidente Sadat fue asesinado por cuatro miembros de una escisión de la Hermandad. Sadat fue asesinado por islamistas pese a haberse acercado inicialmente a la Hermandad para distanciarse del panarabismo de izquierda de su antecesor y para demostrar sus devotas credenciales fiel a la religión del amoras. Liberó a miles de islamistas de prisión, legalizó la Hermandad e hizo de la shariá “la principal fuente de toda la legislación pública”. El destino de Sadat es una lección objetiva de lo difícil que es asimilar al tigre islamista.

Craig se convertiría en embajador británico en Arabia saudí y Siria. El 27 de abril de 2004 el Guardian decía que era uno de los 52 ex diplomáticos que avisaron al primer Ministro de que la política que estaba llevando a cabo con Estados Unidos sobre el problema árabe-israelí e Irak era un error. Con el tiempo, Craig se alineó con el consenso general del Foreign Office, concluyendo que hablar de un resurgimiento islamista era exagerado. Ahora admite que se quedó tan sorprendido como cualquiera por la revolución islámica iraní en 1979. Esta posibilidad estaba tan lejos de las mentes del Foreign Office en 1972 que Irán era uno de los pocos países de Oriente Medio que Craig no consultó en 1972. Pero Burroughs en Argelia conocía el futuro: un partido islamista, el Frente Islámico de Salvación, venció al gobierno del Frente Nacional de Liberación nacionalista en la primera vuelta de las elecciones a finales de 1991, para encontrarse con que los militares suprimieron la segunda vuelta a principios de 1992. La amarga guerra civil entre el gobierno y los islamistas que siguió costó más de 100.000 vidas.

Han pasado tres décadas desde la carta de Craig, y otro hombre en el Foreign Office intenta desesperadamente luchar a contracorriente. Esta vez nadie duda de la “vuelta del nacionalismo islámico”: la inevitable marcha del islam político se acepta a ciegas ahora en los círculos del Foreign Office igual que se negó como una cómica curiosidad histórica en 1972. Algunos han llegado a elaborar planes para una alianza abierta con la Hermandad fiel a la religión del amora, la principal fuerza en Egipto tras las elecciones de 2005 con 88 diputados en una Asamblea Popular de 454 escaños. El 23 de junio de 2005 Derek Plumby escribía al director político del Foreign Office, John Sawers: “Detecto entre nosotros la tendencia hacia el acuerdo por el acuerdo; a confundir ‘compromisos con el mundo islámico’ con ‘compromisos con el islamismo’, y a menospreciar los aspectos ocultos para nosotros contenidos en las probables políticas exteriores y sociales de los islamistas, si alcanzaran el poder en países tales como Egipto”. En su carta, Plumby recomendaba una precaución extrema, sugiriendo que el Foreign Office se confundiría si creía que el compromiso afectaría de algún modo la futura dirección de la Hermandad fiel a la religión del amora. “Sospecho que habrá relativamente pocos contextos en los que seamos suficientemente capaces de influenciar los planes islamistas”. Plumby había sido avisado de los movimientos en la política respecto a la Hermandad fiel a la religión del amora en una mesa redonda sobre compromisos con islamistas en el mundo árabe, que había tenido lugar en París el 1 y 2 de junio de 2005. Esa mesa redonda incluía a funcionarios de toda Europa, que escucharon a académicos y analistas expertos en el área. Publiqué los primeros detalles de la carta de Plumby en el New Statesman en febrero, pero también tengo una copia de una circular interna del Foreign Office resumiendo detalles de la mesa redonda que había causado a Plumby tal preocupación. La carta la dirige Angus McKee, alto funcionario del departamento de Oriente Medio y norte de África en el Foreign Office, a Frances Guy, jefe del grupo “Relaciones con el Mundo Islámico”, que también desempeña un papel importante en el trabajo con los fiel a la religión del amores británicos. Pese a que la carta se considera un informe objetivo del debate en torno a si los gobiernos occidentales debieran establecer conversaciones con los islamistas, revela que los altos funcionarios no estaban preguntando si Inglaterra debía llegar a acuerdos con los radicales islámicos sino, más bien, cómo hacerlo.

