chemarin
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Dos nuevos frentes han sido abiertos, recientemente, en contra de Rusia y los dos tienen, para variar, trasfondo deportivo. Si Eurovisión fue la patochada montada no hace mucho por los imperialistas para demonizar a Rusia a través de sus neonazis de Kiev, con una canción sobre…Stalin, ahora la orgía rusófoba de los países de la OTAN se ha trasladado al deporte con los recientes incidentes en la Eurocopa (aborrezco el fútbol hasta el infinito, aprovecho la ocasión) provocados por hooligans ingleses y “seguidores” rusos, con el aňadido de la exclusión de los atletas de Rusia de los Juegos Olímpicos a celebrar en Brasil. Ésta última, una decisión arbitraria que tiene todas las trazas de ser un montaje para seguir en la senda de acosar a Rusia por todos los flancos posibles. Desde que el presidente ruso, Vladimidr pilinguin, decidió destruir los planes terroristas de Occidente en Siria el recital de provocaciones y actos de sabotaje contra Moscú no han cesado desde entonces (derribo de avión ruso de pasajeros, incluido).
Los mass-cosa han sido, de nuevo, el vehículo conductor principal para desprestigiar, ensuciar y vomitar el habitual repertorio de repruebo y falsedades hacia Rusia. Inclusive los medios deportivos, de los que se podía esperar algo más de asepsia, digamos apolítica, resultan ser tan repulsivos y demenciales como los de “información política. No hace falta decir que ambos están indisociablemente unidos en su misma estrategia. Algunos de esos próceres del “periodismo-navajerismo deportivo” (cuyo grado de da repelúsncia es directamente proporcional al negocio sucio que hay montado con el “deporte rey”) se despachan con el fabuloso argumento de que “Moscú sólo ve conspiraciones en contra suya” -diario AS-, mientras que otros sueltan una calculada inquina rusófoba: “Seguidores rusos, parecían adiestrados y entrenados, fueron a por los ingleses sin temor alguno y actuando con total impunidad”, -Marca-. La consigna es que Rusia no puede tener éxito de ninguna de las maneras, ni siquiera con sus deportistas. La bajeza, a todos los niveles, de Occidente no tiene fin y la desesperación por demonizar a Rusia, tampoco.
El periodista irlandés Finian Cunningham, en Strategic Culture Foundation, se hace eco de este nuevo serial de sarama anti-rusa con otro excelente artículo que deja al desnudo otra vez las miserias de los “pilinguinófobos“. El campeonato de fútbol de selecciones europeas es la penúltima carga de profundidad lanzada contra Rusia que, según Cunningham, encaja en un patrón de demonizar sistemáticamente a Rusia en los medios de comunicación occidentales. Durante los dos últimos años, Rusia ha sido culpado de “anexionar” países, invadir otros y amenazar toda la arquitectura geopolítica de seguridad europea.
Fracasada la payasada panameña de los medios controlados hacia pilinguin, los esfuerzos de la OTAN se han dirigido al terreno extra-político: Eurovisión fue la primera piedra de toque y…ahora toca criminalizar a los deportistas rusos mediante una orquestada campaña a cuenta del “dopaje”. Cunningham tiene claro que Rusia está en el ojo del huracán imperialista de Occidente: Paradójica y ridículamente, guerra híbrida es el término usado por los generales de la OTAN, grupos de expertos y políticos que acusan a Rusia de desplegar una gran variedad de técnicas ofensivas, incluyendo un abierto poderío militar, operaciones de desestabilización encubiertas, influencia comercial y financiera, así como “subversión” informativa y manejo de la opinión pública. ¿La propaganda de Occidente no les recuerda a Goebbels?
Entrando en el cenagal de la violencia desatada en la Eurocopa de fútbol, donde se han visto implicados extraños seguidores de la selección rusa, Cunningham dice que De la lectura de algunos de los titulares de la prensa británica sobre la violencia que estalló en la ciudad del sur de Francia, Marsella, la semana pasada, uno podría pensar que las fuerzas especiales rusas habían sido enviadas por el Kremlin para sembrar el caos. A los lectores ingleses se les dice que los hooligans rusos estaban «bien entrenados en combate», que actuaron con «organización militar» y estaban provistos con protectores bucales y «porras telescópicas».
