LAS MUJERES ALEMANAS por Joseph Goebbels 18 de Marzo de 1933

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¡Mujeres alemanas, hombres alemanes!

Quisiera yo ver una feliz casualidad en que mi primer discurso desde que me hice cargo del Ministerio de Educación Pública y Propaganda fuera precisamente ante mujeres alemanas. Aunque yo esté también de acuerdo con Treitschke en cuanto a que son los varones los que hacen la Historia, no olvido que son las mujeres las que educan a los muchachos hasta la virilidad. Ustedes bien saben que el movimiento Nacionalsocialista es el único partido que mantiene a mujeres fuera de la política diaria. Eso despierta una amarga crítica y hostilidad, y todo es muy injustificado.

Hemos mantenido a las mujeres fuera de las intrigas parlamentarias y democráticas de los últimos catorce años en Alemania no porque no las respetemos sino porque las estimamos demasiado. No vemos a la mujer como inferior sino más bien como teniendo una misión diferente, un valor diferente que el de los hombres. Por lo tanto creímos que la mujer, y sobre todo la mujer alemana, que más que cualquier otra en el mundo es una mujer en el mejor sentido de la palabra, debía usar su fuerza y sus capacidades en otras áreas que el hombre.

La mujer en todos los tiempos ha sido no sólo la compañera sensual del hombre sino también su compañera de trabajo. Así como desde las más tempranas épocas ella hizo el trabajo pesado junto con el hombre en el campo, del mismo modo ella se trasladó con él a las ciudades, entrando con él en las oficinas y las fábricas, haciendo su parte del trabajo para el cual ella estaba mejor capacitada según su naturaleza y su disposición. Ella hizo eso con todas sus capacidades, su lealtad, su desinteresada dedicación y su disposición al sacrificio.

La mujer en la vida pública hoy no es diferente que las mujeres del pasado. Nadie que entienda la época moderna podría tener el disparato pensamiento de querer expulsar a las mujeres de la vida pública, del trabajo, de las profesiones, y de ganarse el pan. Pero también se debe decir que aquellas cosas que pertenecen al hombre deben permanecer de él. Eso incluye la política y la defensa militar. Eso no significa menospreciar a las mujeres, sino sólo un reconocimiento de cómo ella puede usar mejor en el trabajo y en las actividades sus talentos y capacidades que corresponden más de cerca a su naturaleza.

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Si damos una mirada retrospectiva a los pasados años de la decadencia de Alemania, llegamos a la terrible y casi aterradora conclusión de que mientras menos los hombres alemanes estaban dispuestos a actuar como hombres en la vida pública, más sucumbían las mujeres a la tentación de llenar el papel del hombre. La feminización de los hombres siempre conduce a la masculinización de las mujeres. En una época en la cual toda gran idea de virtud, de firmeza, de dureza y determinación ha sido olvidada, no puede extrañar que el hombre gradualmente pierda su posición preeminente en la vida de la política y el liderazgo en la administración pública, ante la mujer.

Puede ser impopular enfatizar esto ante un auditorio de mujeres, pero debe ser dicho, porque corresponde a la verdad y porque esto ayudará a aclarar nuestro punto de vita con repecto a las mujeres.

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La época moderna, con todas sus enormes y revolucionarias tras*formaciones en los ámbitos de gobierno, política, economía y relaciones sociales, no ha dejado sin tocar a las mujeres y su posición en la vida pública. Las cosas que creíamos imposibles hace algunos años o décadas son ahora la realidad diaria. Algunas cosas buenas, nobles y recomendables han sucedido durante estos años, pero también cosas que son poco apreciables y humillantes. Estas tras*formaciones revolucionarias en gran parte le han arrebatado a las mujeres sus tareas apropiadas. Sus ojos fueron puestos en direcciones hacia cosas que no tenían nada que ver con su verdadera naturaleza, y por eso el resultado fue una caricaturizada visión pública de la naturaleza de la feminidad alemana que ya no concordaba con el ideal que uno solía asociar con ella.

Un cambio fundamental es necesario. A riesgo de sonar reaccionario y anticuado, permítanme decir esto claramente: El primero, mejor y más conveniente lugar para las mujeres está en la familia, y su deber más glorioso es dar hijos a su pueblo y su nación, hijos que puedan continuar la línea de generaciones y que garantizan la inmortalidad de la nación. La mujer es la educadora de la juventud, y por lo tanto la constructora del fundamento del futuro. Y si la familia es la fuente de la fuerza de la nación, la mujer es su núcleo y su centro. El mejor lugar para que la mujer sirva a su pueblo está en su matrimonio, en la familia, en la maternidad. Ésa es su misión más alta.