La lista de países en los que ahora se comprueba una presencia islamista significativa fueron precisamente los países contactados por Craig en 1972: jovenlandia, Argelia, Egipto, Palestina, Jordania, Siria y Líbano. Pero ahora el consenso parece ser que los islamistas intervinientes en los procesos políticos en Oriente Medio debieran ser buscados como socio en la reforma de las estructuras democráticas en la zona. Olivier Roy, del CNRS en París y autor de “El fracaso del islam político” se ve mencionado de forma aprobadora en el resumen de Angus McKee, diciendo que las tradicionales políticas occidentales de contención y represión hacia los islamistas han sido un fracaso. “El argumento de que el autoritarismo crearía una sociedad secular que llevaría por sí misma a la democracia se ha demostrado erróneo”, afirmaba Roy en el encuentro. “Ahora tenemos regímenes incapaces de reforma, que en la práctica han aumentado el atractivo del islamismo. Si occidente esta interesado en reformas, tendría que considerar cómo integrar a los islamistas en el sistema político”.

El atractivo de los diversos movimientos islamistas se discute en detalle, y puede resumirse de la siguiente manera: se oponen a regímenes opresivos o a un ocupante extranjero; tienen un mensaje anticorrupción seductor; tienen habilidad para implantar estructuras de asistencia social alternativas a las proporcionadas por el Estado. Bajo el titular de “Motivos para el acuerdo”, el informe de McKee en la mesa redonda de París incluso sugiere que podría resultar beneficioso dar ayuda a los grupos islamistas en vez de a los gobiernos: “Dado que los grupos islamistas están a menudo menos corrompidos que la generalidad de las sociedades en las que operan, debiera considerarse canalizar recursos de ayuda a través de ellos, en la medida en que se disponga de suficiente tras*parencia”.

McKee dice que en París ningún momento no se discutió sobre la ideología islamista, ni sobre las consecuencias de la principal preocupación de Derek Plumby, la llegada al poder de un partido islamista. A veces, el análisis es lamentablemente de una visión muy corta: solo unos meses antes de que Hamas ganara las elecciones palestinas, Angus McKee pudo hacer una afirmación sobre los islamistas palestinos: “Muchos quieren participar en el sistema político, pero temen asumir poder y responsabilidad. Para Hamas, el convertirse en parte del Gobierno podría indicar una complacencia de su parte en entablar un diálogo con Israel, una noción a la cual se opone implacablemente”.

Al final fueron los daneses quienes aportaron su política pragmática de no negociar con Hamas como tal, pero llegar a negociaciones con todos los políticos electos, incluso si pertenecía a partidos islamistas. Era una estrategia que el Foreign Office encontró atractiva, y parece ser admisible que ese principio orientara las discusiones posteriores sobre la negociación con la Hermandad fiel a la religión del amora sin aparentar conversar con grupos extremistas. Pese a la alta sintonía del Foreign Office con los islamistas, Angus McKee sin embargo se sorprendió del enfoque “directo” de Alemania de permitir a sus representaciones negociar con cualquiera que “pudiera llegar al poder en un plazo de cinco años”.

En su carta al director político del Foreign Office, John Sawers, de 23 de junio de 2005, Plumby acepta conversar con los islamistas. Las preocupaciones de Plumby giran en torno a negociaciar sin un detallado conocimiento de lo que el gobierno británico espera obtener de ello. Pero tiene sospechas de que el gobierno ya ha adoptado una política general de compromiso, sin tener en cuenta las consecuencias para determinados países. “Si entramos en una postura que considere un principio general [esa negociación] entraremos en dificultades específicas en determinados países, incluyendo éste. Visto desde aquí, sería mejor adoptar una postura para cada país individual, en orden a seguir nuestros objetivos mundiales de reforma. Los principios generales debieran ser de aplicación universal (democracia, libertad de expresión, respeto a los derechos humanos, etc.)”. Pero la sugerencia de Plumby de que sería mejor continuar tras el telón, recogiendo información país por país sobre la Hermandad fiel a la religión del amora, fue aparentemente rechazada a favor de la adopción de un principio general de acuerdo con los islamistas.

Las conversaciones de París llevaron en 2005 a la difusión de un informe sobre las políticas de la Hermandad fiel a la religión del amora titulado “La Hermandad fiel a la religión del amora, ¿terroristas?”. Este documento, muy revelador, subraya la historia de esa organización y es un convincente argumento para llegar a acuerdos con la versión moderna y reformada del movimiento. Un mes después de la reunión en París, el Foreign Office se orientaba hacia una política de compromiso total, pese a las preocupaciones de Plumby.