Es más, funcionarios ingleses creen que la violencia impulsada, supuestamente, por los seguidores rusos en la Eurocopa ha sido autorizada por el Kremlin y, cito textual, “están investigando sus vínculos con el régimen de pilinguin”. Suena a la prefabricada propaganda de guerra fría. Pero, a la inversa, uno piensa, fundamentadamente, que esos vándalos rusos (una calculada minoría, no lo olvidemos) podrían formar, perfectamente, parte de grupos opositores a pilinguin o ser simplemente mercenarios por encargo de alguna potencia extranjera, de la que habrían recibido instrucciones y dinero para socavar la imagen de Rusia y su presidente. Por otra parte, para los hooligans ingleses, legendarios en provocar a equipos rivales, crear disturbios y ejecutar agresiones o crímenes como el del estadio Heysel, en Bruselas, no ha habido tanta traca y alboroto contra ellos. Y menos aún amenazas de expulsión de su selección del torneo. Ello a pesar de su demostrada participación en actos violentos con ánimo de “calentar” a los rusos. Los británicos, y esa sería otra hipótesis (quizás incluso más plausible), habrían atizado las brasas de la violencia en Marsella, de forma deliberada, para demonizar a Rusia.
Y de esto último Cunningham habla, en cierta forma, en su artículo: existen informes fiables de que hooligans franceses e ingleses también estuvieron involucrados en la incitación al menos en parte de la violencia en Marsella. Pero, sin lógica, la UEFA dijo que estaba limitando su evaluación a sólo a aquellos eventos que ocurrieron dentro del estadio. La prensa británica, incluso publicó fotografías de aficionados ingleses siendo detenidos por la policía francesa. Sin embargo, eso no impidió que esos mismos medios siguiesen con la narrativa de los «rusos» como los únicos matones de la Eurocopa. Este enfoque distorsionado de la violencia en el fútbol es exactamente lo que los medios de comunicación occidentales buscan respecto a Rusia, según las indicaciones de Washington y sus aliados de la OTAN. Y es que, siguiendo al periodista irlandés cualquier cosa que Rusia haga estará sujeta a una intencionalidad “maligna”.
El asunto del presunto dopaje de los atletas rusos es otra cuestión candente anti-rusa que Cunningham ya trató hace seis meses en otro acertado artículo a propósito de las sanciones a Rusia por la WADA (Agencia Mundial Anti-dopaje). Esta agencia, señala Cunningham, es una organización no gubernamental con sede en Montreal, Canadá. Se asocia con el Comité Olímpico Internacional (añado yo, otra organización corrupta similar a la FIFA), pero es una organización privada sin fundamento legal alguno para “limpiar el atletismo”, como su declaración de principios sostiene. Curiosamente, la WADA anunció a principios de este año (2015), concretamente en marzo, que había recibido 6.5 millones de dólares en fondos de varios gobiernos, entre ellos el de EE.UU. Rusia no estaba entre sus benefactores. La WADA no es más que otra mafia que supervisa el deporte bajo el control y los auspicios del nuevo orden globalista.
En definitiva, las maquinaciones de Occidente en contra del Kremlin y los deportistas rusos quedan inmediatamente puestas en evidencia cuando Cunningham afirma que la investigación de la WADA sobre las acusaciones de dopaje en el deporte ruso siguió a un informe realizado, a finales de 2014, por medios de comunicación de la OTAN como la cadena de televisión alemana ARD junto con el periódico británico The Sunday Times. Esta última publicación es un conocido medio dirigido por la inteligencia occidental.
El corolario de Finian Cunningham es concluyente y certero a más no poder: Rusia es mala, malvada, siniestra, amenazante, por lo que sólo Washington y sus aliados de la OTAN son capaces de “proteger al mundo” (antes se denominaba “mundo libre”). Esta es la fórmula de lavado de cerebro que fue implacablemente inoculada en la mente del público occidental durante la Guerra Fría para definir a la URSS. Hoy sigue aplicándose con los mismos presupuestos demonizadores y los menos preparados e informados siguen creyéndoselo.
Las nuevas operaciones de guerra psicológica de Occidente contra Rusia | Urania en Berlín