Eso no significa que aquellas mujeres que están empleadas en profesiones o que no tienen hijos no tengan ningún papel en la gran obra de la maternidad del pueblo alemán. Ellas utilizan de otras maneras su fuerza, sus capacidades, su sentido de la responsabilidad para la nación. Estamos convencidos, sin embargo, de que la primera tarea de una nación socialmente reformada debe ser dar otra vez a la mujer la posibilidad de realizar su verdadera tarea, su misión en la familia y como progenitora.

El gobierno de la revolución nacional es cualquier cosa salvo reaccionario. Él no quiere detener el ritmo de nuestra época que se mueve rápidamente. Tampoco tiene ninguna intención de quedarse atrás de los tiempos. Quiere ser el abanderado y el pionero del futuro. Conocemos las demandas de la época moderna, pero eso no nos impide ver que cada época tiene sus raíces en la maternidad, que no hay nada de mayor importancia que la progenitora viva de una familia que da niños al Estado.

Entre las mujeres alemanas en años recientes un gran cambio se ha efectuado. Ellas están comenzando a ver que no son más felices a consecuencia de habérseles dado más derechos pero menos deberes. Ellas ahora comprenden que el privilegio de ser elegidas en corporaciones públicas a costa del derecho a la vida, a la maternidad y a su pan cotidiano, es un negocio que no vale la pena.

Una de las cualidades características de la época moderna es un índice de natalidad que disminuye rápidamente en nuestras grandes ciudades. Si en 1900 dos millones de bebés nacieron en Alemania, ahora el número ha caído a un millón. Esta drástica declinación es más evidente en la propia capital del Reich. En los últimos catorce años, Berlín ha llegado a ser la ciudad más pobre en nacimientos que cualquier otra ciudad europea. Hacia 1955, sin inmi gración, ella tendrá sólo aproximadamente tres millones de habitantes. El gobierno está determinado a detener esa declinación de la familia y el resultante empobrecimiento de nuestra sangre.

Aquí debe haber un cambio fundamental. La actitud liberal hacia la familia y el niño es responsable de la rápida y profunda declinación de Alemania. Hoy debemos comenzar a preocuparnos del peligro que amenaza con el envejecimento de nuestro pueblo. Mientras que en 1900 había siete niños por cada persona anciana, hoy se calcula en sólo cuatro. Si continúa la tendencia actual, hacia 1988 la proporción será de 1:1. Estas estadísticas lo dicen todo. Ellas son la mejor prueba de que si Alemania prosigue en su actual camino, terminará en un abismo a una velocidad impresionante, y casi podemos determinar la década cuando Alemania colapsará debido a la despoblación interior.

Nosotros no estamos dispuestos a permanecer pasivamente y de brazos cruzados mirando el colapso de nuestra vida nacional y la destrucción de la sangre que hemos heredado. El gobierno de la revolución nacional tiene el deber de reconstruír la nación sobre sus fundamentos originales, de tras*formar la vida y el actuar de la mujer de modo que otra vez sirva mejor al superior bien nacional. Él tiene la intención de tras*formar las precarias situaciones sociales a través de reformas radicales en el sistema económico, para que básicamente una vez más la vida de nuestro pueblo y el futuro de nuestra gente y la inmortalidad de nuestra sangre sean asegurados.

Por eso doy la bienvenida a esta exposición, que se ha establecido a fin de explicar e instruír, y reducir o eliminar el daño para el individuo y para el pueblo entero. Ella sirve a la nación y a la educación popular, y apoyarla es uno de los deberes más nobles del nuevo gobierno.

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Quizás esta exposición titulada "La Mujer" [Die Frau] significará en esta región un momento crucial. Si el objetivo de la exposición es presentar de modo tras*versal la vida de las mujeres en la sociedad contemporánea, hace aquello en un momento en que la sociedad alemana está experimentando los mayores cambios de su historia desde hace generaciones. Por eso no menosprecio la gravedad de esta tarea. Conozco los obstáculos que tuvieron que ser vencidos para dar a esta exposición un sentido homogéneo, un tema claro y una estructura firme. Ella debería mostrar el significado de la mujer para la familia, para el pueblo, y para la existencia del Estado en su conjunto. El objetivo de las exhibiciones es dar una impresión de la vida real del mundo de las mujeres hoy, para proporcionar a cada uno de la manera más vívida el conocimiento necesario para formarse una opinión propia de las conflictivas opiniones de hoy, que no fueron únicamente el resultado del movimiento feminista contemporáneo.

