EL CURIOSO IMPERTINENTE
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Chúpate esa, Bud Spencer.
Después de leer el libro de Maurice Paléologue me propuse leer las memorias de quien fue uno de los más importantes hombre de Estado rusos durante los reinados de Alejandro III y Nicolás II.
Witte escribió sus memorias entre 1907 y 1912, cuando ya estaba practicemente retirado de la política activa (aunque conservaba un puesto en el Consejo de Estado) aprovechando los meses de invierno, los cuales acostumbraba a pasar en Biarritz por motivos de salud. Era la única forma de evitar que las memorias cayeran en poder de la Ojrana. Después de su fin (en febrero de 1915) el manuscrito se conservó a buen recaudo en una caja de seguridad de un banco en Francia hasta 1921 en que su viuda hizo publicar las memorias.
No son de extrañar las precauciones que se tomó el viejo estadista, puesto su libro es muy crítico hacia el régimen zarista en genral y hacia la persona de Nicolás II en particular. Pocos son los personajes mencionados que se libran de sus dardos, aunque quien sale peor parado quizás sea Pyotr Stolypin, el que fue Presidente del Consejo de Ministros desde 1906 hasta su asesinato en Kiev en 1911. En cambio el venerable Procurador del Santo Sínodo, Konstantin P. Pobiedonotzev, antiguo tutor de Nicolás II y teórico ultraconservador, es tratado de forma más favorable, a pesar de sus obvias diferencias de criterio.
Contrastan sus críticas hacia Nicolás con la opinión que tenía del padre de éste, Alejandro III, durante cuyo reinado inició Witte su carrera política, primero como Ministro de tras*porte y después de Finanzas. Me parece que tenían cierto parecido físico que reflejaba su afinidad psicológica. Decía de si mismo Witte que su genio vivo, su "brutal sinceridad", le impulsaba a decir lo que pensaba a sus superiores, aun a riesgo de irritarles. Detestaba a los aduladores y a los oportunistas.
La temprana fin de Alejandro III en 1894 fue un desastre para Rusia, en la opinión de Witte (y la de muchos otros). Aunque el nuevo Zar le mantuvo en el cargo, su relación con Nicolás II nunca fue tan cordial como la que tenía con el padre de éste. Caracterizó al monarca como una personalidad "femenina", manipuladora, desleal, inclinado a desconfiar de todos aquellos a quienes considerara sus superiores intelectual o jovenlandesalmente.
Sus principales realizaciones fueron la nacionalización de los ferrocarriles, la construcción del tras*iberiano, el fomento de la industrialización del país por medio de una política proteccionista, la implantación del patrón oro y la firma de un tratado comercial con Alemania.
La conclusión de la Primera Guerra Chino-Japonesa abrió una nueva etapa de competencia imperialista entre Rusia y el Imperio del Sol Naciente que desembocó en el estallido de la guerra entre ambos en 1904. Witte era contrario a la politica expansionista en Manchuria y Corea. Auspició la firma de un tratado secreto con la Dinastía Qing, por el cual Rusia se comprometía a respetar la integridad territorial de China y a defenderse mutuamente en caso de guerra con el Japón. Como complemente a esa política se obtuvo la concesión de una línea de ferrocarril entre Chita hasta Vladivostok que pasaba a través del norte de Manchuria, la cual permitió acortar considerablemente la longitud del tras*iberiano. Sin embargo la creciente ingerencia ruso en la zona condujo a la guerra con Japón.
Por cierto, a modo de curiosidad, uno de los agentes comerciales implicados en la penetración en Corea se llamaba Julius (Yuri) Brinner, ciudadano ruso de origen suizo radicado en Vladivostok. Obtuvo del gobierno coreano una concesión para la explotación maderera de los bosques a lo largo del río Yalu. Vendió la concesión al gobierno ruso en 1898, el cual usó una empresa pantalla para encubrir la operación. Por si no lo habeís adivinado aún, el negociante era (futuro) padre del actor Yul Brynner (1920-1985).
El mundo es un pañuelo.
En 1903 Witte fue nombrado Presidente del Comité de Ministros, un cargo con escaso poder real, abandonando el Ministerio de Finanzas.
La derrota de las fuerzas navales y terrestres rusas obligó a Nicolás II a recurrir a Witte para que encabezara la delegación encargada de las negociaciones de paz. Las conversaciones se celebraron en Portsmouth, Estados Unidos, bajo los auspicios del Presidente Theodore Roosevelt (por lo cual le fue concedido el Premio Nóbel de la Paz, tócate los huevones). El plenipotenciario ruso consiguió poner de su parte a la opinión pública useña, que en un principio simpatizaba con los nipones y obtuvo una paz honrosa para Rusia con pérdidas territoriales mínimas (el sur de la isla de Sajalín).