El análisis del Foreign Office está en profunda sintonía con la Hermandad fiel a la religión del amora, prohibidos en Egipto, y se muestra crítico con los intentos del presidente Hosni Mubarak de demonizar a la organización como “terrorista”. El autor es también Angus McKee, quien se muestra como una de las principales fuerzas impulsoras tras la facción del Foreign Office favorable al acuerdo, o al menos un efectivo abanderado de la política previa. “Se trata de una política consistente, que, junto con detenciones periódicas y otros acosos, intenta mantener a la Hermandad fiel a la religión del amora ‘dentro de la caja’. Sin embargo, pese a ello, la Hermandad fiel a la religión del amora siguen siendo la mayor y más efectiva oposición en Egipto. Su capacidad para movilizar apoyo y su crítica del actual sistema son mucho mas efectivas que las de los partidos de la oposición oficiales”.

A medida que se desarrollaban las conversaciones en el verano de 2005, los mandarines del Foreign Office hicieron circular un informe con el título “Debemos hablar con los islamistas políticos en Oriente Medio, y no sólo en Irak”. Fue redactado por Richard Murphy, Asistente al Secretario de Estado de Estados Unidos para Asuntos de Oriente Medio en el gobierno Reagan, y por Basil Eastwood, antiguo embajador británico en Damasco, una impresionante pareja en la propaganda interna de guerra del Foreign Office. Los dos veteranos arabistas escribían que ellos habían dialogado con “un pequeño grupo de gente cercanos a las diferentes ramas nacionales de la Hermandad fiel a la religión del amora, con Hamas y con Hezbollah”. Su entusiasmada conclusión era a favor del diálogo. En esencia, categorizan la ideología islámica de la Hermandad fiel a la religión del amora en tres campos: el “islam oficial” de los regímenes de Oriente Medio y Asia, que desprecian por no liberal y antidemocrático; el “islam yihadi” de Al Qaeda y otros grupos, comprometido con la violencia como estrategia revolucionaria, y el “islam político”, que busca reformas en el islamismo a través de procesos democráticos.

Las tesis de Murphy y Eastwood a favor de los acuerdos con los islamistas son claras y ordenadas y se resumen en el siguiente párrafo: “Tal vez la mejor prueba a su favor [de los islamistas políticos] es el hecho de que son duramente criticados por fiel a la religión del amores extremistas que abogan por la violencia para implantar una dirección clerical autoritaria. Porque, cuando se trata de política, los fiel a la religión del amores no están más unidos que los cristianos. El islam político varía de un país a otro, pero existen diferencias mucho más grandes entre los islamistas políticos y el ‘islam oficial’ por una parte y entre ellos y los yihadistas por otra. Incluso dentro del islam suní (ortodoxo) hay grandes divisiones entre los exponentes del ‘islam oficial’, los islamistas ‘políticos’ que buscan cambios pero no abogan por la violencia para derrocar regímenes y los yihadistas, los extremistas islámicos que sí lo hacen”. Los autores no aclaran que las tres ramas que identifican no están tan definidas como ellos quisieran. En el mundo de la religión del amor individualmente, muchos pasan fácilmente de una categoría a otra, o bien ocupan dos o más a la vez.

En efecto, Murphy y Eastwood abogan por un diálogo inmediato con el islam político para evitar una conflagración y su conclusión es apocalíptica: “Creemos que los gobiernos del G8 deben ahora, tal vez de forma indirecta, entrar en diálogo con dichos movimientos e implicarlos en la vía de la sociedad civil del proyecto ‘Broader Middle East Initiative’ del gobierno Bush. Si queremos evitar un choque de civilizaciones entre el islam y occidente (o, incluso más serio, con en islam en occidente) y si somos serios respecto a las reformas en Oriente Medio, tenemos que negociar con aquellos que luchan por adaptar su fe al mundo como es ahora, y no como era en los tiempos del Profeta”. Es fácil ver que este tipo de argumento clásico de “tercera vía” puede parecer atractivo a funcionarios deseosos de agradar a los ministros del Nuevo Laborismo proclives a las políticas de compromiso y triangulación. No sorprende que venciera a los enfoques más cautos de funcionarios como Plumby.