Pero con eso no todo está hecho. El objetivo principal de la exposición "La Mujer" no es sólo mostrar el modo en que las cosas son, sino hacer propuestas para el mejoramiento, mostrar nuevos caminos y abrir nuevas posibilidades también. Con ejemplos claros y a menudo drásticos se darán a miles de mujeres alemanas razones para pensar y considerar conscientemente.

Es una causa especial de alegría y simpatía para nosotros los hombres que estamos en el nuevo gobierno que a las familias con muchos niños les sea dada particular atención, ya que queremos rescatar de la decadencia a la nación. La importancia de la familia no puede ser sobrestimada, sobre todo en familias sin padres hombres que dependen completamente de la progenitora para su cuidado. En esas familias la mujer tiene la exclusiva responsabilidad de los niños, y ella tiene que estar consciente de la responsabilidad que tiene ante su pueblo y su nación.

Si esta exposición "La Mujer" a muchos miles y cientos de miles muestra para que vean las razones y las causas de la decadencia alemana, entonces habrá hecho la mayor parte de su tarea. Que las sugerencias que haga sean un llamado de advertencia para todas las mujeres y niñas alemanas, que las despierte y las mantenga despiertas, que las impulse a la contemplación de la política nacional, a cambiar, y a colaborar con alegría en la reconstrucción de nuestro pueblo.

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Nosotros no creemos que el pueblo alemán esté destinado por el destino a su destrucción. Tenemos una confianza ciega en que Alemania tiene todavía una gran misión ante el mundo. Somos de la creencia de que no estamos al final de nuestra historia, sino que, por el contrario, un período nuevo, grande y honorable de nuestra historia está comenzando ahora. Esta fe nos da la fuerza para trabajar y no desesperar. Ella nos permitió hacer los sacrificios más inauditos durante los últimos catorce años. Ella dio a millones de mujeres alemanas la fuerza para tener confianza en Alemania y su porvenir, y para dejar que sus hijos participaran en el renacer de la nación. Esta fe estuvo con aquellas valientes mujeres que perdieron en la guerra a sus maridos y sustentadores de la familia, con aquellas que dieron a sus hijos como prenda del porvenir alemán en la lucha para renovar a nuestro pueblo. Esta fe nos mantuvo de pie durante la necesidad y la desesperación de los pasados catorce años. Y esta fe hoy nos llena de nueva esperanza, dado que el Sol surge de nuevo sobre Alemania.

Nada lo hace a uno más resistente y más decidido que la lucha. Nada da más ánimo que enfrentar la contrariedad. Durante los años cuando Alemania parecía destinada a declinar, una nueva clase de mujeres se desarrolló bajo la confusa de derechasda de la civilización moderna. Ellas son resistentes, determinadas, valerosas, dispuestas a sacrificarse. Durante los cuatro años de la Gran Guerra y los catorce años del colapso alemán que siguió, las mujeres y las madres alemanas demostraron ser compañeras dignas de sus hombres. Ellas han soportado todos los amargores, toda la privación y el peligro, y no se desanimaron cuando fueron golpeadas por la desgracia, el pesar y los problemas. Mientras una nación tenga unas mujeres tan orgullosas y de altas mentes, no puede perecer. Estas mujeres son la garantía de nuestra raza, de su sangre y de su futuro.

Éste es el comienzo de un nuevo movimiento femenino alemán. Si la nación tiene de nuevo madres que con orgullo y libremente eligen la maternidad, no puede perecer. Si la mujer es sana, el pueblo será también sano. Ay de la nación que descuida a sus mujeres y madres. Ella se condena a sí misma.

Así que esperamos que la mujer alemana llegue a ser una vez más una noción a la cual el mundo entero mira con veneración y respeto. La mujer alemana se enorgullecerá entonces de su tierra y de su gente, pensando en alemán y sintiéndose alemana. El honor de su nación y su raza irá sobre todo para ella. Sólo una nación que no olvida su honor será capaz de garantizar su pan cotidiano. ¡Las mujeres alemanas nunca deben olvidar esto!

Declaro abierta esta exposición. Que pueda ella servir para mostrar todos los antiguos errores y mostrar nuevos caminos hacia el porvenir.

Entonces el mundo una vez más nos tendrá respeto, y con toda razón seremos capaces de declarar las palabras de Walther von der Vogelweide, quien escribió lo siguiente sobre la mujer alemana en un célebre poema [Deutschlands Ehrenpreis]:

"Decente es el hombre alemán,

las mujeres alemanas son ángeles hermosos y puros,

extraviado está el que las reprenda,

en verdad nunca podría ser de otra manera.

La virtud y el respetuoso amor,

quien buscarlos quiera,

a nuestra tierra debe venir, donde la alegría es mucha.

Me gustaría vivir largo tiempo en ella"
.–

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