Mientras Witte se encontraba en los Estados Unidos, la revolución estalló en Rusia. Tras el Domingo Sangriento (9 de enero de 1905), los disturbios violentos y las huelgas se propagaban por todo el imperio. Los comités revolucionarios paralizaron la industria y los ferrocarriles. Nuevamente Witte era el hombre al que había que recurrir para salvar la situación. Después de asumir el cargo de Presidente del Consejo de Ministros, de nueva creación, se promulgó el Manifiesto de Octubre, por el cual Rusia se convirtió en una monarquía constitucional, convocándose las elecciones que habían de elegir la primera Duma.
Witte, aunque era un decidido partidario de la modernización del Imperio, no era un demócrata. Tampoco se consideraba un liberal sino que se declara conservador. Creía que Rusia no estaba todavía madura para un régimen parlamentario como los de Europa Occidental. Si se dejaba el poder en manos de los diputados de la Duma, estos plantearían demandas imposibles, precipitando al país a la anarquía, la revolución y la guerra civil. Se necesitaba una monarquía fuerte que tuviera pleno control de la política exterior y la defensa del imperio. Para el Zar y su camarilla Witte era demasiado liberal, un individuo peligroso que aspiraba convertirse en el primer Presidente de la República Rusa. Para los liberales era el rostro amable de la reacción.
Era preciso promulgar una Constitución antes de que a la Duma le diera tiempo de celebrar su primera sesión y erigirse en Asamblea Constituyente. Y así se hizo.
El otro problema acuciante al que tuvo que enfrentarse fue la negociación de un crédito para salvar al país de la bancarrota. Esta última tarea fue entorpecida por la Primera Crisis de jovenlandia. La Conferencia de Algeciras se prolongaba sin que se llegara a un acuerdo. Mientras no se esfumara la amenaza de guerra con Alemania, el gobierno y los bancos de Francia no podían concederle ningún crédito a Rusia. Witte acusaba a Alemania de haber prolongado la crisis intencionadamente para perjudicar a Rusia. Al final la intervención personal de Witte, en un encuentro con el Káiser sirvió para desbloquear la situación.
En abril de 1906, después de apenas seis meses al frente del gobierno, Witte presentó su renuncia "por motivos de salud". Aparte de su agotamiento físico y anímico, consideraba que había cumplido su misión de salvar el imperio y la dinastía y sintiendo que no tenía la confianza del Zar decidió apartarse del poder. Seguramente esperaba en que algún día volvería a ser llamada a dirigir los destinos del país, cuando se declara una nueva crisis y Nicolás II precisara de sus servicios, pero esa ocasión nunca llegó.
Al estallar la Primera Guerra Mundial Witte fue de quienes primero alzaron su voz para advertir de la catástrofe que se avecinaba. Frente a la exaltación patriótica y germanofobia generalizada pidió poner fin a la locura antes de que fuera demasiado tarde. Todos hicieron oidos sordos a sus advertencias. Una vez puesta en marcha la maquinaria infernal, ya no había vuelta atrás. El antaño mundialmente respetado estadista fue tildado de traidor y agente alemán. La fin piadosa le ahorró el ser testigo y quizás víctima de ulteriores horrores.
A propósito de Alemania, el último capítulo del libro está dedicado a la figura del Káiser. La actitud de Witte hacia Alemania era ambivalente. No escatima reproches hacia los germanos, a los que consideraba poco fiables, tramposos y enredadores. Sin embargo afirmaba que el futuro de Rusia y de Europa había de pasar necesariamente por una alianza de ambos imperios y Francia. Aunque no lo explicitara, entiendo que consideraba a Inglaterra como la principal rival de Rusia. Sólo la unión de toda Europa continental en torno a la alianza ruso-germana-francesa podría enfrentarse con éxito al poder marítimo anglosajón.
Ironicamente su intervención frustró una tentativa de alianza germano rusa, ideada por Guillermo II. El Tratado de Björkö, un acuerdo al que firmaron los dos emperadores fue anulado antes de entrar en vigor por la oposición del gobierno ruso.
En suma: Witte fue un PRÓCER como la copa de un pino.
Toma nota, Bilbainadas.
...y vosotros también, betillas.
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