En enero de 2006, después de que la Hermandad fiel a la religión del amora lograran un quinto de los diputados en las elecciones egipcias, el Foreign Office aprovechó la ocasión para cambiar su política sobre ellos, algo que llevaba preparando algún tiempo. Un memorándum a los ministros fechado el 17 de enero de 2006 subrayaba las opciones preferidas:

- “Incrementar la frecuencia de contactos de trabajo con los parlamentarios de Hermandad fiel a la religión del amora (que no abogan por la violencia), especialmente con los miembros de comités parlamentarios.
- Cambiar el contenido de nuestro diálogo para centrarlo en comunicar nuestra política, así como estar en actitud de escucha
- Animar a otros países a adoptar una política similar de compromiso, incluyendo a la Unión Europea y a los Estados Unidos”.

Pese a que el documento afirma que ese cambio en su política tiene la aprobación de “Egipto” (es decir, de Plumby), el razonamiento tras las modificaciones parece estar en contradicción directa con lo que el embajador en El Cairo había dicho en su carta de junio de 2005, sobre no caer en el autoengaño de pensar que podamos usar nuestros contactos para influenciar sobre los islamistas políticos. El informe, que fue trasladado al entonces Secretario de Exteriores Jack Straw y al ministro de Oriente Medio Kim Howells afirmaba: “El incremento de los contactos puede ayudar a desanimar la radicalización. Interactuar con el ‘islam político’ es un importante elemento de nuestra estrategia contenida en el ‘Compromiso con el Mundo Islámico’ y debiéramos intentar influenciar estos grupos, que a menudo tienen una significante influencia en las ‘raíces’. También nos da la oportunidad de poner en duda su percepción de Occidente, incluyendo al Reino Unido, y sus recetas para resolver los desafíos respecto a Egipto y el área”.

La posición del gobierno británico fue clarificada en las respuestas parlamentarias a principios de 2006, en respuesta al ministro en la sombra conservador Michael Gove. Preguntado sobre los contactos entre el gobierno y la Hermandad fiel a la religión del amora desde septiembre de 2001, Kim Howells respondía el 11 de mayo de 2006: “Funcionarios británicos han tenido contactos con miembros del parlamento egipcio, incluyendo contactos ocasionales con miembros de la Hermandad fiel a la religión del amora desde septiembre de 2001. Los funcionarios también se han reunido con representantes de la Hermandad fiel a la religión del amora en Jordania, Kuwait y Líbano. Además, los funcionarios han tenido contactos limitados con la Hermandad fiel a la religión del amora en Siria, cuyos dirigentes están exiliados en Londres”. Interpelado en los Comunes el 23 de mayo por Keith Simpson, un portavoz de Asuntos Exteriores en la sombra conservador, sobre si algunos de los individuos con los que el gobierno estaba hablando estuvieran relacionados con el terrorismo, las respuestas de Howells fueron incluso mas reveladoras: “Ciertamente no tengo información sobre ello, y no tengo conocimiento de que alguien con los que hemos hablado estuviera relacionado con tales actos. El Honorable Caballero recordará, sin duda, que este Parlamento tiene alguna historia de conversar con organizaciones terroristas como el IRA. Me esforzaré en asegurar que no nos comprometemos con nadie que abogue por el terror, sea islamista o de otro tipo, que amenace apiolar a gente inocente”. La respuesta de Howells apunta a la profunda confusión dentro del gobierno sobre como enfrentarse a este desafío. Y plantea la pregunta de si contempla a la Hermandad fiel a la religión del amora como una organización terrorista, o no.

¿Quién se beneficia de llegar a tales organizaciones? Ciertamente la Hermandad fiel a la religión del amora sabe aprovechar tal aparente incertidumbre. El 2 de junio de 2006, el boletín semanal de la Hermandad fiel a la religión del amora publicado en Londres informaba de la sesión de la Cámara de los Comunes del 23 de mayo con evidente alegría. Con el titular de “La Hermandad fiel a la religión del amora domina las sesiones parlamentarias británicas”, aplaude la nueva postura de Gran bretaña sobre el diálogo y se congratula de su éxito al colocarse como un destacado protagonista en Egipto. Promoviendo el diálogo, el gobierno británico ha reforzado por tanto la credibilidad internacional de la Hermandad fiel a la religión del amora. El acuerdo no es una calle de un solo sentido, claramente.

Martin Bright, When Progressives Treat with Reactionaries. The British State’s flirtation with radical islamism, Policy Exchange, julio de 2006, https://www.policyexchange.org.uk/w...gressives-treat-with-reactionaries-jul-06.pdf

Movimiento Político de Resistencia: El impulso del imperialismo británico al terrorismo yihadista (2)
 
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